La autoría de dicho epitafio se cree que fue de la maestra Hermelinda Huizar Gálvez, maestra y directora de la escuela secundaria mixta por cooperación a mediados del siglo pasado, esposa del pastor don Evelio Márquez, una mujer cultivada y comprometida con la causa del agrarismo; hija de Daniel Huizar, un revolucionario villista muerto durante la revolución.
Don Agustín Rivera Márquez nació en septiembre de 1893 en el Carrizal, hijo de Juan Rivera y María Márquez Medina. Creció Agustín a lomo de caballo manejando con gran habilidad el ganado y con destreza las armas de fuego, entre una nutrida parentela de hermanos, tíos, primos y vecinos, todos ellos gente bronca y de muchas agallas.
Su formación educativa fue muy raquítica, apenas suficiente para aprender a leer, contar y escribir. Desde joven tuvo gran liderazgo entre los nuevos de su edad e incluso gente mayor; tenía un gran don de gentes, inteligencia despierta y sentido del humor. Era un joven muy alto, delgado, moreno y bien plantado, con gran aceptación entre las muchachas y muy estimado de sus amigos.
Al estallido de la revolución tenía 16 años y le tocó ver a gente de su comunidad lanzarse a la lucha armada para mejorar las condiciones de vida de la peonada de las haciendas cercanas como la de la Encarnación de don Panchito Moncada y algunas otras; por un salario miserable, que apenas alcanzaba para medio comer.
Así como Agustín, muchos otros jóvenes, familiares y amigos entre los que estaban los primos Diego, Paco y Primitivo Huizar y los hermanos Medina Pedro y Maximiano, comenzaron a incubar sueños de un mundo más justo y mejor.
En las rancherías de la región lo mismo que en el Carrizal se propagó la influencia de los pastores protestantes que durante el Porfiriato habían iniciado sus misiones evangélicas, arraigando sus creencias y también muchas de sus ideas económicas y educativas; esta influencia no solo alcanzó a Agustín y sus amigos Paco y Primitivo, sino también a personajes tales como Eusebio Joaquín González, quien se creó entre ellos y también participaría en la revolución, más tarde convirtiéndose en el fundador de la secta religiosa la Luz del Mundo.
Sin olvidar tampoco a Don Evelio Márquez, uno de los hombres más respetados en nuestra comunidad y quién fuera también un resuelto propugnador del reparto de tierras, la religión evangélica y la educación.
"Don Agustín Rivera era un hombre completamente analfabeto, pero tenía un porte de señor que había de ver. Tenía sus trajes bien hechos y siempre andaba con su texana. Claro que lo mangoneaba el agrarismo, que andaba todo levantado. Por eso lo mataron, lo mató un carcelero que dizque se quería fugar, puras mentiras, lo mataron porque lo querían matar.
Firma de Agustín Rivera en 1928 |
A él se le ocurrió levantar el edificio de la presidencia que estaba en ruinas, cogió todas las lápidas de San Nicolás para construirlo. Dicen que la cara de las lápidas con los nombres de los muertos quedó para adentro. A Agustín Rivera lo mataron en la presidencia, así como mataron también a los sacerdotes, él fue el que desbarató el panteón allá arriba en el Seguro para hacer la presidencia. Eran puras estatuas de cantera las que tenían los viejos aquellos ricos. En cuanto acabó la presidencia ahí lo mataron. (en declaraciones de testigos de la época se contradicen entre las lápidas de San Nicolás y las del panteón donde actualmente se encuentra la escuela secundaria foránea, ambos fuera de funciones para esa época, pues el actual panteón funciona desde 1899).
Don Agustín a sus 40 años de edad fue asesinado en las escaleras de la antigua Presidencia Municipal, mismo sitio donde se encuentra el actual edificio por la calle Hidalgo, esquina con Independencia, una construcción vieja que fue demolida en los años 70, fue a las 11:30 AM del día 21 de septiembre de 1933 a consecuencia de lesiones producidas por arma de fuego. Hombres lo emboscaron y le tiraron por la espalda en pleno trayecto. Sus restos descansan en el panteón de Guadalupe.
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