miércoles, 26 de abril de 2023

ENTRE LOS ALTOS DE JALISCO Y LOS CAÑONES

En el libro "Historia del Reino de la Nueva Galicia" coordinado por Thomas Calvo y Aristarco Regalado Pinedo y publicado en el año 2016 por la Universidad de Guadalajara, además de todo el contexto histórico de la conquista y los pasos lentos que consolidaron la construcción del reino, hacen un recuento de los límites territoriales que comprendían en esa época, en la parte norte de lo que hoy es el estado de Zacatecas y cómo se dio en este entendido la fundación de los pueblos del norte de Jalisco, seguramente en esa conexión que todavía hoy nos une con Guadalajara y con la minera ciudad de Zacatecas, distintas rutas que trazaron aquellos primeros pobladores españoles dieron por donde estaba inmiscuida esta región norte de Jalisco:


Guadalajara, con su fundación en las cercanías de Nochistlán y con su tercer cambio a Tlacotlán, en el lado norte de la barranca del río Grande de Santiago —antes de su fundación definitiva en el valle de Atemajac en 1542—, por tradición, podía considerar los Altos de Jalisco y la región de las sierras, barrancas y cañones de Jalisco y Zacatecas como su zona de influencia natural; no obstante, durante el siglo XVI los vecinos de la ciudad adquirieron tierras más bien hacia el sur, en el valle de Tala, en la jurisdicción de Etzatlán, por Ameca, y en las partes septentrionales de la provincia de Ávalos; o minas por Etzatlán y en la sierra de Nayarit.

Hacia el norte, la profunda barranca en que corría el caudaloso río Grande de Santiago era el obstáculo principal; en los Altos, la cadena de encomiendas y mercedes de tierras de Juan de Zaldívar Oñate, al otro lado del río Grande, y la presencia de aguerridos guachichiles que en más de una ocasión hicieron avances hacia Guadalajara, funcionaron como barreras que frenaron por largos años la expansión desde la capital hacia el oriente, a pesar de que los pobladores que por fin lograron asentarse en esta región nunca dejaron de orientarse hacia Guadalajara. La única zona donde hubo un impacto fuerte era la ribera norte del lago de Chapala y las tierras fértiles entre Juanacatlán y La Barca.

Los pocos hombres y mujeres que se aventuraron a los cañones y a los Altos, a pesar de ocupar espacios geográficos muy diferentes, con el tiempo tuvieron en común que, tras iniciar como simples estancieros y labradores, desarrollaron la cultura de los rancheros y de los grandes hacendados del occidente.

El débil apoderamiento de esta vasta zona durante los años treinta se desvaneció con las consecuencias de la batalla de Mixtón. Muchos de los caxcanes sobrevivientes de los cañones, de Nochistlán y Teocaltiche huyeron hacia la inaccesible sierra de Nayarit y otros más cayeron presos y terminaron como esclavos o, como medida preventiva, obligados a cruzar la barranca y a instalar pueblos nuevos en el valle de Tala, donde era más fácil su control. Algunos de estos indios cautivos lograron regresar hacia finales de la década, para toparse con el problema de que, en El Teúl, Tepechitlán, Tlaltenango, Juchipila, Jalpa, Nochistlán y Teocaltiche ya existían nuevos pueblos y con una población congregada, dominada por antiguos combatientes originarios del centro de la Nueva España, que habían venido con el ejército del virrey Mendoza.

Conociendo la presión que los colonizadores ejercían sobre sus milpas en sus tierras natales, al término de las actividades bélicas estos inmigrantes indios no regresaron a su hogar, sino que ocuparon los campos de cultivo de los caxcanes. Además, las tierras de que no se apoderaron estaban a punto de caer en manos de estancieros y labradores españoles. Para colmo, toda la región de conflicto, entre 1546 y 1548, fue azotada por una epidemia que costó la vida a muchos.

Las nuevas autoridades, sobre todo alcaldes mayores y corregidores, en compañía de encomenderos feroces, algunos clérigos seculares y los incansables franciscanos supervisaban de cerca estos cambios radicales. Querían que la población indígena viviera en policía y cubriera sus obligaciones tributarias en beneficio de la Real Hacienda, un cierto número de individuos beneméritos y la Iglesia, además de ser mano de obra de bajo costo.

En los Altos, por su parte, sobre todo en la parte occidental, los tecuexes que participaron en la guerra de 1541, que no murieron durante los enfrentamientos contra el ejército del virrey Mendoza (en los peñoles de Coina y Acatic), fueron herrados como esclavos y vendidos en la ciudad de México o congregados en pueblos de encomienda de los cuales la mayoría, poco a poco, pasó a manos de Juan de Zaldívar Oñate. Éste, entre 1550 y 1570, logró formar un verdadero señorío de encomiendas y estancias, cuyo centro era el pueblo de Santa Fe.

Por el contrario, la futura jurisdicción de Santa María de los Lagos y la parte oriental de La Barca, en el sur, hasta bien entrado el siglo XVII contaban con pocos pueblos de indios. No obstante, ya antes de 1550 aparecieron en los límites con la Nueva España las primeras estancias de criadores de ganados mayores, entre ellas las de Cristóbal de Oñate, Diego de Ibarra y Juan de Zaldívar Oñate, sobrino de Cristóbal. Pocos kilómetros más al oriente, en tierras que correspondían a la jurisdicción de la Nueva España, hacia estos años se instalaron otros agronegocios de este tipo, con dueños que radicaban en la ciudad de México y que por orden del virrey sacaron su ganado del valle de México.

Con esta medida don Antonio de Mendoza quiso evitar otra sublevación, que por el aún significativo número de naturales en los alrededores de la capital hubiera tenido un peor desenlace como aquel acaecido en la Nueva Galicia. De esta manera, hacia 1550, en el oriente de la Nueva Galicia apenas existían los pueblos de indios de Teocaltiche (encomienda de caxcanes) y sus sujetos, y Jalostotitlán, a los cuales se sumaban algunas rancherías de tecuexes e indios mexicas, tlaxcaltecas, tarascos y otomíes que eran del ejército de Mendoza y que habían elegido espacios vacíos como su nuevo hogar. No hay información de conflictos entre ellos y los españoles, sino, más bien, se hicieron aliados para repelar los ataques por parte de grupos de guachichiles y guamares que a partir del año siguiente azotaron la región.

Esta situación algo idílica cambió con el vertiginoso desarrollo de la actividad minera en Zacatecas y su zona circunvecina, que demandaba abasto de todo tipo, sobre todo porque hasta terminar los años sesenta nuevos pobladores producían muy pocos víveres, por lo cual éstos se traían en pie (ganado) o mediante mulas y pronto también en pesados carros desde otras regiones, en primer lugar desde el Bajío (entre 200 y 350 kilómetros), el norte de Michoacán (entre 300 y 400 kilómetros) y desde los Altos y los cañones (entre 100 y 250 kilómetros).

Muchos pueblos de indios y criadores de ganados y labrados de los cañones y de los Altos pronto supieron aprovecharse de la cercanía privilegiada que les daba su ubicación. Al mismo tiempo se formó el Camino Real de la Plata, entre México y Zacatecas, recorrido por largas caravanas de pesados carros tirados por bueyes y por las ágiles recuas de mulas que en la ida estaban cargadas con mercancías traídas de Europa o de la tierra, para regresar con lingotes de plata, papeles de la Real Hacienda y cartas de funcionarios y particulares. Menos movimiento de este tipo hubo en los caminos entre Guadalajara, el centro administrativo de la Nueva Galicia, y Zacatecas. Había tres: el que pasaba por El Teúl, Tepechitlán y Tlaltenango, el más largo pero el más seguro, porque en gran parte de su trayecto estaba alejado de los chichimecas; el segundo recorría el cañón de Juchipila y era más agreste; y por último el tercero, el más expuesto, cruzaba los Altos y se fusionaba poco más al norte de la futura villa de Aguascalientes con el Camino Real de México.

Para darles más seguridad a estos viajeros y como simientes de una ocupación, la Corona, los virreyes y las dos Audiencias reales en México y Guadalajara instalaron en la Nueva Galicia —y en la Nueva España también— una serie de presidios (para el camino de Guadalajara por los Altos: Ciénega de Portugal, 1569; para el camino desde el Bajío y Michoacán: Comanja, 1576; para el camino desde México: Ojuelos, 1570, Bocas de Gallardo, por 1562, Ciénega Grande, en 1564 o en 1570/71, Tepezalá, 1575, Cuicillo, por 1562, y Palmillas, por 1562; para los caminos por los cañones: Tlaltenango, 1580, Colotlán, en las inmediaciones del pueblo de Santa María, por 1580 y de nuevo en 1591, y Malpaso, 1570) y fundó en lugares estratégicos poblaciones defensivas (para los caminos por los Altos: Santa María de los Lagos, como villa y presidio, en 1563; y Aguascalientes, como villa y presidio, en 1575; para los caminos por los cañones: Jerez, como villa y presidio, en 1570),55 además de conceder a españoles y mestizos numerosas mercedes de tierra —o hacerse de la vista gorda en casos de ocupación por la fuerza— para promover la cría de ganado mayor, caballar y caprino y la siembra de cereales, árboles frutales y hortaliza, en primer lugar.

Estratégicamente y para dar un futuro estable a los Altos, la fundación más relevante fue la de la villa de Santa María de los Lagos en 1563, localizada en un valle fértil, con mucha agua, como el nombre ya lo dice, y en una de las rutas más relevantes para abastecer las minas de Zacatecas, San Martín y Sombrerete.

Servía como lugar de descanso intermedio en las rutas Guadalajara-Zacatecas y oriente del Bajío y Michoacán-Zacatecas. Pronto se convirtió en el núcleo para promover la ocupación humana y agropecuaria permanente de esta región que hasta el momento estaba algo desolada y nunca había sido atendida por los oidores de Guadalajara. Por 1575 se volvió sede de su propio alcalde mayor, año en que ya había adquirido el estatus de centro de redistribución para los colonos que se asentaban en estas partes. En vista de la acelerada ocupación del valle de León por ganaderos novohispanos, Lagos funcionó como una muralla para frenar las aspiraciones de los virreyes y de la Audiencia de México que querían extender sus límites, así como había sido 30 años antes el origen de la villa de la Purificación, en el sur. Que las autoridades en México tenían malas intenciones en este aspecto ya se había comprobado durante el pleito entre el virrey Velasco y la Audiencia de Guadalajara por las minas de Comanja en 1561.

El nuevo núcleo urbano tenía todo por ganar. Hernán Martel, alcalde mayor de Los Llanos y Teocaltiche y encargado de la fundación, logró juntar a entre 56 y 73 hombres, jefes de familia o solteros, tanto españoles como criollos y mestizos. Muchos eran originarios de la región, pero otros más vinieron de las minas de Guanajuato y de las ciudades de Guadalajara y México, de otras partes del virreinato y unos pocos directamente de España.58 Primero levantaron un presidio y, en los solares asignados, sus casas particulares que parecían fuertes.

En seguida se distribuyeron terrenos para huertos; el proceso de reparto de mercedes de tierra inició poco después. Durante los primeros años, las condiciones fueron bastante adversas en atención a que los enfrentamientos con los guachichiles y guayares, a quienes se les declaró «la guerra a sangre y a fuego», siguieron en aumento. Por eso, en 1572 quedaban apenas 20 vecinos, cuya cifra se recuperó a 40 en 1578, para decaer en 1604 a 15 o 20, pero era «gente rica los más de ellos». Además, la última cifra es algo engañosa. Aprovechando la pacificación de la Gran Chichimeca durante los años noventa, varias familias cambiaron su residencia a Jalostotitlán y a sus estancias, puesto que ya podían radicar con tranquilidad en las afueras de la villa y levantar con importantes inversiones una infraestructura que en algunos casos sirvió como núcleo de los cascos de haciendas y ranchos ganaderos y de labores que por siglos caracterizarían la región.

Así lo confirmó Lázaro de Arregui para el año de 1621, cuando describió la alcaldía mayor de los Lagos, que es de las mejores que se proveen en este reino, y su jurisdicción de las más ricas por las grandes estancias y crías de ganados que hay en toda ella y labores de maíz, y otras cosas así del campo, en que se aventaja mucho aquella tierra a lo restante del reino así por ser los campos muy largos, limpios y bien dispuestos […] parece que sus pobladores dieron en esa granjería, y fueles tan bien que llegaron a tener gran número de ganados.

Acerca de la villa de Los Lagos explicó que «tiene más de 30 vecinos españoles sin los que viven en estancias cerca de ella, y los más son hombres ricos y de muy saneadas haciendas. Tiene un clérigo cura, y su beneficio es el mayor del reino por la grosidad de los diezmos».

Entretanto, por Teocaltiche y Nochistlán y en los cañones, donde muchos de los pueblos de indios fundados durante los primeros años de la época virreinal lograron mantenerse en 1604 todavía, una cantidad reducida de españoles y mestizos había ocupado muchas tierras en las cercanías de los numerosos ríos y arroyos. Ahí, estos pobladores mismos y sus peones —o con ayuda de los indios locales— sembraban con y sin irrigación una gran variedad de granos y frutos de la tierra y del Viejo Continente y criaban ganado mayor, mulas, burros y puercos —los corrales de gallinas y pavos eran más bien de indios, que así pagaban parte de su tributo—. Esta producción, casi en su totalidad, tenía su destino en el insaciable mercado de Zacatecas y los otros reales del norte.


sábado, 1 de abril de 2023

Merecida distinción al Ingeniero Javier Ramirez Romo

Por: José Alonso Serrano Campos

El pasado jueves 30 de marzo de 2023 en el marco del Encuentro de Especialistas del norte de Jalisco y sur de Zacatecas, fue homenajeado el maestro Javier Ramírez Romo, distinguido docente del Centro Universitario del Norte (CUNorte), cuyo evento se llevó a cabo en el edificio “Casa Hidalgo” de Colotlán, Jalisco.

El maestro Ramírez Romo nació en San Miguel el Alto, Jalisco desde los siete años radicado en Guadalajara, de origen campesino y costumbres pueblerinas, la vida en sus primeros años fue difícil, emigró a la ciudad con su madre cuando falleció su papá.

En aquellos años fue vaquero y por la necesidad entró a trabajar de mozo en una tienda de modas en pleno centro de la ciudad, ahí terminó por cuenta propia su educación primaria en escuela nocturna, trabajó en la Secretaría de Hacienda, luego de una pausa en sus estudios continuó la educación secundaria en la escuela “Ricardo Flores Magón”, era por cooperación y también nocturna.

Sin volver a interrumpir sus deberes de estudiante, entró a la prepa 2 de la U. de G. nocturna, su idea era estudiar filosofía y letras, amistades le recomendaron “que se moriría de hambre” y decidió estudiar Ingeniería Industrial. Fue inmediatamente al egresar cuando lo invitan a dar clases en la misma facultad.

Dejó Hacienda, se fue a la industria y siguió dando clases en la antigua facultad de ingeniería, al formarse la Red Universitaria se hizo el Centro Universitario de Ciencias Exactas e Ingeniería, entonces estudió la Maestría en Análisis de Sistemas Industriales, en CUCEI por problemas políticos lo obligaron a dejar la universidad por cuatro años.

En 1998 se reincorpora a U. de G. al sistema medio superior como técnico académico, en 2000 vino a conocer Colotlán y la región, iba caminando la adquisición del terreno del futuro CUNorte y se optó porque fuera en Santiago Tlaltelolco, oficialmente se incorporó a Colotlán en marzo del año 2000 para iniciar clases en septiembre en Casa Hidalgo, empezando a hacer promoción del campus universitario de aquella época.

Cuatro personas fueron las primeras en sentar las bases de la gran infraestructura que hoy es el centro universitario del norte: el doctor Cándido González Pérez como primer rector, Mario Ruiz Ortega como coordinador de control escolar, José Guadalupe Ramírez Pérez en programas docentes y el homenajeado Javier Ramírez Romo en el área de servicios generales.

Siempre amistoso y muchachero, el Inge Javier conoció gente del pueblo y su manera de pensar y de vivir, habido por leer las publicaciones de la región, conoció más a fondo lo que es la zona norte de Jalisco, “una región que tiene su propia idiosincrasia”, afirma.

Diciembre de 2001 se cambiaron a las actuales instalaciones de CUNorte, rentaban plantas generadoras de electricidad con gasolina, fosa séptica, con pipas de agua se llenaban los depósitos mientras se construyó el poso artesano y las instalaciones de electricidad, el internet empezaba, era una zona bastante aislada, “nos veían como ‘conquistadores’ pues éramos gente ajena a sus intereses”, por consigna siempre de traje porque era la imagen de la universidad.

Se fue ganando el respeto y simpatía de la gente, pronto la población y los alumnos se dieron cuenta que venían a servir, pero fue todo un proceso. Se involucró con personalidades de la región, cronistas y escritores, recuerda que en Huejucar le ofrecieron libros, unos comprados y otros regalados y disfrutó algunos ejemplares del emblemático periódico de “Mi Pueblo”, incluso tuvo la fortuna de publicar en ese periódico.

Sin proponerse, pero buscándolo, trabajó con los cronistas de la región, formó parte de los inicios del encuentro de especialistas de la zona norte de Jalisco hace 18 años. Recuerda que “el cronista se interesa por las historias del pueblo, la cotidianeidad, esos incidentes o hechos que no trascienden tanto a la historia nacional pero que son importantes para la gente común”.

Gran inspirador de las generaciones que le siguen, inspira a seguir construyendo la historia de una región, del estado y del país, para conocer esas historias y darlas a conocer, motivando a que sigan investigando y rescatar la historia, “que lo expongan para que nosotros conozcamos” nos dice.

En el primer encuentro expuso sobre un escritor de la región, Flavio Godínez Márquez, prosista y poeta, ha llevado al salón de clases sus vivencias, convencido del talento de alumnos y egresados, reconoce sus capacidades, “me encanta enseñarles a que se sientan profesionistas, a que sean profesionales”.

El Ingeniero Ramírez Romo compartió: “Un inmerecido reconocimiento que agradezco enormemente, yo haciendo mi trabajo, dando clases soy feliz, investigando y hablando con la gente, enormemente agradecido, no es solo a mi persona, a toda la gente que estuvo desde un principio”.

Más de 15 años de convivencia y contento con la institución y con la región, el ingeniero Javier se mostró conmovido y así finalizó su intervención ante los asistentes: “qué bueno que vine a esta zona, a esta región”.

Felicidades al gran profesor y lamentamos su partida de este mundo el 2 de junio de 2023, descanse en paz gran ser humano.

Frases populares del pueblo

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