sábado, 14 de mayo de 2022

Logos y posters de la FENAPI

Colección de posters y logotipos de la Feria Nacional del Piteado (FENAPI) en Colotlán, Jalisco.

Faltan algunos, si usted tiene que nos pueda compartir, por favor a este correo: josecolotlan@gmail.com y en breve los publicamos en este mismo medio. 














LOGOTIPOS

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2021 cancelada por el COVID 19

cancelada por COVID 19

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2017












domingo, 1 de mayo de 2022

Historia del Piteado de Colotlán

Por: José Alonso Serrano Campos

Colotlán, es una pequeña ciudad del norte de Jalisco que sigue creciendo poco a poco, es autonombrada como “La Capital Mundial del Piteado”, no tanto por el número de talabarteros sino por la calidad y la belleza de sus productos.

Siendo México un país riquísimo en expresiones artesanales, podemos encontrar toda índole de manualidades elaboradas con los más variados materiales; sólo es cuestión de pensar en un objeto del material que se quiera y de seguro lo hallaremos en algún rincón de la República. Las opciones son muchas, y van desde un pequeño y delgado anillo hasta una chamarra, una mesa o una silla de montar.

Dentro de la indumentaria del vestido confeccionado con cuero o piel, los zapatos, chalecos, chamarras y sombreros son los más comunes y vistosos; otros, como diademas, pulseras, prendedores, aretes o fundas de celulares son menos populares por ser más de adorno y porque dependen del gusto de cada persona. 

El cinto, por su parte, es casi indispensable en el vestuario de todo el mundo occidental, aunque puede variar de material y de precio, desde unos cuantos pesos hasta miles, según la clase y la marca. Hay cintos que sin ser de “marca” cuestan mucho más, por ser de máxima calidad y por estar confeccionados con el arte del piteado. 

El piteado es una forma artesanal que se realiza exclusivamente en productos de piel; es una especie de tejido con pita, una fibra natural proveniente de los estados de Oaxaca, Guerrero y Chiapas. 

Colotlán es famoso por este tipo de artesanía, y no por nada esta ciudad es considerada como “la capital mundial del piteado”, recorrer las calles de Colotlán nos lleva a conocer numerosas tiendas que exhiben productos artesanales de baqueta con motivos de flora, fauna y charrería, así como grecas prehispánicas. 

El arte del piteado de inmediato evoca la charrería, el jaripeo, las peleas de gallos y las corridas de toros inclusive. Y todo porque quienes viven en ese medio saben apreciarlo y pagan generosamente por un trabajo bien hecho. 

Talleres y talabarterías en Colotlán hay muchos, porque la principal fuente de ingresos de sus habitantes gira alrededor del piteado. Entrar a una talabartería, es llegar a un mundo diferente, donde cada trabajador ejecuta su minuciosa tarea sin tomarse un respiro, hasta que termina la pieza en turno.    

Todo taller debe contar con un dibujante, un bordador y un punteador, a veces las tres funciones recaen en una sola persona, quienes se encargan de manufacturar las piezas. Cabe decir que algunos de los obradores pequeños trabajan por encargo de ciertas talabarterías o talleres mayores, haciéndose cargo de determinados pasos de este arte cuando allá no cuentan con uno de los tres trabajadores mencionados.

Las etapas del piteado son de singular tradición: La materia prima es la piel, llega de León o de San Luis Potosí, y la pita, que viene de Oaxaca. Aquí sólo se hace la mano de obra y los diseños, no producimos la materia prima. Los diseños originales eran grecas aztecas, pero que se ha ido perdiendo esa cultura. Ahora muchos diseños tienen motivos huicholes, vecinos que han dejado algo de su cultura.

Hay talleres más comerciales, cuyos diseños son más modernos. Hay que adaptarse a lo que el cliente pida, ¿no? Aquí se hace cualquier trabajo, nuestra imaginación es el límite.  La producción de cintos es el fuerte en Colotlán, donde existen alrededor de cincuenta talabarterías, aparte de los obradores caseros no establecidos.

En conjunto producen alrededor de ocho mil cintos por mes, la mayoría de los cuales se venden en ferias y en tiendas a todo lo largo del país. Una buena cantidad, sin embargo, se exporta a los Estados Unidos, donde existe una gran demanda entre la comunidad latina. 

Vale decir que elaborar un cinto bordado a mano es un trabajo bastante arduo que toma ocho días o más, a razón de seis horas diarias. Primero se traza la baqueta en tallas. Después se corta en tiras, se le da cuerpo y brillo, se graba el dibujo o diseño con un cincel y se enmanta. Una vez lista, se empieza el bordado, que es la tarea más difícil y, por ende, la mejor retribuida.

A máquina, se pone el forro en el reverso del cinto, luego recorta y da el acabado a mano. Finalmente, otra persona agrega el broche, la hebilla y el pasador hasta dejarlo listo para su venta.

Con la piel sobrante se elaboran fundas, broches, aretes, prendedores (todo cuesta y no hay que desperdiciar material). La gama de herramientas es notable por sí misma. El dibujante cuenta con cinta de medir, cincel, cuña, cuchilla, rayador y compás. El bordador con lesna, piel, manta y pita, y el punteador con palillo de mezquite, el cual sirve como saca-bordados, punto y maceta. Amén de que a nadie le falta su mesa de trabajo, piedras de afilar, regladores y uno que otro molde.    

En fin, después de conocer el interesante proceso del piteado, observamos con más detalle los cintos que la gente porta, y cuando vemos uno piteado decimos para nosotros mismos: “Ah, ese es de Colotlán, aquel simpático pueblo del norte de Jalisco”.


HISTORIA DEL PITEADO

Los primeros antecedentes de bordados en Piel surgen en algunos retablos Persas y Chinos con trabajos  bordados en grecas con hilo de seda con antigüedad de más de 500 años antes de Cristo.

Se conoce que este arte llegó a Europa  por el sur de Italia en Venecia, y a España en la época precolombina donde encontró fuerte arraigo, luego con la conquista de América fue traída por los frailes misioneros a algunas regiones de Mesoamérica, Sudamérica y Centroamérica (Por ello casi extintamente existen comunidades en Argentina, Colombia, Guatemala, Costa Rica y México que aún conservan este milenario arte con sus respectivas variantes), Por ejemplo en México es típico el bordado en hilos trenzados con ixtle en el ajuar de alguien que se sienta muy mexicano, los vaqueros y en el círculo de la charrería es común el uso del cinturón bordado especialmente de una fibra natural obtenida de una planta de la familia de las amarilleas de la agave americana comúnmente llamada PITA. Aunque también le nombran: Azabara, Cabuya, Ixtle, Calamaco, Mezcal, Penca, Acibara, Agave, Alzabara, Henequén y Fibra de Maguey.

Aparte de los diseños en grecas persas en forma de letras, hoy en día se le han añadido los floretes en el dibujo de los bordados. Se sabe de comunidades que sus pobladores se dedican a esta actividad en los estados mexicanos de: Durango, Zacatecas, Sinaloa, Michoacán, San Luís Potosí, Nayarit, Guerrero, Veracruz, Oaxaca, Morelia y Jalisco

En México el uso de fibras obtenidas de plantas de maguey para confeccionar artículos de uso común y vestuario según vestigios encontrados en tumbas precolombinas era común.

Los conquistadores enseñaron a los nativos con la necesidad de fabricar los aparejos para los caballos traídos del viejo continente, oficios de talabartería, marroquinería y curtidos y en vez de insertar en las pieles hilos de seda que eran traídos de china se aprovechó la abundancia de la región de una fibra natural sedosa y brillante y resistente que los nativos llamaban Pita.

En muchos lugares de América es común llamar Pita a cualquier fibra obtenida de cualquier tipo de maguey, aunque la fibra de pita ideal para elaborar artículos piteados que duren en brillo y en sus bordados sin que se sequen, se pudran pronto o cambien de color, son los hilos obtenidos de la fibra obtenida de la “Aechmea Magdalenae”. Se puede intentar con cualquier otro tipo de pita obtenida de cualquier maguey pero los que siempre quedaran con un bordado brilloso aperlado – nacarado – plateado permanente y llamativo, son los que se elaboran con hilos extraídos de la planta de Pita Aechmea Magdalenae producida en la Zona sur de la República Mexicana y Norte de Guatemala.


LA TALABARTERÍA DE COLOTLÁN: PROCESOS Y CAMBIOS

Mtra. Elizabeth Pérez Márquez

“Piteado” palabra mágica que pareciera ser sinónimo de Colotlán. ambos nombres provenientes de la antigüedad en donde la fusión del cuero y la pita abren paso a grandes obras artísticas. Arte legendario, legado de nuestros antepasados, antiguas técnicas artesanales dan paso a inimaginables formas de creación decorativa. Por eso en Colotlán la historia se escribe con pita.

Pasear por las angostas y adoquinadas calles de Colotlán en una tarde de los calurosos meses de mayo y junio, es todo un reencuentro con la tranquilidad y la historia particular de este municipio. Este paseo de media tarde resulta todo un acontecimiento cuando al recorrer la traza urbana nos damos cuenta de los múltiples talleres de talabartería que se encuentran distribuidos en toda la cabecera municipal.

El sonido del “tac, tac, tac” en los zaguanes de las casas o los bordadores que salen a las banquetas para aprovechar la luz de la tarde, nos habla de la producción constante de los artículos bordados con pita. 

Adentrarnos en uno de los talleres de talabartería es todo un universo entre piezas bordadas, herramientas de trabajo, olores, sonidos, conversaciones, diplomas de reconocimiento y fotografías pegadas en las paredes con personajes importantes de la música vernácula, agentes de gobierno, y fotografías de piezas exclusivas; saberes adquiridos objetivados en la realización de cada una de las actividades que llevan las piezas, eso que los talabarteros llaman: ser maestro talabartero.

Historias particulares, tradiciones y formas en que la talabartería en su versión de artículos bordados con pita se realiza en Colotlán. En el siguiente capítulo trataremos sobre varios temas vinculados a la elaboración de artículos bordados con pita. Por un lado, se describirá a través de la historia oral y la memoria colectiva de talabarteros, comerciantes y empleados de los talleres, los orígenes, producción, comercialización, problemáticas y significados de los artículos bordados con pita que se producen en Colotlán. ¿Cuál ha sido el desarrollo de esta actividad? ¿cómo llegó la pita a estas latitudes? ¿Cuáles eran las necesidades que tenían que satisfacer los talabarteros en la época de las haciendas? ¿Cuáles son ahora?; ¿Cómo se organiza el trabajo en los talleres?, ¿Cuáles han sido las dinámicas de producción?, ¿ha cambiado? ¿Cuáles son los calendarios de ventas?; ¿Cuáles son los conflictos y distinciones que encierra esta actividad, no sólo como organización productiva, sino como representación simbólica?

Por otro lado, ¿La producción de artículos piteados y la comercialización se relaciona con la migración de colotlenses a Estados Unidos?, ¿de qué forma? Por último ¿existe una identidad de oficio dentro de los talabarteros? ¿Cómo se representa? ¿Alude a cierta representación de la identidad local? Estas son las preguntas que intentamos responder en el desarrollo de este apartado.

Los objetivos son describir y plantear los cambios y continuidades en la organización en las unidades productivas de talabartería, así como la incorporación de nuevos agentes en el proceso productivo “artesanal” –intermediarios y mujeres-. Categorizar las visiones que se tienen sobre el oficio de talabartero y delimitar los conflictos y resistencias al interior de los discursos, así como las distinciones de honor y prestigio y, por último, discutir sobre las posibles identidades individuales, colectivas con relación a la producción, comercialización y consumo de artículos bordados con pita en contextos transnacionales de flujos de mercancías y de personas.

LA TALABARTERÍA Y EL PITEADO DE COLOTLÁN

En la región del norte de Jalisco y sur de Zacatecas existe una relación estrecha entre el hombre y el ganado, relación que se expresa en la cultura ranchera la cual ha caracterizado a casi todo el Occidente de México como resultado de los procesos históricos de colonización que impactaron de manera significativa la vida social de los pueblos originales. 

En el caso de Colotlán y Zacatecas la cultura ranchera se manifiesta en la tradición ganadera que existe en todo el territorio, de ahí que la relación con el ganado no sea nueva. Por un lado, desde tiempos de conquista la adaptación del ganado al medio ambiente y el consecutivo desarrollo de la industria de procesamiento de pieles dio origen a lo que ahora conocemos como talabartería.

De ésta podemos decir que no se saben los orígenes del desarrollo de la técnica. Algunos suponen que con la migración de algunos talabarteros hacia otros estados aprendieron el oficio, mientras que otros aseguran que el desarrollo fue paulatino a través del estrecho vínculo con el ganado.

La talabartería se caracteriza por la elaboración de artículos en piel. Cuenta con un sinnúmero de artículos desde muebles, hasta bolsos, morrales, etcétera. Y se desarrolla en diversos puntos del país, donde destacan los productos que se elaboran en la Ciudad de México, Veracruz, Oaxaca y Jalisco. Tampoco se sabe mucho, algunas hipótesis sugieren que llegó con la migración de tlaxcaltecas en la época de la colonia, otros que llegó por el puerto de San Blas, Nayarit con el comercio de mercancías alrededor del siglo XVIII; sin embargo, sólo son hipótesis que están sujetas a comprobarse a través de una revisión exhaustiva en los archivos históricos. 

De ambas no sabemos concretamente cómo llegaron, pero sí las implicaciones de esta pequeña industria manufacturera y las implicaciones en la economía local. Lo interesante del caso, es la memoria colectiva del grupo de artesanos que nos permite recrear tal desarrollo y según la mayoría de los artesanos considera que la talabartería se desarrolló desde, por lo menos, finales del siglo XIX y era una más de las especializaciones que se necesitaron en las haciendas.

Según algunos informantes, el origen del bordado con pita surge a partir de la distinción entre el hacendado y sus trabajadores, llevar una montura bordada, por ejemplo, era un sinónimo de jerarquía en la hacienda, el patrón debía diferenciarse del caporal o el vaquero. De ahí el bordado con pita y las formas barrocas de sus dibujos marcaban la diferencia. 

Es así que por lo menos durante el siglo XIX la elaboración de artículos de talabartería ha sido una más de las relaciones entre el hombre y el ganado –convertido en pieles destinadas para distintos usos-. En un primer momento la elaboración de artículos de talabartería se centraba en la producción de piezas de cuero de res destinadas al trabajo en el campo, es decir, artículos que eran utilizados en las faenas diarias de la ganadería. Los vaqueros utilizaban este tipo de artículos como implementos de soporte y protección su cuerpo para realizar la trashumancia del ganado. 

La satisfacción de esas necesidades originó que poco a poco los artesanos talabarteros lograran una especialización en los artículos incorporándolos a la fiesta charra y otros eventos ligados al campo. Sillas para montar, ajuares de pistola –cinturón, carrillera, funda de pistola-, chaparreras, morrales, entre otras piezas son representativas de este tipo de actividad en piel. Si bien, tales artículos tenían un uso meramente utilitario, actualmente también son catalogados como productos “artesanales” debido a la elaboración minuciosa de cada pieza.

Se adscriben a la fiesta charra pues el ajuar que portan los jinetes para realizar las suertes charras es necesario para proteger el cuerpo del jinete. Por su parte la Federación Mexicana de Charros lo estipula como “obligatorio” por esta misma razón. Actualmente estos artículos también se pueden ver en exposiciones artesanales y para el deleite de quienes gustan del mundo ranchero, sin estar propiamente adscritos a él.

Dentro de la talabartería existe una diversidad de formas de adornar los artículos. Las más usuales son el realzado. El realzado consiste en la colocación de carnaza entre el forro y la vaqueta. La carnaza se corta dependiendo del dibujo que se desee resaltar y va entre ambas pieles de manera que al terminar la pieza queda una especie de figura realzada entre el forro y el cuero; por ejemplo, en un cinturón, donde se resalta un dibujo de triangulo, se coloca la carnaza cortada previamente en esta figura y se coloca entre la vaqueta y el forro y luego se cose, de tal forma que los triángulos dan un efecto de resalte de estas figuras.

La carnaza es un tipo de piel más suave que la vaqueta. Según refieren algunos talabarteros de Colotlán, era una de la diversa gama de técnicas que se realizaban años atrás. Ésta ya casi no se elabora pues no hay demanda de este tipo de artículos; sin embargo, algunos talabarteros comienzan a retomarlo dado que están en la búsqueda de nuevos mercados y nuevos gustos.

Otra técnica es el chomiteado, generalmente sólo se realiza en sillas para montar. La técnica se realiza con estambre de colores rojo, blanco y negro en el cual se acomodan alternando los colores en líneas sobre el contorno de la silla de montar de tal forma que con el chomiteado queda una especie de línea de estambre multicolor en los bordes de la silla.

Esta técnica es laboriosa y de mucho cuidado pues las hebras de estambre deben ser acomodadas perfectamente sin salirse de cierto contorno y todas deben quedar a la misma altura para que de una apariencia de hilo multicolor.

Otra técnica es el cincelado, el cual se basa en el grabado de dibujos sobre la vaqueta. Se utilizan herrajes de metal sin filo que tienen dibujos de flores, guías, círculos o pequeños puntos o figuritas en su base, los cuales son marcados sobre la vaqueta húmeda a base de suaves golpes con un mazo.

En la diversidad de artículos que se realizaban en Colotlán, esta técnica era utilizada para las albardas o albardones que eran las sillas de montar que utilizaban las esposas de los hacendados, o algún personaje importante de la región. Algunos artículos adornados con esta técnica también se combinaban con el piteado. El mazo es una especie de tabla, a veces larga, a veces corta con la que se marcan los cinceles, es de madera de mezquite.

El nombre de Piteado proviene del bordado de dibujos en la vaqueta con hebras de pita. Esta última es una fibra de maguey resistente con la cual se elaboran hilos. El piteado o bordado con pita es otra técnica de ornamentación. Le llaman piteado a los artículos de vaqueta en los cuales se dibujan ciertos diseños en grecas mexicas y guías de flores que son bordados con hebras de pita. La técnica del piteado o bordado con pita, al igual que el resto de las técnicas, requieren de múltiples actividades y conocimientos especializados. 

La pita es una fibra de maguey cuya nomenclatura técnica es “Aechmea Magdalenae”, registrada por primera vez en el Maracaibo, Venezuela muy cerca del río Magdalena, de ahí el origen de su nombre. La pita es una planta que produce de 25 a 50 pencas (hojas) que miden de 2 a 3 metros de largo por 8 a 11 centímetros de ancho y de 1 a 3 milímetros de espesor, es de color verdoso; brillosa por encima y pálidas por el revés. Sus bordes están armados de espinas a intervalos de 30 a 50 milímetros entre ellas.

Es de hábitat de tierra caliente donde la altitud no rebasa los 500 msnm. De ahí que solo se encuentre en las costas bajas del Pacífico y el Golfo de México. Se localiza desde el sur de México hasta el Ecuador. En el país, los estados donde se encuentra son Veracruz, Tabasco, Oaxaca y Chiapas. Cabe señalar que los artículos bordados también se realizan en Oaxaca. 

El piteado es la unión entre los saberes específicos del oficio de la talabartería, el bordado y el hilo de pita. Estos elementos son los que le otorgan el sello local de la producción de artículos de talabartería de Colotlán. Si bien hay unidades productivas que sólo se dedican a hacer artículos “lisos” es decir, sin ornamentación alguna, la mayoría de los talabarteros dominan la técnica del bordado con pita, pues es la que ha dado mejores resultados en la demanda y en la distinción entre múltiples artículos de talabartería que se realizan en otras partes de México.

En los artículos piteados la característica que los distingue es el bordado; incluso para esto, los bordadores elaboran las hebras de pita necesarias para el diseño que lleva cada artículo. Así, por ejemplo, si se realiza un cinturón “de buena calidad” únicamente en el bordado, los bordadores se tardan entre uno y dos días en hacer las hebras y entre uno y tres meses en terminar de bordarlo. En la elaboración de una silla de montar participan alrededor de ocho bordadores y se demoran entre dos o tres meses. Los costos actuales de los anteriores oscilan entre los ochocientos a veinticinco mil pesos; las monturas entre los treinta a trescientos cincuenta mil pesos, depende del diseño y calidad que el cliente solicite. En el repertorio de artículos piteados se encuentran sillas para montar, chaparreras, morrales, cinturones, carteras, fundas para pistola, para navaja, para celular, huaraches y llaveros. 

Desde los últimos 20 años, la elaboración de otros objetos se extiende también a un mercado femenino: bolsos, carteras, aretes y zapatillas, tienen un espacio significativo en el catálogo de dichos artículos. Otra técnica es el bordado con hilos de plata y oro a la cual llaman bordado. Ésta se basa en la ornamentación de artículos –principalmente cinturones y sillas de montar- con hilos de oro y/o plata o combinados. La elaboración de estos es similar al bordado con pita sólo que el manejo de los hilos de plata y oro es más complejo y de mayor cuidado pues son una especie de alambre de aproximadamente dos milímetros de grosor, por lo que el bordador utiliza otras herramientas que facilite el manejo de los hilos.

Este trabajo se realiza en centros penitenciarios de varios estados del occidente de México –Zacatecas, Guadalajara, Nayarit, Michoacán- donde existen unidades productivas; también ahí se utilizan otros tipos de hilos como hilaza, hilo de cáñamo y pitón. En Colotlán hay algunos productores que emplean mano de obra de los Centros Penitenciarios y los llevan a sus unidades productivas a realizar el terminado o armado de las piezas. 

Al igual que el bordado con pita, los artículos bordados en plata y oro aluden a diseños en guías españolas y grecas mexicas, así como al nombre o apellido del cliente o el nombre de su rancho, el herraje con que marcan su ganado, entre otros muchos. Los clientes son personas conocedoras de este tipo de bordado. Cada gramo de oro que lleva la hebra tiene un costo de 160 pesos, este oro lo compran generalmente en Guadalajara o Zacatecas. 

En Colotlán las diversas técnicas han dejado de ser funcionales para los talabarteros porque ya no existe una demanda a partir de que se hicieron innovaciones en los diseños en formas más delicadas y bordadas con pita, oro y plata. Si bien, aún se utiliza el realzado, este tiene formas más pequeñas y delicadas y generalmente lo mezclan con el bordado. 

A este cambio en los diseños también se pueden considerar los gustos de los clientes; según refieren algunos talabarteros, los clientes se fueron especializando en el gusto y la estética, de manera que cada vez se piden diseños más elaborados y con bordados más finos. Por lo que aquellos diseños gruesos de las albardas fueron sustituidos por las guías españolas de tipo barroco en bordados delicados y rebuscados.

Algunos talabarteros consideran que a principios de los años cincuenta, cierto miembro del sector comenzó a realizar estos bordados con más fineza, de ahí que él se haya posicionado en un lugar especial dentro del grupo de artesanos y que el resto del grupo continuara con la técnica de elaborar hebras de pita más finas y los diseños con más flores y guías de ornato. 

La mayoría de los talabarteros consideran que la elaboración de artículos bordados con pita ha cambiado con el tiempo; antes – a finales del siglo XIX se realizaban los artículos con menos pita y con otras técnicas de adorno como el realzado- y no es que ahora no se utilicen, sino que responden en su mayoría a las demandas de las necesidades de los clientes y de las innovaciones del grupo de talabarteros. 

En el caso de algunos diseños han dejado de elaborarse, mientras que otros tienen una demanda constante. O en el caso de las diversas técnicas de ornato algunas siguen vigentes como el bordado con pita y desde el año 2000 a la fecha comienza un repunte en el bordado con hilos de plata y oro, mientras que el chomiteado, o el realzado no tienen ahora la demanda que tenían en los años cincuenta. 

Por lo menos en lo que respecta al grupo de talabarteros, unos pocos –alrededor de cinco personas- saben realizar el chomiteado; además, por lo complicado en su elaboración y por la poca demanda de artículos, en la actualidad este tipo de técnica pocos talabarteros la conocen y la enseñan a las nuevas generaciones.

Si el bordado con pita, enfrenta una crisis en la producción y en la transmisión de los conocimientos a nuevas generaciones, el resto de las técnicas definitivamente no se transmiten, si bien existen talabarteros que las saben realizar, sobre todo los que cuentan con mayor trayectoria laboral, no todos la conocen y la realizan.

“Nosotros consideramos que tiene que ver con la demanda de tales artículos adornados con estas técnicas a nivel regional. Uno puede observar a los charros de Jérez, Zacatecas, por ejemplo, con alguna montura con adornos de chomite o de realzado y cuando uno se acerca a preguntar cuándo y dónde la compró, responden que la heredaron de su padre, o que la compraron en la Ciudad de México, o que la mandaron a hacer con algún talabartero de Colotlán, de esos que conocen múltiples técnicas y por lo tanto cuentan con cierto prestigio social.”

En Colotlán, existen más de cien talabarterías donde se realizan los artículos lisos y piteados, aunque no se cuenta con un registro oficial, algunos talabarteros consideran que 50 por ciento de la población de Colotlán se dedica a este oficio; unos como patrones, otros como empleados de las unidades productivas y y/o bordadores, tanto internos como externos al taller. 

Para rastrear el origen de la técnica del bordado con pita retomamos la historia oral de algunos talabarteros por dos razones; primera porque pareciera que el mito de origen del piteado es una fuente importante de la tradición discursiva del grupo de artesanos al “no saber de dónde proviene y cómo llegó la pita hasta Colotlán” y cómo se desarrolló la talabartería como actividad de especialistas. 

A través del discurso los talabarteros recrean diversas historias míticas que aluden a que los “primeros talabarteros” salieron de Colotlán para aprender la técnica o, “nadie sabe cómo se desarrolló la técnica en el municipio si en un inicio las materias primas –piel y pita- las traían de Oaxaca o Chiapas”; otros consideran que en época del porfiriato llegó a Colotlán un oriundo de Puebla o de México y sabía el oficio de talabartería y el bordado con hilos de pita y de ahí, poco a poco enseñó a un grupo de personas, los cuales después se convirtieron en los nuevos talabarteros productores de artículos piteados y la talabartería se consolidó como una actividad propiamente local.

Otros consideran que los talabarteros que existían en la época migraron a otros estados para aprender a bordar con pita. Dentro del grupo de artesanos no existe una claridad de los orígenes del oficio y la técnica, son sólo hipótesis que se hacen los propios talabarteros y como tales, no son aceptadas por el resto del grupo.

Algunos prefieren no hablar de los orígenes porque consideran que el bordado y la pita es una forma de ganarse la vida, por lo cual, le guardan un respeto a su oficio. Cuando preguntábamos a estos artesanos sobre los orígenes preferían decir: no se sabe, nadie sabe y, de todo lo que se diga, no hay nada comprobado. En ese sentido, pareciera que intentan recrear una legitimidad en la producción artesanal en una especie de secreto colectivo de los orígenes del piteado, negando que algunos talabarteros migraron y trajeron de fuera la técnica del bordado e intentan crear una legitimidad de origen local del uso de pita en sus artículos.

Así, lo más que pudimos obtener fueron estas historias de diversos orígenes, mientras que para principios del siglo XX se atribuía la enseñanza del bordado con pita a un par de talabarteros quienes se encargaban de producir los artículos para los ganaderos y vaqueros de la región. La segunda razón, es porque a partir de las trayectorias laborales pudimos recrear la “tradición” y la enseñanza generacional del oficio, en la cual se dejaba observar la posible confrontación y legitimidad del honor y el prestigio de los talabarteros de antaño y que ahora, pareciera una especie de fragmentación por obtener tales valores asociados al prestigio y el reconocimiento social recreado en este contexto particular.

Pareciera que el mito de origen del piteado es la fuente de la historia local, ese misterio que encierra la llegada de la pita a estas latitudes y el desarrollo del bordado en piel con esta fibra. Pareciera que es lo que le da sentido a la historia del piteado de Colotlán. Por lo anterior, en las versiones del origen del piteado los talabarteros consideran que “nadie sabe los orígenes del bordado con pita”; otros consideran que la talabartería llegó con los españoles y el desarrollo de las haciendas necesitó de varios artesanos –herreros, sastres y talabarteros para desarrollar las actividades en la organización del trabajo en las haciendas. Para nuestro caso, talabarteros que hacían los artículos de vaqueta que necesitaban los guardas de campo, caporales, vaqueros y arrieros. 

Entre albardones, chaparreras de cuero de res –que son más frescas cuando el vaquero anda en el campo-, ajuares para pistola, morrales y otros artículos que eran de tipo utilitario el talabartero fungía como especialista en la elaboración de este tipo de piezas destinadas a los empleados del campo. 

Algunos talabarteros consideran que la historia del piteado se remonta en la distinción entre el hacendado y los caporales y vaqueros. Los primeros necesitaron de ciertos artículos que los distinguieran del resto de sus empleados adornado sus sillas de montar con el escudo de sus apellidos o el herraje con el que marcaban su ganado como sinónimo de identidad y propiedad con respecto a otros hacendados de la región. 

Mientras que algunos caporales y vaqueros utilizaron también artículos bordados con pita, pero con diseños sobrios o con detalles simples en sus monturas como los dibujos de cordón, que es una especie de línea bordada alrededor de la silla de montar, por ejemplo. Por otro lado, la indagación sobre los orígenes del bordado con pita nos llevó a plantear una genealogía de aprendizaje.

En sus historias la mayoría reconoció a, por lo menos, dos personas que desde finales del siglo XIX se encargaban de elaborar artículos de talabartería. Con tal genealogía se pretendió rastrear a través de la memoria colectiva aquellos talabarteros a los cuales se les adjudicaran los “orígenes” del bordado con pita en Colotlán, en un ejercicio de recuerdo y reproducción de la historia local sobre el origen de esta actividad. 

Es interesante observar no sólo la historia y los personajes, sino los artículos que tenían demanda en aquellos años los cuales ahora no se producen, dado que la tecnologización del campo así como ciertas modas, han transformado paulatinamente la producción de estos artículos y han dejado de ser funcionales para la sociedad actual o les otorgan otros usos que no son propiamente utilitarios, sino de apreciación estética; es decir, hay un cambio significativo en las formas de apropiarse del objeto, donde no precisamente es para su utilización. 

En el caso de las monturas de plata, algunos talabarteros entrevistados refieren que esos clientes no son personas que se dediquen a la cría de caballos, o ganaderos, sino que son servidores públicos o narcotraficantes. En ese sentido, la demanda de artículos bordados con pita actualmente no se puede particularizar a la demanda de un sector de la población, sino que ahora con la entrada de los artículos a un mercado capitalista mayor quienes los compran, además de tener un valor utilitario también tiene un valor estético. 

Por ejemplo, las albardas o albardones que utilizaban las mujeres pudientes ya no se usan. Ahora sólo las usan quienes son parte de la escaramuza local y utilizan sillas conocidas como albardas charras; el uso de ajuares completos de pistola compuesta por la carrillera, el cinto y la funda para la pistola, ahora se comercializan por separado, donde el primer y el tercer artículo ya no se usa dadas las prohibiciones del estado, es decir, ahora ya no se es permitido “andar armado” o “disparar al aire”, prácticas que en la época posrevolucionaria eran comunes. 

Ahora quienes compran este tipo de artículos, los utilizan para tenerlos en sus casas como piezas dignas de museo. 

En el caso del cinturón, continúa con una demanda importante y para las personas de mayor edad, el uso es cotidiano, mientras que los jóvenes lo usan cuando hay algún baile, charreada o reunión social. Otro caso, pueden ser las herramientas de trabajo como anqueras, que es una especie de tira de cuero que se coloca en las enancas de las mulas cuando andan por superficies escarpadas, como es el caso de la Sierra de Huejuquilla el Alto o Mezquitic. O actualmente la demanda de fundas bordadas con pita para celular, agendas, billeteras o incluso los artículos de uso femenino, dan cuenta de los cambios en los reacomodos de la actividad artesanal a un proceso de producción capitalista más amplio y como una adaptación a la demanda de nuevos productos las necesidades una forma de vida moderna.

Volviendo a la historia del piteado, entre los personajes más importantes se reconocen a Nicolás Orozco, Amado Núñez, Cruz Fernández (grande) y Cruz Fernández (hijo). Ellos son los talabarteros a los que se les designa un lugar especial dentro de la historia de enseñanza de la talabartería en Colotlán.

A este grupo de talabarteros nosotros denominamos como la primera generación de artesanos. Localmente se les atribuye cierto prestigio artesanal pues el resto de los miembros del sector reconocen que ellos fueron los primeros talabarteros que comenzaron con la elaboración de artículos bordados con pita. Casi todos estos talabarteros, nacieron a finales del siglo XIX, a excepción de Cruz Fernández (hijo) que en la actualidad rondaría los 100 años de edad.

Por otro lado, en el grupo de artesanos se preguntan cómo es que llegó esta actividad a Colotlán, si las materias primas -la pita y la piel principalmente se abastecían desde el sureste de México- y los diseños aluden a una arquitectura prehispánica mesoamericana. Algunos talabarteros consideran que el bordado con pita llegó a Colotlán a partir de que algunos talabarteros migraron temporalmente a la Ciudad de México o Guadalajara y ahí aprendieron esta y otras técnicas de ornamentación en la talabartería y posteriormente regresaron a Colotlán con la adquisición de estos conocimientos y paulatinamente enseñaron a otras personas a realizar el bordado con pita, lo que generó una nueva actividad económica local y con ello el desarrollo de técnicas y nuevos talabarteros. 

En la siguiente generación, se reconoce a Cruz Fernández (hijo), como uno de los artesanos con mayor habilidad en la realización de piezas de cuero bordadas con pita y por tener una ética de artesano “respetuoso”, “honrado”, “responsable”, sobre todo, porque “sabía realizar todas las actividades que el oficio demanda, además de socializar y formar los nuevos cuadros de artesanos actuales”. La tercera generación está constituida por un mayor número de miembros. 

Aquí sólo anotamos los que cuentan con mayor prestigio social y de manera descendente podemos observar a los talabarteros que se les reconoce por la calidad de sus artículos. Esta generación abarca desde los años cincuenta hasta la actualidad, casi constituye la generación “más vieja” que aún continúa desarrollando el oficio. 

La cuarta generación comenzó casi a la par de la tercera, sin embargo, aquí los dividimos porque, en varios casos, aprendieron el oficio tardíamente, es decir, cuando ya eran adultos por lo que se les puede considerar como un cuarto momento. La quinta generación es a partir de mediados de los años ochenta, los miembros ya no cuentan con un capital simbólico considerable, por lo que, el grupo no los integra como artesanos prestigiosos, sino como empresarios del piteado, a excepción de Mario Montoya que cuenta con un alto prestigio y algunas de sus piezas se consideran como piezas de arte.

Aunque no se sabe a ciencia cierta cuando nació, pero al parecer fue a mitad del Siglo XIX, aunque lo más importante es que el piteado sentó sus reales en Colotlán, Jalisco, siendo uno de las artesanías que engalanan al Más Mexicano de los Deportes.

Chaparreras, fundas de pistola, sillas de montar, toquillas, cinturones, sombreros y otros artículos, son prueba fehaciente de la pita, una fibra vegetal que tiene durabilidad por décadas e incluso se han encontrado piezas que han resistido por más de cien años, eso como diría Ripley, Aunque usted no lo crea…

Por eso los hacedores de dicho arte, admiten que, con el piteado de Colotlán, Jalisco, la silla charra de montar se convierte en un trono. 

Esta entrega la hicimos el 27 de septiembre de 2006, hoy es parte de la historia.

ORÍGENES Y ORGANIZACIÓN DE LA FERIA DEL PITEADO Y LA CHARRERÍA

Por: José Alonso Serrano Campos

En Colotlán la tradicional feria anual existe desde 1971, pero antes era una feria que se llamaba “Feria Regional Agrícola y Ganadera” y el detalle más significativo era que se desarrollaba durante el mes de diciembre de cada año, no como en mayo actualmente.

Sin embargo, durante la expansión productiva y comercial de los artículos bordados con pita entrados los años noventa, el Presidente Municipal en turno aprovechó esa coyuntura comercial para “promover” a los talabarteros y su producción artesanal, creando una feria que se reconociera como el evento anual más importante del municipio.

Se consideró que era importante “dar apoyo a ese sector” que hasta ese momento se había quedado fuera de la conmemoración del aniversario de Colotlán un año antes, se habían conmemorado los primeros 400 años de la fundación para lo cual se organizaron eventos cívicos, culturales y deportivos, pero el grupo de artesanos local no participó de esta festividad, o por lo menos no como grupo organizado o representativo del sector económico.

Además, Jesús Alejo Mayorga, Presidente Municipal en turno, consideró que la Feria que se venía realizando podría tener “identidad propia”, haciendo varios cambios considerables en el calendario anual de festividades. Primero se modificó el nombre y la fecha de realización de la feria, de ser “Feria Regional Agrícola y Ganadera” cambió por el nombre “Feria Nacional del Piteado”; de realizarse en diciembre, cambió de fecha para realizarse en la primera semana de mayo de cada año, cubriendo diez días, esto con el objetivo de “impulsar” también la economía local, dado que los seis primeros meses del año abarcan la temporada de secas y es “la más pesada” en términos de trabajo agrícola y ganadero, en general de poca oferta laboral y de poca circulación de dinero.

Posteriormente se denominó a Colotlán como “Colotlán: capital mundial del piteado”. Para que hubiera un registro de esos cambios se instaló un anuncio de considerables dimensiones sobre la carretera en la salida norte de la cabecera municipal, rumbo a la capital zacatecana que dice: “Bienvenidos a Colotlán capital mundial del piteado. Arte y tradición”. De esta manera, la autodenominación se hizo formal al cambiar el nombre a la feria, la fecha de realización y el anuncio en la entrada a la cabecera municipal. Así desde 1991 la Feria Nacional del Piteado se realiza anualmente los primeros diez días mayo, con interrupción en tres años por las pandemias del virus H1N1 y Covid 19. 


INSTITUCIONES ENCARGADAS DE LA ORGANIZACIÓN DE LA FERIA

El ayuntamiento es quien organiza, con ayuda de otras instituciones, la Feria Nacional del Piteado y la Charrería (FENAPI), para esto organizó un Patronato, con integrantes del mismo gobierno municipal, en el que se nombran varios vocales, quienes, a su vez, son los directores de algunas oficinas que administra el Ayuntamiento.

Los vocales dan forma a las comisiones para los diversos eventos que se presentan durante los días de feria. Estos vocales también determinan la jovencita que será la reina de la feria en cada ocasión. En un inicio, al menos durante las primeras doce ediciones, las interesadas acudían a los certámenes de belleza que organizaba el ayuntamiento. Si bien, el patronato es un órgano “independiente” de la administración municipal, no cuenta con un reconocimiento legal, por lo que el gobierno municipal se encarga de sufragar los gastos del evento.

En realidad, esta figura “oficial” del patronato, es sólo un organismo que se encarga de delegar las funciones de la organización institucional de la misma forma que lo hacen en la administración pública, sólo que en él participan como vocales, los presidentes de varias asociaciones locales. Las comisiones de trabajo son: difusión, organización de terrazas, teatro del pueblo, logística, deportes, charreadas, seguridad pública y limpieza. 

Cada comisión se encarga de organizar los eventos que les corresponden. También participan otras instancias como escuelas primarias, la Preparatoria, la Universidad de Guadalajara y algunos comerciantes pero estos sectores no tienen participación en la organización, es decir, no integran el patronato de la feria, sólo participan “externamente” en los desfiles de inauguración; Las diversas asociaciones y organizaciones que participan son: Asociación Ganadera de Colotlán, El Consejo Regulador y Promotor del Piteado de la zona norte, A.C. (cuando existía), la Asociación de Charros de Colotlán, entre otras. 

Iconográficamente tiene varios logotipos, en la esquina izquierda de su publicidad el escudo de armas de Colotlán y en la derecha, una imagen de una silla para montar piteada, a veces cinturones, grecas, edificios distintivos, depende de los diseños que cada patronato establece como imagen de la feria.

Por lo general, el sector educativo participa en el desfile de inauguración con carros alegóricos, en la presencia de los alumnos a través de competencias deportivas; mientras que los comerciantes participan en eventos de peleas de gallos, instalación de “terrazas” en la plaza municipal. Las terrazas son puestos instalados alrededor de la plaza principal en el que se vende bebida y comida. Tienen toldos de tipo árabe que la cervecería regional les proporciona, así como mesas y sillas de metal o plástico de importantes empresas refresqueras. La terraza es adornada con accesorios que aluden al campo o la charrería. Cada comerciante que “alquila” el espacio para instalar su negocio paga impuestos al Ayuntamiento. Los horarios de servicio en las terrazas son alrededor de las 5:00 de la tarde hasta las 4:00 de la mañana, sobre todo, los últimos tres días de la Feria que son los días de mayor afluencia de visitantes.  Se instalan de puestos de comida, bebida, diversión alrededor de la plaza principal de Colotlán y otros eventos.

Como el objetivo de la Feria es impulsar a los talabarteros en la venta de los artículos piteados, el Ayuntamiento en coordinación con talabarteros se encargan de planear una exposición artesanal de artículos bordados con pita con el objetivo de dar a conocer la artesanía y promover la venta de artículos; también se rinden honores a algún talabartero importante que a lo largo de su vida haya adquirido cierto prestigio por su labor. 

Para esta exposición el Ayuntamiento se encarga de otorgar apoyo logístico y museográfico y en algunas ocasiones de premiar a las mejores piezas presentadas. Los talabarteros organizados se encargan de promover la participación de sus miembros y de patrocinar los implementos que utiliza la reina de la Feria –corona, cetro y huaraches-. La exposición de artículos piteados está abierta a todos los talabarteros de la región norte de Jalisco, sin embargo, no todos participan. Otro de los grandes eventos que se organizan, además de la instalación de la Feria como espacio “oficial” y la exposición de artículos bordados con pita, es la charreada de cuya morfología se encargan el Ayuntamiento Municipal y la Asociación de Charros de Colotlán, ésta última se encarga de organizar el Torneo del Piteado y la Charrería en el lienzo charro local “Gabriel Campos Aguayo”.

La Asociación de Charros promueve y organiza el torneo invitando a otras asociaciones de charros del país, dentro del marco de la Feria del Piteado, el Torneo del Piteado y la Charrería comenzó en el año 2000 y lleva años de realizarse. Según algunos entrevistados miembros de la asociación local de charros, consideran que este torneo nació como una necesidad de promover la charrería a nivel regional y ocupar un lugar en la Federación Mexicana de Charrería.

En él participan jueces de la Federación lo que garantiza que el torneo local tenga la institucionalidad y se cumplan los reglamentos oficiales marcados por las instancias nacionales. En ese sentido, el torneo de charrería local tiene cierta formalidad ante asociaciones y equipos de charros de otras regiones del país lo que hace que estas organizaciones estén interesadas en participar anualmente. 

El Torneo premia a los tres primeros lugares con sillas para montar de gala bordadas con pita, las cuales son compradas por la Asociación de Charros de Colotlán a distintos talabarteros que se especializan en la elaboración de monturas. Por su parte, la Asociación Ganadera de Colotlán también organiza una exposición de ganado en sus instalaciones. En ella participan distintos ganaderos de la región y de otras partes del país donde se exponen diversos tipos de ganado, avances tecnológicos en la mejora de las razas, y en general todos los implementos y empresas que se encargan de abastecer de alimentos y herramientas a los ganaderos. También se organizan peleas de gallos en la que participan grupos de diversas partes de México y finalmente equipos deportivos locales y regionales de básquetbol, futbol y volibol.

En lo que corresponde a los eventos musicales se organizan dentro del marco del “Teatro del Pueblo” que es un escenario que se adapta temporalmente a un costado de la iglesia de San Luis Obispo, donde se inaugura formalmente la Feria con la coronación de la reina por parte del presidente municipal y donde todas las noches de la feria se presentan artistas de música vernácula y otros géneros musicales. Aquí también se hace el cierre formal de la feria. Todos estos eventos, exposiciones y competencias dentro del marco de la Feria Nacional del Piteado y la Charrería pretenden que sea el evento más importante del calendario festivo del municipio, sin dejar de lado, por supuesto, la importancia de las fiestas religiosas católicas.


Reinas de la Feria Nacional del Piteado

Por: José Alonso Serrano Campos

La Feria Nacional del Piteado ha servido de plataforma para la belleza colotlense, las embajadoras que han sido coronadas como reinas además de representar dignamente la artesanía del piteado, han sobresalido profesionalmente en sus distintas actividades y en certámenes de belleza cómo Miss Imagen Jalisco y Señorita Zona Norte de Jalisco.

Una característica que se hizo tradición a partir del año 2004 es que las reinas sean coronadas con un ajuar piteado: corona, banda, cetro y accesorios realizados por alguno de los talabarteros locales. Esta invención fue desde con Sonia en 2002 y 2003, cuando su familia le confeccionó la que se considera la primera corona piteada, si bien no fue coronada con ella, en distintos eventos la portó orgullosamente, de ahí se sigue realizando en cada edición.

XXXI Feria 2024 Montserrath






XXX Feria 2023  Esmeralda





XXIX Feria 2022 Anahí


 


XXVIII Feria 2019 Aydé

 

XXVII Feria 2018 Karla


XXVI Feria 2017 Gabriela


XXV Feria 2016 Daniela



XXIV Feria 2015 Stephany


XXIII Feria 2014 Paulina


XXII Feria 2013 Isela


XXI Feria 2012 Sandra


XX Feria 2011 Valeria


XIX Feria 2010 Paloma


XVIII Feria 2009 Jeanette



XVII Feria 2008 Marcela 



XVI Feria 2007 Nancy


XV Feria 2006 Rebeca 


XIV Feria 2005 Paola

  


XIII Feria 2004 Alejandra


XII Feria 2003 Chayito



XI Feria 2002 Sonia



X Feria 2001 Deisy



IX Feria 2000 Diana



VIII Feria 1999 Felicia


VII Feria 1998 Silvia


VI Feria 1997 Natalia



V Feria 1996 Yudith



IV Feria 1995 Ofelia



III Feria 1994 Aracely


II Feria 1993 Esmeralda


I Feria 1992 Paty



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