Por: José Alonso Serrano Campos
Al correr de los años, para las nuevas generaciones Huerta es un personaje desconocido. A los más grandes su nombre nos evoca inmediatamente el sinónimo de la traición, de la maldad. Encarnada en la necesidad que se tiene de un verdugo para que exista un mártir.
Aunque en Colotlán no estamos ajenos a la "verdad" histórica que se ha contado, lo que se conoce de nuestro paisano colotlense Victoriano Huerta Márquez pertenece más bien a la denostación de un personaje, al abuso del adjetivo. Pero para la Historia, así, con mayúscula, permanece en la oscuridad donde a ella misma sirve...
Se dice que en los años de la Revolución Mexicana, Huerta representó el regreso del régimen autoritario, fue de los sublevados contra Madero, asumió la Presidencia y disolvió el congreso, permaneciendo en el poder 17 meses hasta que en julio de 1914 con el ejército constitucionalista combatiéndolo, presentó su renuncia y se exilió en Estados Unidos.
Años después de conocerlo, la señora O ́Shaughnessy (esposa de un diplomático norteamericano) lo describía en la prensa estadounidense como un indio que era el culpable perfecto: “se decía que era hijo ilegítimo, no tenía dinero, era capaz de sacrificar a sus amigos si el motivo lo requería, muchos veían cómo de sus manos goteaba sangre”.
Por su parte, el historiador Katz escribió sobre él: Sería erróneo, sin embargo, ver en Huerta a un borracho incompetente o ineficaz, bajo una apariencia exterior generalmente alcoholizada se ocultaba un político sumamente astuto y hábil.
La prueba de ello es que, a pesar de la creciente actividad revolucionaria, de las presiones cada vez mayores de parte de los Estados Unidos, y de las divisiones entre sus adeptos, Huerta logró mantenerse en el poder durante diecisiete meses... y salir vivo de México.
En un ensayo de Rebeca Monroy Nasr titulado "Fotoperiodismo en el despertar del siglo XX mexicano: bajo la mirada del dictador", la autora pretende establecer algunos de los parámetros fotográficos que se trabajaron en la fotografía de prensa realizada bajo el periodo presidencial de Victoriano Huerta (9 de febrero de 1913 al 15 de julio de 1914).
A través de la revista La Semana Ilustrada (de aquella época) se observa una parte del comportamiento de los editores, fotógrafos y redactores para valorar de qué modo se fue amoldando el discurso textual y visual al quehacer de dicho presidente.
Ahora usted, en esta recopilación de imágenes donde se muestra a nuestro paisano en sus distintas facetas... le toca analizar, juzgar y forjar su propia opinión, no por lo que se dice, si no por lo que se ve...
Algunos de los reporteros gráficos se propusieron crear elementos para una nueva gramática visual manteniendo una postura velada, complaciente o simplemente sobreviviente, algunos habrán congeniado con el régimen: tampoco se tienen noticias claras de ello. Así que los fotógrafos, de manera consciente o inconsciente, facturaron sus imágenes para sobrevivir ante la mirada del dictador.
En esta imagen que lleva por todo título: «El presidente interino de la República», podemos observar un rostro serio que mira a la cámara de frente sin gesticular, pero entrecierra los ojos y parece otear impávido. La fuerza del discurso visual transluce a pesar del intento de objetividad visual y formalidad del retrato: una mirada sin lentes surge amenazante frente a su espectador.
Es factible observar que las fotografías deambulan entre la transición política y la visual del pasado inmediato porfirista, con los cambios presentados por el maderismo en diversos frentes, y entonces con el encuentro de un imaginario que generaba el huertismo. Así entre las nuevas disposiciones y los viejos andamiajes sociales, culturales y políticos, la fotografía mostraría diversas caras entre la nota gráfica estática, rígida, a nuevas formas de imágenes con visos de instantaneidad y nuevas propuestas de encuadres y composiciones visuales poco comunes para la época que entraban en el género del fotorreportaje. Es decir, aparecen fotos del tránsito hacia un siglo nuevo, con una guerra ardiente entre diversos bandos; con cambios iconográficos en el retrato, otros más atrevidos del fotodocumento que emerge de la alterada vida cotidiana. Son notas gráficas y pequeños reportajes los que aparecen con reveladoras imágenes.
Una publicación de la época llamada La Semana Ilustrada, de julio de 1913 se lee: "El Señor Presidente de la República Gral. Victoriano Huerta y el señor General D. Félix Díaz fueron objeto el sábado y domingo de significativas demostraciones de simpatía en los banquetes celebrados en su honor en el Colegio Militar y el Centro Español así como también de la kermesse de la Escuela de Agricultura. Estas demostraciones tienen por la base la unión que entre ambos ameritados generales existe para la consolidación de la paz. En el centro se ve un grupo que representa a los miembros principales del Club Liberal Democrático que celebró una importante junta el viernes último".
Esta toma de un fotógrafo frances en su contexto muestra al final del coche a Huerta tomando su última copa, el día que renunció y salió de la ciudad de México para nunca más volver en 1914.
El gabinete de Huerta, la toma del fotógrafo Agustín Víctor Casasola que se usó en la prensa, hay otra toma muy oscura donde emergen de los oscuros con luz razante desde la ventana.
En casi todas las imágenes los lentes que portaba Huerta repelen la toma con un reflejo y los niños que toman su mano –que es una imagen característica de la época– aparecen con una actitud tímida. Sin lentes parece aún más de un duro andar. Aquel rostro adusto, que lo representó a lo largo de su mandato, como en aquella fotografía que la Agencia Casasola hiciera famosa, de su gabinete en la penumbra del Palacio Nacional, permanecería inalterado para la historia patria.
Imagen ilustrada por computadora recientemente.
La misma imagen mejorada con color y detalles hechos por computadora.
Prensa estadounidense
Familia Huerta afuera de su residencia
(Pie de foto original)
Foto tomada cuando el general Victoriano Huerta, ex presidente provisional de México, instaló su casa en una hermosa residencia en Forest Hills, L.I.
Fila superior, de izquierda a derecha: Fernando de Gil, Jorge Huerta y Sra. María P. de Gil. Fila inferior, de izquierda a derecha: Sra. Luiz Huerta de Fuenteo, Sra. Emilia Aguila de Huerta y Sra. Eliza de Huerta de Colom.
Fue un hombre de su época, ni más santo ni menos santo que el resto de figuras de la revolución, pero le toco recibir el papel de Judas en un relato. Aunque lo cierto que no fue el único que veló por sus propios intereses.
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