martes, 6 de julio de 2021

ORIGEN Y FUNDACIÓN DEL COLEGIO JALISCO DE COLOTLÁN, A. C.

La historia del colegio Jalisco de Colotlán, A.C., la voy a dividir en cuatro etapas o épocas:

• La primera en 1908.

• La segunda a partir de los años 30.

• La tercera comienza en 1954.

• Y la cuarta a partir de 1984.


UBICACIÓN GEOGRÁFICA

La ciudad de Colotlán, está localizada en la zona norte del estado libre y soberano de Jalisco.

La ciudad toma su nombre del vocablo náhuatl “colotl” que significa  alacrán y “tla” que significa lugar. Por lo que se le conoce como “lugar de alacranes”


NUESTRO FUNDADOR CONGREGACIONAL


El Siervo de Dios Pablo de Anda Padilla nació en San Juan de los Lagos, Jalisco el 5 de julio de 1830. Murió en León, Gto. El 29 de junio de 1904.


PRIMERA ETAPA

En 1908, el Santo Mártir Señor Cura de Colotlán, Jalisco, Diócesis de Zacatecas, Don Mateo Correa, suplicó al Señor Don Eugenio Oláez sucesor de Ntro. Padre Fundador Don Pablo de Anda Padilla, Fundador de la Congregación de Hijas Mínimas de María Inmaculada, que le facilitara Hermanas para fundar en su parroquia un hospital y un colegio. Accedió el P. Oláez a su petición, y le envió el personal que pedía.

En 1908 llegan las HH. de la congregación de hijas mínimas de maría inmaculada a Colotlán. Nuestra Patrona es la Virgen de Lourdes que siempre nos acompaña a todas partes. 

La fundación del colegio y el hospital fue de grata memoria en Colotlán: el pueblo salió a recibirlas a orillas de la ciudad, acompañándolas a sus respectivas residencias. Les mostraba gran reverencia y cariño y les hacían  mil festejos y no querían apartarse de su lado.

Como la mayoría de los habitantes de ese lugar eran piadosos, las Hermanas tuvieron amplio campo en donde trabajar para la gloria de Dios y bien de las personas.

El edificio destinado para el colegio estaba en el atrio del templo de San Nicolás, así como también la casa habitación de las hermanas.

Pronto ingresó a él un buen número de alumnas tan sencillas como buenas y piadosas. Creían de buena fe que las religiosas eran ángeles y que no comían, no dormían. Algunas preguntaban a las Hermanas: ¿Qué ustedes comen? ¿Qué ustedes duermen? etc., etc.

Las hermanas se encargaban del cuidado del templo, pues había mucho culto en él. Formaron un buen coro con las niñas del colegio y cantaban en todos los actos religiosos. Se estableció allí el Centro de la Doctrina Cristiana para todos los niños de la ciudad asistiendo a ella centenares. Se les preparaba para su primera comunión y se les hacían fiestecitas.

De entre las alumnas hubo algunas que ingresaron a la Congregación y a otras Congregaciones.

Permanecieron tranquilas las Hermanas en ambas casas, solamente tres años; poco a poco llegó la “prueba”. Estalló por estos lugares la revolución maderista y las que le siguieron, y aunque al principio fueron respetadas por su carácter de religiosas, empezó para ellas la lucha y el sufrimiento.

Presenciaron la quema de los portales en 1913.
Por la situación del templo a orillas de la ciudad, eran con frecuencia tomadas las alturas y la torre del templo, por los soldados contrarios. En estos casos las Hermanas, tenían que abandonar la casa y refugiarse en otras casas que personas piadosas les proporcionaban, pasando el combaste volvían a ella. Ocurrió una vez que habiendo permanecido tres días fuera de casa, al regresar, encontraron en una de sus camas a un soldado muerto ya en descomposición. En esta situación pasaron cuatro años; más al fin llegó el crítico momento en que tuvieron que abandonar la ciudad violentamente.

En los primeros días del mes de abril de 1915, el Martes Santo, a las dos de la tarde se ordenó a los Sacerdotes, a varias familias y a las Hermanas del Colegio y del Hospital en número de 12, a que dejaran la casa en que se habían refugiado, poniéndose luego en marcha. La comitiva era encabezada por tres Sacerdotes, pero particular y visiblemente la dirigía el Rey de Reyes: el Divino Prisionero, pues hubo que sacar a Jesús sacramentado de las Iglesias y capillas en que estaba reservado, llevando consigo un pequeño sagrario.

Suma tristeza, a la vez que gozo y paz interior, embargaba el corazón de las Hermanas, teniendo a su vista a la salida, el horrible espectáculo que presentaba la población: todas las casas de comercio y algunas particulares fueron destruidas pues habían sido incendiadas; de los escombros salían llamaradas, y el humo era tan espeso que obscurecía la luz solar; se veían los cadáveres tirados por las calles; los despojos de los pobres soldados y el pavimento manchado de sangre. Todo esto las horrorizaba y las movía a compasión, lo que sufrían aquellos desdichados.

La noche del primer día la pasaron en un pequeño rancho poco distante de la ciudad. Allí estuvieron elevando oraciones al cielo teniendo al Santísimo Sacramento en el mejor lugar que encontraron. Entre cantos y    fervientes rezos se angustiaron con la llegada de una partida de soldados a caballo y bien armados; más una mirada de confianza al Omnipotente prisionero, les volvió la paz que en medio de tanto sufrimiento inundaba sus almas.

A las tres de la mañana las Hermanas hicieron su oración mental, pasadas las cinco se dio la Sagrada Comunión a los caminantes y se consumió el Santísimo.

Pasadas las nueve emprendieron de nuevo la marcha, fortalecidas con su Divino Viático; iban  contentas pero a la vez tristes, porque ya visiblemente no las acompañaba su Divina Majestad.

Nueve días caminaron a pie atravesando las sierras, breñas, etc., etc. Evitando así el ser molestadas por los revolucionario, llegando a pasar la noche en el campo al pie de los árboles y por las mismas circunstancias, llegaron a no tener lo indispensable para comer; pasando algunos días tomando únicamente un poco de carne casi cruda y maíz también crudo, pingüicas y frutas silvestres.

Cuando llegaban a algún ranchito, los pobres salían y al verlas con su santo hábito, lloraban y se arrodillaban ofreciéndoles lo que tenían; algunos, aunque fuera agua, pues verdadera necesidad tenían de ella, con la que mitigaban su sed. Éstos y otros mil trabajos pasaron durante nueve días. Al término de los cuales llegaron felizmente a la ciudad de Aguascalientes, en donde fueron recibidas por familias conocidas, que las albergaron y les proporcionaron dinero para llegar por la vía férrea a la Casa Central en León Gto., donde la Madre General las recibió y le prodigó maternales cuidados.


(Tomado de la Historia de la Congregación, escrita por la Madre Ma. De la Paz González)

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