miércoles, 19 de julio de 2023

RESEÑA DE LA FIESTA DE SANTA ANA

Por: José Alonso Serrano Campos

En mi paso por la Dirección de Comunicación de Tlaltenango, descubrí la riqueza cultural de un pueblo lleno de anécdotas, de cosas maravillosas dignas de compartir con la demás gente de esta región, muchos ya la conocen, pero cabe en el marco de la semana previa a su celebración hacer un recuento de esta peculiar celebración religiosa.

COMUNIDAD INDIGENA DE TOCATIC (TOCATIQUE), TLALTENANGO, ZACATECAS; Voz tlaxcalteca que significa: “Aves cantoras en pleno diálogo con personas y árboles de mezquite (TOTOT-CAT- y TIC), el vocablo hace referencia a la abundancia de mezquites, aves e indígenas que antaño se dedicaban a la captura de estas aves, en esta región.

Esta comunidad perteneció a los 7 pueblos fundados por la etnia Caxcana de la zona, a la llegada de los españoles y su  posterior conquista se le antepuso un nombre en castellano, pasando así a ser su nombre oficial  San Francisco de Tocatic.

Los orígenes de la festividad de Santa Ana “la Señora de la Fortuna”, por esta costumbre que tienen los lugareños de implorar su ayuda y protección cuando deciden emigrar a los Estados Unidos, se remontan hacia  finales del siglo XVIII, en ese tiempo el párroco de Tlaltenango, Don José Francisco Arroyo, envió al Obispado de Guadalajara del cual dependía el curato, una solicitud de autorización para bendecir la actual iglesia de “La Loma” dedicada a Santa Ana, anteponiendo como motivos  principales la saturación de cadáveres del panteón en el antiguo templo de San Francisco, hoy en ruinas y completo abandono.

El resentimiento y considerable daño provocado al mismo, por el terremoto que destruyera el antiquísimo Santuario y Capilla de Santa Rosa de Lima de Tlaltenango, fue también razón plasmada para que siendo así, el 26 de Julio de 1817, el señor cura de Tlaltenango,  Don Juan José Veles, daba inicio a las festividades actuales, en honor a la Patrona de la Fortuna, Santa Ana, con motivo de la bendición de su templo.

En aquellos tiempos Tocatique contaba con medio millar de habitantes, y  siendo una de las comunidades más antiguas de la zona, incluso desde tiempos de la época prehispánica, era punto de referencia para que las tribus de toda la región se allegaran a ella, en busca de pareja  para sus hombres, pues la comunidad era famosa por la gracia y belleza de sus mujeres, era precisamente en el mes de Julio que tenía lugar este cortejo, en el cual los hombres subían por uno de los caminos hacia la plaza y las mujeres lo hacían por el otro camino, encontrándose al centro de la Plaza Central para realizar el Juego de Las Ollitas, el cual ya solo se representa en la actualidad.

Actualmente la celebración ha cambiad, los tiempos modernos han quitado varios elementos tradicionales, pero aun conserva parte de sus raíces prehispánicas y coloniales, sumando otras más actuales. Lo que en conjunto logra una de las Romerías más importantes de la región, visitada por gran cantidad de personas de Guadalajara, Zacatecas, Aguascalientes y principalmente paisanos que regresan a rendirle honores y agradecimiento a la “Señora de la Fortuna” por las gracias y favores recibidos. 

El 26 de Julio de cada año, es fiesta obligada para los tlaltenanguenses, ataviados con sus mejores trajes campiranos, (antaño era costumbre obligada “el estreno”, todo un ajuar completo para ese día) a pie, a caballo, en camionetas, en carros; la gente se dirige a Tocatic a  saborear la gastronomía regional: pipían, tejuino, pozole, tamales, elotes, tortas de adobada o chorizo, taquitos dorados con su salsa de cacahuate, cueritos, cecina, dulces de leche, camote, calabaza, biznaga, chila cayota, los garampiñados de cacahuate, nuez, y eso si… gran cantidad de mezcal, tequila y cervezas.

En antaño fue un gran día de campo, las familias  extendían sus albos manteles de algodón bordados  y deshilados entre las sombras de los mezquites  para compartir sus mejores guisos caseros, además del mole y pipían, ahora también se acostumbra la asadura  y la pepena, aunque lo que predomina es el pipián y el Tejuino, de los cuales desde la década de los 70 del siglo pasado, se realizan concursos.

Se realizan concursos de trajes típicos y el Juego de las Ollitas. Atrás quedaron tradiciones como La Cofradía de los Ahijados de Santa Ana,  las representaciones de Moros y Cristianos (que actualmente solo se representan en las Fiestas de la comunidad de San Isidro) con sus “Amanchiguados”, “Priostes”, “Anderas” y “Tenancilla”.

Desaparecieron  también “Las Silenciosas” y “Quiero Mi Santana”, aunque prevalecen los antiguos y alegres cantos a Santa Ana de las señoras al estar preparando sus pipianes.

Toda esta fiesta y alegría cierra con broche de oro con los bailes de gala, en el Centro Magno, el Club de Leones y los que organizan diferentes discotecas de la ciudad.

COFRADIA DE LOS AHIJADOS DE SANTA ANA

Esta antigua costumbre viene de las representaciones morismas que se realizaban en la comunidad hacia finales del siglo XVIII, ya que al terminar las representaciones, se trasladaba en procesión especial a la patrona, seguida de los moros, cristianos y toda la demás gente de la comunidad, no sin antes entregarle todos los niños y niñas (a los que en aquella época se les llamaba “Amanchiguados”) a Santa Ana en forma simbólica y en juramento.

Con el correr de los tiempos, este ofrecimiento se le hacía a la imagen peregrina de Santa Ana cuando visitaba alguna de las casas de la comunidad, es muy raro ver esta Cofradía pero aún se realiza durante los días previos al Novenario en honor a Santa  Ana, pero de una manera mas sencilla.

PRIOSTES

Son las encargadas de los santos, querían decir “las nuevas encargadas” que se dedicaban a cuidar a los santos de la iglesia. Había  una persona por santo por todo un año, y hasta la siguiente fiesta se cambiaban, para cerrar la procesión se regalaban pastillas blancas hechas de azúcar realizadas por las Priostes salientes.

ANDERAS DE SANTA ANA

Tenían funciones específicas: la “Andera Mayor” realizaba labores de limpieza y de mantener el orden de las festividades que se avecinaban, las “Anderas Menores” obedecían la orden de la “Andera Mayor” e iban por delante de la procesión con una coronita de trapo y un característico tambor que las identificaba.

LA TENANCILLA

Cargaba su campanita y bandera roja, al igual que un listón blanco, con cruz al centro de la bandera, y era la que abría la procesión,  destacaba por delante de todos.

“LAS SILENCIOSAS”

Medio de transporte  construido a base de un chasis de carro antiguo con dos llantas de hule, arrastrado por remuda, al pasar hacía ligero ruido, por esa razón se le llamaba “Silenciosa”, en este transporte cabían cómodamente 6 o 7 personas; hacia la década de los 50 y 60 solo los más privilegiados las utilizaban para acudir a Santa Ana.

 QUIERO MI SANTA ANA

Este tipo de exclamación se daba en el momento en que la joven le decía a su novio o amigo: ¡¡Quiero mi Santa Ana!! De manera que el joven se  sentía agraciado  por la fortuna de haberle sonreído la dama con su más bella  sonrisa.

Le compraba una ollita de barro, realizada por artesanos de la comunidad, llena de frutos como: granadas, membrillos, manzanas, peras, perones, duraznos, chabacanos uvas, etc.

De igual manera, si algún familiar o conocido no podía asistir a la fiesta, alguien se encargaba de llevarle “su Santa Ana”. Actualmente esta costumbre ha desaparecido, solo se conserva la tradición de vender las ollitas de barro, con el nombre de la persona que la compra.

JUEGO DE LAS OLLITAS 

En la época prehispánica, este juego era parte de un cortejo: se formaban los hombres y las mujeres en filas de por lo menos 20 de cada género, frente a frente, a lanzarse con rapidez las ollitas de barro, la cual había que atrapar y lanzar a otra persona, quien no lograba atraparla debía reponerla por otra, así también podían decirle una copla de cortejo o rechazo a quien tenían enfrente.

En épocas más recientes el juego consistió en formar un círculo de aproximadamente 30 personas, 15 hombres y 15 mujeres para lanzarse con gran rapidez las ollitas de barro a la persona que mas interesara impresionar.

En la actualidad se realiza de la manera siguiente: es importante hacer grupos de tres integrantes como mínimo, vestidos con estampados similares para que se haga vistoso el concurso, se hace una formación en círculo de forma intercalada (hombre – mujer – hombre – mujer) a poca distancia uno del otro, a la derecha corre la flecha y comienzan a circular las ollitas de barro,

Son ollitas hechas en la región y especialmente para la fiesta, la dificultad inicia por la forma rápida de agarrarla y pasarla a la siguiente persona sin lastimarse los dedos, cada olla que cae debe de ser pagada entre la ola de risas y  burlas de los asistentes. Gana el equipo que conserva más ollitas, se les premia con una olla grande o canasta con frutos de la región.

JULIO 2011 - JASC
Tocatic, Tlaltenango.- El ambiente de fiesta y alegría se afina en Tlaltenango durante los días previos al Día de Santa Ana, a la par de la celebración religiosa en conmemoración a Santa Ana en la comunidad de Tocatic, este año 2011 se hizo sentir con tal fuerza que se superaron las expectativas, cientos de asistentes acudieron a la comunidad y concurrieron en los eventos que se dieron en el marco de esta fiesta.

Bailes, eventos deportivos y culturales fueron presentados el 26 de Julio en el municipio con motivo del día de Santa Ana, los preparativos tanto de organizadores de eventos como del propio Gobierno Municipal se coordinaron con puntualidad a la espera de los asistentes, tanto locales como de otros puntos de la república y la unión americana.

El Gobierno Municipal de Tlaltenango a través de sus Direcciones de Educación, Cultura y Deportes y la de Turismo, así como del DIF Municipal, realizaron los tradicionales concursos de Pipián, Tejuino y Traje Típico Regional, así como el juego de las ollitas.

El Programa Cultural en apoyo a la Tradicional Fiesta de Santa Ana de Tocatic, a través de sus Direcciones de Cultura, Turismo y el DIF municipal comenzó a las 11:00 de la mañana con la participación de artistas locales y de la región.

Se montó como cada año la Exposición Artesanal donde se estuvieron exhibiendo artículos hechos de madera, máscaras hechas de materiales reciclados, bordados de listones, sombreros de palma y sotole entre otras curiosidades, así como postres típicos y otros antojitos de la región.

Se hizo el montaje e instalación de la Expo Artesanal en la cual participaron los artesanos de las comunidades de Cicacalco, Ciénega de Villareales y Tlaltenango, así como la Tienda de Artesanías y Manualidades del DIF con artículos realizados en los Talleres del sistema y los internos del Centro de Readaptación Social de Tlaltenango.

También se colocaron puestos de comida y artesanías de distintos tipos, acudieron grupos musicales y religiosos que abarrotaron el centro y alrededores de la Iglesia.

El Jurado calificar de los concursos estuvo conformado de la siguiente manera:
Pipián: Nora Linda Rosales y Doraliza  Escatel Pérez, Presidenta y Directora del DIF Municipal; Gloria Ayala Contreras, Regidora de Cultura; Olivia López Arteaga, Directora del Archivo Histórico Municipal y Enriqueta Sifuentes Moreno.

Tejuino: Pily Pinedo Orozco; Elvira García  Carrillo, Regidora de Desarrollo Social; Magdalena García Chávez, Regidora de Servicios Públicos y Silvia Gordillo Enríquez, Directora de la Unidad Básica de Rehabilitación.
Traje Típico Regional: Padre Oscar Jordán; Lucero García Acosta, Lupita Rivera Ávila, Luis Humberto Zapata, Cronista del Municipio y José Manuel Pérez Gaeta, Director de la Escuela Coronel José Ma. Sánchez Román.

El concurso de las ollitas se desarrolló con destreza por parte de los participantes de los diferentes clubes del INAPAM, como lo marca la tradición: con vistosos y animados trajes confeccionados para la ocasión y ollitas decoradas con flores y frutos de temporada.
Para el concurso de Traje Típico Regional participaron todos los grupos del INAPAM representando a su comunidad, las ganadoras fueron: en primer lugar la señora Rocina González Godina, de Tlaltenango; el segundo lugar fue para la señora Esperanza Reyna Hermoso, de Los Ramos y el tercer lugar para la señora Amelia Meza García, de Tierras Moradas. Todas ellas recibieron su diploma y dinero en efectivo como premio.

En la competencia del Pipián participaron personas de diferentes comunidades, el primer lugar fue para el señor Oscar González Robles, de Tlaltenango, su premio fue $1,500.00 pesos en efectivo y un Diploma; el segundo lugar lo obtuvo la señora Rosa Albina Aparicio López de Ciénega de Villareales y se le entregó $1,000.00 pesos y un Diploma; así como para el tercer lugar que fue para la señora María de Jesús Flores Arenas, de San José de Veladores quien también recibió la cantidad de $1,000.00 pesos y su Diploma.

En el caso del Concurso de Tejuino participaron artesanos de la gastronomía de Tlaltenango, Los Sedanos, Tocatic, Los Ramos y Cicacalco. El primer lugar fue para la señora Berta Maravilla Agosto,  de  Los Ramos con el premio de $1,500.00 pesos y su Diploma; en segundo lugar quedó la señora Raquel Serrano Escobedo, de  Los Ramos, quien recibió $1,000.00 pesos y Diploma, así como el tercer Lugar que obtuvo la señora Graciela Hermoso, de Los Ramos.

Las festividades culminaron con éxito entre el júbilo y entusiasmo de los participantes y público en general, sin pesar los incidentes menores producto del consumo del alcohol entrada la noche y madrugada del día siguiente

domingo, 16 de julio de 2023

Museo Tesabiosca, Momax Zacatecas

Por: José Alonso Serrano Campos

* El Museo Tesabiosca se pretende inaugurar oficialmente el 21 de septiembre de 2023. 

El museo hace uso de la palabra "tesabiosca", para rememorar el lugar donde se encuentran los restos del antiguo centro cívico ceremonial de Momax, también conocido como Los Teocallis o Cerro de San Miguel. 

La palabra en sí, por las indagaciones que se han hecho, está probablemente castellanizada, pero proviene del náhuatl, de los vocablos "tesa" sacerdote o administrador de culto; "bios" [aún no identificado] quizá por el vocablo griego “vida” y "ca" viene de "co" "lugar de". Probablemente, y por los indicios arqueológicos prehispánicos ahí presentes, se esté hablando de: "lugar donde hay (o viven) sacerdotes".

En el libro “Nombres Indígenas -todavía en uso- en el Estado de Zacatecas” de Elías Amador de 1897 TESABIOZCA (con Z) lo describe como: Nombre de una localidad del Partido de Tlaltenango, en la cual se descubren restos de construcciones y utensilios indígenas. Ignoro si la palabra Tesabiozca es mexicana y lo que pueda significar.

En el libro “Geografía del estado de Zacatecas” de 1894, del mismo autor, menciona como curiosidades históricas que en los puntos denominados Mesas de Tesabiosca y Teocalis, existen vestigios de antiguas poblaciones indígenas y montículos que revelan haber sido pequeños cues o adoratorios de dichos indígenas.

Como se parecía en las imágenes, se cuenta con figurillas y ornamentas prehispánicas encontradas en el municipio y conservadas en buenas condiciones, la intervención de expertos y amantes de la historia y su preservación, distingue la riqueza ancestral de estos objetos.


Apuntes para la historia de Momax, Zacatecas

El nombre de Momax proviene de la lengua náhuatl. Tradicionalmente al municipio se le define como: "lugar donde se pesca con la mano". Sin embargo, estudios recientes (Amador, 1879; Huízar, 2020; Thouvenot, 2014) han encontrado también que su nombre proviene de las siguientes palabras: "momachti" o "momachtiqui", es decir, estudiante, debido a que en el lugar había una especie de colegio o escuela de origen indígena de tipo religioso. 

La llegada de los españoles al Valle de Tlaltenango, se dio en el año de 1531. En este tiempo, comenzó el sometimiento de los caxcanes al orden español, por medio del capitán Pedro Almíndez Chirinos y Cristobal de Oñate. Durante los siglos XVII y XVIII, Nueva Galicia presentó constantes insurrecciones indígenas. Al parecer, fue en el año de 1836, cuando se rastrea a Momax como municipio independiente del Partido de Tlaltenango. Esto, gracias a un documento oficial del Archivo General de la Nación.

Momáx formó parte de la Municipalidad de Atolinga hasta después del año de 1857. Ignoro la fecha cierta de la erección de dicha municipalidad. Extensión y límites: Su extensión es como de 36 legua  cuadradas y linda al Norte con el Cantón de Colotlán; al Oriente con el Partido de Villanueva; al Sur con la municipalidad de Tlaltenango y al Poniente con el citado Cantón de Colotlán. Producciones: Se encuentran en dicha municipalidad: pinos, cedros, robles, encinos, álamos, mezquites y madroños; árboles frutales, magueyes y nopales. Industria: La constituyen únicamente la agricultura, la horticultura, el comercio y algunos talleres de artes mecánicas. Población: Consta de 1600 habitantes y tiene 1 pueblo y 11 ranchos. Momáx, pueblo y cabecera de la municipalidad tiene 400 habitantes (dato de 1894, actualmente según el censo 2020 el municipio tiene 2,446 habitantes) y se halla situado a los 21° 56' latitud Norte y 4o 7' 30" longitud Oeste de México. La fundación de Momáx es muy antigua como pueblo de origen indígena; pero sufrió la misma suerte que Tlaltenango, el Teúl, Atolinga y otros de ese rumbo, y fue repoblado después del año de 1542. No tiene ningún edificio notable.


Visita el Museo Tesabiosca en su siguiente domicilio:

Ignacio Zaragoza #61 Momax, Zacatecas, México, 99720.

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Fuente: Facebook - Momax Histórico.

domingo, 9 de julio de 2023

Profes retoños de los Gálvez

Por: José Alonso Serrano Campos


El viernes 17 de marzo de 2023, mientras se llevaban a cabo los trabajos de descarga administrativa en la escuela secundaria foránea de Colotlán, cada uno de los ahí presentes hacíamos revisión de trabajos o de exámenes, algunos ya pasábamos calificaciones.

En un momento de tantos, encontrándome al centro de la mesa larga de la sala de maestros, volteo a mi alrededor y empiezo a encontrar coincidencias entro los ahí presentes, todos en el tablero de la nómina somos parientes lejanos y no tanto, todos tenemos en el ADN parentela de la familia Gálvez originaria de una pequeña ranchería de Santa María de los Ángeles, lo curioso del destino fue que no había nadie más en la sala en ese momento, únicamente los parientes.

Casi frente a mi lugar donde estaba sentado se encontraba el profesor Salvador Gálvez Villagrana, su familia tiene profundas raíces en Santa María de los Ángeles, que más adelante daré cuenta en lo particular, originaria de los Sotoles, rancho de ese municipio.

A su lado se encontraba el compañero Jaime Haro Navarro, su mamá es Navarro Gálvez, familia en común también originaria de Santa María; por ahí entraba el profe de música Alfredo “chino” Escalera, su papá es don Cuco Escalera Gálvez, asimismo de aquellas familias, y finalmente, pero no menos importante, a mi costado estaba la compañera Rocío Gálvez Espinoza, cuyo árbol genealógico también daré cuenta enseguida.

Y el que escribe estas líneas, Pepe Serrano Campos, hijo de Leticia Campos Gálvez, que también sus ancestros tenían como origen una comunidad limítrofe entre Colotlán y Santa María de nombre San Antonio de Buenaventura, teniendo así todos ancestros en común, vayamos pues al pasado:

El primer registro de los Gálvez en esta región norte de Jalisco surge con la pareja conformada por Tomás Gálvez y su señora esposa Ignacia Fernández, contrajeron matrimonio en Santa María de los Ángeles, dice en un libro del año 1805, aún no logramos encontrar el origen de ambos en los registros parroquiales de la época, solo di con él en el índice de aquel libro donde dice que se casaron en el año de 1779  y aparece un hermano de nombre Antonio Gálvez, nacido en 1750, casado con Ana María Aniceta Martínez en 1778, su hijo José María Gálvez Martínez también tuvo descendencia en Colotlán pero al tiempo se fueron rumbo a una comunidad de Villanueva y allá se diseminó su familia.

En esa primera familia de Don Tomás también falta hacer un barrido de los libros para encontrar a todos sus descendientes, solo está ubicado el hijo de donde desciende toda la ramificación local de los Gálvez, de quien se trata es José Cipriano Gálvez Fernández, nació en 1780 en la hacienda de la Encarnación y vecino del rancho de San Antonio de Buenavista, contrajo nupcias con Josefa Martínez Landeros, de su misma edad, con quien tuvo diez hijos: José Magdaleno, Gregorio, José Canuto, José Buenaventura, Feliciana, María Desideria, Sebastián, José Fermín, María Hilaria y Cecilia, en el lapso de 1811 a 1837.

A partir de aquí comienza la ramificación de los Gálvez por Santa María y Colotlán, especialmente en los límites con Zacatecas hacia el lado este del territorio, tanto en pequeñas comunidades como en las cabeceras.

Padrón del Rancho San Antonio de Buenavista en 1855

Uno de estos diez hijos fue Sebastián Gálvez Martínez (1829) se casó con Máximiana Rodríguez de Ávila (1827) y tuvieron también una decena de hijos entre 1849 y 1864: José del Pilar, Atilano, José Apolonio, José Ricardo, Bernabé, Manuela, María Bruna, Celso, Feliciano y Luis.

Atilano Gálvez Rodríguez y María Pérez Raygoza, casados el 17 de junio de 1868 en Colotlán, ambos eran vecinos del rancho de San Antonio de Buenavista, cerca de los límites municipales con el estado de Zacatecas. Tuvieron seis hijos entre 1868 y 1889: María Marcos, María Modesta, Valentina, José Jobito, María Refugio y Sadoé.

José Jobito Gálvez Pérez, nació el 19 de marzo de 1882, murió el 27 de marzo de 1931 víctima de Tuberculosis, fue casado con Cipriana del Real Cornejo y de ambos fue mi abuela Clementina Gálvez del Real, su hija Leticia Campos Gálvez, casada con José Serrano Mayorga tuvieron a José Alonso Serrano Campos.

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Regresando en el tiempo con la pareja de José Cipriano Gálvez y Josefa Martínez, uno de sus hijos también mencionados fue José Canuto de Gálvez y Martínez, nacido en 1820 y casado el 19 de marzo de 1841 con María Gerarda Villalobos Ortega, ella del año 1821. Se les cuentan seis hijos entre 1842 y 1852: Simona, Juan Domingo, Juan, José Apolonio, José Calixto y María Cleofas.

El segundo hijo, Juan Domingo Gálvez Villalobos, nació en 1843 y contrajo nupcias en Colotlán el 28 de enero de 1862 con Bárbara Echeverría Ávila, ella del año 1845. Tuvieron una familia de once hijos entre 1863 y 1880: Florentino, María Librada, Benigna, Pedro, Calisto, Vicente, Isidra, Ramon, Segundo, Espiridion y María Josefa.

Segundo Gálvez Echeverría, nacido en 1884, se casó a los años con Felipa Puentes Romero, de ellos nació Salvador Gálvez Puentes el 10 de enero de 1914, quien a su vez hizo vida con Martina Gálvez Romero, originarios del Rancho de San Francisco de Sotoles, Municipio de Santa María de los Ángeles, Jalisco, México. De ellos su hijo el señor Jesús Maguin Gálvez Gálvez y este a su vez procreó a Salvador Galvez Villagrana.

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El árbol genealógico del compañero Jaime Haro Navarro nos lleva también con los mismos ancestros Tomas Gálvez e Ignacia Fernández (casados en 1779), su hijo José Cipriano Gálvez Fernández casado con Josefa Martínez Landeros (nacidos en 1780) y de ambos su hijo José Canuto Gálvez y Martínez, nacido en 1825, se casó en Santa María de los Ángeles el 19 de marzo de 1841 con María Gerarda Villalobos Ortega.

De sus seis hijos, el cuarto de la familia fue José Apolonio Gálvez Villalobos, nació el 8 de mayo de 1847 y se casó con Felipa Márquez Valle en la parroquia de San Luis Obispo de Colotlán el día 3 de julio de 1867. Tuvieron once hijos entre 1870 y 1892: Victoria, Pascual, Mercedes, José Gregorio, Higinio, Ma. Félix, María Félix, Ma. Félix (se cuentan 3 niñas seguidas con diferente año: 1878, 1880 y 1881 respectivamente), María, Simón y María Jesús.

De ellos, Higinio Gálvez Márquez (Nació en 1847 y murió el 28 de septiembre de 1939), se casó con María Santos Navarro Márquez el 23 de diciembre de 1905 en Santa María y tuvieron a María de la Luz Gálvez Navarro, quien nació el 1 de agosto de 1916. Hermanos: Rosendo, Dominga, Virginia, Luis, Caritina y Ernesto. De la señora María de la Luz y su esposo Luis Navarro Vázquez, casados el 27 de julio de 1944, nació Guillermina Navarro Gálvez, madre del compañero Jaime Haro Navarro.

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El árbol genealógico del compañero Alfredo “Chino” Escalera coincide en sus orígenes tanto con Salvador como con Jaime, es decir, son más cercanos: Tomas Gálvez e Ignacia Fernández (casados en 1779), su hijo José Cipriano Gálvez Fernández (1780) casado con Josefa Martínez Landeros (nacidos en 1780) y de ambos su hijo José Canuto Gálvez y Martínez, nacido en 1825, se casó en Santa María de los Ángeles el 19 de marzo de 1841 con María Gerarda Villalobos Ortega.

De ahí uno de sus hijos fue Juan Domingo Gálvez Villalobos, a los 19 años de edad se casa con María Barbara Echeverría Ávila, ella de 21, el día 28 de enero de 1862 en la iglesia de San Luis Obispo en Colotlán. Tuvieron una docena de hijos contada en el árbol del profe Salvador, de ellos el hijo Segundo Gálvez Echeverría y Felipa Puente Romero tuvieron a Manuela Gálvez Puente, casada con Eufeniano (Eufemio) Escalera Aguayo. De ambos nació el Papá del compañero Alfredo Escalera Landa, Don Refugio Escalera Gálvez.

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El árbol genealógico de la compañera Rocío Gálvez Espinoza coincide más con el de un servidor, es el siguiente:

De Don Tomas Gálvez e Ignacia Fernández, su hijo José Cipriano Gálvez Fernández y su esposa Josefa Martínez Landeros, tuvieron en común a su hijo Sebastián Gálvez Martínez, casado con Maximiana Rodríguez. De los diez hijos de aquella familia, su ancestro fue Luis Gálvez Rodríguez, se casó con María Rosa Lara el 9 de noviembre de 1881 y tuvieron 15 hijos: Ma. Guadalupe, Toribio, Pablo, María de los Ángeles, Pablo, María Paula, Ma. Ángeles, Nicolasa, Ma. Soledad, Carmen, Sara, Carmen, María Refugio, Jesús María y María Francisca.

Su hijo Pablo Gálvez Lara, nacido en 1888 contrajo matrimonio años después con Sara Córdova Ramos y tuvieron seis hijos: María Josefina, Manuel Antonio, Paula, José, Ventura y Luis.

Manuel Antonio Gálvez Córdova era de 1909, falleció en 1997, contrajo matrimonio con Juana Pérez del Real y tuvieron como hijo a Luis Humberto Gálvez Pérez, quien a su vez se casó con la joven Sara Espinoza Carreón y de ambos nació la compañera Rocío Gálvez Espinoza.

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Ojalá les haya gustado este pequeño viaje por la historia familiar de los Gálvez de los últimos 200 años.

sábado, 8 de julio de 2023

Carta Geológico-Minera de Colotlán F13-B86

La carta Colotlense se localiza en los límites estatales de Jalisco y Zacatecas; delimitada por las coordenadas geográficas 22° 00’ a 22° 15’ de latitud norte, y 103° 00’a 103° 20’ de longitud oeste, con una superficie de 942k m². Se ubica en la provincia fisiográfica de la Sierra Madre Occidental, subprovincia de Sierras Marginales.

La estratigrafía en la carta Colotlán está relacionada con la evolución de la Sierra Madre Occidental, en la que se han diferenciado dos secuencias volcánicas: el miembro volcánico inferior y superior.

La primera secuencia incluye emisiones piroclásticas y derrames andesíticos (TeTA-A) del Eoceno, los afloramientos son limitados y se exponen como ventanas tectónicas al sur, norte y sureste de la carta, se correlacionan con afloramientos datados en la base de la sierra de Morones con 48.1 ± 2.6 Ma. A la cima, los cubren, discordantes, arenisca y conglomerado polimíctico (TeAr-Cgp), con solo dos afloramientos, el de mayor dimensión se tiene al sur central de la carta. Ambas unidades son intrusionadas por diques irregulares, stocks andesíticos y pequeños apófisis de diorita (ToPA), tentativamente, considerados del Oligoceno.

Conformando el miembro volcánico superior, se tienen derrames andesíticos con diferenciación a basalto (ToA-B); por las relaciones estratigráficas observadas en la carta colindante al poniente, sector sureste y en las inmediaciones de La Lobera y San Diego, se interpreta una segunda emisión de las rocas andesíticas y basálticas, reconocida como intercalaciones en la parte superior de las rocas félsicas de la unidad ToTR-Ig, consideradas también del Oligoceno. Los afloramientos de la andesita y basalto están expuestos de forma irregular desde el sector sur central hasta el límite norte y noreste, otras exposiciones se tienen al sureste, este y noroeste y como referencia en el flanco oriental del pilar de Atolinga; su alcance al Oligoceno es tentativo, dado por sus relaciones estratigráficas.

Sobreyaciendo y cortando a los primeros derrames de andesita-basalto del Oligoceno se reconocieron emisiones riolíticas con variaciones a riodacita (ToR), muchas de éstas, se relacionan con domos, algunos aglutinados; se distribuyen principalmente en los sectores central, y norte central, en parte de los flancos del graben de Tlaltenango. Se le considera del Oligoceno por sus relaciones estratigráficas.

La actividad ígnea continua con el vulcanismo piroclástico de composición félsica, de toba riolítica e ignimbrita (ToTR-Ig), considerado del Oligoceno; constituido predominantemente de toba vitrocristalina; la ignimbrita se presenta en escasos horizontes entre la toba y se caracteriza por presentar fiammes de sílice y vidrio, su alcance estratigráfico se da, considerando emisiones similares que se tienen al poniente de la ranchería Mesa del Ocote; fuera de la carta, en donde la ignimbrita fue datada en 26.6 ± 0.7 Ma, se encuentra expuesta, localmente, en las porciones suroeste y limite occidental de la carta.

Estas emisiones son sobreyacidas por un potente paquete de derrames riolíticos y flujos piroclásticos (TomIg-R); la riolita se caracteriza por emitirse en forma de domos con horizontes de vitrófido; la ignimbrita con la característica presencia de fiammes y la formación de extensas mesas, se distribuye ampliamente al occidente, centro, sur y norte de la carta; al sur-suroeste fuera de la carta, al norte de la población de García de la Cadena, una ignimbrita fue datada en 22.92 ± 0.05 Ma, considerada del Oligoceno-Mioceno. Lateralmente, se interdigita un paquete de flujos piroclásticos representados por tobas epiclásticas y piroclásticas e ignimbritas con niveles delgados de basaltos intercalados (TomTR-Ig), la unidad se reconoció en la porción sur sureste de la carta y tentativamente se considera del Oligoceno superior-Mioceno inferior. La actividad ígnea continua con la emisión de andesita y basalto (TmA-B) del Mioceno, distribuidos de forma irregular al noreste y sur de la carta; rocas similares fueron datadas de 21 ± 1, 21.8 ± 0.3 y 20.89 ± 0.44 Ma, ubicándola en el Mioceno inferior. Le sobreyacen e intercalan depósitos de toba riolítica vítrea con aportes de sedimentos epiclásticos (volcanoclástico), a la cima incrementa la incidencia de arenisca (litarenitas) agrupados en la unidad TmVc-Ar; se reconocieron principalmente en la porción oriental de la carta, por posición estratigráfica se les asigna al Mioceno. Discordantemente, sobreyacen derrames andesíticos con variación a basalto (Tm1A-B), a la cima de la unidad, se tienen interdigitaciones de depósitos fluviolacustres semiconsolidados, constituidos de arenisca y arcilla en partes con cementante calcáreo e intercalaciones de conglomerado polimíctico (TmplAr-Cgp), su alcance estratigráfico se da entre el Mioceno y Plioceno, determinado por su posición y con base a las dataciones que van de 6.95 a 5.59 Ma, realizadas por el método U-Pb, a zircones recuperados en depósitos de ceniza incidente entre los estratos fluviolacustres en el graben de Juchipila. La erosión continúa conformando terrazas de conglomerado y arena no muy consolidada y mal clasificada (TplQptCgp-Ar), depósitos similares los contiene la fosa de Juchipila, donde encontraron fósiles de mastodonte asignados al Pleistoceno. Los sedimentos más recientes son de aluvión (Qhoal), expuesto en el cauce del arroyo Colotlán.

La evolución tectónica de la Sierra Madre Occidental es el resultado de diferentes episodios tectónicos y magmáticos desarrollados durante el Cretácico superior al Cenozoico, asociados a la subducción de la placa Farallón debajo de la placa de Norteamérica. El mecanismo originó los pulsos riolíticos y andesíticos relacionados con la remoción de la placa Farallón desde la base de la placa de Norteamérica, después del término de la orogenia Laramide. Es posible que la tectónica extensiva que inició con la apertura del golfo de California esté relacionado con el origen de la fosa o graben de Tlaltenango cuya orientación es NNE SSW. La evolución de los grábenes, tiene relación con algunas emisiones volcánicas que utilizaron sus zonas de debilidad para el ascenso de magma basáltica, caso particular el de la unidad TmA-B. La tectónica progresiva del occidente de México incluye la fragmentación de la placa Farallón y con ello el origen del Eje Neovolcánico Transmexicano mismo que emitió flujos de basalto andesítico (Tm1A-B). Durante el Plio- Pleistoceno se desarrollaron procesos erosivos que han dado lugar a la formación de depósitos sedimentarios fluviolacustres.

Estructuralmente, sobresale el fallamiento con orientación NE-SW con cierta flexión al N-S, estas estructuras originaron fosas en la región, el evento surgió a partir del Oligoceno superior y Mioceno inferior (23 y 22 Ma). En la carta, la estructura más importante es la fosa de Tlaltenango, que tiene una tendencia N 10° E, extensión de 120 km, ancho de 15 km y un desnivel topográfico cercano a los 400 m. El borde occidental corresponde a un bloque levantado denominado pilar de Atolinga limitado por un sistema escalonado de fallas normales con un comportamiento lístrico, las fallas son El Carrizo, San Juan y La Yerbabuena, Las Ánimas y Santa María; sobre el pilar se documentaron fallas subparalelas a las que originaron el graben, las principales son: La Cofradía, La Cantera y El Carrizo. El borde oriental del graben está limitado por el pilar Sierra de Morones, controlado por un sistema escalonado de fallas, las principales son Pachón, Los Cardos, Los Picos y San Nicolás. Al oriente en el interior del pilar predomina un fallamiento con tendencia NE-SW sobresaliendo las fallas San Marcos y Las Palomas, además de otras asociadas siguiendo la misma tendencia.

Se interpreta que los yacimientos metálicos identificados en la carta, están asociados a dos eventos magmáticos. El primero se relaciona con el emplazamiento de pórfidos andesíticos o intrusivos dioríticos, en esta etapa la mineralización fue incipiente encajonada en toba andesítica del Eoceno. Posteriormente, se tiene el emplazamiento de domos riolíticos asociados a la emisión de un volcanismo félsico que va del Oligoceno al Mioceno, se interpreta que los domos están relacionados con la segunda etapa de mineralización. Los yacimientos metálicos se agrupan en cuatro áreas mineralizadas: Santa María, La Bufa, Tenasco y El Ochotal.


Área mineralizada Santa María: Se localiza entre los cuadrantes central, noroeste, norte y occidente de la carta, en las inmediaciones del poblado Santa María de los Ángeles. En el área se reconocieron las minas abandonadas Pozo Hondo, Santa María y El Picacho. Mina Pozo Hondo, consiste en una veta brechada, su espesor es de 5 m y longitud aproximada de 900 m; el análisis químico de tres muestras de esquirla reportó un promedio de 0.058 g/t de Au y 0.0078% de Zn, una de las muestras promediadas reportó 0.1 g/t de Au y 2 g/t de Ag. Mina abandonada Santa María, se interpreta como la continuidad de la veta Pozo Hondo, tiene un espesor de 2 a 3m y longitud de 900m, se obtuvieron cinco muestras de esquirla, una reportó 0.008 g/t de Au y otra 0.011% de Zn. El Picacho, consiste de una pequeña cata labrada sobre vetillas que afloran en una longitud de 30 m y espesor de 2 m, una muestra reportó 0.011 g/t de Au y 0.025% de Zn.

Área mineralizada La Bufa. Se localiza en el cuadrante sur de la carta, en las inmediaciones del poblado San Nicolás. En el área, se reconocieron la mina inactiva La Bufa, el prospecto La Bufa I, así como las manifestaciones de mineral La Bufa II y San Nicolás. La Bufa, consiste de una veta brechada que aflora en una longitud de 70 m con espesor de 0.4 m, contiene mineralización de cuarzo, pirita y óxidos de fierro; tres muestras de esquirla reportaron valores promedio de 0.014% de Zn, una de ellas reportó 1 g/t de Ag. Prospecto La Bufa I, corresponde a un dique riolítico con vetillas de sílice, tiene 3 m de ancho y longitud de 100 m, del dique se obtuvieron siete muestras, dos de ellas reportaron 1 g/t de Ag y un promedio de 0.037% de Zn; al norte del dique, en una brecha silicificada con vetillas de cuarzo y hematita, se colectaron dos muestras, su análisis químico reportó valores promedio de 2 g/t de Ag y 0.015% de Zn. En la manifestación de mineral La Bufa II, una muestra reportó un valor de 1 g/t de Ag.

Área mineralizada Tenasco. Se localiza de la parte central al límite norte y noreste y ocupa parte del sector oriental de la carta; la mineralización está relacionada con la emisión de domos riolíticos. mismos que originaron brechamiento con intensa silicificación, cuarzo calcedónico en bandas rellenando espacios abiertos y formando caparazones tipo sinter con espesores que varía de 3 a 15 m; con estas características se reconocieron la mina abandonada El Pisiete y las manifestaciones de mineral Los Cardos, Huacasco, Tenasco, Tenasco I, Tenasco II, Las Palomas, Las Palomas I y El Zanco. En El Pisiete, se tiene una estructura irregular, en partes brechada; su espesor es de 0.5 a 0.8 m y longitud de 20 m. Tres muestras reportaron valores promedios de 0.011% de Zn. De las manifestaciones de mineral resaltan: Los Cardos se tiene un brechamiento irregular cementado por sílice, con hematita y jarosita, aflora en una extensión de 100 m de longitud y 50 m de ancho; el análisis de 1 muestra reportó valores de 0.012% de Pb y 0.0034% de Zn. Huacasco, es una veta brechada, argilizada y cloritizada con vetillas de cuarzo calcedónico; aflora discontinuamente a lo largo de 1 km de longitud con 1 a 2 m de espesor; el análisis de 4 muestras reportó valores promedio de 0.040% de Zn; en su extensión sureste se colectaron 5 muestras, una de ellas reportó 0.13 g/t de Au. Tenasco I, consiste en una veta con brechamiento irregular, aflora discontinuamente a lo largo de 80 m de longitud con 20 m de ancho, los análisis químicos de dos muestras reportaron valores promedio de 1 g/t de Ag y otras dos muestras presentaron valores de 2 g/t de Ag. Tenasco II, consiste en una angosta veta brechada silicificada, tiene un espesor de 0.4 m y 30 m de longitud; tres muestras reportaron en promedio cerca de 2 g/t de Ag. Las Palomas, consiste en un crestón brechado; aflora en una longitud de 100 m, con un espesor que varía de 1.5 a 2 m, tres muestras reportaron valores promedios de aproximadamente 2 g/t de Ag y 0.013% de Zn, otras dos muestras 1 g/t de Ag y 0.012% de Zn.

Área mineralizada El Ochotal: Se localiza en el cuadrante occidental de la carta, donde se documentaron las minas abandonadas San Lorenzo y El Ochotal, así como la manifestación de mineral Ochotal. La mina abandonada San Lorenzo, consiste en flujos riolíticos con mineralización de casiterita, magnetita y óxidos de fierro, concentrada sobre el fracturamiento y las juntas de flujos, se manifiestan a lo largo de 20 m y 5 m de ancho; dos muestras reportaron valores promedio de 0.0014% de Sn, 0.015% de Pb y 0.038% de Zm. En El Ochotal, se determinaron flujos de riolita con fracturamiento paralelo, entre el fracturamiento, se concentra casiterita con hematita y magnetita; en superficie aflora con una longitud de 30 m y 0.05 m de ancho, el análisis químico de dos muestras, reportaron valores promedio de 0.04% de Sn y 0.058 de Z y valores anómalos de As, en el rango de 0.018 a 0.022%. Para la manifestación mineral de casiterita. El Ochotal I, la mineralización se presenta en forma irregular, con una longitud de 20 m y ancho de 0.05 m; el análisis químico de dos muestras, reportaron valores promedio de 0.0017% de Sn, 0.002 g/t de Au y 0.040% de Zn.

Área mineralizada El Ochotal. Se localiza en el cuadrante occidental de la carta, donde se documentaron las minas abandonadas San Lorenzo y El Ochotal, así como la manifestación de mineral Ochotal I. La mina abandonada San Lorenzo, consiste en flujos riolíticos con mineralización de casiterita, magnetita y óxidos de fierro, concentrada sobre el fracturamiento y las juntas de flujos, se manifiestan a lo largo de 20 m y 5 m de ancho; dos muestras reportaron valores promedio de 0.0014% de Sn, 0.015% de Pb y 0.038% de Zn. En El Ochotal, se determinaron flujos de riolita con fracturamiento paralelo, entre el fracturamiento, se concentra casiterita con hematita y magnetita; en superficie aflora con una longitud de 30 m y 0.05 m de ancho, el análisis químico de dos muestras, reportaron valores promedio de 0.04% de Sn y 0.058 de Zn y valores anómalos de As, en el rango de 0.018 a 0.022%. Para la manifestación mineral de casiterita El Ochotal I, la mineralización se presenta en forma irregular, con una longitud de 20 m y ancho de 0.05 m; el análisis químico de dos muestras, reportaron valores promedio de 0.0017% de Sn, 0.002 g/t de Au y 0.040% de Zn.

En cuanto a no metálicos, al oriente de la carta se propuso el prospecto López Mateos, con mineralización de zeolita en rocas volcanoclásticas; dos muestras reportaron clinoptilolita con porcentajes de 48.7 y 45.9%, y heulandita con 37.8 y 35.1%.

Se reconocieron los bancos de material activos Peñas Coloradas y El Salitre: Peñas Coloradas, desarrollado en andesita basáltica, el producto es balastre y El Salitre labrado en aluvión, el producto es arena y grava utilizado en la construcción.

Existen cuatro bancos inactivos o con actividad intermitente: Cuesta del Pisiete, Media Luna, Palo Alto y El Saltillo, el producto es balastre, en menor medida grava y arena. Se documentó un banco de roca dimensionable actualmente inactivo, denominado Los Corteses, labrado sobre ignimbrita, el producto es bloque utilizado para mampostería y fachadas.

Los elementos trazadores de la mineralización, de acuerdo al análisis estadístico del muestreo de sedimentos de arroyo, fueron Zn, Fe, Cu, Mn y Sr, utilizados para definir ocho áreas anómalas en la carta, de acuerdo a su importancia se jerarquizaron como de prioridad A): Tenasco, La Bufa, Santa María y Huacasco. En segundo plano se tienen las áreas de orden B): Ojo de Agua, El Sauz y Picacho, consideradas como zonas con escasos antecedentes y se consideran como blancos para una futura verificación.

Fuente: GERENCIA DE GEOLOGÍA Y GEOQUÍMICA DEL SERVICIO GEOLÓGICO MEXICANO (2021).

El Gentilicio de Colotlán

Por: José Alonso Serrano Campos

Decir de dónde eres se hace con un gentilicio, una palabra que se convierte en carta de presentación, que identifica el origen de una persona y que también remite a la comunidad cultural de la que es parte. Es un adjetivo y sustantivo que define la pertenencia de la persona al lugar y se utiliza desde hace siglos, aunque en su origen tenía otro sentido.
La toponimia es una disciplina que se dedica al estudio sobre el origen y significado de los nombres de lugar o topónimos. Junto con la antroponimia constituye una disciplina más general que en la actualidad conocemos con el nombre de onomástica u onomatología. También a la toponimia se la conoce con el nombre de toponomástica.
La palabra topónimo es un neologismo formado por dos voces griegas: topos "lugar" y ónoma "nombre", lingüísticamente, o si se prefiere gramaticalmente, el topónimo es un sustantivo propio.

Factores para crear nombres de lugar
Uno de los rasgos más esenciales del género humano es su capacidad para expresar sus pensamientos, ideas, emociones, por medio de signos orales; es decir, mediante el lenguaje articulado. El hombre da nombre a las cosas.
Los topónimos, como ya dijimos, son términos descriptivos ya que en todos ellos hay información sobre los aspectos o acontecimientos que los originan. Así, entre los factores extra lingüísticos se encuentran primero aquellos que tienen que ver con la realidad geográfica y ambiental del lugar; configuración y propiedades del terreno, características ambientales de tipo climático, zoológico, botánico, orográfico o hidrológico.
Otras de carácter diferente que pueden ser de denominación de divinidades, la llegada de extranjeros, personajes históricos, suceso acontecido, elemento arquitectónico, el reemplazo del anterior por el otro y los nombres de lugar en los que los pueblos imprimen determinados aspectos de su pensamiento filosófico, religioso y hasta político.
Esto “denota relación con un lugar geográfico”,​ como un barrio, pueblo, ciudad, provincia, región, país, continente, o cualquier otro lugar o entidad política. En español el gentilicio es un adjetivo que se puede sustantivar, es decir, se puede referir a una persona mencionándola únicamente por su gentilicio y así se puede decir correctamente “el coreano” (en lugar de decir: el individuo de corea), la alemana, etc.
Los gentilicios ordinarios del idioma español se forman con una variedad de sufijos: -a, -aco, -aíno, -án, -ano, -ar, -arra, -ario, -asco, -ato, -e, -eco, -ego, -enco, -eno, -ense, -eño, -eo, -ero, -és, -esco, -í, -iego, -ín, -ino, -isco, -ita, -o, -ol, -ón, -ota, -tarra, -ú, -uco, -ujo, -uso y -uz —más sus correspondientes variantes femeninas—. Asimismo, el español reconoce un gran número de gentilicios particulares puesto que, además de los fundamentos lingüísticos, son igualmente válidos para determinar un gentilicio aquellos relacionados con la cultura, la historia, la tradición y el uso.
Cuando queremos hacer referencia a un lugar geográfico (ya sea una población, país, región…) y a los habitantes que viven allí solemos usar algún término relacionado con ese sitio (que en ocasiones poco se parece al nombre local) y lo conocemos como ‘gentilicio’ (por ejemplo ‘colotlense’ es el gentilicio de Colotlán) e incluso hay lugares que son nombrados por otro gentilicio (en el caso de Guadalajara sería: tapatío).
 
Aquí unos ejemplos del nombre a la gente de Colotlán (y los más reconocidos subrayados):
Colotlanense
Colotlaneco
Colotlanino
Colotlense
Colotlenco
Colotlasco
Colotlesco
Colotlisco
Colotleño
Colotleco
Colotlaco
Colotlano
Colotluco
Colotlón
Colotlo

Etimológicamente el término ‘gentilicio’ proviene del latín ‘gentilicius’ y este de ‘gentillicium’ el cual hacía referencia en tiempos de la Antigua Roma al linaje o tribu a la que pertenecía un individuo y que solía ir acompañando al nombre (a modo de apellido, por decirlo de una forma entendible).
Por tanto, originalmente el gentilicio no era una referencia al sitio donde habitaba alguien (o de dónde provenía) sino al linaje o familia a la que pertenecía ya que se solía vivir en clanes y/o comunidades. Con el tiempo derivó a que fuese usado para referirse no solo a la comunidad de personas sino al lugar en sí.
A lo largo y ancho del planeta podemos encontrar que existen numerosos gentilicios que son muy curiosos, los topónimos son esos nombres propios que designan un lugar determinado, ya sea un país, una ciudad, una montaña o un río.
Tanto topónimos como gentilicios forman un área bien acotada dentro de los nombres propios, porque tienen sus propias reglas de formación y de escritura y, sobre todo, porque reflejan la historia de la sociedad donde ocurren.
Muchas veces las personas preguntan cómo ha de escribirse un topónimo (y su correspondiente gentilicio). La respuesta es simple y compleja a la vez: no hay un modo absoluto de escribirlos. En muchos casos existe solo una costumbre que es aceptada; la regla de oro es la siguiente: la manera adecuada de escribir un topónimo es aquella que los habitantes del lugar prefieren.

CERRO COLOTLÁN

Ma. Teresa Cabrero G. y Leopolodo Valiñas Coalla

Instituto de Investigaciones Antropológicas-UNAM

INTRODUCCIÓN

El sitio arqueológico reconocido como “Cerro Colotlán” se ubica aproximadamente a 5 km al norte de la ranchería de Azqueltán situada al fondo del cañón en la orilla del río Bolaños en la región norte de Jalisco. Abarca la ladera este con un centro ceremonial situado sobre la mesa superior y se extiende, hacia el oeste, en una elevación contigua por la ladera sureste hasta la mesa superior.

En el extremo oeste de la mesa del cerro se construyó un conjunto circular compuesto por una plataforma rectangular de dos metros de altura, situada en la orilla oeste, justo donde el cerro presenta un acantilado inaccesible para ascender. Frente a la plataforma existe un montículo con dos accesos laterales. En ambos lados de la plataforma se construyó una estructura que se prolonga hasta los accesos laterales del montículo y dentro de este círculo se encuentra un patio en cuyo centro se distinguen los restos de una posible plataforma baja sin llegar a conocer su forma original. Fuera de este conjunto circular, sobre el lado este del cerro, se encuentran varias terrazas delimitadas por muros de contención en las que se distinguen restos habitacionales muy destruidos; las terrazas se extienden hasta que la pendiente natural lo permite y terminan en otro acantilado que formó el cauce del río.

En la base del cerro se presenta un segundo conjunto circular cerrado; se conforma de una plataforma alta hecha con piedra colocada hacia el noroeste del conjunto; un montículo circular de 3 m de altura, aproximadamente, situado hacia el norte; otro similar colocado hacia el este y cierra el conjunto una estructura continua que une la plataforma y ambos montículos. En la parte central del patio hundido se construyó un montículo de planta circular de menor tamaño y altura que los anteriores.

La ladera suroeste de la elevación contigua a la de Cerro Colotlán fue terraceada hasta la mesa superior y ocupada por decenas de casas habitación. En la mesa superior se construyó un tercer conjunto circular que ahora se encuentra muy destruido; sin embargo, se logró identificar la plataforma rectangular hecha con piedras, orientada hacia el norte; varias habitaciones que formaban el círculo y una habitación en la parte central del patio. Fuera de este conjunto existen estructuras de un cuarto distribuidas en la mesa.

Cerro Colotlán mostró dos épocas de ocupación; la más antigua se fechó entre 990 dC y 1275, la ocupación tardía no se logró fechar por estar expuesta en superficie. La ocupación antigua presentó un sistema constructivo de cuidadosa elaboración, cimientos hechos con piedra perfectamente labrada; mientras que el sistema constructivo de la tardía fue de piedras sin el menor trabajo y distinto tipo de habitación. Las fechas demostraron que la ocupación tardía fue posterior a 1275 dC y, por lo tanto, la penetración de los tepecanos sería alrededor de 1300 dC.

La ocupación antigua parece haber sido contemporánea a la última etapa de ocupación descubierta en la parte central del cañón (1260 dC); sin embargo, el sistema constructivo y el patrón de asentamiento de sitio son diferentes. Bajo estas circunstancias suponemos que los creadores de este asentamiento fueron de distinta filiación cultural (aunque desconocemos su origen) que penetraron en el cañón, posiblemente hacia principios del siglo X (puesto que no existe ninguna similitud con sus contemporáneos ni con los antecesores en la región), se asentaron en ese lugar pero, a principio del siglo XIV, fueron expulsados y sus construcciones destruidas por grupos de filiación tepehuane del sur que más tarde se convirtieron en tepecanos.

Por otra parte, el cuidadoso sistema constructivo de la ocupación antigua revela sus antecedentes sedentarios; mientras que la ocupación posterior denota una tendencia hacia la semisedentarización característica de los grupos de filiación tepimana como fueron los tepehuanes (Mason, 1948).

Desde esa perspectiva, los asentamientos descubiertos en Cerro Colotlán permanecen aislados tanto de la región de Bolaños por no compartir rasgos culturales con ésta, como de las áreas circunvecinas por no afiliarse con los sitios mesoamericanizados de la cultura Chalchihuites de Zacatecas y Durango. Habrá que aclarar que se desconocen las características arquitectónicas y el patrón de asentamiento de los sitios tepehuanes ya que hasta la fecha carecen de estudios arqueológicos; debido a ello no hay manera de compararlos con el asentamiento tepecano de Cerro Colotlán. Ambos factores convierten a este último sitio en una isla cultural poco conocida de la cual se conservan muchas incógnitas que serán despejadas hasta llevarse a cabo otros estudios arqueológicos en el cañón de Bolaños y en Durango.

ANTECEDENTES

El sitio fue reportado y descrito por primera vez por Ales Hrdlicka sin que haya realizado exploraciones arqueológicas. Tanto Hdrlicka en 1898 como Mason en 1911 dieron mayor importancia al grupo indígena que vivía en Azqueltán describiendo sus costumbres y forma de vida. Ambos mencionan que los tepecanos llevaban a cabo varias ceremonias religiosas al año en la mesa superior del sitio donde había “ruinas antiguas”.

Ales Hrdlicka visitó el lugar por primera vez durante su recorrido por el cañón de Bolaños a finales del siglo XIX y publicó su descripción en 1903.

Cerro Colotlán. Las ruinas conocidas como el Cerro Colotlán se encuentran a sólo cuatro millas al norte-noreste de Azqueltán. Aunque no es muy grande para pertenecer al grupo de las ruinas de Totoate y realizar una exploración arqueológica. La parte principal de la ruina está situada sobre una pequeña mesa, accesible sólo por la derecha del banco del río de Bolaños, que en esa parte hace una curva. En la base de la mesa hay varios montículos de piedra, particularmente uno de ellos, está dispuesto como aquellos de Totoate.

Las ruinas sobre la mesa superior del cerro deben haber servido para algún importante propósito religioso. En el extremo noroeste de la colina hay un gran patio cuadrado de 50 pies de diámetro rodeado por una pared de piedra (de 3 a 11 pies de altura); más allá hubo probablemente cuartos que ahora están rellenados o cubiertos por construcciones de piedra. Hacia el sur de este gran patio hay otro más pequeño formado por un muro de contención de piedra de dos pies de altura con tres escalones de piedra que ascienden a la terraza. A corta distancia hacia el este de esto hay un montículo cuadrangular grande, bajo y aplanado. Una o dos partes separadas de la ruina se ven hacia el este de este montículo. Por todas partes se encuentran estructuras de piedra y cimientos similares a aquellos del Banco de Las Casas y en otras ruinas del grupo de Totoate. En la parte central del gran patio se encontraba en el piso una laja de piedra decorada (que el autor consideró fue careada por los tepecanos en tiempos recientes). Cerca de esa laja hay otra con petroglifos, dos ídolos de piedra muy dañados y varios fragmentos de otras figuras; este conjunto de piezas no parece haber sido usado recientemente y a juzgar por el deterioro causado por la intemperie pueden ser de origen antiguo. En los petroglifos se distinguen figuras enrolladas. Los dos ídolos miden un pie y medio de altura; fueron hechos de una sola piedra, consisten en un pedestal con un gato montés arriba que muestra sus dientes, desgraciadamente las esculturas están muy dañadas. Es interesante notar que, en el cerro de la Leona, situado frente a Cerro Colotlán hacia el sur de Azqueltán, los tepecanos veneran todavía esas figuras, sin embargo, no me dejaron verlas. En lo más alto de la pared de este del gran patio, en una depresión circular pequeña los tepecanos colocan sus chimales o palos rezadores (Hrdlicka, 1903).

Más adelante se refiere a los tepecanos mencionando que en las Relaciones Franciscanas recopilada por Orozco y Berra en 1864:

“Los franciscanos nos aseguran en sus narraciones que los monasterios que fundaron en Colotlán, Nostic y Chimaltitlán se situaban en las regiones de la familia de Teules-chichimecos que usaban un lenguaje especial llamado tepecano” (Orozco y Berra, 1864: 279).

Cuando Hrdlicka describe el asentamiento tepecano actual de Azqueltán señala:

Las viviendas de los indios que no han sido modificadas por la costumbre española consisten de uno o dos estructuras bajas construidas de forma irregular con piedras sin trabajar con o sin mortero. Ocasionalmente hay un cobertizo abierto construido con varas. El techo de las casas es de dos aguas [...] Las casas consisten en un esqueleto hecho con troncos de otate cubierto con zacate. Un grupo pequeño de estructuras es común- mente rodeado por un recinto de piedra. Esas viviendas son generalmente cuadrangulares y las ruinas de ellos son bastante indistinguibles de las ruinas antiguas en esa región (Hrdlicka, 1903: 404).

Añade que los tepecanos se llaman a sí mismos como Hu-ma-kam o Hu-mat-kam que significa “la gente”. La descripción de Hrdlicka coincide con los hallazgos arqueológicos de la ocupación tardía por lo que pensamos pertenece a los tepecanos.

Mason (1912) visitó Azqueltán a principios del siglo señalando que los tepecanos se autodenominan tepehuanes; estaba de acuerdo con Hrdlicka y Nicolás León en que los tepecanos de Azqueltán representan una rama aislada del grupo tepehuane. Este autor describe algunas de sus creencias religiosas, entre ellas las ceremonias llevadas a cabo en un sitio arqueológico situado en las colinas de los alrededores de Azqueltán; se refiere únicamente al conjunto circular de Cerro Colotlán.

“En el centro de un patio circular disponen un fogón de piedra y una hilera de piedras para sentarse, en un lugar fuera del círculo danzan y hacia el este colocan un altar que se decora con objetos simbólicos ceremoniales similares a los de los huicholes: flechas ceremoniales, chimales, pequeños fetiches, bastones y jícaras”.

Detalla cada uno de los objetos empleados en dichas ceremonias asociándolos con sus funciones sagradas o religiosas y afirma que la religión tepehuane se relaciona estrechamente con la huichol y la cora, y que la lengua tepehuane pertenece claramente a la familia pima (Mason, 1912).

Estos dos investigadores fueron los únicos que conocieron el sitio arqueológico cuando las ceremonias todavía se realizaban sobre el conjunto ceremonial principal.


EXCAVACIONES

El sitio arqueológico no había sido explorado hasta que en los primeros meses del año 2000 realizamos algunas excavaciones extensivas en la ladera oeste, la mesa superior de la elevación situada frente al conjunto ceremonial reconocido por Hrdlicka y Mason como Cerro Colotlán y en el conjunto circular ubicado en la base del mismo cerro. El conjunto circular situado sobre la mesa del cerro donde se efectuaban las ceremonias religiosas hasta principios del siglo XX no fue explorado por dos razones: primera, por el difícil ascenso diariamente con las herramientas de trabajo y segundo, derivado del anterior, porque los lugareños temían pasar la noche en el sitio como vigilantes de la herramienta ya que “salen los duendes y nos roban la vida”.

En 1999, previo al trabajo de excavación, se llevó a cabo un levantamiento topográfico dividido en tres sectores, las excavaciones del complejo circular comprendieron una cala de aproximación a partir del montículo central hasta el montículo situado hacia el norte con el propósito de identificar el desplante, la base y el sistema de construcción de ambos montículos; una segunda cala de aproximación que partió de la estructura sur al montículo central, atravesando el patio con similar intención que la anterior; por último se exploró la estructura sur que cierra el complejo arquitectónico con la finalidad de conocer su forma y sistema constructivo.

Las excavaciones proporcionaron los siguientes datos:

Este complejo mostró una sola ocupación tardía con montículos de forma circular, una plataforma rectangular hecha exclusivamente con piedras y una estructura continua que cierra el complejo hecho con la misma técnica que los montículos y la plataforma.

El sistema constructivo consistió en piedras apiladas que dejaban huecos en los cuales se introdujo tierra; las piedras se recogieron y se amontonaron sin darles ningún trabajo de nivelación o fachada. Lo anterior supone que los edificios se levantaron hasta una cierta altura; en la parte superior remataban con un plano horizontal y, posiblemente, el terminado exterior consistió en cubrir el edificio con una capa de lodo.

El complejo circular se cerró completamente mediante un muro que circundaba el patio interior; únicamente hacia el lado sur se construyeron dos cuartos colocados en la parte trasera y externa del muro. Así, el complejo tenía hacia el oeste una plataforma rectangular; hacia el norte un edificio circular de mayor altura que el edificio situado hacia el este de forma similar; y hacia el sur dos cuartos. La destrucción avanzada que presentaba, además del deficiente sistema constructivo empleado y el saqueo en todas las estructuras impidió conocer el acceso y la altura real de los edificios. Es notable la técnica constructiva deficiente y poco durable, además el conjunto mostró grandes agujeros de saqueo.

El sitio se extiende por la ladera oeste de la elevación contigua mediante terrazas artificiales delimitadas con muros de contención de los cuales toda- vía se conservan varias hiladas de piedra. Se lograron identificar seis terrazas de este tipo con restos de cuartos en todas ellas así como, por lo menos, 30 casas habitación. Las terrazas terminan en la mesa superior de esa elevación donde se identificó un segundo complejo circular muy destruido y varias estructuras habitacionales de un cuarto; describiremos este conjunto, denominado sector C, más adelante.

El sector B se extiende en la parte media de la ladera suroeste de la elevación contigua a Cerro Colotlán; ahí se observaron restos de construcción que ascendían a un nivel superior; la terraza delimitada por un muro de contención presentaba en el extremo sur varios restos de cuartos situados frente a una estrecha plaza rectangular cerrada hacia el oeste por una estructura con cimientos anchos de una piedra horizontal. Para su excavación se seleccionaron: una plataforma rectangular; cuatro habitaciones situadas en el extremo sur de la terraza y seis habitaciones situadas al este de la plataforma.


CONSIDERACIONES FINALES

Considerando los datos arqueológicos recuperados a través de la excavación y el estudio lingüístico, señalamos que:

La ocupación tardía fue más extensa que la antigua, corresponde a una fecha posterior a 1275 dC y de acuerdo con la diferencia de rasgos constructivos que presentó pensamos que perteneció a un grupo distinto al de la ocupación antigua.

El grupo correspondiente a esta ocupación tardía debió traer un bagaje cultural diferente por lo cual construyeron edificios con sistema constructivo distinto al de la ocupación antigua; esto incluye el situado en la mesa superior de Cerro Colotlán, el conjunto arquitectónico al pie del cerro y las casas situadas sobre las terrazas artificiales del lado este del cerro; todas presentan similar planeación y forma constructiva; por lo tanto, debieron ser contemporáneas a la ocupación tardía.

El uso por los tepecanos del complejo circular de Cerro Colotlán hasta principios del siglo XX sugiere que este grupo étnico fue el que ocupó el lugar modificando el asentamiento anterior como lo demostró la excavación. Sin embargo, se desconoce si los antiguos moradores todavía ocupaban el lugar o al llegar los tepecanos estaba abandonado. Nos inclinamos a creer lo último. El sistema constructivo del asentamiento antiguo en Cerro Colotlán es muy diferente a los asentamientos explorados a lo largo del cañón, únicamente se compara con el que se presenta en el Banco de las Casas situado también dentro del cañón aproximadamente a 15 km al norte del cerro Colotlán. Este sitio observa varias ocupaciones subsecuentes; la más antigua muestra el patrón arquitectónico circular semejante a la mayoría de los sitios ubicados en el sector norte del cañón y a Pochotitán situado en el sector central; una segunda ocupación presenta un patrón constructivo similar al de la ocupación antigua de Cerro Colotlán. De acuerdo con las fechas obtenidas por C14 en los sitios de El Piñón y Pochotitán, el primer patrón arquitectónico pertenecería a fechas a partir del inicio de la era cristiana hasta alrededor de 500 dC. El segundo sería contemporáneo al asentamiento antiguo de Cerro Colotlán, entre 990 y 1260 dC. Cabe mencionar que en El Piñón y en Pochotitán el sistema constructivo de la última ocupación (1120 dC) es distinto, consiste en cimientos de una piedra clavada con otra inclinada a manera de zoclo. Lo anterior sugiere que, durante este periodo, los grupos asentados en Cerro Colotlán y el Banco de las Casas probablemente fueron de distinta filiación étnica a la tepecana y sus asentamientos no se extendieron hacia la parte central del cañón.

Habrá que hacer notar que los conjuntos circulares descubiertos en Cerro Colotlán no se parecen a los que se encuentran a lo largo del cañón; las estructuras rectangulares hechas con piedra sin trabajar y la presencia de montículos circulares de gran altura utilizando como sistema constructivo el amontonamiento de piedras y como fachada el lodo aplanado, únicamente se encuentran en Cerro Colotlán y en el Banco de las Casas. Como ya se mencionó, en este último sitio se presentan ambos tipos de conjuntos arquitectónicos circulares: el común para el cañón y el conjunto circular semejante al de Cerro Colotlán; lo anterior sugiere que el Banco de las Casas sostuvo una larga ocupación en la que los habitantes antiguos compartieron la tradición cultural del cañón; en un segundo momento se asentarían los grupos cuyo sistema constructivo se reflejó en Cerro Colotlán en el trabajo de piedra careada que se usó en la construcción. Desconocemos si en el Banco de las Casas también se asentaron grupos de tradición tepecana. Pues hasta el momento no se ha excavado por lo que se ignora su secuencia ocupacional y sólo se mencionan observaciones hechas en la superficie.

Estas diferencias en el patrón arquitectónico demuestran que los habitantes de la ocupación antigua de Cerro Colotlán pertenecieron, posiblemente, a un grupo distinto y más tardío que llegó al cañón de Bolaños cuando cesó la ruta de intercambio comercial que unió a esta región y es probable que el asentamiento en superficie correspondiera al grupo tepecano.

La comparación que hizo Hrdilcka en relación con las viviendas antiguas y actuales de los tepecanos es importante para entender el burdo sistema constructivo que mostró la última ocupación de Cerro Colotlán y nos sugiere que ambos representan asentamientos de origen tepecano. Lo anterior demostraría que, para 1300 dC, aproximadamente, los tepehuanes habían emigrado del norte y se habían asentado en el cañón de Bolaños, no sólo en Cerro Colotlán sino también en el Banco de las Casas. También pensamos que este tipo de sistema constructivo tuvo su origen en la mesoamericanización tardía.

Pero ¿quiénes fueron los creadores de la ocupación antigua en Cerro Colotlán? ¿Compartieron la dinámica cultural que unió a la región de Bolaños? Se conoce únicamente el último momento de la ocupación, pero se desconoce cuándo llegaron a ese lugar para asentarse. Entre los escasos tiestos decorados asociados con esa ocupación se encontraron algunas semejanzas con los sitios de la parte central del cañón, por lo que consideramos que ese grupo participaría con los otros grupos asentados en la zona durante el último momento antes de decaer la ruta comercial planteada para la región; sin embargo, desconocemos la forma e intensidad de su participación.

Consideramos también la posibilidad de una oleada tardía de filiación étnica distinta (que penetró en esa parte del cañón ocupando Cerro Colotlán y tal vez el Banco de las Casas) a la descubierta en los sitios de la parte central del cañón de Bolaños los cuales comparten una misma tradición cultural como se ha constatado a través de 15 años de investigación arqueológica por toda la región.

Una segunda explicación plausible sería que este grupo llegó a asentarse en la ladera del Cerro Colotlán alrededor de 800 o 900 dC después de haber cesado la ruta de intercambio comercial que funcionó en el Cañón de Bolaños; periodo posterior a los cambios drásticos sucedidos en Mesoamérica nuclear que repercutirían en la frontera del norte de México (Cabrero, 1989; Cabrero y López, 2002).

La carencia de áreas de actividad en el interior de las habitaciones es muy significativa; únicamente se encontraron dos metates (huilanches) y dos hachas de piedra en el exterior de la estructura 10 correspondiente a la ocupación antigua. La ausencia de fogones en el interior de las casas, la presencia de metates y del basurero en el exterior de la habitación sugieren que las actividades cotidianas relacionadas con la alimentación, la caza y la pesca, en ambos grupos, se llevaban a cabo en el exterior y la habitación se reservaba únicamente para dormir y descansar.

La escasez de tiestos cerámicos es otra característica de estos grupos; se recobró una mínima cantidad y la mayoría de tipo doméstico (monocromos). Lo anterior significa que ambas ocupaciones emplearon poca cerámica sustituyéndola con otro tipo de recipientes como los guajes (Lagenaria sp.) de origen vegetal, tan abundantes en la región. Este rasgo no es exclusivo de estos grupos ya que en los otros sitios excavados del cañón se presenta una situación similar. Los entierros asociados con las estructuras son escasos. Se encontraron sólo tres infantiles, un posible adolescente y un adulto asociados con las estructuras 1 y 2; a excepción del adulto asociado con la ocupación antigua, los demás pertenecen a la última ocupación.

La carencia de entierros sugiere que ambos grupos acostumbraban ente- rrar a sus muertos en lugares específicos o bien los cremaban. También cabe la posibilidad de que al destruir la ocupación antigua se hayan extraído los entierros despareciendo la evidencia.

Considerando lo que por ahora se tiene en investigación lingüística y las semejanzas que se manifiestan en algunos niveles de la lengua (fonología, morfología y léxico), se puede decir que el tepecano y las otras variantes del tepehuano sureño se separaron después de que el tepehuano del norte lo hizo, con respecto a las sureñas. Es decir, y sin precisar tiempos –aunque se pueden sugerir– primero se dio la separación entre el tepehuano del norte y el del sur y éste último a su vez se fragmentó posteriormente en distintos grupos.

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