Esta es una serie de narraciones, tomadas de distintas fuentes, que explican la vida de esta región al norte de Jalisco y alrededores, antes de la fundación del pueblo, espero sea de su agrado.
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Un territorio indómito: el norte de la Nueva Galicia (1540-1590)
En las diferentes crónicas que existen sobre la conquista de la ciudad de México Tenochtitlán, se destaca la celeridad con que Hernán Cortés logró llevarla a cabo (1519-1521). Una de las razones por la cual los estudiosos del período consideran que los españoles pudieron realizarla en tan poco tiempo es porque éstos se enfrentaron con un Imperio altamente centralizado, lo que provocó que los territorios que se encontraban bajo su control, sucumbieran de manera casi simultánea. Sin embargo, difícilmente se hubiera realizado sin el apoyo de los indios de Tlaxcala, quienes por mucho tiempo habían opuesto recia resistencia a la supremacía del imperio azteca. Ellos creyeron que al dar su apoyo a los recién llegados podían tener la oportunidad de terminar con el dominio del emperador Moctezuma. La alianza que establecieron los españoles y los tlaxcaltecas para terminar con el imperio azteca se prolongó durante mucho tiempo, lo que les permitió realizar de manera conjunta una serie de conquistas.
Una de ellas fue la que realizó a fines de 1529, el entonces presidente de la Real Audiencia de México y gobernador de la provincia del Pánuco Nuño Beltrán de Guzmán, -aprovechando la ausencia del conquistador Cortés- en el occidente de Nueva España, con la finalidad de crear una entidad que abarcara desde el Golfo de México hasta el oeste, en la Mar del Sur, donde Nuño de Guzmán sería el único e indiscutible gobernante. Para llevar a cabo dicha acción, el propio Nuño informó al monarca español que se valió de "siete u ocho mil indios amigos [para] descubrir la tierra y conquistar la provincia de los Tebles-Chichimecas", según lo informa José Luis Razo.
Las fuentes dan cuenta de que durante los diversos enfrentamientos que Nuño tuvo en su camino hacia el occidente novohispano, hubo pérdidas significativas en su bando, debido a la resistencia que pusieron los "indios de guerra" a ser sometidos. Incluso se lamentaba de la muerte de Diego Núñez, médico y cirujano de su ejército y de otros soldados españoles e indios aliados como fue el caso de Tapia "indio señor de México, quien murió flechado". Empero, la muerte no venía únicamente como consecuencia de las heridas ocasionadas al calor de la batalla sino también por enfermedades que padecían ciertos soldados de Nuño. Asimismo, podía ocurrir por equivocación, ya que algunos indios amigos murieron de manos de los españoles al ser confundidos con "indios bárbaros".
El proyecto de conformar una amplia jurisdicción nunca llegó a realizarse porque la Corona española se dio cuenta de lo peligroso que sería para sus intereses el que Nuño gobernase de costa a costa, pues ya se había tenido la experiencia con Hernán Cortés a quien se le limitó el poder al crearse la primera Audiencia de México; por tal motivo se ordenó al conquistador Nuño mediante la Real Cédula de 20 de abril de 1533 que no se nombrase gobernador de la provincia de Pánuco sino sólo del Reino de Nueva Galicia.
No obstante, consideramos que la Corona tomó tal decisión porque Nuño no pudo comprobar que en el occidente novohispano existían riquezas similares a las que el propio Cortés ofreció al monarca español de forma inmediata (oro, plata, artículos suntuarios de plumería, de turquesa, entre otros). Los testimonios de Nuño van en el sentido de la posibilidad de localizar ricas minas de oro y plata, y que los objetos elaborados con dichos metales -brazaletes, cintas, o "guanines"- que los indígenas sometidos le entregaban de forma voluntaria o les eran arrebatados, eran escasos y, algunos, de poco valor.
Sin embargo, la presencia de Nuño en la región novogalaica fue breve, puesto que el gobierno español lo depuso de su cargo de gobernador en 1537, por las noticias que recibió sobre abuso de autoridad, de acuerdo con Bernal Díaz del Castillo. Se le acusaba de haber herrado y vendido como esclavos a muchos indios "haciendo tal barata de ellos, que daba ochenta indios por una yegua, y uno solo por un queso", afirma Antonio Tello.
En lugar de Nuño quedó como gobernador interino el capitán Cristóbal de Oñate. Al igual que Nuño de Guzmán, Oñate vio la conquista de Nueva Galicia como un negocio, pues invirtió grandes cantidades de dinero en dicha empresa, al costear los gastos del mantenimiento de más de treinta soldados, criados y caballos por tres años, así lo manifestaba uno de los soldados que lo acompañó desde la ciudad de México al occidente. De tal manera que durante los primeros años del gobierno de Oñate fueron llegando nuevas oleadas de españoles en busca de riquezas, debido a que se había difundido la noticia del descubrimiento de ricas minas de plata en la zona norte.
Dicha noticia se difundió rápidamente debido a que un grupo de soldados que participaron junto al propio Oñate en la Guerra del Mixtón (1541-1542), se percataron de que indios de la zona de Zacatecas habían entregado a Oñate un objeto de plata, lo cual aumentó el deseo de los conquistadores por apropiarse del territorio. Ello tuvo un precio, el propio Oñate fue herido en la batalla del Mixtón, lo que lo puso al borde de la muerte. Para su recuperación debió hacer traer a Guadalajara, desde la ciudad de México, un médico de apellido Núñez a quien Oñate entregó "mucha cantidad de pesos oro" por sus servicios.
Para 1540, la gran mayoría de los pueblos de lo que hoy es el norte del Estado de Jalisco estaban pacificados y eran doctrinas franciscanas, pero hasta ellos llegaron noticias de indios mensajeros de la Sierra de Tepec (Sierra de Bolaños) del maltrato que recibían -al igual que ellos- sus hermanos de raza en otras regiones, por lo que decidieron alejarse de los religiosos y volver a ser libres, según Carlos Casas y Renato Haro.
Los indios sublevados comenzaron a atacar cuanto poblado pacífico se encontraban, incluida "la errante Guadalajara". En un principio, la balanza se inclinó a favor de los chichimecas, quienes vieron muy próxima su victoria sobre los españoles, puesto que conocían mejor el terreno. Sin embargo, la superioridad bélica de los españoles estaba muy por encima de los indios sublevados.
La Guerra del Mixtón, sin duda dejó una huella indeleble en la memoria de los grupos beligerantes, por lo que no se desvaneció el temor de que hubiera a la postre posibles enfrentamientos entre uno u otro bando, tal y como lo afirma Philippe Powell.
En el norte novogalaico se localizaba parte de la región que fue conocida durante el periodo colonial como La Gran Chichimeca, un vasto territorio donde habitaban grupos indios conocidos de forma general como chichimecas, quienes tenían una cultura distinta a la de los indios del centro del virreinato, pues se caracterizaban por ser cazadores-recolectores con un estilo de vida nómada o seminómada.
Estudiosos de dicha zona, como Andrés Fábregas, afirman que la complejidad de La Gran Chichimeca radica precisamente en dicho estilo de vida, con todas las implicaciones de la movilización constante. En ese sentido, se puede decir que el nomadismo chichimeca fue un vagabundeo errático, sin ruta preestablecida, ni la idea clara de buscar un lugar definitivo donde asentarse. Motivados por el hambre, la sed o el acoso de un grupo rival, los chichimecas se veían obligados a abandonar constantemente los sitios en que se asentaban. Inmersos en una subsistencia básica, habitaron las cuevas o los sitios rocosos que encontraban a su paso, donde podían protegerse mejor de las fieras y de los vientos helados. El enorme territorio en el que estas tribus se desplazaban era la tierra semidesértica y agreste de la meseta del norte de México que se extiende desde el sudoeste de Estados Unidos hasta alcanzar las regiones fértiles de la cuenca del Bajío mexicano.
Por tal razón, la vida de los chichimecas transcurría en condiciones precarias y en grupos muy restringidos pero sustentados en la existencia de una comunidad de la pareja. Las relaciones cotidianas cara a cara, los lazos de parentesco y la igualdad de los recursos de poder eran la base de sus interacciones sociales, según Laura Ibarra.
Ibarra señala que algunos cronistas del siglo XVI se refieren a estos grupos humanos como comunidades ágrafas, carentes de liderazgos significativos que les permitiera mantener el control de grandes extensiones de tierra y de individuos. Sociedades con una estructura igualitaria donde el potencial del poder era compartido entre los hombres integrantes de las tribus. Dicha distribución les permitió construir una estructura igualitaria. En la sociedad chichimeca todo varón tiene un acceso libre a los recursos económicos. Todos los hombres de dicho colectivo de cazadores y recolectores tienen un acceso igual a las fuentes de subsistencia.
Éstos fueron los grupos humanos con los que los españoles se encontraron al momento de arribar a la zona norte en busca de metales preciosos en la segunda mitad del XVI. Dicha búsqueda se vio recompensada ampliamente, pues se dieron cuenta que en las entrañas del subsuelo existían ricos yacimientos de oro y plata, por lo que expulsaron de dicho territorio a los indios chichimecas, quienes prestaron fuerte oposición.
El descubrimiento de las ricas minas argentíferas en 1546, en lo que sería la ciudad de Zacatecas, por parte de una expedición bajo el mando de Juan de Tolosa, originó un nuevo conflicto entre los chichimecas y los europeos a partir de 1550, la ya mencionada Guerra Chichimeca, por el despojo de tierras que de nueva cuenta realizaron los españoles en su avanzada.
A pesar de que Zacatecas formaba parte de la Gran Chichimeca y de los riesgos que esto implicaba para los españoles, la ambición por la riqueza fue mayor y no se detuvieron en su avance hacía dicha zona. El éxito de las minas fue espectacular y en un par de años Zacatecas presentaba el aspecto de un pueblo próspero y con gran actividad comercial, lo cual hizo que los problemas entre chichimecas y españoles se agudizaran más aún. Un buen número de mineros, rancheros y colonos se trasladaron a la región. Esta migración trajo como consecuencia que se fundaran una serie de poblados mineros y ranchos aislados que resultaron ser un blanco tentador para los chichimecas. El tránsito por los caminos que iban de Zacatecas a la ciudad de México fue muy peligroso por los constantes ataques de los indios norteños.
La cristianización fue la medida tomada por la Corona para terminar de apaciguar a "los indios bárbaros", labor que desempeñaron los frailes franciscanos en los escasos conventos fundados en las tierras que les habían arrebatado a los chichimecas como fue el caso del convento de Juchipila, Zacatecas. No obstante, de poco sirvieron las congregaciones de los franciscanos, pues los ataques de los chichimecas se intensificaron de manera considerable, aumentaron los robos y los asesinatos en varias zonas de la región.
Ante el poco éxito de estos frailes, el virrey Conde de Monterrey sugirió al Rey de España en 1572 comisionar a la Compañía de Jesús la conversión de los "bárbaros", porque estos padres, a su parecer, eran buenos en religión y letras, lo cual era una ventaja con respecto a los de San Francisco, principalmente en su habilidad para aprender lenguas tan complicadas como la de los "tepequa, guachichiles y de los pami". Empero, dicha propuesta por el momento quedó pendiente, pues los franciscanos continuaron por algún tiempo más como los encargados de la evangelización de los indios pacificados.
Por ello, Luis González y González afirma que la unificación cultural de la región en occidente fue hechura de clérigos: franciscanos, dominicos, jesuitas, carmelitas o mercedarios. Asimismo, los hombres de hábito y sotana fueron los principales difusores del idioma español, lo que ocasionó la pérdida paulatina de quince lenguas nativas originarias, entre las que se encontraban: el pame, el zacateco, el guachichil, entre otros. Las consecuencias de dicha pérdida son inconmensurables.
La historia de la dominación española sobre los distintos territorios novohispanos nos muestra que hubo destrucciones culturales irremediables, como en el caso de los grupos chichimecas que se perdió mucho de su cultura no tanto por la guerra, pues también perecieron muchos españoles, sino por las prácticas que la nueva religión les acabó por implantar (imposición de la cruz y la adoración de un nuevo Dios).
Desde el momento de la llegada de los franciscanos a estas tierras, se percataron de la capacidad e inteligencia que poseían los indígenas. Por tanto, decidieron que la evangelización de los naturales podría ser llevada a cabo mediante el auxilio de símbolos gráficos a los cuales los frailes les atribuyeron efectos sobrenaturales, es decir capaces de obrar milagros. Pero que, además, por sí solos expresaban el significado y contenido de la nueva religión. Es decir, la imagen vista como el vehículo de todos los poderes y de todas las vivencias, afirma Serge Gruzinski.
La idolatría no cristiana es lo que los españoles y, principalmente, los clérigos se propusieron combatir mediante la evangelización de los indios chichimecas pacificados y congregados en pueblos. Tal fue el caso de fray Andrés Olmos, quien en el año de 1556 informaba al monarca español del proceso de evangelización de un grupo de chichimecas de la región de Tamaulipas.
De tal manera, el desacoplamiento de lo que Jürgen Habermas denomina mundo de la vida originario -chichimeca- se debió a la introducción de un nuevo mecanismo integral, que para quedar anclado debió ser institucionalizado a través de estatus dominantes como son los funcionarios, los terratenientes, los clérigos y los militares.
Este tipo de métodos y tácticas que tan insistentemente se propusieron llevar a la práctica tanto las autoridades civiles como eclesiásticas, no tenía otro fin más que el de proteger y acceder a las zonas mineras, y asegurar su abasto mediante el resguardo de sus caminos y de su gente. Para tal efecto, era necesario crear un clima de estabilidad en la frontera.
Por lo tanto, dicha estabilidad se convirtió en una necesidad que fue cubierta por el gobierno español a base del diseño de una política de pacificación y colonización. Dentro de estas estrategias estaba la participación de los indios tlaxcaltecas como difusores de la agricultura y la vida sedentaria.
El objetivo principal era lograr que los de Tlaxcala sirvieran de ejemplo a los llamados "indios indómitos", para que aceptaran la religión católica, aprendieran a vivir de forma sedentaria y en paz, adquirieran la costumbre de sembrar la tierra mediante el uso de las técnicas y las herramientas, las cuales los españoles habían proporcionado a los tlaxcaltecas; tal es el caso del arado y el azadón. En pocas palabras, que adoptaran valores y rasgos culturales que los europeos habían trasmitido a los indios aliados y sus familias.
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