martes, 20 de febrero de 2024

DOCTOR LIMONES “AMIGO DE GREÑUDOS, CALVOS Y PELONES”

Por: José Alonso Serrano Campos

Con información de: Mtro. Luis Miguel Berumen Félix, Juan Manuel Bonilla Soto y Evodio Cabral, quien lo entrevistó para la revista Primavera, en su número de 1996.

Era un señor de menudas dimensiones, pero no tan bajo de estatura, vestía a la usanza española, con su bien colocada boina y hablado con acento europeo, como español, apasionado de los toros. Seguía en su andar de presentaciones a la Banda Sinfónica del Estado de Zacatecas. Gustaba de tocar las castañuelas en los pasos dobles, recordado en Colotlán por encabezar los desfiles junto a la música de aquel entonces. Fue todo un personaje de la región, desde Jerez hasta el Teúl, pasando por todos los municipios colindantes, esto en la cada vez más lejana década de 1970.

Decía llamarse Salvador Universal. Su nombre verdadero era Salvador Ruvalcaba Placencia. Nació a las 4 de la mañana del 17 de marzo de 1919, en Yahualica de González Gallo, estado de Jalisco. Cuarto hijo del señor Agustín Ruvalcaba, labrador y comerciante casado con Elisea Placencia, sus abuelos paternos fueron Pablo y Dolores Ruvalcaba, los abuelos maternos Epitacio Placencia y Carlota Gredano.

En 1930, a la edad de 11 años, vivía con sus padres y tres de sus hermanos: Gualberto de 14, Daniel de 9 y J. Guadalupe de 3 años. Al tiempo actuó en las carpas “Le Petit” de la Ciudad de México y “El Obrero” de Guadalajara. Usaba como nombre artístico “El Gráfico”.

Dejó el mundo de la farándula, y, cuando parecía que todo iba en picada, su suerte le cambió. Mientras comía un 20 de plátanos afuera de un hospital, un señor lo abordó para preguntarle que si él era médico. Contestó que sí. Sorprendentemente, alivió de paño a la esposa del señor con una receta de limones, de ahí el apodo que lo acompañaría por el resto de sus días.

Compartida por Álvaro Pinedo

En Jerez asistía a las corridas de toros. Además, de imprimir en la imprenta Lugalo sus folletos (periódicos, decía la gente) con sus ocurrencias, charras y chistoretes.

En ese tiempo que el doctor llegó a Colotlán, vivía en la casa del Culto, ubicada en Guerrero esquina con Juárez, ahí íban varios niños a visitarlo y a recibir sus clases de inglés... todos pequeños, luego que aprendieron algunas canciones los llevó a cantar al kiosco y al mercado.

Convivian con él y de ahí se fue a vivir a la casa de Juárez dónde vivía el Sr. David Herrera, el que vendía menudo en el mercado... Ahí estuvo algún tiempo, llegaban a esa casa con los hijos de Nacho Pinedo y su cuarto estaba lleno de hierbas de todo tipo. Fue una excelente persona.

Ma Alicia Pinedo Escalera lo recuerda siempre tan saludador, y en los desfiles acompañando al grupo musical con sus castañuelas, su boina, faja y pantalones muy cortos, como un Español. El Doctor Limones era muy carismático, tenía muchas amistades, cuentan que curó a una niña de un tic nervioso con un alambre de cobre, se lo enredó a la cintura y se curó.

Carlos Pinedo Muñoz lo conocio perfecto en la infancia, cada que el doctor venía a Colotlán, llegaba a casa de su abuela Aurelia Navarro. Aún recuerda su olor a hierbas medicinales las cuales lo acompañaban siempre, esto en los años ochenta.

José Márquez recuerda que con esa elegancia que lo distinguía, siempre con su boina, era un músico de los que nunca ha existido otro como él, tocando las Castañuelas. Aparte de curandero con hiervas. Muy elegante su vestimenta, cuando tocaba en la plaza frente a la Presidencia, La banda de viento de Zacatecas. No se diga en La plaza de Toros Nuevo Progreso de Colotlán (hoy Centro deportivo). Acompañando a La Banda el Recodo de Don Cruz Lizárraga. Después en la Plaza de Toros de Tlaltenango. Toda una Faena su postura. Los últimos años que lo vio fue en el Mesón de la Paseo y Ramón Corona. Cocinando afuera en la calle y vendiendo sus paquetes de hierbas curativas.

Llegó al Teúl a inicios de la década de 1980. En el Ojo de Agua estuvo en la casa del Sr. Gonzalo Tovar. Juntaba hierbas medicinales y repartía su periódico. Según cuentan, aquí se casó y tuvo a sus dos hijas. Luego se fue a Santa María. Y de ahí a Tlaltenango. La última vez que volvió al Teúl fue en 1995, cuando Cuca Tovar inauguró su casa. Iba acompañando a los músicos.

Entre 1982 y 1983, la mañana de algún fin de semana se apareció en la Loma Alta, allá por la sierra del Teul, en donde trabajaba entonces Juan Manuel Bonilla.

Llegó a la casa del maestro, en la escuela y tocó. Pareció peculiar la persona que se dejó ver del otro lado de la puerta. Sin más protocolos, infirió que Juan Manuel era el profesor, pidió que lo dejara pasar a sentarse un rato y que le diera agua, “figuré que se trataba de algún vagabundo con dotes de merolico porque no dejaba de hablar”. Dejó su costal a un lado y se dedicó a hablar y hablar.

Llegó al asunto importante, las plantas. Sacó unas florecillas blancas, pequeñas, de esas que creo que se llaman aceitillas, muy bonitas porque al reverso de sus pétalos tienen unas líneas perfectamente trazadas y le explicó la virtud curativa que tenían.

También había colectado bastantes flores, con tallo y hojas, de otra especie de color lila, que en esa época abundaban. A alguna de las dos las llamó "Angélicas".

“Me recomendó que no desperdiciara el hierbanís y me reveló la forma adecuada de prepararlo”. Cuando haga mucho calor, dijo, agarre un buen puño de manzanillas y prepárese una buena jarra de agua fresca. Ahí permaneció hablando de diversos temas, información no le faltaba al señor.

Traía unos tenis Panam, de esos que hoy han multiplicado sus diseños y reveló, entre molesto y decepcionado, que los compró en Juchipila porque quiso aportar algunas monedas para ayudar a alguien y las rechazó, entonces él, de pura decepción, decidió comprarlos.

Por cierto, dijo al momento que se levantaba y agarraba su costal: soy el doctor Limones, médico naturista, botánico y curandero; no falta quien piensa que estoy loco, pero no es así.

El Doctor Limones falleció el 15 de febrero de 1995 en el estado de California, Estados Unidos de América. Tlaltenango fue la última estancia del amigo de greñudos, calvos y pelones.

Foto de Evodio Cabral.

sábado, 3 de febrero de 2024

Reglamento de Milicias Colotlenses del siglo XVIII

EL REGLAMENTO PROVISIONAL DEL SEGUNDO CONDE DE REVILLAGIGEDO, VIRREY DE LA NUEVA ESPAÑA, PARA EL REGIMEN, GOBIERNO Y SUBSISTENCIA DE LAS MILICIAS DE LA FRONTERA DE SAN LUIS COLOTLÁN

Virrey Juan Güemes Pacheco y Padilla 
La consolidación de las milicias provinciales en España se produjo con la Real Ordenanza sobre las Milicias Provinciales de la Corona de Castilla de 31 de enero de 1734 bajo el reinado de Felipe V y el impulso de don José Patiño, dando inicio a lo que se ha dado en llamar la "etapa clásica" de las milicias provinciales que finaliza a principios del siglo XIX. La puesta en marcha de las milicias provinciales con carácter permanente y regular se producirá a partir de ese momento y se circunscribió a los distritos de la Corona de Castilla, quedando exentos de ella las provincias Vascongadas, Navarra y la Corona de Aragón. La Real Ordenanza sobre las Milicias Provinciales de la Corona de Castilla del 31 de enero de 1734 representa entonces la culminación de la legislación sobre milicias provinciales en el siglo XVIII. Las nuevas milicias provinciales se diferenciaron de las milicias territoriales del siglo XVII por su carácter regular y su estabilidad institucional.

Sostiene Contreras Gay que la milicia jugó un papel de enorme relevancia en el Antiguo Régimen como fuerza complementaria de los tercios en los siglos XVI y XVII y como fuerza de reserva del ejército en el siglo XVIII, siendo uno de los propósitos esenciales del reformismo borbónico el de la organización de la milicia provincial como objetivo militar esencial, enmarcada dentro de la Ilustración, buscando entorpecer lo menos el desarrollo de la agricultura y de la pequeña industria. Atribuye el fracaso de los intentos anteriores a 1734 a la imposibilidad de resolver problemas básicos de organización de las milicias.

El 18 de noviembre de 1766 se expidió por Carlos III un nuevo Reglamento de Milicias que mantuvo el espíritu de la Ordenanza de 1734 y creó las milicias urbanas para la defensa de costas y fronteras. La diferencia entre las milicias provinciales y las milicias urbanas consistió en que las provinciales se reclutaban por sorteo y se utilizaban para el reemplazo del ejército y defensa en general, mientras que las urbanas eran voluntarias o bien reclutadas entre los gremios y eran utilizadas exclusivamente para la defensa local. Las milicias urbanas son un modelo de milicia intermedia entre la del Antiguo Régimen y las disciplinadas del siglo XVIII, sufriendo la oposición tanto de la nobleza como de las clases populares locales por considerarse perjudicial a sus intereses.

Al reglamento le siguió la Real declaración sobre puntos esenciales de la Ordenanza de Milicias Provinciales de España, que ínterin se regla la formal, que corresponde a estos Cuerpos, se debe observar como tal en todas sus partes, del 30 de mayo de 1767.

A finales del siglo XVII las milicias indianas se encuentran en lo que Santiago Gerardo Suárez llama "estado larvario", pese a que vecinos y moradores acuden a filas en cantidades, que al frente de las unidades suele aparecer ya una jerarquía elemental y que las compañías se multiplican.

En el siglo XVIII se reformarán las milicias con el objetivo de aumentar su eficacia. El punto de partida de la reorganización del sistema defensivo americano será la pérdida de la Habana y Manila en manos de fuerzas inglesas en 1762. España e Inglaterra se vieron involucrados en seis contiendas entre 1702 y 1790. en la quinta de las cuales los ingleses se apoderaron de La Habana permaneciendo en ella cerca de un año. Firmada la paz con Inglaterra se envían dos misiones a las Indias: una a Cuba y la otra a la Nueva España para establecer una nueva estructura militar.

En agosto de 1776 el mayor Pedro de Gorostiza informó al ministro de Indias. Gálvez. en el sentido de que el establecimiento de milicias provinciales en la Nueva España requería de un grado de estabilidad y confianza "no comunes en México". En su concepto, aunque se les organizare al igual que en España, no habría razón para tenerles confianza pues en una provincia abierta como Nueva España, soldados a medio tiempo nunca podrían obtener el grado de preparación necesario para combatir a un ejército enemigo.

El inspector general Francisco Antonio Crespo a instancias del virrey Matías de Gálvez propuso en un proyecto general la reducción de las milicias provinciales y urbanas y la creación de tropas separadas a lo largo de las costas del virreinato novohispano con funciones de vigilancia, de guardia contra el contrabando y primera línea de defensa contra el desembarco de fuerzas enemigas, fortaleciendo además las tropas regulares y alcanzando un total de 40,000 hombres en pie de fuerza.

El proyecto fue aprobado mediante reales órdenes del 2 y 24 de enero y 24 de septiembre de 1787: 5 de marzo de 1788, la Real Orden de 20 de octubre de 1788 para la mejor constitución y general arreglo del Ejército de estos dominios en vista del Proyecto del Sr. Coronel Don Francisco Crespo, y otra más de 16 de noviembre del mismo año, modificado el proyecto por los dictámenes rendidos por el conde de Gálvez. don Joseph Ezpeleta y don Pedro Mendinueta y puesto en marcha por los virreyes don Manuel Antonio Flores (17 de agosto de 1787-16 de octubre de 1789), quien reorganizó la milicia en la Nueva España, formándose unidades nuevas para fortalecer a las tropas regulares que estuvieron listas para entrar en servicio en 1790 y por el segundo conde de Revillagigedo quien ejecutaría finalmente las reformas.

La labor desempeñada por don Juan Vicente de Güemes Pacheco de Padilla y Horcasitas, segundo conde de Revillagigedo, virrey de la Nueva España en materia de reorganización de las milicias novohispanas y en general del sistema defensivo del virreinato tanto en las costas' como en el interior será de gran importancia dentro del entorno del reformismo borbónico. Desde que asumiera el cargo el 17 de octubre de 1789 se dio a la tarea conjuntamente con Pedro Gorostiza de reorganizar los cuerpos de milicias sobre la base de su uniformización y simplificación.

En la Relación reservada que el Conde de Revlla Gigedo dio a su sucesor en el Mando, Marqués de Branciforte sobre el gobierno de este continente en el tiempo que fue su Virrey, Revillagigedo señala que hacía mucho tiempo que se intentaba en la Nueva España el arreglo del ejército. Recuerda que, por Real Orden del 20 de octubre de 1788, fue aprobado el plan que preparó don Francisco Antonio Crespo, aunque con algunas restricciones y modificaciones. No deja de hacer mención de que su antecesor, don Antonio Flores

…quiso desde luego dar cumplimiento a aquellas ordenes: y con efecto. La pasó al Sub Inspector general, que entonces lo era D. Pedro Mendinueta, quien propuso varios artículos sobre el tiempo en que convendría que empezase la gratificación de reclutas. la de vestuario, reducción de plazas en los regimientos de dragones: aumento de un peso al mes a los granaderos, cabos y tambores, minoración del goce de sargentos y gratificación de caballeros, con todas las reflexiones que juzgó oportunas en este particular. 

Algunas de las dudas fueron resueltas en su momento por el virrey Flores y otras consultadas al rey.

Notable es el señalamiento que hace Revillagigedo en cuanto a las milicias novohispanas respecto a que el 22 de mayo de 1788 el mencionado subinspector general dijo que, a pesar de incesantes desvelos y crecidos gastos para el buen estado de los cuerpos provinciales del reino,

..siempre era muy dudosa la subsistencia de la tropa miliciana, y más dudosa aún la aptitud de los individuos veteranos, y seguras las noticias de lo poco que podía esperarse de los oficiales del país, por carecer de las circunstancias necesarias y conducentes, o por estar domiciliados en parajes muy distantes de sus compañías.

El 21 de abril de 1790, el segundo conde de Revillagigedo, virrey de la Nueva España comisionó a Félix Calleja, capitán del Regimiento Fijo de Puebla, para que reconociera las milicias, pueblos y misiones de los indios de las fronteras de Colotlán y Nayarit a fin de programar la reforma a las primeras, ordenada por el rey desde el 27 de marzo de 1783. 

Calleja pasó revista a las 14 compañías de dragones y 10 de Infantería que habían sido formadas en 1780 por el coronel Antonio Vivanco.  Cabe destacar que a este respecto señalaba Revillagigedo en su Instrucción Reservada que "Poca utilidad se debía esperar de las compañías sueltas en la frontera de Colotlán, a causa de las dificultades que ofrecen aquellos territorios", por ello le propuso el sub inspector general reducirlas a la clase de dragones, y desarmar las compañías que había de indios flecheros, al pasar revista y reemplazar sus bajas. En consecuencia, el 25 de febrero de 1791, el virrey pasó la información para la correspondiente redacción de un Reglamento de Milicias a don Pedro Gorostiza sobre el pie de 9 compañías sueltas y 60 plazas cada una y, además. 10 supernumerarios por compañías. para el reemplazo y baja. El reglamento fue aprobado por el virrey el 27 de noviembre de 1792, y se procedió a su formación inmediatamente.

La milicia de Colotlán gozaba conforme al Reglamento del Fuero y preeminencia de provincia, y los Pardos que se alistaban en ella, de la exención del pago del tributo mientras permanecieran en servicio, y después del retiro si se verificaba al cabo de 20 años.

Estas milicias costaban 10,200 pesos, incluyendo 3000 de sueldo del gobernador, quien es el comandante de la misma. De todo se dio cuenta al rey el 14 de enero de 1793, con ejemplares de reglamento y no se había recibido la soberana aprobación al momento en que Revillagigedo redactó su Instrucción Reservada.

Del Reglamento se imprimieron ciento veinte ejemplares por cuenta del fondo general de Arbitrios de Milicias, y se remitieron sesenta al subinspector general y los correspondientes al comandante general de la Provincia de Guadalaxara, al Auditor de Guerra. al Fiscal de real Hacienda y al Real Tribunal de Cuentas.

El reglamento está dividido en seis capítulos con numeración independiente de sus respectivos artículos. que son:

Capítulo primero. Del pie y fuerza de esta milicia, modo de ejecutar su primera formación. y reglas para su reemplazo en lo sucesivo, 24 artículos.

Capítulo segundo. Sobre vestuario, armamento y montura; nueve artículos.

Capítulo tercero. Sobre la instrucción y servicio de esta Milicia, funciones del comandante y primer Ayudante, 14 artículos.

Capítulo cuarto. Licencias que deben obtener los Oficiales y Tropa para mudar de domicilio, o para diligencias propias, y penas en que incurren los que lo ejecutaren sin el correspondiente permiso, ocho artículos.

Capítulo quinto. Sobre casamientos y penas en que incurren los que lo ejecuten sin la licencia respectiva, 5 artículos.

Capitulo sexto. Del fuero y preeminencias de esta milicia, y modo de sustanciar sus causas, 16 artículos.

Al final se incluyen un estado, dos relaciones y una noticia.


PIE Y FUERZA DE LA MILICIA. MODO DE EJECUTAR SU PRIMERA FORMACIÓN, Y REGLAS PARA SU REEMPLAZO EN LO SUCESIVO.

El capítulo primero trata del pie, fuerza y obligaciones de las milicias, del modo de ejecutar su primera formación y establece las reglas para su reemplazo. Las Milicias de Colotlán se integraban, tal como informó Revillagigedo a su sucesor, por nueve Compañías sobre el pie, fuerza y lugares siguientes, para la defensa interior y exterior de la Frontera de Colotlán y Provincia del Nayarit.

Tocaba al primer ayudante percibir mensualmente de la Tesorería el haber asignado al Pie Veterano: hacer su respectiva distribución, y formar el ajuste cada cuatro meses conforme a la Ordenanza, descontándoles uno por cierto, por razón de su trabajo y gasto de papel.

La milicia se integraba entonces por nueve compañías sueltas de dragones, y cada una de ellas por un capitán, un teniente, un alférez, tres sargentos, seis cabos, veinte lanceros, y cuarenta y un dragones, todos milicianos.

Además, debía haber alistados en cada compañía diez hombres en calidad de supernumerarios, con objeto de reemplazar las bajas que ocurrieran en el año, y substituir a los enfermos y ausentes en las salidas y demás funciones del servicio que se ofrecieran.

La Plana Mayor y el Pie Veterano de las milicias constaba de un comandante, que lo era por naturaleza el gobernador de la frontera, un primer ayudante, un segundo, nueve sargentos, y dieciocho cabos, cuyos sueldos y haberes señalamos líneas arriba.

La residencia del comandante y del primer ayudante, debía ubicarse en el Real de Bolaños, como centro de los territorios de su mando. El ayudante tendría anexo el grado de capitán, ejercería las funciones de sargento mayor, y debía suceder en el mando militar al comandante en ausencias y enfermedades.

Conforme al artículo 5o., capítulo I del reglamento, el segundo ayudante debía residir en la Mesa del Tonati, como teniente gobernador de la Provincia de Nayarit, y los sargentos y cabos veteranos en las cabeceras de sus respectivas compañías.

El establecimiento de las compañías de dragones debía hacerse en Bolaños, Huejuquilla, Chalchiguites, Valparaiso, Santa Teresa, Tlaltenango, Coculiten y en Xerez. Le tocaba al comandante hacer la distribución de los pueblos, haciendas y ranchos que debían contribuir con sus hombres a la formación de cada una de ellas.

Con el objeto de saber el número de individuos contribuyentes al alistamiento y completar las plazas supernumerarias que durante el año hubieren pasado a la clase de milicianos propietarios, al momento de llevar a cabo esta división se debía preparar por el comandante un padrón conforme al siguiente formulario:

Relación de los Hombres útiles para el Servicio de las Armas que existen en el Pueblo de tal. desde la edad de diez y seis años hasta la de cuarenta, y no se hallan alistado en la milicia, con distinción de nombres, edad, oficio, estado, calidad, y paraje de su residencia.

Se debía dejar una copia del padrón a cada capitán. quien tendría en adelante la obligación de renovarlo anualmente en su respectiva demarcación. y pasar copia al comandante. El padrón debía incluir todos los hombres útiles para el servicio de las armas que existieren en cada pueblo, desde la edad de diez y seis años hasta la de cuarenta, y no se encontrasen ya alistados en la milicia: Se debía incluir el nombre, edad. oficio, estado, calidad (españoles, castizos, mestizos. pardos, morenos e indios) y lugar de su residencia.

Siendo que era imposible en su momento por las condiciones de la región formar la milicia por sorteo, se debían alistar en ella con la posible equidad del caso los mozos o vecinos domiciliados en la demarcación de cada compañía que tuvieren caballo propio y la edad. talla y robusteces necesarias para el servicio.

En el caso de que no fuera posible completar el alistamiento con españoles o de casta limpia, este se debía hacer con pardos de buena disposición y costumbres. Cabe destacar que las relaciones entre el gobierno virreinal y los milicianos pardos y morenos libres fueron sumamente complejas. La relación suponía una serie de dudas que persistieron a lo largo del tiempo, consistentes en qué tanto se debía confiar armas o no a descendientes de esclavos africanos y las consecuencias de su participación en la milicia.

Del alistamiento solamente serian exceptuados los hidalgos o nobles, los que con nombramiento formal ejercieren empleos políticos, de justicia, o en la Real Hacienda, los que tuvieren alguna ocupación pública, como son los médicos, cirujanos, boticarios, maestros de escuela etcétera. los dueños. arrendatarios o administradores principales de las haciendas o ranchos y los dueños de tienda o almacén. y el cajero principal de cada uno.

La primera formación de la milicia debía llevarse a cabo por el coman-dante, acompañado un oficial. propuesto por el subinspector general. y como se señaló ya. sin la formalidad de sorteo, por no permitirlo las condiciones del país: pero el comandante y comisionado dedicarían todo su cuidado a que el alistamiento se hiciera con la equidad posible. para lo cual debían concurrir también a la formación del padrón el párroco de cada división, y el de justicia territorial. en los lugares que no dependan del gobierno.

El reemplazo anual de supernumerarios en las compañías establecidas fuera de la demarcación del gobierno de Colotlán lo harían por sorteo las justicias territoriales con asistencia del párroco y de los capitanes respectivos. a quienes correspondía examinar si el reemplazo tenía las circunstancias que requeridas? Por la misma razón correspondía a la justicia que no dependía del gobierno, la formación del padrón anual prevista en el artículo 7o. del reglamento, concurriendo a esta operación el párroco y el capitán respectivo.

No se podía admitir en esta milicia a persona alguna en calidad de cadete: pero las personas de nacimiento, que voluntariamente se alistaren en ella, serian admitidos por el comandante en la clase de soldados distinguidos, y atendidos para el ascenso a oficiales, con preferencia a los paisanos. siempre que en ellos concurrieran las circunstancias requeridas. Cabe destacar que, conforme a las Ordenanzas de S.M. para el régimen, disciplina, subordinación, y servicio de sus ejércitos de 1768 para ser cadete se debía ser hidalgo notorio, con ingreso suficiente para mantenerse decentemente, ser mayor de 12 años siendo hijo de oficial y no siéndolo, se 16 años de buena disposición y esperanzas.

La elección de los oficiales debía recaer precisamente en personas radicadas en la demarcación de las compañías respectivas, teniendo además las circunstancias de decente nacimiento, buena disposición, conducta, y edad proporcionada, con haberes suficientes para sostener la decencia correspondiente al carácter de oficial. Debian ser preferidos los que a ese momento sirvieren en la antigua milicia, si tuviera las circunstancias referidas, separando desde luego a los que no las tuvieren. En esta separación debían comprenderse también a los que ejercieren empleos políticos o de la Real Hacienda, y los que se hallaren domiciliados fuera de la demarcación del cuerpo.

Los sargentos, cabos, lanceros y dragones milicianos debían ser elegidos por los dos comandantes y comisionados, al tiempo de formar las compañías sobre el nuevo pie, prefiriendo a los que actualmente sirvieren, si tenían la disposición necesaria, y separando a los viejos e inútiles.

Después de la primera formación correspondía a los capitanes la elección de cabos y sargentos, con arreglo a lo dispuesto sobre este punto en la Ordenanzas de S.M. para el régimen. disciplina, subordinación, y servicio de sus ejércitos de 1768.

Con el fin de economizar al Real Erario el haber asignado a los sargentos y cabos veteranos, se debían ir extinguiendo dichas plazas conforme fueran vacando: y teniendo los del país ya adquirida la instrucción necesaria. recaerían en ellos las funciones de los veteranos, asignándoles desde el día que los nombrare el comandante, seis pesos mensuales al sargento, y cuatro al cabo. Esta elección debía hacerse precisamente en los sargentos y cabos milicianos de la propia compañía en que ocurriese la vacante. y sobre aquellos que más se distinguieren por su aplicación y conducta, bastando la orden del comandante para que entren al goce del haber que se les señaló.

El comandante tenía también facultades para separarlos de la función de veteranos, y del goce del haber, si por desidia u otra causa dieran motivo para ello, eligiendo en su lugar el que le pareciere más adecuado. Si hubiera motivos para la separación total del empleo, se aplicarían las reglas establecidas en las Ordenanzas de S.M. para el régimen, disciplina, subordinación, y servicio de sus ejércitos de 1768 para la deposición de sargentos y cabos.

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