Información extrahida del análisis retrospectivo de Arturo Gutiérrez del Ángel
"Introducción a la visita del capitán don Félix Calleja a las
fronteras de Colotlán y el archivo Guadalajara 393.
![]() |
Simón de Herrera y Leyva |
[...] parece por algunos papeles antiguos que en los años de mil quinientos sesenta un religioso de la orden de predicadores, hijo de la provincia de Guadalajara, entró por la sierra de San Andrés Quamiata, convirtió su ranchería: la de San Sebastián, Santa Catalina, Tesompa, y la Soledad, y queriendo pasar con su apostólico ministerio a Huejuquilla y San Nicolás, sacrificaron su vida al tiempo mismo de estar predicando. Con éste volvieron a quedar en sus errores hasta el año de mil quinientos noventa y uno, que a vista de los robos, muertes y otros delitos que cometían los indios chichimecos de Santiago y Soyatitán, determinó el excelentísimo señor don Luis de Velasco, virrey entonces, remitir y establecer cincuenta familias tlaxcaltecas para que formaran un pueblo, o fuerte en el paraje a propósito, y más inmediato a los chichimecos, con el fin de irlos civilizando, en efecto, se establecieron en el valle de Guacasco, hoy perteneciente a Colotlán, quedando el cargo de ellos en cuanto a lo espiritual al cuidado de religiosos de N. S. P. S. Francisco, entonces comenzaron los capitanes protectores, y fueron siguiendo hasta el último que fue el ya mencionado Villar.
Una vez pacificados los indios colotlecos, se creó la figura de capitán protector, militar con atributos de orden gubernativas, administrativas y jurisdiccionales. El capitán protector tenía derecho a fungir también como juez. Igualmente, como estos indios fronterizos se encontraban en constante guerra con los insultantes bárbaros, se les concedió el fuero militar. Bajo este régimen todos se alistaban como militares flecheros. Esto duró aproximadamente 200 años, hasta que los indios flecheros se convirtieron en un lastre para la Corona, pues los indios apóstatas no representaban más un peligro. Debían pasar de indios flecheros con fuero a pagar tributo y gravamen; podían además ya desarmados y sin una figura militar ser utilizados como mano de obra, lo cual hasta entonces no estaba permitido por las leyes de indias. Lo que muestran los diferentes informes del legajo Guadalajara 393, es que los naturales no eran más un peligro. Sin embargo, vemos que en varios periodos se buscó como estrategia política volverlos "peligrosos" y quitarles el estatuto de milicianos (uno de los primeros intentos es el de Antonio Vivanco), para a su vez introducir vecinos españoles como milicias, con la función de cuidar los intereses de la Corona.
Así, algunos informes entran en contradicción al decir, por un lado, que los colotlecos no eran un peligro; pero, por otro, y por lo general eran informes de coroneles protectores o religiosos, que los naturales se habían vuelto turbulentos y revoltosos, que se asociaban con los serranos nayaritas, los tarahumaras, los tepehuanes de la Nueva Vizcaya, y estos últimos con los apaches. A este discurso se le agregó que los colotlecos participaban ya de dichas alianzas. Si bien existían alianzas entre diferentes grupos, Calleja desmiente que pudieran resultar un peligro para la Corona, no obstante saber que huicholes y tarahumaras convivían y realizaban comercio.
Finalmente se redondea nuestra hipótesis de que las políticas borbónicas y el mandato del capitán Félix María Calleja buscaban reformar, por un lado, las milicias que comprendían a los flecheros, quitarles los privilegios que gozaban y pagaran tributo. Pero también les interesaba explotar las extensas tierras que tenían mediante la agricultura extensiva y el pastoreo, y despojarlos de ellas, las cuales, como veremos más adelante, no eran pocas. Eso implicaba denigrarlos como militares fronterizos y volverlos mano de obra. Es decir, una reforma profunda sobre la calidad social y jerárquica de estos grupos.
![]() |
Felix María Calleja del Rey |
Para ese entonces, el capitán protector Felipe del Villar se había apropiado de manera arbitraria de varias tierras pertenecientes a los pueblos de indios, privándolos de agua al desviar los arroyos hacia sus propias tierras de cultivo. Luego utilizaba para la labranza a los nativos; y en caso de negarse a cooperar con él, eran castigados con fuetazos o los metía a los cepos.
El informe de la Secretaría del Despacho de Guerra (AGS Legajo 7015, 6 "Milicia de Colotlán. Tumultos y revueltas" 1785) menciona que don Felipe del Villar maltrataba a los naturales colotlecos de los pueblos de Temastián, Asqueltán, Nostic y Mezquitic, justificándolo por ser apóstatas e idólatras. Como no prosperaron tales demandas, los cabildos de la Frontera se dividieron quedando por un lado los que apoyaban al protector (Huejucar, Santa María de los Ángeles y Acaspulco), y por el otro el resto de los cabildos, compuestos por los inconformes tlaxcaltecas a quienes no se les respetaba sus títulos nobiliarios. La división llegó a tal punto que estos últimos armaron una revuelta y sitiaron Colotlán, tomándola por asalto. Vivanco aprovechó este levantamiento para acusar a los colotlecos que nada habían tenido que ver y proponer la reforma de las milicias y la extinción de derecho de los indios flecheros de Colotlán.
Las tierras de los indios colotlecos, después de su pacificación por parte de los tlaxcaltecas, comprendía a los naturales de Camotlán, Hostoco, San Andrés del Teul, Chalchihuites, Nueva Tlaxcala, Apozolco, Mamatla, Tepisuaque, San Andrés Cohamiata, Santa Catarina, San Sebastián, Huejuquilla, San Nicolás, Soledad, Tenzompa, Mezquitic, Nostic, y según Shadow, también eran tepehuanes, tepecanos, mexicaneros, coras y huicholes. Por desgracia, cuando Calleja recorre los pueblos de indios de la Frontera, a todos los identifica como naturales, a excepción de huicholes, que para entonces habitan los pueblos de Camotlán, San Sebastián, Santa Catarina, Tensuapa y San Andrés Cohamiata: "todos estos pueblos tienen una misma situación, unos mismos productos, un mismo comercio de sal que de San Blas llevan a los reales de minas, y de maderas que cortan en las sierras de Tepisuaque y sus inmediaciones, y transportan con sus recuas a Bolaños".
Por otro lado, dice:
[...] el traje de estos indios [de San Andrés Cohamiata] y de los de Camotlán, San Sebastián, Santa Catalina y San Andrés de Teul, a quienes llaman güicholes y que sólo hablan este idioma, se distingue de los demás pueblos de la Frontera, y consiste en un calzón de piel abierto por todas las costuras y sujeto con correas y cintas de varios colores que sus extremos flotan al aire, cotón de manga ajustada, y descalzos de pie y pierna; los solteros tienen siempre las cabezas descubiertas, y los casados se la cubren con un sombrero de paja en el que ponen algunas plumas; las mujeres solteras se distinguen también de las casadas en que las primeras usan la ropa casi a la altura de la rodilla, y las segundas a la de la espinilla; los habitantes de estos pueblos son más bien formados, tienen un cuerpo más suelto y vigoroso, usan armas de mucho más tamaño y las manejan con mucha más destreza, pero todos son igualmente pusilánimes, cobardes y puerilmente tumultuosos, aunque vengativos y crueles cuando se hallan, muy superiores.
Si bien Calleja sólo menciona a los huicholes en algunos de estos lugares, indica también que todos ellos tienen comercio con naciones del norte, por lo que considera que se podrían instalar algunos grupos de milicias españolas que sustituyan a los flecheros en:
L...] elegirse de buena especie de gente en ambas clases de oficiales y soldados. Las dos que comprendo conviene criar son la una de Chalchiguites [sic], por ser el paraje más inmediato a los pueblos de indios revoltosos y a la salida hacia la tarumara, la otra en el Real de Bolaños compuesta de los rancheros que habitan sus inmediaciones, por estar este pueblo en medio de toda la Frontera con proporción de acudir en tiempo a cualquier punto de ella en que la necesidad lo pidiese (f. 71r).
Lo importante de esta descripción es que los huicholes tenían un conjunto de relaciones que iban desde lo que hoy es la sierra de Jalisco hasta Nayarit y Zacatecas. Y que mantenían un constante intercambio de productos con indígenas que provenían más del norte. Era, se puede decir, una franja de pueblos que mantenían alianzas entre sí, lo cual Calleja veía como un peligro, pero no mayor. No obstante, propuso quitarles el fuero y la categoría de flecheros y reducir sus tierras mediante la introducción de familias españolas que los "civilizaran". Incluso, como bien lo hace ver Ultreras:
Desde la visión emprendedora de los visitadores, los indígenas generalmente se conformaban con poco, es decir, no aprovechaban al máximo los recursos que tenían al alcance; solamente usaban de la naturaleza lo necesario para "subsistir", tirándose al ocio la mayor parte del tiempo. En cambio, los europeos mantenían un espíritu más resuelto en cuanto a la puesta en marcha de nuevos proyectos para acrecentar sus ingresos y elevar su estatus social. Citaré un ejemplo para dar una idea más clara. Si en la provincia de Nayarit y Colotlán los valles y cañadas eran mínimos en comparación con los montes, sierras y bosques, los visitadores siempre recomendaban el ejercicio de la ganadería extensiva para utilizar esas vastas extensiones de terreno que además iban bañadas por diversos ríos y arroyos, usando así los principales recursos para la cría de ganado. Pero los indios no tenían esta visión del uso de los recursos naturales, sembraban las hectáreas suficientes para el autoconsumo y tenían poco ganado.
Desarrollar estas tierras implicaba despojar a los naturales de su forma de vida y de sus tierras, tierras que a los ojos de Calleja no merecían por no explotarlas para hacer feliz a muchos, como queda muy claro en esta cita por demás calculadora:
[...] como si todos los tiempos no hubiese sido la equivocación, patrimonio de la ignorancia que de estos indios en entera libertad de formar sin testigos sus cavilosas juntas (sic), que son sumamente propensos de un terreno escabroso, y de extensión de muchas leguas, sin mezcla de gentes de otra especie; sólo debe esperarse que olviden la poca estabilidad y religión que han adquirido, que despierte su antigua ferocidad, que vuelvan a haberse con sus votos temibles, y destructores de sus vecinos, y que mantengan inútil una provincia que destinó la naturaleza hacer felices a muchos hombres; porque es ciertísimo que los veinte y siete pueblos del Gobierno poseen las trescientas veinte y nueve y tres cuartos de superficie cuadrada que expresa el citado informe, aunque parece lo duda el señor fiscal y lo que más bien debería dudarse si no se conociese la miseria de esta nación, era el que no poseyesen más, si se atiende a que el terreno que ocupa el gobierno de Colotlán se extiende sesenta y cinco leguas de Norte a Sur y sesenta y seis de Este a Oeste que componen multiplicada la base por la altura cuatro mil novecientos cuarenta de superficie cuadrada, que aunque se rebajen muchas por la irregularidad de su figura, siempre quedan algunas sobrantes además de las que poseen citado en su centro.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario