miércoles, 16 de abril de 2025

La Guerra Cristera en Colotlán de 1926 a 1929

 

Gobernaba al país el General Plutarco Elías Calles, desde el 1° de diciembre de 1924, cuando el 7 de julio de 1925, cobró importancia, sobre todo en Jalisco, Guanajuato y el Distrito Federal, la organización de tipo exclusivamente religioso llamada Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR), y que los dirigentes del clero mexicano habían fundado con anterioridad, de conformidad con el Papa romano y con exclusivo objeto de combatir la tareas del gobierno, particularmente sobre legislación obrera, educación y reparto de tierras.

Calles era considerado como el peor enemigo de la religión católica; motivo por el cual comenzó la subversión de la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad Religiosa que encabezaron los dirigentes con motivo de encauzar las tareas hacia los fines perseguidos, se celebró en Guadalajara, en los primeros días de enero de 1924, la Convención de la Unión Popular Jalisciense, organismo que era una especie de la Delegación de la LNDLR.

En esta convención —dice Antonio Rius F., autor del México Cristero- usaron de la palabra, el asistente eclesiástico de la Unión diocesana, Canónigo Garibi Rivera, después Cardenal de México; el Reverendo Padre Méndez Medina; el R.P. Ocampo; el P: Higinio Gutiérrez; el Lic. Agustín Navarro y el Lic. Agustín Yánez (este último, Director del Periódico "La Época") fundado por el dinámico caballero de San Gregorio Magno, Pedro Vázquez Cisneros. Agustín Yáñez ocuparía la Gubernatura del Estado de Jalisco, seis lustros más tarde, como representativo de la Revolución.

Como se ve, éstos fueron los primeros pasos que se dieron para dar mayor fuerza a una organización que más tarde había de ser la directora intelectual del conflicto armado, llamado Revolución Cristera pero no solamente se vigorizó la existencia de la Liga Nacional de la Libertad Religiosa (LNOLR), sino que también cobró nuevos impulsos la organización denominada Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), que preparó a muchísimos jóvenes para lanzarlos oportunamente a la lucha armada.

La Ley Reglamentaria del Artículo 130 Constitucional, aprobada el 4 de enero de 1926 y que entre otras cosas establecía la conveniencia que cada Entidad Federativa, por decreto respectivo de su Cámara Local, fijara el número de sacerdotes indispensables en cada ciudad de su jurisdicción; el derecho a ejercer el ministerio en cuestión, solamente a los mexicanos; la prohibición del culto externo y otras disposiciones de menor importancia, como la Ley Calles (Decreto que reformó el Código Penal Federal), que entró en vigor el 31 de julio de 1926 y que a la vez establecía también sanciones a las corporaciones religiosas y sus ministros, al incurrir en desobediencia a los mandatos de la reglamentación del citado Artículo 130, fueron el motivo para que estallara con todos sus horrores, el conflicto armado a que nos referimos.

Le habían asegurado que el 30% de la población mexicana estaba dispuesta a sacrificarse en defensa de la fe y los intereses de la iglesia católica, y que, en unos cuantos meses, la situación quedaría completamente dominada.

Los sacerdotes atendieron desde luego la disposición, absteniéndose de concurrir a los templos y suspendiendo toda clase de servicios religiosos. Muchos se dedicaron a visitar las casas de los fieles y otros menos sagaces empuñaron las armas, levantando grupos rebeldes. Comenzaron los levantamientos en distintas partes del territorio nacional, los motines y contrabando de armas.

En Colotlán, el 2 de agosto de 1926, un grupo de más de trescientas devotas, pretendieron linchar al comerciante Plácido Vázquez, cuando ya los hermanos Herminio y Felipe Sánchez, Salvador Cordero y otros, estaban preparados, organizando grupos por el rumbo de Totatiche.

El motín de las devotas se complicó por el poco tino del Vicepresidente Municipal en funciones, Sr. Dr. Don Pascual Cumplido, agregado a la simpatía que encubrió al iniciarse el mismo, pero que quedó de manifiesto al comprobarse que su esposa había sido una de las principales dirigentes del mismo. Sucedió de la siguiente manera: Plácido Vázquez, Regidor del H. Ayuntamiento, se había dado cuenta que la policía atravesó la plaza de armas conduciendo al Sr. Francisco Flores, que, en estado de ebriedad, gritaba sin descanso: "Me llevan porque soy católico", "Viva Cristo", "Viva Cristo Rey', y otras cosas más. Vázquez, liberal de extrema izquierda, entrevistó más tarde al Dr. Cumplido para sugerirle le impusiera a Flores un castigo ejemplar. El Vicepresidente, que era de carácter muy violento, le contestó que aún que tenía el cargo de Regidor, distaba mucho de convertirse en jefe de él, y que por lo tanto, se largara y dejara de entrometerse en asuntos que a él sólo correspondían. Hechos de palabras, se disgustaron, llegando a decirle el doctor, que en la tarde reuniría a los Munícipes para entregarles la Presidencia. Vázquez a su vez, le contestó majaderamente, retirándose encolerizado.

Al día siguiente, encontrándose enfermo el Sr. José Flores, llegó a la casa de éste el Dr. Medellín, que venía desde Zacatecas a atenderlo. Cuando llegó, se encontraban con el enfermo algunas personas, entre ellas el Sr. Miguel del Muro, y preguntando al médico sobre qué novedades traía, éste contestó que en Zacatecas no había cosa notable, pero que en Jerez pudo darse cuenta que había muchas fuerzas federales, mismas que habían cerrado el templo y que al salir él hacia esta ciudad, habían tomado otro rumbo.

Esta información bastó para que todos los presentes se alarmaran; Miguel del Real se despidió luego y presuroso se encaminó a la casa del párroco Sr. don José Martínez y nerviosamente lo puso al corriente de las novedades, y ambos se fueron a la iglesia junto con otras personas a quienes pudieron informar momentáneamente. La noticia se extendió rápida en pocas horas, y en la tarde las mujeres llenaron la iglesia, informadas por el sacerdote, que les anunció el cierre del templo y la ausencia de Dios de la ciudad, comenzaron a llorar desconsoladamente. Una comisión de las mismas trató de entrevistar al Dr. Cumplido, pero el mandatario pretextando indisposición, les informó a través de su señora esposa, que él no podía hacer nada a su favor, que si los templos se cerraban, era cuestión de atender alguna disposición del Gobernador del Estado, pero que en todo caso los señores Regidores serían quienes dirían la última palabra. La señora de Cumplido, que desde ese momento se perfiló como una de las directoras del motín, alteró la situación con protestas airadas y contando además las dificultades que tuvieron dos días antes Cumplido y Vázquez.

Ante situación tan alarmante, más de 300 devotas irrumpieron armadas con garrotes, machetes y hasta armas de fuego, de la iglesia hacia la calle Cuauhtémoc, el Mercado y la Plaza Principal, encontraron a J. Jesús Rosales, que fungía como Regidor, y gritando: "mátenlo por enemigo de Dios”, se le echaron encima. Rosales no se atemorizó, haciendo ademanes con demasiada sangre fría, logró contenerlas en un instante, por haberles hablado en nombre de Jesucristo, citándoles bellos pasajes bíblicos y haciéndoles comprender que estaban en un error, ya que él era católico. Su admirable sangre fría lo libró de haber sido muerto por las fanáticas.

Las amotinadas se dirigieron luego al comercio de otro de los Regidores, el Sr. Enrique Basurto Aviña que, sorprendido por la gritería, se retorcía las manos con impaciencia y pavor, Implorando calma, logrando al fin salir ileso gracias a su parentesco con el Cura Ortiz, conocido de las revoltosas y a quien aludió varias veces.

La mayor parte de las fanáticas se habían ido a casa de Plácido Vázquez en esos momentos, apedrearon muebles, macetas y otros útiles. El P. Espinosa, que circunstancialmente pasaba por allí y Bartolo Ramos Jr., novio de una de las hijas de Vázquez, llamada Rebeca, lograron calmar a las amollinadas. El Sr. Ramos quitó a su novia un rifle, pues la muchacha, a pesar de su corta edad, intentó disparar a las devotas desde una de sus habitaciones.

Dispersa la multitud, las devotas no recibieron castigo alguno, solamente Adelaida de la Isla, que era Maestra al servicio del Sistema Estatal, fue cesada de su empleo, por ser una de las dirigentes principales.

Algunas personas consideran que el Dr. Cumplido pagó muy caros sus errores y los de su esposa, ya que a ello se atribuye su muerte acaecida en Guadalajara poco tiempo después. Se asegura que una noche fue sacado violentamente de su domicilio particular por individuos que portaban el uniforme reglamentario del ejército nacional, mismos que lo asesinaron en despoblado a la salida de la Capital.

En Chalchihuites, Zacatecas, durante ese mismo mes, el Secretario del Ayuntamiento denunció una conspiración jefaturada por el P. Batís; fue comisionado por la Jefatura de la Zona Militar, con cabecera es Zacatecas, el Teniente Blas Maldonado, que se trasladó a aquel lugar y aprehendió al sacerdote, junto con otros jóvenes. Como tratara de fusilarlos, el pueblo se amotinó, por lo que el oficial tuvo que salir de pueblo con los prisioneros. El populacho instigado por Pedro Quintanar, comerciante de Huejuquilla el Alto, que a razón se encontraba en aquella población, pretendió perseguir a los federales para arrebatarles los presos, por los que éstos tuvieron que hacer fuego sobre los amotinados, resultando algunas personas muertas y otras heridas. Como los perseguidores continuaron de lejos organizándose y tratando de enfrentarse a las tropas del gobierno. Maldonado fusiló a los prisioneros, volviéndose a Zacatecas.

Con este motivo, Pedro Quintanar se levantó en armas y enterado el Jefe de la Zona Militar, Gral. Eulogio Ortiz, organizó su persecución y Quintanar tuvo que andar durante algunos días a salto de mata optando por la rendición, que se llevó a cabo en septiembre, entregando al General las armas de que disponía.

Pero Quintanar no era hombre que cumpliera su palabra, así que supo de los levantamientos en la región sur de Colotlán, con fecha 1° de noviembre volvió a las armas, levantando en Huejuquilla 200 rebeldes con los que se encaminó al sur y en el “Gato” en compañía del P. Montoya, se ofició una misa de campaña, a la que concurrieron distintos grupos rebeldes que habían sido convocados. Después de la misa, se reconoció como Jefe Supremo de las fuerzas al Sr. Herminio Sánchez, teniendo un encuentro con los federales pocos días después, en las inmediaciones de aquel lugar.

Derrotados emprendieron la marcha hacia Colotlán, pero no se decidieron a atacarlo y el grueso de la columna se dividió, volviendo una parte a Huejuquilla y siguiendo la otra hacia el sur, siendo derrotados nuevamente en Coculitén a mediados de noviembre, pero volviéndose a reunir el día 20 -transcribo al autor de México Cristero- en Villa Guerrero, Jal., continuaron con varios incidentes su incansable peregrinación y el día 26 se enfrentaron en las Atarjeas, entre Totatiche y Colotlán, a un enemigo superior.

Los rebeldes se encontraban “afortinados” a lo largo de un ancho vallado y cercas que servíanles de protección y el número aproximado podría variar entre mil y mil doscientos hombres. El número de federales que mandaba como Jefe el Gral. Eulogio Ortiz y su segundo el Gral. Arenas, era un número de quinientos hombres, con la ventaja de que éstos contaban con mejor armamento y mayor pericia en la estrategia militar.

La batalla comenzó a temprana hora, ya que el Gral. Ortiz, avisado de antemano por sus espías, estaba enterado del lugar donde se encontraba el enemigo, el cálculo aproximado de su número y la clase de armamento con que contaba y no obstante la superioridad de los cristeros, se les enfrentó decididamente y con premura. todavía al medio día, era de punto imposible conseguir ventaja sobre las posiciones rebeldes, a pesar de las distintas maniobras de estrategia que disponía frecuentemente el clarín.

Con demasiada insistencia se divisaba a un charro que en brioso caballo recorría las posiciones de los cristeros. Descansando el general con parte de su Estado Mayor a la sombra de unos árboles en una pequeña prominencia, casi fuera del alcance de los proyectiles enemigos, enfocando sus gemelos al cerro de las líneas enemigas, llamó su atención la valentía del charro que desafiaba la muerte alentando a sus hombres. Pasó los gemelos al Sr. Primitivo Huizar con la orden de fijarse en tan valiente jinete, para ver si lograba reconocerlo, ya que sospechaba que fuera el general en jefe enemigo. El Sr. Huizar que conocía personalmente al Sr. Herminio Sánchez, confirmó la sospecha del general, al asegurar que se trataba de él.

El Gral. Ortiz, tomando nuevamente los catalejos, comentó que no estaba difícil tumbarlo e invitó a varios oficiales allí presentes, a realizar voluntariamente tamaña comisión, ofreciendo al que la cumpliera, el grado de coronel.

Un Subteniente apellidado Castro, contestó inmediatamente que él mero se lo "echaba" y que solamente necesitaba a alguien que lo protegiera llamando la atención del enemigo desde un grupo de magueyes que se encontraban a escasos metros de las líneas rebeldes.

Como nadie se decidiera a hacerlo y un silencio aterrador puso los nervios en tensión, con voz irónica retó al Sr. Primitivo Huizar, diciéndole: "pos a ver si deberas es usté hombre". Y él aceptó el reto, suplicándole al General le facilitara un fusil ametrallador. El General accedió y ordenó de inmediato al Gral. Arenas que con un buen número de soldados llamara fuertemente la atención del enemigo en otro punto distante al que Castro había elegido para cumplir con su misión voluntaria.

Las órdenes fueron cumplidas en el acto y el Subteniente Castro y el Sr. Huizar arrastrándose como torpes reptiles, con el objeto de pasar desapercibidos por el enemigo, se deslizaron pesadamente. Fue un momento que les parecieron siglos. Finalmente, el señor Huizar alcanzó el punto convenido y tras un montón de piedras comenzó a disparar con el propósito de distraer al enemigo y lograr que Castro llegara a su destino. Éste continuaba arrastrándose entre el abrojal y por momentos daba la impresión de un cadáver, pero logró situarse en el sitio por él escogido. Minutos después apareció el charro, próximamente al lugar de acecho y Castro abrió fuego. El estrago del combate era aterrador a lo largo de la línea y minutos después se vio como el charro caía del caballo. El Genera, que observaba atentamente con sus gemelos, también lo vio y el corneta tocó diana. El bando rebelde pareció confundirse, pero al percatarse de la presencia cercana del Subteniente, más de 50 fusiles le vomitaron su plomo mortífero, quedando muerto en el acto.

Aunque el Sr. Huizar no reveló el número de federales muertos, por prohibirlo las ordenanzas, si decía que el número de heridos sobrepaso a 15, entre ellos el Gral. Arenas, a quien una bala expansiva le atravesó los muslos. Por parte del enemigo calculó alrededor de 30 muertos, sin precisar el número de heridos. Debido a que los rebeldes se retiraron sin ser perseguidos, se logró enterrar a los muertos y recoger a los heridos. Al valiente Castro se le rindieron honores de coronel.

Con la muerte de tan connotado Jefe Rebelde, los cristeros perdieron parte de su buena organización y dirección atinada. Felipe Sánchez, Salvador Cordero, Justo de Ávila, Pedro Quintanar, Castañón y otros jamás tuvieron la capacidad y dotes militares del General Herminio Sánchez Sánchez, caído el 26 de diciembre de 1926.

Los agraristas de la religión, aunque muy pocos entonces y todavía sin haber recibido los beneficios de la Revolución Mexicana, sus solicitudes estaban en trámite, pedían armas a gritos para defender sus intereses y su ideología revolucionaria.

El precursor del agrarismo regional, Sr. Don Martin Plascencia, reforzado ahora por los Sres. Primitivo Huizar Robles, Rogaciano Márquez, José María Navarro y otros, urgían a las Autoridades Agrarias la dotación profesional a varios ejidos, que desde 1924 iniciara Plascencia.

Por fortuna, a fines de 1926, el gobierno accedió a proporcionarles armas y al grito de Tierra y Libertad", se enfrentan a los rebeldes en varias acciones, muchas veces acompañando al ejército federal.

El 1° de enero de 1927, tomó posesión como Presidente Municipal el Sr. Francisco R. Mayorga pero como no conviniera a los intereses de la política, que comenzó a balancearse a favor del agrarismo, tuvo que entregarla a los cuatro días al Vicepresidente Sr. Felipe Macías, que el 13 de abril del mismo año la entregó a Leovigildo Corona, líder consumado que convivía con el grupo anticristero y que terminó al finalizar el año. Lo sustituyó en una breve licencia de 11 días el señor Macías.

A principios de 1927 comienza a sonar un nombre hasta entonces desconocido en la ciudad y en la región, y que había de opacar a todos los agraristas, aprovechándose del espaldarazo que de buena fe le habían dispensado lo más distinguido del grupo liberal. Agustín Rivera, originario de El Carrizal.

Entre tanto, la rebelión cundía por todo Jalisco, particularmente en Los Altos y en nuestra región y el número de armados ascendía constantemente, tanto en las filas rebeldes como en las agraristas.

Las comunidades de El Carrizal, municipio de Colotlán, Sotoles y Huacasco, del municipio de Santa María de los Ángeles, fueron dotadas de tierras provisionalmente en septiembre y octubre de este año y esta circunstancia aumentó el odio del bando rebelde.

Durante el año a que nos referimos, la ciudad estuvo resguardada por agraristas y fuerzas federales al mando del Teniente Coronel Medina, que con frecuencia salían a batirse al enemigo por distintos rumbos.

El domingo 8 de mayo de ese mismo año, los rebeldes al mando de Felipe Sánchez, Quintanar y otros, pusieron sitio a Colotlán. Comenzada la acción a temprana hora, se prolongó hasta medio día en que los sitiadores se retiraron dejando algunos muertos, en vista de haber sido atacados a retaguardia por los agraristas de Huacasco. Los Cristeros tomaron la plaza, en dicho combate hubo 55 muertos, entre ellos el Presidente Municipal y el jefe de las defensas sociales.

El día 5, es decir tres días antes, se había celebrado una corrida de toros, con motivo de la conmemoración de la Batalla de Puebla, y se había anunciado para el día 8 la siguiente, que no se realizó, debido a las circunstancias antes apuntadas.

El Teniente Coronel Medina, durante sus salidas, acostumbraba dejar resguardada la plaza con elementos agraristas y a fines de mayo se dirigió a Totatiche, donde aprehendió a los padres Magallanes y Caloca, a quienes condujo a esta ciudad la noche del 25 de ese mes, fusilándolos otro día al amanecer en los corrales de la Presidencia Municipal, y tirándolos a la calle frente a la misma, donde estuvieron varias horas los cadáveres. Muchas personas desfilaron ante los mismos y en algodones recogían la sangre de los cuerpos, ante la mirada de los soldados.

El 21 de agosto del tantas veces mencionado año de 1927, el Sr. Gral. Crisanto E. Quintero, Comandante del 75° Regimiento, fijó su matriz en Tlaltenango de Sánchez Román, comenzando desde luego una formal persecución de los rebeldes.

Por esos días, había sido designado por la Liga Nacional de la Libertad Religiosa (LNDLR) jefe de las fuerzas rebeldes en el Estado de Jalisco, el Gral. Enrique Gorostieta. Era nativo de Monterrey y estudió en el Heroico Colegio Militar y ya en 1910, era Cadete. Alcanzó en pocos años el Generalato y en tiempos de don Venustiano Carranza, fue dado de baja del ejército y tuvo que salir del país.

Con tan experimentado Genera, el Episcopado Mexicano y la LNDLR, creyeron seguro su triunfo al menos en el estado de Jalisco.

Gorostieta tomó luego el mando de las tropas que se le confiaron y poco después se le unieron José Ma. Gutiérrez y Teófilo Valdovinos, que unidos atacaron Jalpa, donde estuvieron a punto de derrotar a los federales; más tarde tuvieron otra escaramuza en Florencia, Zacatecas pero sin resultados a su favor. Parece que el más afortunado lo era Pedro Quintanar, que muy pronto fue ascendido a General por el mismo Gorostieta.

Al mando de Quintanar, operaban distintos grupos distribuidos en Durango, Zacatecas y nuestra región.

En el área huichola, su segundo era Juan Bautista; en Huejúcar y Monte Escobedo, el mayor Luis J. Montellano y por Colotlán y Totatiche, el Coronel Felipe Sánchez.

El Gobierno Estatal, influenciado por los amigos de Jorge E. Preciado, confeccionó la planilla de munícipes para 1928, misma que encabezaba este; pero Leovegildo Corona y Agustín Rivera, junto con los agraristas, habían preparado la suya y que encabezaba Agustín Rivera. Por tal motivo, cuando se tuvo noticia de que Preciado venía en camino a tomar posesión de su cargo, Corona y los suyos tomaron algunos acuerdos tendientes a adueñarse del poder, después de una serie de reuniones secretas.

El 1° de enero de 1928 cuando Preciado trató de tomar la Presidencia, acompañado de varios amigos se encontró con que las guardias agraristas, apostadas en todas las entradas del edificio, le impidieron la entrada. Trató de atemorizar a las mismas y a los responsables del bloqueo señores Manuel Pacheco Ávalos, Primitivo Huizar y otros. Estos contestaron que se retirara inmediatamente de la ciudad, por no haber encontrado apoyo. Tomó posesión de la Presidencia el Sr. Agustín Rivera y como Vicepresidente el Sr. José María Navarro, ambos agraristas. Esta fue la segunda ocasión que el grupo agrarista se adueñó del poder aunque esta vez por la fuerza.

A partir de este hecho, Rivera se perfiló como líder agrarista de la región, su personalidad y valentía mucho le ayudaron para encumbrarse, aunque su falta de cultura más tarde dividió a los agraristas y liberales en dos bandos distintos. Equivocadamente los de extrema izquierda representados por los agraristas, calificaron a los primeros de reaccionarios: J. Jesús Rosales, Adolfo y José de Jesús Moreno, Prof. Francisco J. Martínez, Carlos M. De León, Andrés Iturriaga, Segundo Ortega, J. Inés Huizar y otros, aunque la mayoría eran católicos, distaron mucho de ser reaccionarios.

Agustín Rivera fue uno de los pocos presidentes con grandes dotes de organizador que haya tenido nuestra ciudad, no obstante su carácter recio y su escasa cultura.

En mayo del mencionado año, realizó brillantes festividades en ocasión de la conmemoración de la Batalla de Puebla: desfiles, toros, serenatas, etc., hicieron olvidar a los tranquilos habitantes, el apogeo de la rebelión cristera.

Reconstruyó el Palacio Municipal, cotizando forzosamente a los comerciantes y demás personas solventes de la ciudad. Durante esta etapa del gobierno, en que se advierte ya un marcado interés por el mejoramiento de la Administración Municipal, y particularmente por el impulso a la educación, cuando menos en el área urbana, tuvo como su mejor amigo y consejero al dinámico y culto Prof. Francisco Javier Huizar Martínez.

En este mismo año, el Jefe de la Guarnición de la Plaza, Capitán Vela Gil, construyó con los elementos a sus órdenes, el quiosco de la plaza principal.

El movimiento rebelde continuaba extendiéndose y periódicamente amenazaba a Colotlán. Después del toque de silencio, dado a las nueve de la noche, en el Cuartel Federal, ubicado entonces en la casa donde se encontraba la Oficina Subalterna Federal de Hacienda, por la calle Guerrero, ningún ciudadano podía salir a la calle, y el que lo hacía, era conducido por los soldados al cuartel, donde se le interrogaba minuciosamente. Al día siguiente era multado por el propio Capitán Vega, sanción que sólo consistía en material de escritorio que el multado compraba en determinada tienda, mismo que era vendido posteriormente por el flamante Capitán.

Con frecuencia se soltaban "borregos", como llamaba el populacho a las falsas alarmas, de la presencia del enemigo en las cercanías de la ciudad. La gente corría a sus casas y muchas veces las damas rompían sus faldas que eran angostas y largas, para poder correr, por lo general se anunciaba la proximidad de los rebeldes con campanadas, pero esto sólo acontecía cuando el alto mando militar de la plaza lo disponía, indicándose con ello la posibilidad de una escaramuza.

Fuera de la acción de armas del 8 de mayo del año anterior, durante los primeros meses del año de 1928, no volvió a registrarse escaramuza de importancia.

La semana anterior a la Mayor o "Santa", se rumoró que el Coronel Felipe Sánchez estaría con seguridad en la ciudad a la capirotada, uno de los días santos. Por tal motivo las fuerzas agraristas, ya que el resguardo federal había salido de la población, permanecieron acuarteladas, al mando de sus jefes, en los mesones.

Finalmente, como se suponía, la mañana del lunes santo, entraron a la ciudad los rebeldes y la cruzaron de poniente a oriente, en la más completa de las calmas y tranquilidad, y repartidos en grupos. Atrevidamente uno de los mismos pasó casi por el centro de la población, cuando ya los agraristas habían ensillado y salido a las calles en su persecución, misma que se prolongó por distintos rumbos, sin que los visitantes audaces se atrevieran a enfrentarse a sus perseguidores, que dos horas más tarde, regresaron sin novedad.

El Sr. Agustín Rivera no terminó su periodo anual, pues con fecha 1° de noviembre de ese año, entregó el mando a don Jesús Rosales. En sus breves ausencias, que fueron algunas, lo sustituyó el Vicepresidente, el Sr. Don José María Navarro.

Hay que hacer notar que en el periodo de gobierno de Agustín Rivera, se exigió el uso del pantalón a todos los individuos, pues eran contadas las personas que lo usaban, dándose un espectáculo muchas veces hasta inmoral con el uso del calzón. Los policías recorrían las calles de la población en busca de niños vagos para llevarlos por la fuerza a la escuela, de tal suerte que la ciudad se proyectaba hacia nuevas costumbres, luchándose por la cultura.

Comenzaba ya por esos días a gestarse un movimiento de oposición al grupo agrarista, de tipo netamente político y el que en su primer intento no tuvo éxito. Este lo dirigían Francisco R. Mayorga, J Jesús Rosales y Andrés Iturriaga. El partido agrarista estaba demasiado fuerte, sostenido por hombres de la tala de Paco Huízar Martínez y otros que continuamente estaban acostumbrados a ver cara a cara la muerte en los campos de batalla.

Agustín Rivera tuvo la debilidad de no entender esta situación, que se le presentaba velada, dado a sus marcadas ambiciones de poder, así, creyó más tarde que él podía bastarse a sí mismo, con los elementos que le eran adictos y que, para hacer honor a la verdad, muchos de ellos, quizá los más valientes, aprovechaban la oportunidad para cometer toda clase de tropelías, aunque con demasiada discreción.

Nuevamente el bando agrarista, que contaba todavía con el espaldarazo de los revolucionarios a que se hizo mención anteriormente, triunfó en las elecciones municipales y el 1° de enero de 1929, el C. Agustín Rivera vuelve a hacerse cargo de la Presidencia, fungiendo como Vicepresidente el Sr. J. Jesús Rosales.

A principios de 1929 el Presidente de la República, Lic. Emilio Portes Gil, fundó el PARTIDO NACIONAL REVOLUCIONARIO que luego tuvo comités en todas las ciudades de Jalisco. En Colotlán, los fundadores del PNR fueron los CC. José Ma, Navarro, J. Jesús Rosales, Leovigildo Corona, Fernando Bustio G., Primitivo Huizar, Prof. Francisco Huizar M. y otros.

El 3 de marzo de ese año de 1929, estalló una nueva rebelión en Sonora, acaudillada por el Gral. Gonzalo Escobar que, aunque no de tipo religioso, como la que todavía asolaba a Jalisco y Zacatecas, tuvo su origen en el pretexto de que el Presidente Portes Gil trataba de imponer la Candidatura del Ing. Pascual Ortiz Rubio a la Presidencia de la República en las próximas elecciones. Los rebeldes trataban a su vez de sostener a mano armada la del Lic. Gilberto Valenzuela y lograron astutamente el respaldo de la mayor parte del ejército federal y pronto se propagó en los Estados del norte del país. El bando cristero se puso en contacto con los Generales Escobar y Urbalejo, principales jefes federales rebeldes y parece que llegaron al acuerdo de ayudarse mutuamente.

Con ese motivo el gobierno federal ordenó la concentración de todos los elementos gobiernistas a la ciudad de Zacatecas.

Pocos días antes de la fecha en que las tropas federales, que perseguían a los rebeldes de la región y demás elementos adictos al gobierno, abandonaran la misma, voló sobre la ciudad un avión verde, en cuyas alas traía dibujado un círculo tricolor. Fue el primer aparato aéreo que conoció la gente y que causó terror en muchas personas analfabetas. Era tanto el fanatismo todavía en esa fecha, que las mujeres se hincaban santiguándose devotamente y otras con los brazos en alto le ponían las cruces expresando las más groseras maldiciones.

El 19 de marzo del año referido, el 75° Regimiento abandonó la región, acompañado de buen número de agraristas y familias simpatizadoras del gobierno constituido. Los segundos se quedaron en Jerez y agregándose a los agraristas de aquella ciudad, alcanzando las fuerzas el número aproximado de 400, que dispuestos, esperaron con tranquilidad el ataque de los cristeros, pues nuestra región y buena parte del estado de Zacatecas, habían quedado completamente dominada por los cristeros. Así, en los últimos días de marzo y primeros de abril, nuestra ciudad se vio llena de elementos del Ejército Libertador, al mando del famoso Gorostieta y demás jefes rebeldes que a su llegada realizaron un gran mitin en la plaza principal. Hubo discursos y descargas en señal de regocijo y atención al creer que su triunfo estaba asegurado. Se nombró Presidente Municipal al Sr. José Flores, comerciante de reconocida filiación rebelde. Pero este triunfo aparente de los rebeldes coterráneos no se había de prolongar por muchos días.

Portes Gil nombró, para combatir a los rebeldes del Norte, al Gral. Plutarco Elías Calles, quien con 30,000 soldados de línea derrotó a los sublevados al mando de Escobar, en menos de dos meses, La ciudad de Jiménez, Chihuahua, sirvió de tumba a las aspiraciones descabelladas del flamante Escobar.

A raíz de haber aplastado con demasiada prontitud la rebelión Escobarista, el Gobierno comisionó al Gral. Montalvo con mil soldados y seiscientos agraristas de la región, el objeto de pacificar a la misma, llegando a mediados de abril. Tuvo su primer encuentro en El Tesoro, cerca de Jerez, inmediatamente después de su llegada. 

En esa acción, más de doscientos federales dieron la espalda al enemigo, circunstancia que para en peligro no solamente al Estado Mayor del Gral. Montalvo, sino a todas las fuerzas gobernistas. Es de notarse que se peleó a bayoneta calada y que la batalla terminó después de medio día; se efectuó la más horrible confusión por haber robado los rebeldes la contraseña a los agraristas, que consistía en la manga del brazo izquierdo arremangada. Los cristeros, en número aproximado de 2,500, hacían esfuerzos denodados por ganar las ventajas de una elevación en el terreno de la lucha, y fue casi en las alturas de la misma donde los combatientes cayeron hasta el horror. El propio Gral. Montalvo estuvo a punto de caer abatido si no es por la intervención oportuna de los jefes agraristas, entre ellos el Sr. Primitivo Huizar, que protegiéndolo valientemente, lograron no solamente cambiar la contraseña de buen número de agraristas, sino instalar en las alturas tres ametralladoras, habiendo salvado la situación de desesperación de los artilleros que debidamente instalados, hicieron estragos en las filas enemigas.

El campo quedó cubierto de cadáveres, pertenecientes a ambos bandos, y ya entrada la noche llegó a Jerez y no obstante no haber sido derrotado, perdió muchas piezas de artillería y más de cien soldados, sin contar los desertores que por intervención de los propios jefes agraristas, conservaros la vida.

El General Montalvo no permaneció en Jerez, reorganizó su Estado Mayor y los distintos aspectos de su columna y salió inmediatamente para Colotlán, adonde sabía que se habían dirigido los rebeldes. Envió a la vanguardia a las fuerzas agraristas mandadas por el C. Luis Reyes, más tarde Gobernador de Zacatecas.

En Colotlán quedaban pocos cristeros, ya que la mayor parte se había marchado a reunirse con los de Pedro Quintanar y atacar a Jerez, proyecto que no llevaron a cabo, pues como se acaba de anotar, la acción se libró en El Tesorero.

Cuando tuvieron noticias de que fuerzas agraristas se acercaban, mismas que les fueron dadas por sus avanzadas de Santa María de los Ángeles y que en loca carrera llegaron a nuestra ciudad, la desocuparon inmediatamente dirigiéndose hacia el sur.

Fueron hechos muchos prisioneros, los que, sorprendidos, no tuvieron tiempo de huir por carecer de bestias. El Gral. Montalvo los llevó más tarde a Jerez, donde fueron puestos en libertad al terminarse el conflicto armado.

Los simpatizantes del Ejército Libertador tuvieron la mayor decepción de su vida al contemplar tristemente la ocupación de la ciudad por parte de las fuerzas gobernistas. Hemos de repetir que el bando agrario no tuvo en su haber ningún asesinato infundado. A pesar de que todos los jefes sabían quienes en la ciudad ayudaban moral y económicamente a los rebeldes, jamás mancharon sus manos con sangre inocente. Acaso su desquite lo encontraron en las vacas, que robaron para su alimento, y los distintos préstamos que impusieron a los ricos, particularmente a aquellos que según estaban informados ayudaban moralmente y a veces hasta con dinero a los rebeldes. Mucho debe Colotlán a que algunos de sus hijos hayan jefaturado las fuerzas agraristas, porque éstos pudieron influenciar ante los Jefes Militares para que no se fusilaran personas de la ciudad.

El clero continuaba su activa propaganda con volantes e impresos distintos que aparecían en diversas poblaciones. Circuló por aquellos días un impreso a máquina que, a manera de periódico, se burlaba de muchos jefes militares y personajes del Gobierno. Se llamaba "El peoresnada",  y a él se refiere el autor del México Cristero:

"Si yo fuera un gran señor 

y que nadie me tosiera, 

es decir que si yo fuera, 

tamaño periodicón.

Yo diría que un gran torzón

llevase al otro potrero

a Calles y Portes Gil

a Morones y otros mil

pero se fuesen primero

López, Montalvo y Quintero".

En esa época de constante sobresalto y angustia, muchas personas se fueron a vivir a otras poblaciones, ya que aquí, en Colotlán, la rebelión cristera era tremenda y algunas de las personas que por esos tiempos vivían fuera de Colotlán, y algunos que tenían familiares que andaban en la "bola", decían con pesar el siguiente verso:

Quisiera ser aguililla

pero mejor gavilán

para llegar a mi tierra

que es mi lindo Colotlán.

Época amarga la de la famosa Rebelión Cristera, cayeron compañeros maestros, que por el sólo hecho de servir a la niñez mexicana y forjar y cimentar el progreso de nuestra Patria, fueron sacrificados y martirizados por los fanáticos que, capitaneados fustigados por el clero, con esa actitud trataban, junto con el capitalismo, de recuperar sus privilegios y pisotear nuestra Constitución.

Transcribimos una de las muchas narraciones que los soldados gobernistas relataban en los cuarteles:

Manuel era muy valiente, macho entre los machos, llamado Manuel Muñiz, vecino de Mezquitic a quien los rebeldes habían dado muerte pocos días antes por el rumbo de la Hacienda "La Trojita", cuando miramos que los cristeros nos querían encerrar en unos corrales para matamos, porque ellos eran más de cien y nosotros nomás veinticinco, porque sólo nos mandaron a traer las vacas para la comida, a él le mataron el caballo y a nosotros mirándonos perdidos, ya que los cristeros iban cerrándose en rueda para no dejamos escapar, nos abalanzamos derecho a donde todavía no se cerraba el sitio, pero Manuel no tenía caballo; me lo eche en ancas pero mi caballo se endemonió, él se bajó y me dijo que me fuera, que me salvara yo siquiera; hice varios intentos de subirlo otra vez y no se pudo porque le estorbaban el rifle y sus carrilleras y el caballo quería reparar; entonces me repitió que si yo no quería salvarme que me bajara para morir como los hombres, porque ya estaban cerrando el circulo y los dos estábamos casi solos. Se hizo tras unos magueyes y siguió disparando sin descanso. Yo seguí a mis compañeros y logré escaparme y a él lo mataron, cuando ya no tuvo ni un cartucho, pero seguramente lo hallaron vivo, porque otro día que volvimos a buscarlo, yo me acordaba muy bien en donde lo había dejado y allí encontramos nomás un montón de casquillos. Lo encontramos más allá de los corrales, todo sacrificado.

Para aquellos días ya, Agustín Rivera había torcido su línea "quebrando" con el Sr. Primitivo Huizar, como meses más tarde había de hacerlo con Paco, como cariñosamente le hablaban todas las personas al Prof. Francisco Javier Huizar Martínez. Por medio de intrigas había tratado de fusilar al Sr. Primitivo Huizar, por ser "un anticristo peligroso". No lo logró por la intervención inmediata del Gral. Montalvo que operaba en Zacatecas y que, avisado oportunamente, descubrió la maniobra y evitó el crimen.

Los rebeldes se presentaron finalmente en la ciudad el 22 de abril de 1929, las fuerzas agraristas, preparadas de antemano, establecieron sus fortines en las líneas escogidas de acuerdo con las necesidades previstas.

A las seis de la mañana de ese fatídico día 22, comenzó la batalla que duró todo el día y parte de la noche, Los rebeldes taladraban los muros de las casas y generalmente se colocaban frente a los parapetos de los sitiados. En los fortines de la Plaza de Toros y lugares cercanos, el fuego era nutrida y el combate muy reñido; había agujeros por donde quiera y las paredes estaban hechas pedazos por los muchos proyectiles disparados.

Como a las 12 de la noche del citado día, ya los sitiados estaban en aprietos por falta de parque, y como no contaban con refuerzos, idearon un plan que consistió en lanzar por las calles un pequeño grupo de caballería, arrastrando ramas de mezquite y disparando fusiles automáticos. Tomaron parte en esta acción un puñado de valientes, entre los que se encontraba J. Jesús Santoyo, Manuel Pacheco y otros.

Los rebeldes, cuando escucharon la gritería y el tropel improvisado, comenzaron a ceder, suspendiendo el fuego en todas sus líneas, situándose en la orilla de la población por todos los rumbos, el tropel de los agraristas y el atronar de la fusilería continuaba sin tregua, por lo que, finalmente, a las dos de la mañana levantaron el sitio.

Cuando los agraristas se dieron cuenta que sus contrarios habían desistido del combate, se ordenó concentración a la plaza principal y a la torre, habiendo abandonado todos los fortines, menos los de los mesones que continuaban alertas por disposición del alto mando de la plaza. El fuego había cesado por completo, pero se ignoraba si los rebeldes reanudasen más tarde la lucha.

El Sr. Primitivo Huizar, que defendía con algunos de sus compañeros el fortín del cruzamiento de las calles Guerrero y Zaragoza, se había concentrado en la torre con los que lo acompañaban, dispuestos a descansar hasta nueva orden. Estuvo conversando alegremente con Paco Huízar y otros, sin acordarse de que en el fortín había olvidado su cobija. Cuando comenzó a sentir frio mañanero, se decidió ir por ella, sin escuchar a Paco que le suplicaba lo esperase para acompañarlo, ya que según creía, el peligro todavía existía.

El Sr. Primitivo Huizar cruzó por el lado norte del mercado, siguió por la calle Cuauhtémoc y dobló hacia la izquierda por el callejón de las Chimoleras, al término del mismo le fue dado "el quien vive" por los agraristas que quedaron en el mesón de La Mora y él contestó con las palabras del "santo y seña", habiéndole contestado con "Avance usted". Desde el mesón citado, al lugar donde había olvidado su cobija, no hay más que unos cuantos pasos y es así que no tardó ni diez minutos en estar de regreso ya con su cobija; a la vuelta de donde se le había marcado el alto por primera vez, nuevamente se lo marcaron, y sin darle tiempo a contestar se le disparó arteramente. A su vez contestó la agresión disparando violentamente su pistola 45, pero notando que los del fortín habían redoblado el fuego y que no tendría escapatoria, se tiró al suelo sin dejar de disparar, todavía no ponía pecho en tierra, cuando recibió un balazo en el hombro derecho, mismo que atravesándole el pulmón fue a incrustarse muy cerca de los riñones. No obstante sentirse desfallecer, continuó disparando y tambaleante reanudó su marcha, porque sus heridores habían dejado de disparar. Todavía alcanzó a llegar a la torre y contarles a sus compañeros los detalles de la agresión que los mismos agraristas habían consumado. Murió en Zacatecas el 14 de mayo de ese año y el Sr. Luis Reyes, siendo Gobernador de aquel Estado, otorgó pensión a la viuda.

En esa acción de armas murió también el valiente Pedro Sánchez, vecino de Villa Guerrero que, con un valor sin igual, salía a cada momento del mesón de San Luis hasta media calle disparando a los cristeros. Recordemos también al valeroso Ezequiel Orozco, que encontró la muerte defendiendo los ideales agraristas cuando atemorizaba a sus enemigos desde las defensas cercanas al mesón citado. Hubo otros seis o siete muertos, cuyos nombres escapan a la memoria. Los heridos que sobrepasan a la docena fueron llevados a Zacatecas.

Don Felipe Macias, que tenía una tienda de ropa, por sugerencia del Sr. J. Jesús Rosales, regalo algunas cobijas a los heridos.

La ciudad quedó horrorizada; los jefes agraristas recorrieron el día 23 todas las manzanas desde donde el enemigo había hecho fuego, penetrando en los hogares y pretendiendo culpar a sus moradores que, atemorizados, se limitaban a pedir consideración. No hubo, sin embargo, represalias de ninguna clase. El bando agrarista jamás cometió injusticias, es decir, no tiene en su haber ningún fusilamiento indebido. Sí algunos de sus elementos saquearon los templos e impusieron préstamos forzosos a las personas solventes económicamente; esto no quiere decir que en la generalidad de los casos se procediera así, pues ese comportamiento fue sancionado por sus jefes.

Seis o siete días más tarde volvieron los rebeldes que, informados seguramente de la forma de que se valieron los agraristas para obligarlos a levantar el sitio el día 22, pretendieron nuevamente tomar la ciudad, pero esta vez fue una escaramuza sin importancia, ya que dos o tres horas después, se retiraron sin saberse los motivos.

Agustín Rivera fue herido en esa ocasión, aunque no de gravedad.

Desde mayo de este año se venían haciendo esfuerzos a fin de que terminara el conflicto religioso, ya que el Sumo Pontífice urgía al clero mexicano a terminarlo, en vista de los resultados negativos.

Tres hechos de importancia ayudaron al restablecimiento de la paz, que los propios jefes cristeros no querían, acusando al Comité Episcopal, a la Liga Nacional de la Libertad Religiosa y al alto clero, como traidores y ante los cuales insistían a fin de continuar la lucha: La designación del Gral. Saturnino Cedillo para la campaña de Los Altos de Jalisco, a quien al frente de las fuerzas de San Luis Potosí acabó con los grupos religiosos; la muerte del Jefe del Ejército Libertador, Gral. Enrique Libertador, Gral. Enrique Gorostieta, acaecida el 2 de junio de 1929 en la Hacienda del Valle, cerca de Atotonilco el Alto; y la derrota que infringió a los cristeros de nuestra región el Gral. Crisanto E. Quintero en la Meza de González, Municipio de Totatiche por esos mismos días.

El 27 de junio de 1929 fue reanudado el culto y los servicios religiosos en todas las iglesias de la República. El Presidente Portes Gil, que tomó posesión como Presidente Provisional el 1° de diciembre de 1928, había logrado terminar con la Rebelión Cristera.

Los jefes rebeldes licenciaron sus tropas y se amnistiaron, Felipe Sánchez y otros lo hicieron en Tlaltenango ante el Gral. Quintero; otros más en Zacatecas.

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