Clementina de León Sánchez
Dar gracias a Dios por los padres que nos dio, hasta esa edad de la adolescencia no había pasado por mi mente. Fue entonces cuando el Padre Nicolás Sánchez, maestro de religión y de acuerdo al tema de su clase, nos hizo comprender ese deber; desde ese momento, analizando el motivo por el cual debía yo estar agradecida, descubrí que es el más grande y el más justo de los deberes que con el Creador tenemos, pues ¿Qué hay en esta tierra que merezca más nuestra gratitud por habérsenos dado?
Lo que admiro a mi papá es que él la diseñó sin copiar ninguna otra de las ya construidas en el pueblo. Los arcos tienen forma y dimensiones diferentes así como la distribución de los espacios. Me parece muy singular la forma que se le dio a la escalera, la que conduce a lo que era el pajar. Un cuadrante. He observado que en Colotlán hay algunas casas que parecen réplica una de otra: Son semejantes la ubicada en Morelos No.2 y la que se localiza en Independencia No.87, !a ubicada en Guerrero No.27 y la de Guerrero No.22.
La de esquina Morelos y Paseo, la de Obregón No.7, y la de Hidalgo No.21 esquina con Basilio Terán. Son 3 casas similares.
La que mi papá construyó no se parece nada a ninguna otra, por eso le reconozco la originalidad en su creatividad.
Su seriedad nos infundía a sus hijas mucho respeto, pero siempre hubo momentos de conversación amena que propiciaba la confianza y así le pregunté ¿Por qué no se fue al seminario? siendo su respuesta "porque se me clavó una astilla en este dedo" (el meñique). Permitió a mi mamá participar como miembro muy activo durante sus mejores años en la Acción Católica Femenina, pues durante tres períodos continuos resultó electa Presidenta.
La recompensa para los dos fue que el Sr. Obispo Antonio López Aviña oficiara su Misa de Acción de Gracias por sus 25 años de Matrimonio en noviembre de 1961 y que en su homilía lo señalara y les agradeciera su generosidad. Posteriormente mi mamá siguió contando con su anuencia para trabajar con el ahínco que le caracterizaba en esa obra.
Siendo yo alumna de 1er. Grado de Primaria sentado él en su equipal en la puerta de la casa los domingos o jueves por la tarde me subía yo en sus piernas él me preguntaba de lo que hacía en la escuela por lo que le relataba muy puntualmente mis actividades desde el inicio hasta el final de la clase.
Por aquellos años mi mamá tuvo que ir a la ciudad de México a consulta con el Doctor. Recuerdo que en esa ocasión un día domingo por la tarde casi noche, me llevó a la plaza seguramente a dar la vuelta. Frente a la presidencia se encontraba un gran camión de carga con ganado para llevar a vender, no sé por qué mi papá se tuvo que subir alas redilas como a revisar algo del ganado, pero cuando estaba en el borde de la redila se desequilibró cayendo hasta el suelo ocasionándome tremenda angustia, la que desapareció al ver que se levantaba sin la más mínima herida. Mi papá era muy fuerte.
Allá por los años setentas se dirigía al rancho de las Atarjeas en una camioneta ya desgastada por lo que fallaron los frenos un poco antes de doblar a la derecha para entrar al antiguo puente de piedra sobre el Río Cartagenas, el cual fue construido por iniciativa del Sr. Cura Cristóbal Magallanes, ahora San Cristóbal; en el momento en que falló el vehículo se le presentaron dos opciones: dejarse ir contra un paredón de roca o girar hacia el lecho del río, optó por lo segundo, pues contra el paredón hubiera sufrido un impacto de funestas consecuencias, en cambio al saltar la troca sobre el río las aguas amortiguaron el golpe y por obra de Dios no sufrió ni un raspón, pues en ese momento se encomendó al Santo Niño de Atocha. Cuando por la noche regresó a casa no comentó nada, seguramente para no preocuparnos. Lo supe otro día cuando iba a la escuela al encontrarme con don Cuco Raygoza me preguntó por la salud de él ya que se había enterado de lo sucedido. Aunque yo sabía que mi papá se encontraba bien, me pareció muy larga la jornada de ese día para regresar a la casa a confirmar que efectivamente estaba bien. No esperó que nos desocupáramos para acompañarlo, otro día se fue a Plateros a agradecer al Santo Niño tan evidente milagro. Mi papá fue un hombre de fe. Por sobre todas las cosas le gustaron los caballos. Siempre platicaba las historias de cada uno de los que tuvo. Su Nombre, a quien se lo compró, que edad tenía cuando lo adquirió, en qué rodeos participó con él y también recordaba sus finales. Llegó a tener Pie de Cría, ocupaba el potrero más grande con puro ganado caballar. Yeguas, Caballos, Mulas y Machos. A finales de los años cuarentas, su cuñado, mi tío Herminio le compró un potrillo de Pura Sangre en Estados Unidos, se lo embarcó por tren y en troca lo fue a recoger a Zacatecas.
Recuerdo que resultó todo un recibimiento a su llegada, se reunieron en la casa los muchachos que trabajaban en la tienda, el que manejaba la camioneta de repartir el refresco "Del Norte" (Barrilitos, Pep, Del Valle Hit y la cerveza "XX" Y "Superior", nosotros la familia, y algunos vecinos. Venían con el potrillo el joven que manejaba la troca en que lo fueron a traer Fernando Amozorrutia, don Manuel Gálvez que iba a ser su entrenador y mi papá. Entró el potrillo a la casa y con paso solemne recorrió el zaguán, patio, pasillo y patiecito hasta llegar a su habitación la caballeriza mejor ubicada. A ese potrillo lo llenó de muchos cuidados, en primer lugar le contrató un entrenador, quien a diario lo peinaba y sacaba a pasear, con frecuencia lo bañaba y revisaba su salud. Cuando el caballo cumplió tres años de edad contrató al fotógrafo del pueblo para que lo viniera a retratar, como yo me encontraba por ahí jugando se le ocurrió montarme, por lo que en la foto estamos los dos el caballo y yo. Al reverso de la foto mi papá le escribió:
"Edad: Tres Años", alguien que vió la leyenda preguntó a quien se refería la edad, a lo que rápidamente contestamos "es la edad que tenía el caballo". Los caballos fueron su pasión.
Fue un hombre que sin estudios supo adquirir hábitos que le propiciaron tener una vida saludable. Durante los 94 años que el Señor le concedió vivir, no necesitó de bastón ni de ningún otro apoyo para caminar, no cojeó, no se encorvó no necesitó prótesis dentales ni le creció el estómago, es decir nunca aparecieron en el las principales características de un anciano, esto lo advertí cuando el Padre Claudio Macías Orozco en la última vez que nos saludamos me dijo" Tu papá no fue un anciano" Siempre observé que prefería los alimentos más sanos, verduras, en la comida, calabaza, camotes en el desayuno. No fumó, no tomó en exceso, hizo ejercicio pues montó a caballo hasta edad muy avanzada, no se desvelaba, no padeció de insomnio y su principal característica fue la de ser muy trabajador. Durante algunos años atendía tres ranchos, el de su propiedad Las Huertas, El Yerbaniz, de mi mamá Chita y las Atarjeas de mi mamá y sus hermanos. Recuerdo que en un terreno de riego, recogía una cosecha y al otro día ya estaba preparando el cacahuate para sembrarlo de inmediato. Siempre tuvo cuidado de alternar los cultivos. Cundo estudiaba yo la Normal, una materia no de las básicas se refería a sugerir estrategias para aplicar en la agricultura. En un capitulo decía la forma de hacer los surcos en un terreno inclinado por lo que pensé pasarle a mi papá esa técnica que para mí era novedosa: hacer los surcos en semicírculo a lo que el me contestó que sí, efectivamente así se debían de hacer y además me dio una explicación sobre técnicas para la hechura de surcos con arado de bueyes y con arado de mulas. Conocía todo lo que al campo se refiere. Trabajó la agricultura, la ganadería y el comercio, desde luego todo en pequeña escala.
En la casa tanto a la hora del desayuno como en la de la comida, exigía los alimentos bien sazonados y tortillas calientitas o bien calentadas, pero cuando íbamos al rancho él se ocupaba de acercar la leña, de prenderla y de calentar los tacos, se mostraba como un excelente anfitrión.
En sus negocios no todo fue éxito tuvo sus desaciertos y entonces mi mamá decía: "pobre de tu papá él solito se enseñó a trabajar".
Platicaba él que cuando su mamá se puso muy enferma, tanto él como mi tío Salvador se encontraban en Estados Unidos (trabajando) eran los mayores de la familia y al recibir la carta que les daba la noticia de inmediato le dijo a su hermano "Nos vamos a México, nuestra madre está enferma" mi tío sugirió quedarse él pero mi papá le contestó: "Mi madre está enferma y nos vamos a atenderla". Los dos se vinieron. Me platicó Doña Mariquita Mayorga, esposa de Don Salvador Macías hermano de mi abuelita Anita y por ende su cuñada, que mi papá atendió a su mamá durante su enfermedad como si fuera una hija, la aseaba cuidadosamente y con mucha amabilidad. ¿Qué mejor prueba de que mi padre tuvo un corazón de oro?
Ese gran corazón se lo demostró a mi mamá durante su matrimonio porque ella cuatro o cinco días antes de morir le dijo: "Gracias Manuel porque fuiste muy bueno conmigo". A él le brotaron dos lágrimas de sus ojos.
Murió ella y once años vivimos los dos haciéndonos compañía uno al otro, durante ese tiempo nos identificamos aún más, él aunque no me lo decía valoraba las atenciones que le tenía, yo en su rostro advertía su agradecimiento.
Mi mamá. ¡Qué decir de mi mamá.! Era tierna y dulce, cuando veía que nos estábamos portando muy ma! nos decía: "qué ganas que su papá las viera por el agujerito de la puerta para que se dé cuenta que no son tan buenas niñas como él piensa". La verdad si nos preocupaba que se fuera a enterar de nuestro comportamiento cuando él no estaba; también nos decía que necesitaba tener cerca una varita que no nos hiciera daño pero que sí nos doliera. Esa varita nunca la tuvo a su alcance o nunca se decidió pues también decía que no le gustaba que golpearan a los hijos, y nunca lo hizo con nosotros. No fue una mamá muy estricta ni se alarmaba demasiado por nuestros comportamientos propios de la edad. Cuando estaba en 6°. Grado un grupo de compañeras empezamos a tener novio. Noviazgo que consistía en que el muchacho nos acompañaba en el recorrido de una cuadra o nos mandaba boletitas. En ese tiempo funcionaba diariamente la escuela de Catecismo; y todos los días al salir por la tarde de la primaria llegábamos al Catecismo; a su vez nuestras mamás asistían a las Juntas de la Acción Católica y el Sr. Cura Candelario Ayala aprovechó para ponerlas al tanto; mientras que a mis compañeras las reprendieron fuertemente, mi mamá sólo me dijo lo que el Sacerdote les había comunicado, me preocupó que ella supiera y ahí terminó todo. Jamás nos limitó los permisos para donde queríamos: al cine, al jardín etc.
Igual que la suavidad de su carácter era la suavidad de sus manos, me peinaba para irme al Kinder o la Primaria y eran caricias lo que yo sentía en mi cabeza. Cuando me enfermaba, con cuanta dulzura me pedía que me tomara la medicina o los alimentos y con qué delicadeza me aplicaba los ungüentos cuando era necesario.
A mi mamá le preocupó siempre mucho la educación de sus hijas, pero no precisamente que alcanzáramos un grado académico; le preocupaba más bien nuestra formación (ojalá no la hayamos defraudado) y así a la temprana edad de 8 y 9 años mandaron a mis hermanas al Colegio del Refugio en Totatiche para cursar 2°. y 4°.
Grados de primaria respectivamente. Esa es para mí una gran prueba de que anhelaba una buena formación para sus hijas.
Con frecuencia invitaba a Julia Flores para que la acompañara a hornear riquísimos quequis y deliciosa repostería, lo que toda la familia saboreábamos placenteramente durante dos o tres días. Era muy amigable y por las tardes solía visitar a sus vecinas: Doña Lupe la de don Aureliano Huízar, Rosita Loera, Trini la de José de Luna, Sara de León, Ya después Marianita de don Luis Pérez Jara, Goya de León y Conchita Gálvez. Con todas ellas entablaba conversaciones muy amenas.
Nos comentaba de sus aptitudes para la declamación y el Teatro, de sus participaciones desde muy niña particularmente un Monólogo titulado "QUIEN FUERA VIEJA" (al parecer se trataba de la queja de una niña por las represiones de los adultos), obra que al ser interpretada por ella en lo que entonces era el teatro "Víctor M Sandoval" después propiedad de don Lauro Martínez y ahora de su hija Tere ubicado en la calle Morelos No, 15 y que funciona como Funeraria "La Aurora" arrancó al público nutridos y efusivos aplausos, pues fue necesario que la repitiera tres veces por la insistencia de los aplausos. Al final las personas se pusieron de pie expresando su reconocimiento. Entre ese público se encontraban sus papás, que seguramente también lo hicieron. ¿Quién a esa edad ha recibido semejante homenaje? Siguió participando en el teatro en obras que se presentaban en el pueblo ya fuera por parte de la Escuela, de grupos sociales o de grupos de la Iglesia, casi todos preparados por don Rafael Soriano. En la que destacó sin precedente y como protagonista fue en "JUANA DE ARCO" actuación que desde luego no nos tocó presenciar pero conservamos varias fotos en las que podemos constatar la originalidad de la caracterización en cuanto a vestuario. (Acorazado de lámina metálica).
En alguna ocasión me dieron a declamar el poema de Rafael Zayas Enríquez "CINCO DE MAYO" y al enterarse, con alegría me dijo "Esta poesía yo también la declamé cuando estaba en la escuela……. en seguida como recordando aquel momento alzó la voz diciendo:
¡Ahí están, ellos son, ved como llegan
Cual águilas pujantes que confían
En su fuerza de valor….
Ved cual despliegan las columnas
Y activos desafían
A la ciudad y al fuerte,
Ansiando el triunfo y sin refinar la muerte!
Raza de Cuauhtémoc, raza abnegada,…..
¡Es indescriptible la belleza que imprimió en tan corta interpretación! ¡Qué naturalidad! ¡Qué timbre de voz! ¡Qué maravilloso sonaron aquellas palabras describiendo la bravura de nuestros Héroes Mexicanos en la Gloriosa Batalla de Puebla.
Ambos, papá y mamá siguen siendo un poema en mi recuerdo.
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