viernes, 8 de abril de 2022

Agustín Caloca Cortés, fue muerto junto a Magallanes en Colotlán allá por 1927


Por: José Alonso Serrano Campos
Nació en San Juan Bautista del Teúl, Zac. (Arquidiócesis de Guadalajara), el 5 de mayo de 1898. Ministro en la parroquia de Totatiche, Jalisco y Prefecto del Seminario Auxiliar establecido en la misma población, para quienes fue un modelo de pureza sacerdotal. 

Luego de descubrir su vocación fue enviado al seminario de Guadalajara. Tras la incautación del edificio durante la revolución regresó con su familia, pero continuó sus estudios en uno de los pequeños seminarios auxiliares creados en la época bajo la dirección del P. Cristóbal Magallanes.

En 1919 regresó al seminario de Guadalajara y recibió la ordenación sacerdotal el 15 de agosto de 1923. Fue un hombre modelo por el cumplimiento de sus obligaciones y por la práctica de las virtudes.

Después de ordenarse sacerdote fue nombrado ministro de la parroquia de Totatiche y prefecto del seminario, además se encargó de las rancherías, fundó centros de catecismo y organizó una semana social. En mayo de 1927 mientras se acercaban las tropas del gobierno, el Padre ordenó a los seminaristas que huyeran y él también trató de hacerlo, dio la orden de que los alumnos abandonaran rápidamente el plantel y se dispersaran para pasar como vecinos ordinarios del pueblo. Él se quedó al último para evitar hasta donde fuera posible la apariencia de una casa de estudio para seminaristas. Se encontró con un grupo de soldados que lo tomaron preso y lo llevaron a la cárcel de Totatiche donde ya estaba su párroco el Sr. Cura Cristóbal Magallanes.

Según relato de P. Rafael Haro Llamas, testigo de la captura del Padre Caloca:

“Apresado por órdenes del general de brigada Francisco Goñi, en calidad de prisionero fue trasladado a la cárcel de Totatiche, donde no tardó en ser acompañado por su párroco, don Cristóbal Magallanes que había sido maestro de Agustín en el Seminario.”

Un militar, en atención a su juventud, le ofreció la libertad, pero no aceptó si no la concedían también al señor Cura. Como esta petición fue negada y ante la inminencia de la muerte Agustín solo pudo expresar: Nosotros, por Dios vivimos y por Él morimos. 

El general Goñi ordenó su traslado a Colotlán; ahí los llevaron a la casa municipal que había sido quemada años antes, y los formaron junto a uno de los muros.

Cuando Agustín vio las bocas de los rifles apuntando hacia él, sus nervios destrozados lo hicieron dar unos pasos hacia el frente, intentando escapar. El jefe del pelotón le salió al encuentro, golpeándole el rostro con una pistola.

Frente al pelotón encargado de su ejecución, la actitud y las palabras de su párroco lo llenaron de fortaleza y pudo exclamar: “Por Dios vivimos y por Él morimos”. 

Sufrió el martirio el 25 de mayo de 1927 en Colotlán, Jalisco (Diócesis de Zacatecas, Zac.). Frente al verdugo tuvo la fuerza de confortar a su ministro y compañero de martirio, que lo consoló, diciéndole: “Reanímate, Dios quiere mártires; un momento, Padre, y estaremos en el cielo”. Después volviéndose a las tropas exclamó: “Soy y muero inocente y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de mexicanos desunidos”.

Consumada la ejecución, los cadáveres fueron inhumados en el Panteón de Guadalupe en esta población de Colotlán. Cuando fueron exhumados, en agosto de 1933, para ser trasladados sus restos a la parroquia de Totatiche, el corazón se encontró incorrupto. Sus restos finalmente descansan con respeto y veneración en la Parroquia de San Juan Bautista de El Teúl.

Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y la Iglesia católica lo venera como santo tras ser canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000.

La conducta de Caloca era recordada como intachable, sana y alegre; humilde en su modo de ser y de obrar, piadoso y devoto.

Grupo de adolescentes del Teúl, en la Escuela Parroquial que a muy alto nivel estableció el Sr.  Cura Luis M. Gómez de quien se contaban extraordinarias acciones en su desempeño sacerdotal. De éstos, varios jóvenes ingresaron al Seminario.

En el libro de defunciones, enseguida del acta de Cristobal Magallanes, está escrita erróneamente el acta del sacerdote Agustín Caloca, nombrado como Agustín Sánchez Caloca, sabemos se trata del mismo Agustín Caloca Cortés.

Su hermano escribió: 

El Presbítero Agustín Caloca Cortés fue hijo legítimo de Eduviges Caloca y de María Plutarca Cortés. Nació el 5 de mayo de 1898, en un rancho denominado “Las Presitas”, de la Parroquia de San Juan Bautista del Teúl, Estado de Zacate¬cas, pero del Arzobispado de Guadalajara, Jalisco. Hizo sus primeros estudios escolares con el párroco del lugar, Luis Gómez, quien convenció a mi papá y a mi mamá para que dejaran a Agustín ingresar al Seminario Conciliar de Guadalajara, en el cual se inscribió en el año de 1912, juntamente con otros cinco jóvenes del mismo pueblo.

En 1914, por efecto de la persecución religiosa desatada por Venustiano Carranza -después presidente de la República-, fue clausurado el Seminario, alojado entonces en el edificio que ocupa la Quinta Región Militar. Agustín y los compañeros del pueblo se volvieron a sus hogares.

En 1915, en plena persecución, fundó el Sr. Cura de Totatiche, Jal., Pbro. Cristóbal Magallanes, el Seminario Auxiliar, que denominó “El Silvestre”. Los primeros alumnos ordenados de sacerdotes fueron Alejo Amaya, Agustín Herrera, Atanasio Campos, Agustín Caloca Cortés, J. Pilar Quezada Valdés, Uriel Argüelles Aldana y Fidel Ornelas.

Siendo seminarista, pasaba sus vacaciones en el rancho de nuestros padres, denominado “La Lobera”. Semanariamente concurría a la Santa Misa y Sagrada Comunión a la Parroquia. El resto de la semana lo dedicaba, con autorización del Párroco, a organizar los centros catequísticos de los ranchos circunvecinos, dando instrucciones a las catequistas para que, en el resto del año, en que Agustín no estaba allí, se desarrollaran los trabajos conforme al plan que él les daba. Convocando a todos los vecinos del rancho, diariamente rezaba el Santo Rosario.

En 1919 se trasladó al Seminario Central a continuar sus estudios, desarrollados brillantemente. En los días de su ordenación sacerdotal, presentó Acto Público de Teología Dogmática.

Ordenado sacerdote por el Excmo. Sr. Orozco, el 5 de agosto de 1923, cantó su Primera Misa, el día 15 del mismo mes, en su tierra natal, habiendo concurrido a ocupar la Cátedra Sagrada el Sr. Cura Magallanes. También concurrió el entonces ya floreciente Seminario Auxiliar de Totatiche.

Fue destinado a la Barca, Jal., más se revocó el nombramiento, a petición del Sr. Cura Magallanes, y se le destinó a la Parroquia y Seminario de Totatiche. Destino único, desde septiembre de 1923 hasta el día de su sacrificio, 25 de mayo de 1927, a mediodía, en el interior de la Presidencia Municipal de Colotlán, Jal.

Su vida sacerdotal la dedicó íntegramente al desempeño de su ministerio y a la atención del Seminario Auxiliar, al cual llevó algunos jóvenes de su tierra natal, a los que costeaba la mayor parte de los gastos personales, al grado de que carecía de ropa interior y solamente conservaba con buena apariencia su traje talar.

Aprovechaba sus vacaciones para practicar los Ejercicios Espirituales y, en las de 1925, organizó y fue celebrada la Jornada Social de El Téul.

Desde que Agustín era seminarista, yo le acompañaba siempre. Cuando viajábamos, me hablaba ordinariamente de algún pasaje histórico, v. g. las Cruzadas, y siempre se levantaba a las 5 a. m. (las cuatro horas actuales) a hacer su meditación, a veces en el campo, despreciando las inclemencias del tiempo.

Agustín presentía su martirio. En el mes de enero de 1927 nos dijo que había orden de aprehenderlos a todos. Quizá supo por el Sr. Cura Magallanes, que conoció la circular gubernamental respectiva. En ese mismo mes Agustín salió con sus doce discípulos (entre ellos yo) a Cocoasco, rancho de Chimaltitán, Jal. Ahí hizo los versos ya conocidos.

Vida ejemplar la suya, aún para sacerdotes. Su ministerio fue corto, pero lo dio todo, como San Pedro que dejó su barca para seguir a Cristo. Era poco, pero era todo.

Lic. Pedro Caloca Cortés


jueves, 7 de abril de 2022

San Mateo Correa Magallanes; Presbítero y mártir que fue párroco de Colotlán

Por: José Alonso Serrano Campos

José Mateo Correa Magallanes nació en Tepechitlán, Zacatecas el 23 de julio de 1866. Hijo de José Rafael Correa de Acosta y María Concepción Magallanes Correa, casados el 6 de noviembre de 1854 en Tepechitlán. Sus abuelos paternos: José Mateo Correa Luna y María de Jesús de Acosta, maternos: José Lucas Magallanes y María Bartola Correa Correa, todos radicados en Tepechitlán. En el registro de bautismo el sacerdote agrega la palabra: español (como origen familiar).

De familia de escasos recursos económicos estudió gracias a la generosidad de algunos bienhechores, inició los estudios de primaria en Jerez, Zacatecas, donde fue portero del plantel por cuatro años. Concluyó dichos estudios en Guadalajara, Jalisco en el año de 1879. Por su buena conducta y aplicación se le concedió una beca y así fue admitido en 1881 en el Seminario Conciliar de Zacatecas.

En el margen de la página...Recibió el Presbiterado el día 20 de agosto de 1889 y martirizado el día 6 de febrero de 1927 en los suburbios de la ciudad de Durango, Dgo.

Fue ordenado Presbítero el 20 de agosto de 1889; se desempeñó como capellán en diversas haciendas y parroquias. Fue nombrado párroco de Concepción del Oro donde mantuvo una estrecha amistad con la familia Pro Juárez. Le dio la primera comunión al Beato Miguel Pro; además bautizó a Humberto Pro.

Posteriormente el padre Mateo se desempeñó como párroco de Colotlán, del 16 de marzo de 1908 al último de diciembre de 1911, al tiempo que estalló la Revolución Maderista de 1910. Fue perseguido por los revolucionarios y se refugió en León, pero en el año de 1913 regresó a Colotlán al calmarse la revolución hasta 1914 y luego siguió trabajando en diversas parroquias.

Fue trasladado a Noria de los Ángeles, donde pese a las dificultades ejerció su ministerio, y en 1917, fue a la parroquia de Huejúcar, y en 1920, a Colotlán como párroco y vicerrector del seminario conciliar en Totatiche en 1923.

Firma del 16 de marzo de 1908
En 1926, fue nombrado párroco de Valparaíso (Zacatecas), al día siguiente fue detenido por el general Eulogio Ortiz. Pero una rebelión del pueblo en contra de su detención, hizo que se le dejara en libertad. Las arbitrariedades del general Ortiz causaron una revuelta en el pueblo y tuvo que huir, pero mandó el arresto del Padre Mateo.
Fue conducido a Fresnillo, Zacatecas, se le recluyó en la inspección de policía y, posteriormente, en la cárcel municipal. Cuatro días después, fue remitido a Durango. Escribió a sus hermanas: "Tiempo ya es de padecer por Cristo Jesús que murió por nosotros".

El 5 de febrero el Padre Mateo fue encarcelado en la sede del Seminario conciliar, convertida en jefatura militar. Horas más tarde compareció ante el general Ortiz, quien, le ordenó la confesión de los prisioneros que estaban en el lugar. El Padre aceptó; pero después el General Ortiz le dijo que le tenía que decir todas las confesiones de los prisioneros, a lo que el Padre Mateo se negó rotundamente y permaneció fiel al secreto de confesión.

Ante la inminente negativa, el General Ortiz ordenó la ejecución del Padre Mateo. El 6 de febrero de 1927 un grupo de soldados lo trasladó al panteón oriente. Antes de llegar, en un paraje solitario y cubierto de hierba, el Padre fue fusilado a las afueras de Durango, no sin antes lograr la liberación del dueño de la hacienda que lo había acogido.


Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y canonizado por San Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000 junto a un grupo de 26 mártires mexicanos. En la actualidad sus restos y reliquias se conservan en la Catedral de Durango.


lunes, 4 de abril de 2022

San Cristóbal Magallanes, muerto en Colotlán durante la época Cristera

Por: José Alonso Serrano Campos
El Beato Cristóbal Magallanes Jara nació el 30 de julio de 1869 a las 2:00 de la tarde, en el rancho La Sementera, correspondiente al municipio de Totatiche, Jalisco; hijo legítimo de Rafael Magallanes y María Clara Jara; luego de haber desempeñado oficios sencillos durante los primeros años de su vida, en el seno de una familia muy humilde, trabajó en el campo hasta que cumplió 19 años, para ingresar después al seminario de Guadalajara.

Se matriculó en el Seminario Conciliar de Guadalajara en octubre de 1888, allí se distinguió por su honradez, piedad y dedicación. Fue ordenado sacerdote el 17 de septiembre de 1899 y sus ilusiones de pastor se vieron coronadas al ser designado a la Parroquia de su pueblo natal como ministro desde el año siguiente, con satisfacciones se distinguió por ser piadoso y servicial, llevó una vida tranquila, eminentemente pacifista. Fue nombrado formalmente párroco en mayo de 1906 hasta su muerte.

El Padre Cristóbal se desempeñó como capellán y subdirector de la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara. Organizó centros catequéticos y escuelas en las rancherías, y construyó un orfanato. Fue nombrado párroco de Totatiche, su tierra natal, cargo que desempeñó por 17 años, hasta su muerte.

En su fe de bautizo él mismo inscribió al margen las fechas de su ordenación y periodos de su ministerio.

En vida, el Señor Cura de Totatiche se distinguió por su piedad, honradez y aplicación. Desapegado de los bienes materiales, procuró mejorar el nivel de vida de sus paisanos. Entre muchas y notorias obras, legó a la comarca la introducción de la agricultura de riego gracias a la construcción de la presa La Candelaria; para incrementar el patrimonio material de las familias, tuvo la iniciativa de fraccionar algunos predios o solares en las goteras de Totatiche, que fueron distribuidos entre las familias insolventes.

Predicó entre los indios locales en varias misiones populares, uno de cuyos frutos fue la creación de la colonia Atzqueltán. Fundó un hospicio para huérfanos, un asilo para ancianos y dotó de capillas los ranchos de su jurisdicción.

En materia educativa, estableció varios colegios y escuelas de primeras letras. En 1916 fundó el Seminario Auxiliar de Nuestra Señora de Guadalupe, de la que alcanzó a ver dos frutos óptimos: su compañero de martirio Agustín Caloca y su sucesor en la parroquia, el siervo de Dios José Pilar Quezada Valdés.

Firma en los registros parroquiales de San Cristobal Magallanes

Estando en su iglesia, con la suspensión del culto público decretada por los Obispos el 1º de agosto de 1926, los católicos del lugar y de la región, apoyados por la Unión Popular, asociación de activistas unidos a la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, se organizaron para restaurar los derechos que consideraban conculcados.

El señor Cura Magallanes, reprobó que recurrieran a las armas y publicó un artículo en su periódico en el que desechó la violencia: “La religión ni se propagó, ni se ha de conservar por medio de las armas. Ni Jesucristo, ni los Apóstoles, ni la Iglesia han empleado la violencia con ese fin. Las armas de la Iglesia son el convencimiento y la persuasión por medio de la palabra”, pronunció.

Estos hechos afectaron su ánimo y esto quedó plasmado por escrito. En una carta consignó que durante los últimos cuatro meses de su vida fue perseguido por cerros y barrancas: “Dios les perdone tanta infamia y nos vuelva la deseada paz, para que todos los mexicanos nos veamos como hermanos”, escribió. Sus mismos fieles y los de la región, lo llevaron a ser perseguido por el ejército federal durante la guerra de los Cristeros.

El general Goñi acusó al párroco de sostener la rebelión contra el Gobierno en esa comarca y pese a que demostró lo contrario, le imputaron otro delito: “No habrán tenido parte alguna en el movimiento cristero, pero basta que sean sacerdotes para hacerlos responsables de la rebelión”, se dictaminó.

El día 21 de mayo de 1927 fue aprehendido por un grupo de soldados del ejército federal, capitaneados por el mencionado General Francisco Goñi. Compartió la prisión con su ministro, el joven Presbítero Agustín Caloca y ambos quedaron a disposición del jefe de operaciones militares de Zacatecas, el general poblano Anacleto López.

Esa mañana, San Cristóbal Magallanes se dirigía a celebrar una fiesta religiosa en honor a Santa Rita en uno de los ranchos de los alrededores, cuando se produjo una balacera entre cristeros y las fuerzas federales. El sacerdote fue arrestado y conducido a la prisión de Totatiche, donde fue encarcelado junto a su vicario, el Padre Caloca.

Cuatro días después, la mañana del 25 de mayo fueron conducidos al palacio municipal de Colotlán, Jalisco acusados de conspirar contra el gobierno, para ser juzgados. Como no había ninguna prueba de ello, se decidió que ambos sacerdotes fueran ejecutados simplemente por ser sacerdotes. Fueron sacados al patio para ser fusilados, con uso de violencia los colocaron en el paredón trasero del Palacio, donde había una especie de cabellerizas, actualmente es el sitio exacto del Auditorio Municipal de Colotlán. El señor Cura Magallanes se hincó para recibir del Padre Caloca la absolución sacramental, y él, a su vez, la recibió luego de su párroco.

Ante sus verdugos, el Padre Cristóbal dijo en voz alta: “Soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”, viendo a su ministro compañero acosado por la aflicción y presa del miedo, le dijo: “Tranquilízate hijo, sólo un momento y estaremos en el Cielo”. Fueron las últimas palabras de San Cristóbal Magallanes, mártir, frente a sus duros captores, antes de ser ejecutado. Ambos cayeron abatidos por el fuego del pelotón de fusilamiento. El Padre Caloca llegó a gritar: “Por Dios vivimos y por él morimos”.

Su participación ejemplar en defensa de la fe católica y la libertad religiosa durante la Guerra Cristera está parcialmente recogida en la película “Cristiada” (2012).

Cristóbal Magallanes encabezó la causa de canonización de un grupo de sacerdotes y laicos martirizados durante la persecución religiosa en México, fue beatificado por su Santidad Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1992. Luego canonizado el 21 de mayo del año 2000, junto a otros 23 mártires, entre ellos tres laicos. Sus reliquias se veneran con particular devoción en el templo parroquial de Totatiche.


domingo, 3 de abril de 2022

El primer presidente de Colotlán: Marcos Marcelo Escobedo Ayala


Por: José Alonso Serrano Campos

El colotlense Marcos Marcelo Escobedo Ayala se identificó como un indio del barrio de Tlaxcala de Colotlán, nació en 1758 aproximadamente, fue hijo legítimo de Rafael del Ángel de Escobedo y Paula de la Candelaria de Ayala, presumiblemente descendiente de los colonizadores tlaxcaltecas originales de la región. Tuvo un hermano mayor de nombre Juan Julián y un menor de nombre Pedro Martin.

Se casó en primeras nupcias en la iglesia parroquial de Colotlán con María Martina de la Candelaria Sánchez Morillo el 12 de febrero de 1775, en su registro de matrimonio del libro parroquial ambos se identifican como indios, ella incluso refiere ser hija de Morillo Sánchez y Dominga, del barrio de Tochopa, él hijo de Rafael Escobedo y Juana de la Candelaria, finada para ese entonces.

Se tiene registro de 10 hijos y sus nacimientos que fueron asentados como “indios de Tlaxcala”: Juana Santiaga (1780), María Feliciana (1782), Francisco Xavier (1784), José Guillermo (1786), José Clemente (1788), María Eutimia (1791), José Cesáreo (1793), Guadalupe Gerónima (1796), María Celestina (1801) y María Guadalupe Gerónima (1803).

Registro de bautizo de la hija de Marcos Escobedo: María Feliciana en 1782.

En 1808 Don Marcos Escobedo, hombre muy querido y respetado del pueblo era gobernador en este año, y recibió del virrey de México un retrato de Fernando VII y orden de que con la mayor solemnidad posible fuera jurado y reconocido como rey de España y de toda la América; exaltado al trono el 19 de marzo. Luego se comenzaron a hacer los preparativos para hacer la función el 30 de mayo, se convocaron los 33 pueblos que pertenecían a la frontera, empezaron a reunirse ocho días antes de la festividad; juntamente con sus gobernantes se distinguían los pueblos por sus banderas. Mientras ostentaba el título de segundo teniente del ejército español, funge como alférez real y gobernador del mismo barrio de Tlaxcala.

La víspera se quemaron fuegos artificiales, otro día se formó un altar con el retrato del rey y tres sacerdotes revestidos con el libro de los cuatro evangelios abierto, donde todos los gobernantes fueron juramentos de  guardar y hacer guardar la obediencia, reconociendo por su legítimo rey de España y de toda la América a Fernando VII y acabado el juramento, se tiró al pueblo 2,000 pesos tomados de las cajas reales en medio de entusiastas vivas para Fernando, luego se ordenó al pueblo que recorrió todas las calles con el retrato del rey colgado de un estandarte que se le llamó el Pendón, custodiado por 50 señoritas vestidas con tunicelas, blancas medias, zapato de raso con pecto en el pecho, con las armas de España, una espada al hombro y un gorro español que se le llamaba “gorraltres”, luego seguían las autoridades de los pueblos y luego venían mil hombres de los pueblos, otro día a las 11 fue la salva, se colocaron a los flecheros de a dos pasos, uno de otro y comenzaron a disparar flechas y fueron tantas que se nubló el sol, y eran tan ligeros para tirarlas que mantenían un peso en el viento a flechazos, según refieren testigos oculares que los vieron.

El 1 de noviembre de 1810 se declaró a favor de la independencia de México del Reino de España, y junto con el sacerdote llamado Pablo José Calvillo y las guarniciones indígenas de la región, organizó sus fuerzas equipándolas de lanzas, machetes, ondas y flechas. Se puso al servicio del líder independentista Miguel Hidalgo; el 1 de enero de 1811 recibe orden del Cura Hidalgo de marchar para Guadalajara a reunirse con las demás fuerzas que salían para el puente de Calderón a resistir a Don Félix María Calleja. Marchó Don Marcos acudiendo en su auxilio con 5,000 hombres.

Se emprendió la batalla que perdió Hidalgo, sufriendo la misma suerte la gente de Escobedo, este se regresó a Colotlán y en el camino se reunió con el resto de sus tropas que constituían 1,100 hombres. En la ausencia de Don Marcos tomaron la plaza Francisco del Real, Juan Lozano y Sebastián Gallegos y hermanos jefes realistas y al aproximarse Escobedo salió Francisco y Lozano a la orilla de la población y derrotados que fueron, dio Escobedo sobre los Gallegos que se hallaban en las consistoriales luego sitió y puso fuego al edificio, los Gallegos empezaron a salir por las ventanas los que eran muertos a lanzazos, apenas se repusieron de esta guerras cuando se tuvo noticia, que se aproximaba el cura Álvarez a El Chicharronero, apodo que le dieron porque quemaba a los muertos, tomó su campo en la mesa de las Canoas. 

Don Marcos subió su caballería por las Viudas y él, con la infantería subió la loma atacándolo por su frente y viéndose atacado también por su espalda emprende la fuga dejando muchos muertos, Don Marcos organiza mejor sus fuerzas, esto acontecía a fines de Febrero y en Abril se destacó una fuerte columna al mando de Don Diego Negrete compuesta de caballería, e infantería, sobre este lugar, Don Marcos hizo una junta de guerra, y se acordó que se resistiría afuera de la población, formando el campo en la ceja de la loma del arroyo de la Tierra Blanca. 

Entre los equipos que hizo Escobedo, fue hacer un cañón de mezquite, el que labraron con escoplo en dos mitades con mucho trabajo, cinchándolo con cinchos de cuero y cordeles embrollados, luego lo montaron en una rodada de carreta con suficiente dotación de parque e hicieron huso de su cañón sobre el enemigo, haciéndolo retroceder con cuatro descargas que les aguantó, pues a la siguiente reventó, y luego comenzaron a retroceder ante la superioridad del armamento enemigo que hacían pedazos sus líneas. 

Don Marcos no pudo organizar sus tropas y huyeron, los que fueron tomados prisioneros fueron fusilados, azotados sus cuerpos y colgados por los cuatro vientos, Negrete expidió bando de indulto, los indultados se les cortaban las trenzas. 

El 7 de abril de 1811, precisamente el Domingo de Ramos, sus tropas se enfrentaron al ejército del coronel Pedro Celestino Negrete y recordemos fueron derrotadas en la Batalla de Tierra Blanca. Don Marcos Escobedo debió de esconderse durante varios días en un pozo de lazo para salvar la vida, luego pasó a la clandestinidad durante varios años, después de esta derrota. Don Marcos se fue a los cerros, Negrete después de haber pacificado la región regresa a Guadalajara.

En 1911 murió su esposa María de la Candelaria, cuatro años despues, el 13 de diciembre de 1815 se volvió a casar con María Bárbara Blasa Sataray, ambos viudos contrajeron matrimonio en segundas nupcias, él de 57 años, ella de 28 años de edad.

Entre 1817 y 1818 figuró nuevamente en la vida política y se unió nuevamente a la guerra por la independencia levantándose nuevamente en armas, librando batallas en los pueblos de San Andrés, Chalchihuites y Huejuquilla, logrando el control de la región para el movimiento independentista. 

Marchan las fuerzas de Escobedo en 1820 en unión de las de Jerez y Tlaltenango para la Hacienda de Jaral, uniéndoseles fuerzas de San Luis, allí se hallaban muchos españoles con interés, fue tomada la hacienda a viva fuerza donde saquearon un rico botín. Se volvieron a Colotlán y luego marcharon para Bolaños, en Tepec sorprenden a los españoles y presos son conducidos para San Luis de Colotlán.

Oficialmente el 27 de septiembre de 1821, llegó la noticia de que había sido reconocida la independencia de México por el Virrey, Marcos Escobedo organizó grandes festejos en Colotlán para celebrar la independencia de México y la entrada de las tropas independentistas (Ejército Trigarante) a la Ciudad de México. Se hicieron corridas de Toros, las que tuvieron lugar en la plaza de armas, sirviendo de coso la prevención. Estas fiestas se llamaron “de las pases” en las que también hubo indultos para los que habían tomado las armas en contra de la independencia.

En 1823 el síndico del convento de Guadalupe de Zacatecas, pidió al guardián una misión para este lugar. Vienen en abril seis padres al mando de Fray Luis Fregoso, los sermones fueron predicados en la Parroquia que era una tapia por lo que la iglesia comenzaba a organizar un nuevo edificio parroquial.

Para el siguiente año de 1824, ante una numerosa concurrencia que con anterioridad se había solicitado, se leyó la primera Constitución de la República que dividía los Estados, fue nombrado este lugar Octavo Cantón de Jalisco, quitándole el nombre de “Frontera” que antes tenía. Todas las cosas del Gobierno cambiaron. El Gobernador se cambió en jefe político, los Justicias en Jueces o Alcaldes. El capitán de guerra en comandante, los Alguaciles o Topiles en Gendarmes y Comisarios, se abolió el Cepo y los Azotes, se fabricaron Cárceles y Calabozos.

El primero de enero de 1825 se estableció el primer Ayuntamiento, siendo el primer presidente Don Marcos Escobedo, comenzó derribando las casas municipales desde los cimientos, inservible edificio de las casas consistoriales, pues se habían con el tiempo reventado las paredes, para construir el primer Ayuntamiento y mirando que la población se anegaba de agua, hizo un desagüe haciendo una zanja que daba al arroyo, un rudimentario drenaje que libra la cuidad de devastadoras corrientes de lluvias. “Quizá Don Marcos pensó mejor que nuestros actuales Ayuntamientos” (esto último lo reflexionó José Antonio García a principios del año 1900 en su escrito que sirvió de base para esta reseña).

En noviembre de 1825, en su carácter de jefe político sometió a los naturales de San Andrés del Teúl, quienes descontentos por el reparto de tierras y de cobranza de arrendamiento, acometieron contra el alcalde, el regidor y varios vecinos. Aprehendió a los responsables y los remitió presos a Huejuquilla el Alto, consignándolos al juez de aquella población.

Para 1833 invade por primera vez el Colera Morbus a este lugar, sus estragos fueron terribles, esta enfermedad causaba la muerte en dos o tres horas, consistía en ataques de calambres que daban por todo el cuerpo, evacuaciones y vascas, eran tantos los muertos que no bastaban las sepulturas, sino que abrían vallados, y hubo casos que venían muertos de los ranchos y los que venían cargando eran sepultados juntamente con el cadáver que habían cargado.

El 7 de agosto de 1833, a los 75 años de edad, murió a consecuencia de esta misma enfermedad, el mejor hijo de Colotlán que sacrifico su interés y bien estar por la libertad de su pueblo, gobernándolo con equidad y justicia, el guerrero Don Marcos Marcelo Escobedo, recibió los santos sacramentos de la penitencia y de la extremaunción de manos del párroco José Tadeo Suárez y sus restos depositados en el Campo Santo de San Lorenzo. En el libro se asentó que ese mismo día fueron sepultadas 17 personas más en los diferentes Campos Santos de Colotlán, (de ese tamaño era la pérdida en las familias colotlenses) y solo por dimensionar la tragedia de aquel tiempo.

La familia Escobedo se fue de Colotlán, Jalisco, existe registro como uno de los linajes de pobladores de Viesca, posteriormente se trasladaron a Matamoros, y finalmente, a Torreón (tres poblaciones laguneras de Coahuila). Este apellido Escobedo enlazó con otras familias, como los Guerra, Cifuentes o Sifuentes, Ugalde y otros varias que persisten hasta la actualidad en las tres ciudades mencionadas.

Al estudiar la presencia de esta familia tlaxcalteca en Colotlán, radicada también en Viesca y al ser un destacado insurgente, hay razones por las cuelas personas de Coahuila lo han estudiado: muchos laguneros resultan ser consanguíneos de este héroe nacional y, por lo tanto, encuentran interesante saber de la vida y la obra de este lejano pariente colotlense aquí contada.


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