Texto de Julia Torres Salazar, gracias por su interesante relato.
Estoy en el patio de mi casa disfrutando de una esplendorosa Luna de octubre y viene a mi memoria el transcurso de mi vida cotidiana en la que estuve a lado de mis seres queridos: mis padres, quienes pasan como una película de recuerdos que aún viven dentro de mí ser. Al escribir estas líneas con un lenguaje sencillo gozaré nuevamente de vivencias felices y de momentos tristes.
Mis padres fueron Emilio Torres García y Lorenza Salazar Rodríguez, quienes procrearon 11 hijos: Elena, Julia, Josefina; Gerardo, Conrado, Angelina, Teresa, Emilio, Lety, Hugo y José Luis; actualmente sólo vivimos siete hermanos, mis padres ya gozan de la paz eterna.
Mi papá fue un hombre sencillo, quedó huérfano de padre desde muy chico, sólo con su mamá, quien lo dirigió con mano dura pero con amor de madre que sueña con un buen hijo, luchó para que él no equivocara el camino y no se revelara por sufrir necesidades económicas. Trabajó para darle lo necesario, así tuvo el ejemplo de su madre quien le enseñó que sólo el trabajo lo haría fuerte y lo blindaría contra cualquier espejismo.
Fue persona humilde, luchó para ganarle a la adversidad “era fuerte como un roble, aunque hubiera tormenta no caía, sólo se doblaba”. Se graduó en la universidad de la vida y con mención honorífica, “TITULO” dado por su familia. Supo ser padre y amigo, era de carácter fuerte pero de mucha calidad humana, con sus hijos varones había dialogo de amigos pero había regaños cuando era necesario, por esto se perdía algunas veces la armonía, pero pronto volvía.
Le gustaba ser niño y divertirse algunas veces al lado de mi mamá. El tiempo preferido era Navidad; nosotros en Noche Buena acostumbrábamos a ir a misa de gallo que se celebraba a las doce de la noche, después ir a la casa de mi mamá Mariquita (nuestra abuelita) a ver el nacimiento. Esa noche había tamales y algunas veces buñuelos pero no había cena de navidad o regalos; pero recuerdo que con mucha emoción esperábamos el día de los Reyes Magos, esa noche poníamos en el patio o zaguán nuestros zapatos, mientras que nuestros hermanos sus huaraches; sobre el calzado dejábamos la cartita a los Santos Reyes; nos acostábamos más temprano y no había otro amanecer más esperado. A la mañana siguiente, nuestros papás siempre nos escondían los zapatos y nos decían que los Reyes los habían cambiado de lugar. Los buscábamos y que alegría al encontrar nuestros juguetes: para las niñas eran trastecitos de barro, muñecas de trapo y dulces; a los hermanos les traían: valeros, trompos y canicas. Gracias a nuestros padres que con tanto amor protegieron nuestra inocencia, con cuanta alegría disfrutamos estas tradiciones, bendita niñez e inocencia, al recordarlo vuelvo a ser niña.
Los años inolvidables que viví al lado de mis padres, están acurrucados dentro de mi corazón, recuerdo su convivencia como pareja, había entre ellos una gran comunión en su vida diaria y como padres se ayudaban mutuamente para sobrellevar la dirección de la familia.
Les gustaba salir a caminar diario, después de comer se iban a disfrutar de los bellos atardeceres caminando por la alameda (alameda que recordamos con nostalgia) gozando de la sombra proporcionada por los hermosos álamos que orgullosamente erguían hacia las alturas como queriendo alcanzar el cielo, otro espacio que también disfrutaban era ir al jardín a sentarse en una banca bajo la sombra de nuestro inolvidable “Laurel de la India”. Mi papá le decía a mi mamá “vamos a la plaza a sentarnos en una banca a saborear un puño de cacahuates o semillas” (porque en ocasiones era lo único que podían comprar).
Nuestros padres nos dieron mucha paz y tranquilidad, desde luego que hubo días nublados en los que no había luz, mis padres sufrieron por tener una precaria situación económica y no podían darnos lo que ellos deseaban pero le doy gracias a Dios que estas carencias eran suplidas con el amor de nuestros padres, estas necesidades nos enseñaron que luchando y queriendo no hay obstáculo en la vida que impidan llegar a las metas soñadas.
Para formar y sostener mi papá a la familia la lucha fue ardua, desempeñó varios oficios, estudió solo la primaria, él recordaba con cariño a su maestra Antonia Macías Romero, le gustaba leer, por él nos nació el interés hacia la lectura, tenía bonita letra. Disfrutaba escuchando música como valses vieneses, desde luego la música romántica y una de sus preferidas: Las cuatro estaciones de Vivaldi. Recibía varias revistas como Papel de humo, Proceso, Selecciones, Enguardia (revista que sólo se editó en la segunda guerra mundial) y que aun conservamos algunas.
Su deporte favorito era el beisbol, cada domingo como devoción y sin pasársele la hora, agarraba su banco y se iba al campo deportivo Cuauhtémoc a disfrutar de un bien encuentro. Llevaba su banco porque en su tiempo no estaba el campo deportivo acondicionado como actualmente se encuentra, carecía de gradas y aún más ni circulado estaba, pero eso si había un gran equipo de béisbol “Los rojos” con su gran pitcher Antonio Lares. Este equipo cubrió muchas veces de gloria el campo deportivo Cuauhtémoc con sus famosos triunfos en encuentros con equipos visitantes y de primera división, “Los rojos” fueron reconocidos fuera de nuestro municipio como un gran equipo, así como su pitcher.
“Honor a quien honor merecer” el gran patrocinador y ferviente aficionado fue el sacerdote Timoteo Hernández, él fue quien dio un gran respaldo a este equipo y a él se le debe la integración de “Los rojos”.
Mi papá tenía delirio por las plantas, él era feliz de que en la casa siempre hubiera macetas llenas de flores. En una ocasión mi mamá necesitaba mandado para la cocina, se lo encargó a papá, pero rato después llegó mi papá con unas flores preciosas, se las dio a mi mamá y le dijo “aquí está tu mandado”, salió al patio y comenzó a acomodar las macetas; esto no fue del agrado de mi mamá porque rato después mi papá se sentó y pidió de comer , entonces mi mamá le dijo “no hay comida, ahora comen plantas”, en ese momento mi papá se dio cuenta que en verdad mi mamá estaba molesta.
Como dije antes, mi papá desempeñó varios trabajos en su lucha por la vida y así forjarse una coraza que lo libraría de los vendavales que enfrentaría al cruzar los ríos de la vida, trabajó en el rastro municipal que estuvo ubicado en la finca de la esquina Zaragoza-Paseo, ahí soldaba botes de manteca, sus instrumentos de trabajo eran un brasero que encendía con carbón, un cautín y barras de soldadura de estaño, fue empleado en una embotelladora de sodas que había aquí en Colotlán, la dueña era de nombre Mercedes Castañeda. Cursó por correspondencia Práctico de radio y televisión, recibió el diploma de fin de curso en 1956 por National School de la ciudad de los Ángeles California, estudio que practicó muy poco.
Con el señor Pablo Iturriaga tuvo la oportunidad de enseñarle a trabajar el oro y la plata. En la casa acondicionó un pequeño taller para laborar, su equipo de trabajo era muy exquisito y lamentamos no haberlo conservado. Este oficio como lo disfrutó, elaboró muchos trabajos, entre ellos: pulseras con monedas de 20 centavos, se plata, se milagros; aretes, anillos, algunos eran esmaltados y grabados, las argollas de matrimonio de mi hermano Gerardo él las hizo.
No fue conformista y siempre estaba buscando nuevos horizontes, compraba revistas como “Mecánica popular”, en ella encontró algo que lo entusiasmaba y sin pensar si podía o no se embarcó en una nueva aventura y adquirió un equipo de soldadura autógena (aquí en Colotlán fue pionero en tener esa clase de equipo), se atrevió a trabajar solo con las instrucciones y un catálogo, trabajo que gracias a Dios le gustó, así empezó a elaborar puertas, ventanas, canceles, cercos, barandales, vigas y repisas para macetas, trabajos que hoy todavía lucen en algunos hogares de nuestro bello Colotlán. Este taller lo instaló fuera de la casa, tuvo bastante demanda en su trabajo y con el adquirió experiencia y confianza en sí mismo. Tiempo después compró otro equipo de soldadura eléctrica, aparato con mejor capacidad, poco a poco fue montando su taller con más y mejores herramientas.
En el templo de San Nicolás cuando el padre Timoteo Hernández era el capellán, le encargó a mi papá restaurar las ventanas de la cúpula del templo. En la capilla de San Lorenzo también se encuentran trabajo de él.
En una de las administraciones municipales del señor J. Refugio Raygoza Pacheco, le mandó hacer unas lámparas estilo colonial, mismas que fueron colocadas en las calles Hidalgo, Independencia, Centenario y Morelos; aun conservamos una de ellas en servicio instalada afuera de nuestra casa.
Cuando ya gozábamos en nuestro pueblo de los servicios de agua potable, drenaje y energía eléctrica, fue uno de los primeros que empezó a hacer instalaciones de baños y de tuberías para agua potable dentro de algunos domicilios, también hizo instalaciones eléctricas; para este trabajo ya le ayudaba su hijo Emilio quuien siguió su profesión, actualmente él tiene establecido su propio taller de herrería, equipado con mejores aparatos y una tecnología más adelantada, al igual que mi padre ha realizado varios trabajos desde luego: puertas, ventanas, canceles, vigas, cercos, repisas, en algunas escuelas del municipio ha instalado columpios y canchas de juego; en el municipio de Santa María de los Ángeles se encuentran varios trabajos realizados por él. El barandal de la capilla de San Lorenzo también es trabajado de mi hermano, mi padre al igual que mi hermano con sus trabajos dejan huella de su arte en esta región.
Mi papá fue miembro de la banda de música que había en su época, formada por varias personas oriundas de nuestro pueblo, todas ellas de feliz recuerdo, fotos de este grupo se pueden encontrar en la casa de la cultura expuestas al público.
Cuando faltó mi papá, mis hermanos varones ya habían salido de la casa alejándose del terruño para emprender la aventura de sus vidas llevando las alforjas llenas tan solo de ilusiones, la lucha fue dura y difícil pero con tenacidad lograron vencer las barreras que se interponían para realizar sus sueños, lucharon, vencieron y tuvieron la satisfacción de llegar al final de algunas de sus metas, el recuerdo de mi papá fue la fuerza que los sostuvo en la lucha, creo que con satisfacción de llegar al final de algunas de sus metas, el recuerdo de mi papá fue la fuerza que los sostuvo en la lucha, creo que con satisfacción y por qué no también con orgullo podrán decirle a mi papá “gracias, esperamos no haberte fallado”.
Mi mamá fue la columna donde se sostuvo la familia, fue una mujer que tuvo la dicha de que Dios la bendijera con una larga vida, sus 101 años los gozó llena de lucidez y fortaleza física, perdió pronto a su esposo, quedó sola con sus hijos, pero su temple de mujer de fe y a pesar de las vicisitudes que da la vida, sostuvo su hogar con los mimos anhelos que tenía mi papá, pudo y tuvo la satisfacción de ver a cada uno de sus hijos realizar sus sueños por los que lucharon, damos gracias a Dios por habernos concedido la dicha de gozar tanto tiempo a nuestra madre.
Mi mamá en su juventud fue espectadora y aún más vivió uno de los acontecimientos que en los anales de la historia de nuestro pueblo nos narran, nuestro Colotlán fue escenario de varios sucesos históricos, uno de ellos la guerra cristera, hago mención a esta época porque como dije antes, mi mamá tuvo la experiencia de vivir uno de esos sucesos, a nosotros sus hijos nos gustaba que nos platicara esos acontecimientos, nos sentábamos a su alrededor para que nos contara sus recuerdos, uno de ellos es el que trataré de narrar en palabras sencillas como lo platicaba mi mamá:
“… Durante la guerra cristera los templos católicos estaban cerrados, no podía uno practicar su religión con libertad, por lo mismo cualquier acto religioso se hacía a escondidas, en ese tiempo y para pedir por la paz (sin recordar la fecha) se organizó una peregrinación para ir a visitar a la virgen del Rosario que se venera en Santiago Tlalteloco, se hizo la invitación a varias personas muy secretamente, aquél día aproximadamente a las 4 de la tarde en el lugar conocido como el camposanto (donde ahora se encuentra el Seguro Social y la Secundaria) nos reunimos como unas 50 personas, casi éramos puras mujeres, para de ahí salir caminando a Santiago, de pronto llegaron los soldados acompañados del presidente municipal que era el señor J. Guadalupe Rivera. Nos rodearon, todas permanecimos calladas y muertas de miedo, enseguida nos dieron la orden de caminar. Formadas bajamos por la calle Zaragoza, dimos vuelta por la Centenario y luego bajamos por la Cuauhtémoc hasta la presidencia municipal, siempre vigiladas por los soldados, nos revisaron a cada una nuestra ropa y todo nuestro cuerpo porque decían y sospechaban que escondíamos algo y se lo llevábamos a los cristeros. En la cárcel estuvimos toda la noche y el día siguiente, algunas de las detenidas salieron esa noche, eran persona de buena solvencia económica y sus familias pagaron la multa. Nos tenían incomunicadas, lo único que hacíamos era rezar y rezar por el miedo que teníamos, yo salí hasta el otro día, mi papá pagó 5 pesos de multa. Cuando estábamos en la cárcel nos llegaron muchas canastas con comida, pero así como llegaban se las llevaban, porque por el miedo que teníamos no podíamos ni comer, cuando salimos nos dimos cuenta que frente a la presidencia había mucha gente, entre ellos cristeros muy discretos, que por temor no hicieron nada para que no fuera haber un enfrentamiento y alguno se matara. Nunca supe quién nos delató, por esta razón ya no se volvió a organizar otro acto religioso…” Esta es una de las experiencias vividas por mi mamá, en los sucesos históricos de nuestro querido Colotlán.
Mi padre siempre nos decía “en la lucha por la vida ninguna barrera los detenga, permanezcan siempre de píe, no importa que tengan que caer, conserven un buen amigo, sean siempre una familia unida y no importa el éxito que alcance, nunca olviden su origen, porque un árbol sin raíz se seca”. Estos recuerdos están llenos de amor, admiración, respeto y agradecimiento a estos seres queridos que Dios nos dio como padres.
Esta recolección de recuerdos los compartos en esta narración escrita con palabras sencillas y carentes de prosa agradable pero me es difícil transmitir la emoción que siento aunque a la vez nostalgia por lo que ahora solo recuerdos son.
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