miércoles, 12 de mayo de 2021

En merecido honor a la maestra Malena Macías

Mtra. Malena Macías con sus alumnos
Colotlán, Jalisco. 26 de enero de 2015.- Esta madrugada falleció en su casa a los 60 años de edad, la maestra Ma Elena Macías Ortega, originaria de Colotlán y que venía acomplejando un problema agudo en sus pulmones que la fueron debilitando hasta hoy.

Familiares y amigos se dieron cita en el lugar donde estuvo siendo velada y que fuera su domicilio por la calle Obregón, entre las calles Juárez y Ramón Corona, para darle un emotivo último adiós. Mañana martes 27 de enero, la comunidad magisterial, estudiantil y la sociedad en general se preparan para una serie de actividades que servirán para homenajear a la profesora.

A las 3:00 pm se recibirán sus restos en lo que fuera su "segundo hogar", la Escuela Secundaria Foránea de Colotlán, de la cual fue Directora por más de 30 años. Así mismo, la Escuela Preparatoria Regional de Colotlán se sumará al evento, donde ella también laboraba como maestra de Química.

La misa de cuerpo presente se tiene programada a las 4:30 PM del día martes. Descanse en Paz la Maestra Malena.

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Pensamientos en voz alta, lo que Facebook me recuerda desde 2016

* Hace cuatro años llegué a la Foránea, mis primeros encargos fueron en las reuniones de Directores, la maestra Malena, Rosamelia y el Profe Ramón Arana (hoy los tres descansan en paz) me brindaron su confianza junto con las religiosas que conforman la Zona 16 de Secundarias Generales. Mis oraciones a las dos maestras y hoy al Profe Arana que las encuentra nuevamente en el camino a la gloria eterna.

* Hace unos años llegué a trabajar a la Secundaria Foránea #13 de Colotlán, en esos días también llegaron computadoras, se acondicionó un aula para el salón de cómputo que quedó a mi cargo, la maestra Malena me dijo: “No los deje que hagan sus 'tertulias' ahí adentro”, porque sabía que nos gustaba reunirnos a convivir los buenos amigos y compañeros trabajadores de esta escuela; la palabra se respetó, nunca hicimos reuniones en ese lugar, pero las “tertulias” si siguieron.

* Les cuento... en 1999 conseguí mi primer empleo de reportero en Voz del Norte y sigo en el medio como encargado de proyectos especiales; desde 2004 fui director de comunicación social, en dos administraciones hasta que en la tercera un idiota me hostigó y mejor me salí, me dieron trabajo en Tlaltenango, donde estuve de lujo dos años, hice grandes amigos, di todo mi esfuerzo y buenos resultados, dejé el cargo porque tuve oportunidad como Tecnólogo en la ESF 13, donde llevo trabajando desde entonces, en 2013 la maestra Malena, me dijo que me iba a dedicar a esto (la docencia) así que me ayudó y comencé a dar clases de español en la EST 17, "lo gandaya" volvió a florecer en otra gente y como antes, le batallé!!! pero Diosito todo lo acomodó y comencé otra nueva aventura laboral como maestro frente a grupo, espero sea igual de exitosa que en mis anteriores trabajos. La vida da muchas vueltas y el idiota de arriba ahora está abajo, sin más, no se merece otra cosa.

PD. En todos mis trabajos he salido satisfecho, contento y agradecido con mis compañeros y jefes. Muy en especial con la Maestra Malena... ha sido genial.

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A continuación presento una de sus historias, ella la escribió de puño y letra, yo se la transcribí en 2015, me dijo que era para un libro sobre mujeres de Colotlán. Perdí la pista si se publicó o ya no dio tiempo... pero aquí la rescato para que no se pierda en la memoria.


UNA HISTORIA ENTRE TANTAS

(RECUERDO Y TRIBUTO A MIS PADRES Y ABUELOS)

 Mtra. Ma. Elena Macías Ortega

Hace poco mi hija tuvo la necesidad de trasladarse a la Iglesia de Temastián a realizar un trámite, le preguntó el Señor Cura: ¿Cuál es su nombre? se lo da y le responde ¿Eres de los Macías ricos o de los pobres? De inmediato le dice: de los pobres, Padre.

Tanto por el apellido paterno (Macías) como por el materno (Ortega) el origen es similar; los primeros, se integran por  familias poco numerosas, mientras que los segundos, cuentan con muchos descendientes extendidos en varios lugares, geográficamente hablando. Estas familias, como todas las que conforman a Colotlán, tienen su propia historia y cosas que contar de interés social, económico y político, considerando a cada cual en su época y contextos propios.

En toda sociedad existen varias familias de un mismo apellido y generalmente de un mismo tronco; sin embargo, con el tiempo, a unas familias les dan el calificativo de “los Ricos” mientras que a otros, el de  “los pobres”… y Colotlán no es extraño a eso.

En este caso me sitúo en los últimos años de los cincuenta y los primeros de los sesenta, donde comienza mi infancia, con esas vivencias que no saben mentir, por tanto, habrá que ir hilvanando la narración y si me preguntan ¿Qué recuerdas de tus padres? Diré: de mi padre mucho, de mi madre menos, debido a su prematuro deceso,  pero no de menor importancia, pues siendo la mayor de seis hermanos la perdimos quedando entre ocho años y cinco meses nuestras edades.

Ahora pienso, qué dolor tan grande el de mamá al morir y dejar sus hijos tan chicos. De ella puedo decir que era una de las clásicas madres trabajadoras y abnegadas de ese tiempo, con una formación de principios sólidos y buenos modales, su nombre: Elena Ortega Valdivia, pero tanto ella como todas las Elenas que habemos en la familia, provenimos de la tía abuela materna Elena Ortega Huízar, hermana de mi Abuelo Francisco Ortega, hombre apacible, dedicado a su familia y trabajo, (quien por muchos años fue el tesorero del municipio).

Lo recuerdo con cariño, era muy consentidor y muy paciente con todos; en su familia eran varios hermanos varones y solo una mujer: Elena, mi tía Elena; mujer muy bonita, y debido a los movimientos que a principios del Siglo XX surgieron a consecuencia de la Revolución y posteriormente, del movimiento Cristero, mi tía Elena conoció al General José Lacarra, con quien más tarde se unió en matrimonio, yéndose a vivir a la Ciudad de México  y por consecuencia tuvo un nivel de vida muy diferente al que estaba acostumbrada, le tocó convivir de manera directa con algunos Presidentes de la República, y así se muestra en la fotografía con Manuel Ávila Camacho.


Procreó tres hijos: dos mujeres, un hombre, él muere siendo un jovencito, así que sus dos hijas: Elena y Margarita, son las que les dieron los nietos. Debo mencionar que tanto mi tía como sus hijas se distinguieron por ser personas altruistas, humanas y generosas, siempre trataron de ayudar a sus familiares aun cuando fueran de parentesco retirado, tal es el caso de Chilo Ramos (quien por muchos años tuvo una cenaduría en los portales de la plaza de esta ciudad).

Su cena era famosa, sobre todo, los tacos y las enchiladas, incluso, dudo que haya personas de edad que no la conocieran y sé que la recuerdan. Con Chilo vivía su mamá Angelita (hermana de Martinita Huízar, mamá de mi tía Elena grande) su hermana Consuelo y su sobrina Elenita Avila de quienes al final, después de que ya no pudieron trabajar, mi tía Elena Chica primero, y después Manolo, su hijo, se hicieron cargo de ellas y les prestaron la casa de mi tía Elena, situada en la esquina de Obregón y Ramón Corona, la que vendieron hasta que ellas murieron.

Igual había pasado con Chepina Raygoza, otra familiar muy conocida y prima de Chilo; Chepina fue media hermana de Elías y José Refugio Raygoza, éste último Presidente Municipal de Colotlán en tres ocasiones; a todas ellas las atendían muy bien, pues al margen de lo que he dicho, recuerdo que si estaban enfermas, las llevaban a México al médico, les  daban los tratamientos que necesitaran y les mandaban dinero para  sus gastos, lo menciono porque en muchos casos ni los hijos son responsables de sus padres, mucho menos de alguien que poco frecuentan.


El Abuelo Francisco, Mamá y tía Elena

Volviendo con la familia de mis abuelos maternos destaca una persona, que se convirtió en  un  pilar muy fuerte que en definitiva marcó nuestras vidas, y sobre todo para mí y mis hermanos: fue mi Abuela: Ma. Del Refugio Valdivia Ramos, mejor conocida como: Cuca Valdivia, mujer de estatura bajita, pero de pensamiento y criterio amplio y dinámico, Ella se queda con nosotros a la muerte de mi Mamá, atendiendo sobre todo al menor de cinco meses, y como tiene a su  hija  Consuelo  trabajando en México, en lo que era el Banco de Londres y México, después Serfín, con frecuencia se iba a visitarla por espacios de dos o tres meses, mismos que yo tenia que dejar de  asistir a la escuela porque mi papá, me dijo que, tenía que quedarme en la casa y estar al pendiente de las personas que trabajaban en ella; una orden que cumplía más por obligación que por voluntad, pues a mis escasos nueve y diez años, realmente era muy poco lo que podía aportar a esa tarea, pero sin embargo, cumplía sin protesta lo que papá me indicaba.

A mi abuela todos los nietos la llamábamos “Mamá Cuca”, ella tenía sus consentidos por diferentes razones y aparte de siempre haber sido ama de casa, contaba con tiempo para realizar otras actividades, como visitar la Iglesia diariamente, no tuvo mucho estudio, pues solo cursó su educación primaria hasta cuarto grado, y recuerdo que tenía conformado un grupo de teatro con muchachas jóvenes de esos años, quienes se tomen el tiempo de leer esta narración, tal vez, algunas Señoras dirá: “yo ensayaba en tal o cual obra”; casi todas eran dedicadas a cuestiones religiosas. Otra situación que siempre le admiré fue su preocupación por los presos, decía que eran personas privadas de su libertad, que en su mayoría los familiares abandonaban o las visitaban poco. Todos  los jueves iba a la cárcel pedía permiso para entrar y les leía la biblia, les cantaba alegorías religiosas y les platicaba de moral, y un día por mes les preparaba comida para todos, cómo recuerdo esos viernes, pues desde muy temprano se esmeraba en la elaboración de los alimentos, tal pareciera que fueran para ella y su familia. 

Fallece el 13 de noviembre de 1995, tenía 95 años de edad, había nacido con el siglo; el día de su muerte, acontecieron cuatro sucesos relevantes que han marcado esa fecha, que tienen que ver con personas por las que siempre se preocupó, los presos: ciertamente ese día uno de ellos obtuvo su libertad, lo cual no deja de asombrar; y estando en su velorio, ese día como a las once de la noche vimos llegar a un señor ya grande de edad y en muletas que nadie conocíamos, lo recibimos y nos comentó que venía de Fresnillo, Zacatecas a despedirse de la señora que junto con su esposo tanto lo habían ayudado cuando estuvo preso en Colotlán, años atrás, y toda la noche permaneció cerca del féretro, haciendo recuerdos, orando y hasta llorando, acción que nos da muestra de la sensibilidad que la caracterizaba; nos dijo que se había enterado de la muerte de mi abuela, porque otra persona de Colotlán le había avisado por teléfono a su casa.

En esas mismas fechas sucedió que el esposo de una de sus nietas (Alejandra Ortega Verdín) se encontraba preso en la ciudad de México y al mismo tiempo, un hijo de Doña Chilo Avila de Márquez, estaba preso en San Luis Potosí; tres días posteriores al fallecimiento de mi abuela, queda en libertad el esposo de mi prima, y antes de que finalizara el novenario de sus rosarios, salió de la cárcel el hijo de Doña Chilo; al respecto esta señora nos comentó a los nietos: “Doña Cuca, llegó al cielo abriendo las puertas de la cárcel”, porque ella le había encomendado la libertad de su hijo a Doña Cuca.

Fotografía de Mamá Cuca

De los Abuelos paternos: Felipe Macías Romero y Esperanza Rodríguez, tengo menos recuerdos, para empezar a la Abuela no la conocimos y al Abuelo lo veíamos poco, pues vivía en Momax, con un negocio de abarrotes y casado en segundas nupcias con Domitila Huerta con la cual ya no tuvo hijos. Con la primera procreo tres hombres: Humberto, Ubaldo y Manuel; y una mujer, Elia (mejor conocida como la Nena de Don Felipe).

El mayor de los hijos, Humberto siendo muy joven se fue de su casa y jamás volvieron a saber de él, el segundo, Ubaldo fue mi Padre, a quien adoré en todo el sentido de la palabra y más allá…; Manuel, era muy enfermizo y al final se refugio con su hermana Elia, quien se había casado con Antonio Maldonado Santacruz, originario de Villanueva Zacatecas. Sin embargo, aun cuando en físico no conocimos a la Abuela Esperanza si sabemos por pláticas que era una señora que le gustaba andar muy bien presentada, y que por las mañanas cuando salía de su recámara ya estaba lista para iniciar sus labores, la persona de su confianza era su cocinero (Pancho) quien estaba al pendiente de Ella y su familia.

Mi abuela Esperanza al parecer provenía de una familia acomodada y que no veía con muy buenos ojos al abuelo; pero como suele suceder, entablaron un noviazgo por cartas, de las cuales se plasman algunos fragmentos originales de ellas; cartas que permiten hacer un comparativo de cómo las cosas han venido cambiando a través del tiempo, pues en sus letras puede observarse un romanticismo puro, el uso de palabras no comunes en nuestros días y esa letra manuscrita bien hecha, exquisita, que ante todo, denota respeto, tal vez, encontremos algunas faltas de ortografía, pero eso nada importa junto al cariño impregnado en sus letras, cartas que han sido conservadas por años y años, gracias a mi hermano Ubaldo, quien tiene “el bonito defecto” de conservar todo lo antiguo, cartas que datan de inicios del Siglo XX, pues mis abuelos se casarón en el año de 1919.  

        

  

Abuelos paternos y tío Humberto

 

Fragmentos de las cartas de los abuelos (1917-1918)

Ya antes había mencionado que mi tía Elia Macías (única hermana de mi Papá) contrajo matrimonio con Antonio Maldonado; ellos  vivían en la propiedad donde actualmente se encuentra el Molino Santa Isabel, lugar en donde de niños jugábamos junto con los primos, sus hijos; tenían una alberca y baños públicos, en la esquina que forman la calle Paseo y el callejón de Quiteria, en este lugar nacía la alameda del barrio de Chihuahua, que era muy hermosa, además se organizaban unas tardeadas muy concurridas por lo agradable del lugar, misma que con el tiempo y la construcción de casas que ahora pueblan este barrio se terminó.

Mi tío, Antonio Maldonado fue el primero que inicia a querer poner luz eléctrica en Colotlán mediante una planta alimentadora (que él manejaba), y que dotaba de luz hasta las once de la noche en las calles de Colotlán. Desde antes de casarse, en  su casa tenían negocio de molino de nixtamal y tortillería, y un buen día deciden irse a vivir a la ciudad de México y continuar con este ramo, al principio le batallaron un poco, pero después les fue muy bien; ya murieron los dos. La propiedad en donde está el Molino Santa Isabel se la vendieron al Sr. Jaime Haro, ojalá las Autoridades Municipales a través de la Secretaría de Cultura o cualquier instancia pertinente pudieran rescatarla como un patrimonio cultural de Colotlán, y que no sea refugio de muchachos vagos que solo lo están destruyendo y rayando con grafiti. Entre los hijos de mis tíos Elia y Antonio; recuerdo con cariño y agradecimiento al mayor de ellos: Humberto Antonio Maldonado Macías, se interesó por rescatar algunos datos históricos de Colotlán, siendo Maestro Investigador en la UNAM, mismos que presentó en un coloquio dentro de los festejos por el Aniversario del Cuarto Centenario de la fundación (1991); en el año de 1994, muere de cáncer. Terminando así una vida fructífera en el mundo de las letras.


Los tíos Maldonado

Ahora bien, regreso con la historia de mis papás: Ubaldo y Elena, tengo entendido que ellos eran novios desde 1947 ó 1948 y que por diversas circunstancias se enfrentaban a situaciones problemáticas, lo que era común en los noviazgos de esa época; supe también, que en el año de 1948, tenían pensado casarse, habiendo realizado los preparativos de la boda, entre otros: la adquisición del vestido de novia y lo que le llamaban las donas; mi madre se arrepintió de casarse, motivo por el cual mis abuelos se la llevan a México y mi papá según platicaba su hermana quemó todo.

Sin embargo, con el paso de los meses y los años siguientes reanudan su relación y se casan por fin en octubre de 1950; fui la primera de seis hermanos, al parecer fui una hija muy deseada ya que nací casi cinco años después, de esta unión matrimonial se procrearon tres mujeres y tres hombres. De mi Mamá recuerdo que era sencilla, tranquila, sufrida y muy valiente, nunca la escuché quejarse pero recuerdo que en ocasiones su mirada era triste; ella gozaba arreglando sus niñas, nos hacía vestidos, nos peinaba y poco a poco nos iba haciendo responsables de quehaceres pequeños.


Teniendo yo escasos dos años, recuerdo que nos fuimos a vivir al rancho del Hepazote, en lo que llamaban “la Casa Grande”, ahora casco de la hacienda, pues la dueña era una tía hermana de mi abuelo paterno, de hecho una de mis hermanas nació en este lugar; tengo en mi memoria una etapa bonita y sobre todo que logro recordarla, me gustaba que me llevarán a ver ordeñar las vacas, porque me sentaba en una cerca; Don Petronilo y Doña Lupe siempre estaban al pendiente de lo que se ofrecía y ayudaban mucho a mis papás en los trabajos de la casa y del campo.

Era un placer ver las pinturas que las recámaras tenían en las paredes, el patio central con arcos en los cuatro lados, los zarzos en donde secaban y guardaban los quesos, una tienda de abarrotes que tenía mi papá a un lado de la casa en la que me daban chicles “Yucatán”, las tortillas recién torteadas, en fin, con mi corta edad (entre dos y tres años) son pasajes que tengo grabados y que es difícil de olvidar por lo significativo en mi existencia.

No se en que momento pasó, pero ya vivíamos nuevamente en Colotlán, siguió transcurriendo la vida y naciendo mis hermanos varones que son los menores, yo empezaba a asistir al kínder y la primaria del Colegio Jalisco que en este tiempo era atendido por otra congregación religiosa, seguida posteriormente por mis hermanas;  estaba en tercer grado cuando mi Mamá se enferma y en el transcurso de mes y medio pierde la vida el 24 de febrero de 1964, quedando el más pequeño de mis hermanos de cinco meses; ese día con la impresión y la pena que había en los miembros de la familia, Doña Amelia Martínez de De Santiago se llevó a mi hermano más pequeño a su casa para atenderlo, mis otros hermanos y yo no alcanzábamos a medir la dimensión del suceso; recuerdo que había mucha gente, familiares y amigos, en fin, lo típico que suele pasar en estos casos.

Cuando ya nos vimos solos con papá, mi abuela materna (Mamá Cuca) se incorporó a vivir en nuestra casa, y sobre todo para atender al niño, y así estuvimos; entre sus vueltas que hacía a la Ciudad de México y lo que pasaba con nosotros transcurren tres años, hasta que mi papá vuelve a contraer nupcias con la señorita Tersa Ortega Olague. Al respecto, quiero aprovechar este espacio para reconocer la importante y bien llevada labor de papá, quien siempre estuvo al pendiente de sus chiquillos, se preocupaba porque nada nos faltara, por atendernos si nos enfermábamos, por vigilarnos los tiempos libres; en las noches frías de diciembre, enero y febrero se levantaba y nos cobijaba ayudándose de una lámpara de mano, etc. 

Detalles como estos había a diario y de diferente manera, dependiendo de las propias necesidades. Mi Papá tenía un Bar, del que hablaré más adelante y diario yo, como la mayor, lo esperaba vestida con mi ropa normal del día para ver si quería cenar, la mayoría de las veces aceptaba, le servía, cenaba; él se iba a su recámara y yo a la que compartía con mis hermanas. Fue un padre increíble, donde su prioridad siempre era su familia.

La segunda esposa de papá era prima de mi mamá, a quien también le reconocemos y brindamos el mayor de los agradecimientos, pues le tocó formarnos en la edad más difícil, la adolescencia. A las mujeres nos enseñó a ser responsables de todas las actividades que se nos asignaban, tanto en la escuela como en la casa, nos inculcó cómo debíamos portarnos, siempre con base en valores y principios. A los hombres, por igual, con un poco de más libertad, como parte de la cultura que desde hace años nos ha tocado vivir.

La quisimos mucho, la llamábamos Tía Teresa, porque se dedicó a esta familia como si mis hermanos y yo, fuéramos sus hijos, le teníamos la confianza de platicarle nuestros problemas y nos orientaba y aconsejaba; y también, cuando consideraba que se requería nos jalaba las orejas, ubicándonos y haciéndonos recapacitar. Tras las adversidades de la vida, tuvimos al final tres Mamás: Mamá Elena, la Abuela materna  (Mamá Cuca) y mi tía Teresa.

Tía Teresa

Como mencioné, mi papá tenía el Bar “La Fuente”, que actualmente lo sigue trabajando Ubaldo, mi hermano. Aquí se han gestado muchas anécdotas tales como:

Una anécdota de esta historia

El bar de mi papá, desde que se abrió, siempre ha estado en la esquina que forman las calles de Ramón Corona y Marcos Escobedo, es una cantina propia de pueblo; antes, tenía un reservado, en donde solían pasar personas que iban a tratar algún asunto; ya no está igual, pero no ha perdido su ambiente pueblerino; ese bar siempre lo atendió mi padre y cuando él murió, quedó en manos de mi hermano Ubaldo Macías, quien incluso hasta la actualidad, lo sigue conservando; desde siempre se ha llamado Bar La Fuente, en el tiempo en que se fundó, mi abuelo, Felipe Macías, vivía en la Población de Momax, Zacatecas, él ya sabía que mi padre había abierto ese negocio; y, sucede que un buen día, dos amigos de mi abuelo de quienes no tengo sus nombres, fueron a Momax y platicando con mi abuelo, le dijeron, entre otras muchas cosas: Fíjese Don Felipe, que Ubaldo ya tiene un negocio en Colotlán; a lo que mi abuelo les contestó: ah, sí, y ¿cómo se llama el negocio? Aquellos le contestaron: La Pila de Oro. Mi abuelo sonrió y entre dientes dijo: La Pila de Ca... que se meten ahí. Esa cantina fue muy famosa por aquellos años, en ella, estuvieron casi todos los hombres que vivieron en esos años en Colotlán y sus alrededores, quienes gustaban de entretenerse creo yo, tomando su bebida y, dicen, que tirando balazos, dicen los viejos que a la cantina la bautizaron como La Capilla, y es que por esos tiempos, mi padre adoptó el mote de Padre Damián. Entonces decían aquellos hombres, cuando salían de sus casas, al preguntarles sus esposas, que a donde iban... "vamos a la capilla del padre Damián, y dicen que las mujeres se quedaban muy contentas de ver a sus maridos tan entrados en las cuestiones religiosas; sin embargo, pasado un espacio de tiempo muy pequeño, pero suficiente para crear costumbre, aquellas nobles mujeres descubrieron que en realidad, sus maridos, iban a la cantina.

De mi padre recuerdo que fue un hombre muy recto, trabajador, serio y honrado; en este aspecto, Don Luis Robles Santoyo, que fue compadre de mi papá, me platicó que, en esa cantina se tomaba a gusto y seguro, porque decía que mi padre era una persona muy honrada; me confió dos pláticas que aquí las comparto: la primera, me dijo que él, para ir a tomar vino a la cantina de mi padre, jamás necesitó dinero, que solamente acudía, tomaba y escuchaba música y que al día siguiente, pasaba a pagar exactamente el consumo y la música realmente tocada. La segunda, me dijo la propia persona que una persona de la cual él mismo desconocía su nombre, en cierta ocasión llegó a la cantina de mi papá, tomó tanto que no supo de él; dice que traía consigo un maletín; que al día siguiente acudió a la cantina, con la resaca, preocupado porque se le había extraviado su maletín y que pidió una cerveza; que mi padre entonces le dijo, amigo, aquí olvidó este maletín ayer; al hombre aquel le volvió la sangre al cuerpo, porque en su interior, traía una suma de dinero considerable. Me dijo que el maletín era de fácil acceso, pues no tenía ninguna clase de seguridad.

Anécdotas como estas fueron cosa común en aquellos tiempos, y es que entonces los valores y principios eran cosas que se respetaban por encima de todo, para esos hombres su palabra y su prestigio, tenían que estar a salvo de cualquier indicio de duda sobre ellas.

De aquellos tiempos se recuerda como clientes de ese bar a Don Benjamín Márquez Huízar, quien además fue entrañable amigo de mi padre; a Don Fernando de la Torre, persona oriunda de Santa María de los Ángeles, Jalisco, que por cierto vivía en Irapuato, Guanajuato, pero que cada que venía a Colotlán, inevitablemente tenía que visitar la cantina de mi padre, porque según él decía, venir a Colotlán y no estar en la cantina del Padre Damián, era como no venir. A propósito de este señor, en cierta ocasión estaba en la cantina de mi padre y tomaba, según me dijeron, un ron Bacardí, que por cierto saboreada como pocas bebidas se pueden saborear y que él se lo preparada, limón, hielo, Bacardí añejo, coca cola, y una pizca de sal. Ese día dicen que Don Fernando presumía unas aguas termales que se encuentra en una propiedad de la que era dueño y que se ubican en el municipio de Santa Marta de los Ángeles, Jalisco, y que le decía a mi padre que aquellas aguas tenían el poder de curar cualquier enfermedad, que eran milagrosas; estaba también en esa ocasión en la cantina Arturo Navarro, hombre de mil anécdotas, que al escuchar el comentario, se entrometió en la charla y dijo: ¡Mire Don Fernando, aguas milagrosas éstas (alzando su copa de vino), estas si curan! Clientes de esa cantina fueron Don Chema de León Sánchez, de quien por cierto guardo gratos recuerdos, persona recta, seria y muy sociable, Jaime de León, Elías Raygoza, y muchas gentes de todos los ranchos visitaron esta cantina; Proto Pérez, otro de los personajes que formaron parte de la interminable lista de personas amigas de mi padre que siempre visitaron esa cantina; recuerdo aquellos sábados de box, en donde se reunían entre muchas otras gentes, los trabajadores de Jaime de León, Julián a quien apodaban el Bombón, el Pato, y no podía faltarles Serafín a quien apodaban La Chiva, hombres muy trabajadores que gustaban de divertirse después de una semana de arduo trabajo. Aquellos tiempos eran distintos, la gente se divertía con más poco dinero que ahora; los hermanos Dávila fueron amigos de mi papá, Germán, Oscar, Saúl y René; éste último hizo una buena amistad con mi padre, Juanito Calderón, Julio aquel que hacía cuartas; Román García Mimán que venía siendo como un distintivo de la cantina; Don Luis Pinedo, que era célebre por sus bromas tan afinadas y de muy buen gusto; mis tíos Los Ortega eran clientes de ese negocio. Cuántas historias se han de haber cocido a la oscuridad de la noche, cuantas historias se han de haber tejido; ya en tiempos más recientes, Fabio Huizar Flores y su hermano Jaime, que muy seguido andaban acompañados de mi primo Eliseo Navarro Ortega, hijo de mi tía Chabela Ortega. En aquellos entonces la cantina se abarrotaba de clientes desde el viernes hasta el domingo; Salvador Castañeda, Hermenegildo Gutiérrez, Francisco Mercado que era de las confianzas de mi papá. Había un señor, de por allá de la Ciénega de los Alejo, que se llamaba Juan Vela; esta persona cada domingo venía a surtir el mandado para la semana, recuerdo que traía un burro que era su medio de transporte, en él, llevaba el mandado para la semana; pero, muchas de esas veces, ese mandado no llegaba a su hogar, porque Juan se emborrachaba y duraba días y días en Colotlán, hasta que venían a buscarlo y se lo llevaban, y para este tiempo, el mandado, todito estaba echado a perder. Chencho Pinedo fue otro cliente y amigo personal de  mi padre; Chencho fue papá del General Raúl Pinedo, y me contaba mi papá que en cierta ocasión que estaba en la cantina Chencho, llegó su hijo Raúl con otros amigos y pidió entrar al reservado, a lo cual accedió mi padre; que cuando iba pasando hacia el reservado, Chencho que estaba sentado por fuera de la barra, le dijo: “Párese ahí… mire, usted ahorita es Teniente del ejército, al rato va a ser Capitán y tal vez llegue

a General, pero nunca se le olvide que yo sigo siendo su padre…”; Chencho era un señor de unos sesenta y cinco años en ese entonces, era muy dicharachero y decía mi papá, que su dicho era gritar: "me siento el dandy de la juventud”; cosas así de irrelevantes, pero impregnadas de humor, eran cosa de diario en la cantina de mi padre; el sacerdote  Timoteo muy querido en Colotlán que se hizo cargo de las iglesias allá por los años setenta y cinco, también era una persona que gustaba de ir con mi padre a tomar su tequilita, decía mi papa que tomaba Sauza Hornitos, este sacerdote siempre se dirigía a él, como señor cura, en clara referencia al apodo que antes les dije tenía mi papá, de Padre Damián; tiempo después por razones de ministerio, el padre Timoteo fue trasladado a la Ciudad de Zacatecas, llegando nada menos que a Catedral, en cierta ocasión que visitó Colotlán, acudió a la cantina, era uno de esos días en que había mucha gente, y me comentaba mi papá, que el sacerdote Timoteo le dijo en esa ocasión: “Oiga, debería de dejarme la cantina en días como este”, a lo cual mi padre le contestó: “Con mucho gusto padre, se la cambio por la charola de Catedral en la Misa de domingo”, y que el padre Timoteo sin pensarlo Le contestó, “No hay trato”. Tereso Gándara, Ángel Campos, muchos, muchos fueron clientes de esa cantina y todos, amigos de mi padre.

De estos hombres, ya casi todos se han ido, como se va la gente que va cumpliendo su misión en esta vida, pero todos han dejado motivos y razones para que se les recuerde, como respetuosamente lo hago ahora en este trabajo, hombre que se han ido, como algún día me iré yo misma…

   María Elena Macías Ortega


sábado, 8 de mayo de 2021

La hermana Aurora Soriano Medrano

SEMBLANZA DE LA MADRE AURORA 


La hermana Aurora Soriano Medrano, nació en Colotlán el 3 de agosto de 1935, tercera de los hijos de don Rafael Soriano y doña Nicolasa Medrano Ortiz, importantes personas de la comunidad en esa época.

Sus hermanos Rafael y Miguel (los mayores) así como María Elisa, María Luisa, Ramón, Juanita y Lupillo, formaron una maravillosa familia.

La madre Aurora inició sus estudios en el Colegio, Jalisco, en aquel entonces ubicado en el Templo de San Nicolás.

Sus abuelos fueron pilares fundamentales en su familia: con fuerza, tesón, valores y entereza, quedó marcada su vida.

Desde pequeña quiso entregar su existencia al servicio de Dios, fue así que se animó a escribir una carta a la madre superiora de las Hijas Mínimas de María Inmaculada y al ser aceptada comenzar su incansable labor.

Muy joven se fue a Durango, a su primera encomienda, desde entonces voluntariosa… decía que la regañaban por no pedir permiso para hacer favores.

Su vida religiosa transcurrió en algunas casas como: El Instituto América de León, Guanajuato; en Papantla, Veracruz y San Luis de la Paz, Guanajuato; pero sin duda que la casa más importante y querida para ella fue el Colegio “Jalisco” de Colotlán.

En su rutina de levantarse temprano y servir a los demás, ocupó cargos como maestra de distintos grados y asignaturas, muchos la recuerdan por la materia de informática.

En 1998 fue directora del Colegio y sus alumnos le guardan un veraz respeto, especialmente los más grandes que cursaban la secundaria.

A finales de 2007, por la alta presión que desconocía tener, sufrió un derrame cerebral que la limitó a ciertas tareas, su ánimo permaneció, su sentido de responsabilidad, organización y pulcritud en las tareas encomendadas por sus superioras las cumplía a cabalidad.

Entre 2013 y 2014 presentó el escrito: La historia del Colegio “Jalisco”, con sus recuerdos y los archivos que se tienen en la institución, decía ella: Siempre tengo trabajo, si no, busco que hacer.

En sus 84 años de vida, nos deja un enorme legado de ayuda, compasión, respeto y carisma en quienes la conocimos, una vida entregada al servicio que se ve reflejada en el entrañable cariño que le guardan las personas de Colotlán.

Falleció el 22 de enero de 2020, sus enseñanzas, sus obras, son el camino de ejemplo para muchos de nosotros. ¡Descanse en paz, nuestra querida Madre Aurora!

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Esta reseña pertenece a COLOTLANENLLAMAS, realizada hace al menos 10 años atrás:

La hermana Aurora nació en la ciudad de Colotlán en el año de 1935, fue hija de don Rafael Soriano y doña Nicolasa Medrano Ortiz, dos importantes y muy activas personalidades de nuestra comunidad en aquella época. Su padre era el responsable de la notaría parroquial, tenía un pequeño negocio en donde vendía libros religiosos tales como Biblias, catecismos, las vidas de niños santos y sobre todo los libros sobre la vida de don Juan Bosco de quien era un fervoroso seguidor. Era también el cantor de la parroquia y por si fuera poco montó una pequeña compañía de teatro con jóvenes y adultos de la comunidad, con los cuales represento una gran cantidad de obras de carácter sacramental e incluso algunas zarzuelas. Entre algunas de las obras que representó se encuentran: el hijo pródigo y Juana de Arco, esta última estuvo escenificada por Clementina de León, madre. El también realizó un importante trabajo con los diferentes coros que se formaron en esa época, entre ellos el de Colegio Jalisco y el de la Adoración Nocturna. Su trabajo para las juventudes católicas fue realmente relevante. Las obras de teatro se representaban en el salón de San Nicolás y en el teatro de Colotlán, que se encontraba donde fue Banrural y el Bar Río Plaza, este lugar estaba acondicionado muy bonito para servir de teatro, con su escenario, telones y su escenografía que los mismos miembros del grupo de teatro confeccionaban para sus representaciones. Fue en esas actividades que se conocieron don Rafael y doña Nicolasa Medrano Soriano, quien junto con algunas de sus hermanas y primas se integraron a participar en el grupo de teatro y en los coros y de allí surgió una hermosa relación que culminó en el altar ante Dios y que dio lugar a una hermosa y unidad familia. La madre Aurora es la tercer hija de este matrimonio sus hermanos mas grandes son: Rafael y Miguel y después de ella le siguen María Elisa, María Luisa, Ramón, Juanita y Lupillo que es el más chico. Los tres últimos ya no nacieron en Colotlán. La madre Aurora inició sus estudios en el Colegio, Jalisco en aquel entonces en la Iglesia de San Nicolás y bajo la dirección de la señorita Lala de la Isla, cuenta que en esa época muchas de las escuelas eran clandestinas, porque era la época de la educación socialista durante el periodo de Lázaro Cárdenas y que las escuelas y profesores católicos eran perseguidos.

Algunos recuerdos de la hermana Aurora de aquella época, cuando Colotlán era un lugar hermoso y pacifico en donde había más cultura y respeto para las personas:

“Mi abuela paterna era de origen caxcana, ella era de estatura baja, delgada, su pelo muy negro, quebrado, brillante, ella siempre usaba dos trenzas largas, no le conocí nunca canas. Vestía de enaguas largas y era de carácter muy fuerte. Mi abuelo murió antes de cumplir 40 años, cuando yo apenas tendría cuatro años, entonces ella tuvo que hacerse cargo del rancho y la educación de sus hijos. Yo me acuerdo que nos llevaban al final de la cosecha y se hacía una fiesta muy grande, que ya se perdió y donde acudía mucha gente. Para festejar, se hacia una rueda grande y la gente bailaba. Mi abuela no sabía leer ni escribir, pero sabía muchas cosas que la hacían diferente al común de las gentes, ella fue uno de los pilares fundamentales de nuestra familia, su fuerza, su tesón, su valor y entereza marcaron nuestras vidas”

“Yo nací en 1935 y nomás me acuerdo que en ese tiempo, la gente platicaba que llegaban a las escuelas de los ranchos gente de a caballo y cogían a los maestros que no querían seguir las enseñanzas socialistas. Que sacaban a los niños a marchar y les hacían repetir:

-Uno, dos, no hay Dios.

-Uno, dos no hay Dios.

En ese tiempo estaba muy en auge el sinarquismo, mi madre era sinarquista ella escribía letras para las canciones de moda, las parodiaba. Ella me llevaba a sus reuniones y recuerdo que yo iba a jugar y sólo me gustaba cuando cantaban sus canciones. Mi madre se llamaba Nicolasa Medrano Ortiz, era originaria de Colotlán. Mis abuelos maternos murieron cuando el cólera, ella tenía 12 años, había nacido en agosto de 1905, y mi padre en octubre del mismo año. Mi mamá platicaba que su madre murió entre sus brazos, en aquel tiempo había mucha hambre en Colotlán y que ella le estaba dando agua de arroz cocido, cuando se lo empezó a tirar y que ella le decía:

-Fabiana comételo, no lo estés tirando Fabiana. Le echaba la cuchara y se le tiraba. En eso llegó su padre y le dijo:

-Papa Fabiana no se quiere comer su comida.

Mi abuelo le dijo: -Mija vete con tu tía a jugar con tu prima.

Mi abuela murió un sábado primero y al viernes siguiente murió mi abuelo, contaba mi mamá que andaban los carretones por las calles, porque era tanta la gente que moría que se daban a la tarea de recogerlos para llevarlos al camposanto. Al atole de maicena le llamábamos nosotros “Atolito camposanto”. Porque muchos de los enfermos tenían hambre y pedían: -

un atolito, un atolito.

Y les contestaba que atolito ni que ocho cuartos, Vámonos para el camposanto. Mi mamá se quedo con mi tía Nacha, ella acogió y crió a todas mis tías, mi tía María, mi mamá y mi tía Maura Ortiz. Ellas tres siempre andaban juntos y ellas entraron al grupo que formó mi papá para sus obras y coros y allí fue donde se conocieron.”

“Mi padre trabajó con las juventudes católicas, por medio del teatro, los actos sacramentales y las zarzuelas. El ensayaba Zarzuelas, de los folletos de la librería San Bosco, el abordaba siempre aspectos religiosos. El también participaba como actor, los actores eran todos personas adultas, no niños. En 1945 él presento la última obra y en la que participó fue “El hijo pródigo”. El era el cantor de la parroquia y también ensayaba los coros, el tocaba el órgano de la iglesia del coro y cantaba, en aquel entonces era en latín. El ensayaba nuestro coro, del Colegio, Jalisco y era nuestra directora la señorita Lala de la Isla. Aún conservo la partitura de uno de los coros, cantábamos a capela varias voces. El también participaba con los de la Adoración Nocturna también trabajo mucho. El llevaba los libros en la notaria, y tenía una pequeña librería parroquial en donde se vendían catecismos, la vida de niños santos, libros de primera comunión y otros libros. Mi papa era devoto de San Juan Bosco y mi mamá de Santa Teresa del Niño Jesús. Mucha gente en Colotlán tenía su propia colección de libros religiosos y no faltaban las obras de Don Juan Bosco en sus bibliotecas. El compraba los libros en Querétaro, en la librería de la Isla.” Mi papá era muy apreciado en Colotlán, uno de sus grandes amigos fue el Prof. Diego Huízar Martínez, recuerdo que él lo visitó una vez que estaba enfermo: se llamaban hermanos. En dos ocasiones mi papá me llevó a saludarlo; mi papá se enorgullecía de que fuera religiosa y siempre me llevaba con sus amigos, fue muy querido de los Ortega, de los de León, los Ruiz, los Huízar.

“Donde ahora se encuentra el Río Plaza era donde se representaban las obras, era el teatro de Colotlán, había un escenario muy bonito, tenía unas columnas de cantera y mi papá con toda su gente se encargaba de la escenografía, los telones y los fondos. Muchos de los actores de las obras eran solteros, principalmente muchachas, algunas de las cuales aún después de casadas siguieron participando en el grupo de teatro. Mi mamá también actuaba, así como yo de niña. Clementina de León, madre, representó a Juana de Arco. Flavita Márquez también participó en una zarzuela en donde llovía, había una tormenta y le cantaban a una santa que les librara de una centella. Recuerdo muy claramente a mi papá cuando salió del hijo pródigo, fue muy emotivo”

“Mi papá ayudo mucho en el Colegio, Jalisco, con los cantos, los coros, ensayos de poesía, él los enseñaba. En San Nicolás se hacían muchas obras de teatro y mi mamá las ensayaba, porque mi papá ya andaba fuera, esto ya por parte de la acción católica, porque ella siempre estuvo muy activa en todo eso. Me acuerdo de los altares que hacían para el jueves de Corpus, ellas hacían alegorías sagradas; montaban los carros alegóricos, que se presentaban en camiones grandes y presentaban pasajes de la historia sagrada, me acuerdo una vez que presentaron Holofernes, un trabajo increíble . Hacían también kermeses y muchas otras actividades para recabar fondos para San Nicolás, San Luis y San Lorenzo. Para hacer la casa de las madres, las primeras aportaciones fueron de los mismos alumnos. También organizaban corridas de toros y ellos toreaban. La gente traía arena del río, para ayudar a la construcción.”

“Mi padre trabajó mucho en la educación, en 1940, el Sr. Cura Uriel de la Torre, le pidió que se hiciera cargo de un internado de niños en Laguna Grande y después en Mezquitic. Allí el daba clases, se encargaba de la notaría y del coro. A tal grado que nos fuimos a vivir allá y yo me salí de la escuela que estaba entonces en San Nicolás. Los demás grupos estaban en casa particulares, la de la señora Lala de la Isla, estaba donde hoy es la oficina de Rafael Haro Lamas y pertenecía a Toña Macias, esas escuelas eran clandestinas, allí estudio mi hermano Rafael. Fue por eso que yo me salí de estudiar y como a mi mamá no le gustaba que fuera a escuelas publicas, no me dejo estudiar, porque a ella no le gustaban las escuelas oficiales, por la educación socialista que entonces estaba. Fue la época de Lázaro Cárdenas. Mi papá le decía que me dejara ir, pero ella decía que como iba a estar entre puros hombres. Yo no estudiaba, estuvimos varios años allá.”

“Mi padre también trabajó en San José, en Zacatecas estuvo en la catedral, con los jesuitas en Torreón, Coahuila. En Guadalajara trabajó en oficialía de partes, su último empleo fue con el gobernador Guillermo Cosío Vidaurri. Fue en los años setenta, que mi padre se fue de aquí de Colotlán.”

“En aquella época venia el cine Olimpia y se daba la función en la Plaza de Toros. Rentaba uno su silla. Había de no te pongas ese vestido, porque es para ir a misa, cada quien tenía su ropa especial para salir el domingo. El jueves y el domingo se ponía la banda en la plaza y tocaban música muy hermosa. A mi me gustaba sacar a mis hermanitos, los arreglaba y los llevaba a la plaza, me sentaba en una banca y me ponía a escuchar la música de la banda de don Mariano y don Liborio Sánchez, que tocaban casi pura música clásica”

“Las misas eran todas en la mañana, la misa mayor era a las nueve, y era la más solemne donde se cantaba. En la misa de niños a las siete de la mañana, cantábamos los niños. En la tarde era el rosario. El piso de la iglesia era de madera, y la iglesia estaba limpisima. El sacristán limpiaba los santos, con otates. Casi todo se conserva igual como entonces, los mismos vidrios, canceles, puertas, sagrario, confesionarios. Cambiaron las ventanas, se quito el pulpito, del presbiterio quitaron unos vidrios esmerilados, alrededor del purgatorio, las columnas del atrio. El salón al costado era para las juntas de los diferentes grupos de la iglesia: acción católica. La sacristía olía a incienso. El fervor de la gente era más que ahora.”

“En Colotlán había más cultura en aquella época, había muchas cosas bonitas, se sentía la influencia europea y la gente aquí era más educada. Se respetaba a las personas, no se les tenía coraje como ahora. Los patrones eran los patrones y los respetaban cada quien aceptaba su lugar. Era un honor trabajar con los señores, incluso muchos hasta arriesgaron su vida por ellos, por ejemplo mi abuela materna que trabajaba para don Agustín de Ávila y le salvó la vida en la revolución, ó como mi tía Ignacia Ortiz, que era la encargada del mesón que estaba enfrente de la Plaza de toros, sobre Obregón. Hay muchísimas historias de ella durante la revolución, ella escondió a muchos sacerdotes y nunca le paso nada. Allí llegaban los revolucionarios y ella se ponía al tú por tú con los generales y la soldadesca. Tenía un carácter muy bonito, ella nos platicaba sobre aquella época y parte de esos relatos forman parte de las memorias de mi madre “

“En Colotlán vivíamos muy tranquilos, muy en paz .“


COLOTLENSE QUE HIZO HISTORIA EN LA ACTIVIDAD COMERCIAL DE LA REGIÓN NORTE

UN COLOTLENSE QUE JUNTO CON SUS HERMANOS HIZO HISTORIA EN LA ACTIVIDAD COMERCIAL DE LA REGIÓN NORTE

* Don Jaime de León fue un destacado y reconocido comerciante del Norte del Estado.


COLOTLÁN,JAL/NOV 13 DE 2020/José Alonso Serrano.- Junto con sus hermanos, fue de los primeros comerciantes que empezó a surtir abarrotes en los puntos más lejanos de la región, entre otras muchas historias y anécdotas propias de su actividad empresarial, destacan la apertura en el año de 1980 de un “súper”, la primera tienda de autoservicio, de tres pisos. En aquel tiempo, no había ninguna tienda de ese tipo en la región, y él llevó más allá su visión con la primera bodega de abarrotes en Colotlán.

Su nombre fue Jaime Humberto De León Orozco, hermano mayor, miembro y cabeza de una familia de cierto abolengo fincado en el trabajo y la actividad comercial.

Don Jaime compraba camiones enteros de Marlboro, vagones de trenes de azúcar y de otros productos, fue un gigante en el ramo de los abarrotes. Sus hijos Ricardo y Carlos llevan sus negocios actualmente, además de Jaime, Julián y Tete.

De reconocida ascendencia de comerciantes, Don Jaime tenía varías frases que le distinguían siempre: “hay que ver más adelante el futuro, antes de que otro llegue y te compita”.

Cuando en la década de los setentas y ochentas viajaban sus camiones de carga por los accidentados caminos (brechas) hacia el Cañón de Bolaños era común que en tiempos de aguas se atascaran por días, pero a como diera lugar, la mercancía siempre llegaba a su destino.

La familia De León vendía gran variedad de artículos y productos de abarrotes perecederos y no perecederos en aquel tiempo, también destacaron en el ámbito de la ganadería, tenían gran manejo de animales que compraban y vendían.

Sus principales clientes eran los tendajones ubicados alrededor de las plazas de los municipios de San Martín de Bolaños, Chimaltitán y Bolaños, así como otros pueblos de la comarca.

Hasta esos centros de abasto llegaban a caballo, en burro o a pie, cientos de rancheros a abastecerse de azúcar, arroz, pastas, jabón, cigarros, telas, ropa, zapatos, y todo tipo de medicinas comunes.

Si a los De León, la gente les pedía unas agujas e hilos para cocer, a la vuelta de viaje (8 días) ellos se los llevaban. Los señores De León fueron los primeros que llevaban pastelitos como Marinela, Gamesa y Bimbo, también Sabritas a esas comunidades tan lejanas donde entonces pocos o nadie más se atrevían a viajar.

Hasta hace pocos días, Don Jaime De León llevaba a cargo sus negocios. Una repentina enfermedad y los años le impidió seguir haciéndolo. A él y a su familia, siempre se les recordará como los gigantes en el comercio de los abarrotes en la región norte de Jalisco.

Descanse en paz Don Jaime de León (25 de agosto de 1942 - 12 de Noviembre de 2020 +)


PAREJA "COLOTLENSE DE CORAZÓN"

El trabajo fue el secreto de su éxito, la charrería su pasión.

(Sra. Ma. Engracia De León Pérez. 16 de abril de 1935 - 8 de noviembre de 2020 +)

(Sr. Ignacio Alemán González. 31 de julio de 1944 - 12 de noviembre de 2020 +)

* Por tantos buenos recuerdos compartidos, guardaremos su imagen y su historia como un preciado tesoro que siempre recordaremos con alegría.

- Hoy domingo al mediodía, se celebra la santa misa con las cenizas presentes del señor Alemán en la iglesia de San Luis Obispo en Colotlán.

COLOTLÁN,JAL/NOV 15 DE 2020/José Alonso Serrano.- La familia Alemán De León llegó a Colotlán a mediados de los años 70 del siglo pasado, Don Nacho (como mejor se le conocía) trabajaba en una filial del Banco Mercantil de Zacatecas, fue así que hizo parte de su vida y dejó un importante legado en este pueblo.

Ignacio Alemán González nació en la hacienda La Boquilla del Carmen, muy cerca de Villanueva, Zacatecas, parte de una familia numerosa conformada por 18 hermanos, propiedad en aquel entonces, de don Federico Manuel Sescosse Lejeune, uno de los cinco dueños de la Hacienda y también del Banco Mercantil de Zacatecas.

“Un buen día me mandó hablar don Manuel y me dijo: voy a abrir una sucursal en Colotlán y quiero que inmediatamente te vayas para allá. Arregla tus cosas, entrega las cuentas y quiero que empieces a hacer propaganda” platicaba Don Nacho.

Fue así que se hizo Colotlense de corazón, con bien logrado respeto y prestigio en el desempeño de su labor, junto con su esposa, la señora Mary (oriunda de Achimeque, una pequeña comunidad del municipio de Huejucar) y sus hijos: Margarita, Judith, Ignacio, Antonio de Jesús y Yasmín Alemán De León.

“Colotlán es noble, de gente honesta y trabajadora y muy ahorradora, sobre todo la de los ranchos y es una ciudad alegre, de bonitas y arraigadas costumbres” decía así Don Nacho; así que cuando dejó el banco, no dudó en quedarse. Vendió su casa de Fresnillo y compró una en el pueblo. 

Muy característico en su saludar por las calles del pueblo, se distinguía por ser alto, delgado, pelo corto y chino, ojos hundidos, el bigote bien recortado y la sonrisa ancha, franca, sincera. Doña Mary aportaba su sencillez, ternura, especial carisma, de cabello largo y cano, lentes obscuros para cuidar su vista. Un saludo de manos fuerte, directo y una genuina atención.

Los charros de Colotlán les guardan un especial cariño, como miembro fundador don Nacho montó a caballo y se vistió lo mismo de faena que de gala, para calar su “Gaviota” (una fina yegua blanca que mucho apreció él y su familia). Era parte de la tradición engalanar los desfiles y el baile del Charro del 14 de septiembre con su presencia. Luego de concluir su labor en el banco, el señor Alemán emigró a los Estados Unidos de América, trabajador migrante, cerca de la ciudad de Los Ángeles, hacía sus jornadas en un restaurant. Hace tiempo regresó a Colotlán, un poco decaído, con el peso de los años y con la misma voluntad y nobleza de su corazón.

Muy característico en estos últimos días ver a Don Nacho hacer su recorrido rumbo a una pequeña granja de su yerno, cuidando de los animalitos, decía: “Estoy cuidando un montón de pollos y gallinas y sabe cuánta carambada”.

Doña Mary en su juventud trabajaba en una ferretería muy grande en Fresnillo, Zacatecas; fue donde el destino le brindó formar una familia con sus hijos y Don Nacho, que al tiempo hicieron vida en Colotlán, sus hijos formaron sus propias familias, estuvo varios años con su salud deteriorada, con rachas de aparente mejoría y recaídas, muy contenta de que la visitaran todos.

Contaba el señor Alemán que llegaron a Colotlán por 1974, hizo amistad con todo mundo, no tuvo problemas con nadie. Don Benjamín Márquez, Jaime de León, Daniel Ortega, Mariano Rosales, Fabio Ruiz, Rene y German Dávila, Alfonso Lozano, Oswaldo Rosales, en el ambiente de la charrería. Aprendió a trabajar en el rancho desde pequeño. A montar a caballo, mover animales, fue así que también formó parte de la Asociación de Charros, hizo equipo con Daniel Ortega, José Julián, Oswaldo Rosales, Alfonso Lozano, Simón Navarro, Juanito Lares, Efraín Lozano, Juanito Nava, entre otros.

Hay mucho que contar, como en toda historia familiar que en cada día se cosechan sin fin de anécdotas, pero hacemos esta sencilla reseña en honor a este padre y a esta madre que tuvieron a bien formar una hermosa familia, tener hijos ejemplares y terminar sus días juntos.

Acabaron su misión en esta tierra con cuatro días de diferencia uno del otro, a consecuencia de la pandemia. A doña Mary la sepultaron a las pocas horas de perder la vida y hoy se brinda una misa a esta pareja honesta, humilde y compasiva de Colotlán.

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