domingo, 4 de septiembre de 2022

Mirada de Colotlán en el marco de los 400 años de su fundación - 1991

Colotlán llega a la celebración del Cuarto Centenario de su fundación cargado de historia. Ha sido capital de esta región de Jalisco desde finales del siglo XVI, cuando se estableció el Gobierno de la Frontera de San Luis de Colotlán; posteriormente, al consumarse la Independencia y establecerse el régimen federal, fue capital del octavo cantón del estado de Jalisco; y en los tiempos actuales, es el centro político y administrativo de diez municipios que conforman la zona del estado.

Frontera establecida contra la belicosidad de los chichimecas, Colotlán vivió los tres largos siglos de la dominación española como sede del Capitán Protector: funcionario designado por el virrey de la Nueva España con amplias facultades civiles y militares para gobernar el enorme territorio comprendido desde El Teul por el sur hasta Chalchihuites por el norte; y de oriente a poniente delimitado por las cadenas montañosas que forman los cañones de Colotlán y de Bolaños. En el último tercio del siglo XVII desapareció la frontera y Colotlán se incorporó momentáneamente al corregimiento de Bolaños, para luego surgir como capital del octavo cantón del Estado.

La lista de los capitanes protectores es larga. Entre ellos se encuentran algunos personajes ligados a la historia de la Nueva España, como el Conde de San Mateo Valparaíso, señor de la Campa y Cos, y el Conde de Santa Rosa, don Juan Bravo de Medrano.

Durante los primeros años de la Conquista, la historia de Colotlán se liga estrechamente a los avatares de la guerra chichimeca, después con los intentos de dominación de la sierra del Nayar -que prácticamente no se logró, la región llamada el Nuevo Reino de Toledo- nunca estuvo bajo el dominio efectivo de la Corona española.

Cuando se inició la Guerra de Independencia fue conocida la activa participación de los indios flecheros de Colotlán mandados por Marcos Escobedo, Gobernador del Barrio de Tlaxcala y Alférez Real, que luego gobernaría a la población con el rango de Alcalde de segunda nominación y restauraría las Casas Consistoriales o Reales quemadas durante el año de 1811.

Durante el siglo XIX cuando la nación mexicana se agoraba en la serie interminable de luchas intestinas que enfrentaron a conservadores con liberales y a centralistas con federalistas, la región participó activamente. Quizá la figura más destacada en esta época haya sido la del general Jesús González Ortega, quien fuera diputado federal por el Teul.

Como es de suponerse, los pueblos de la zona sufrieron también las consecuencias de la guerra civil; Colotlán fue asaltado por las hordas de Lozada y desde entonces se perfiló como una población eminentemente liberal.

Luego, al terminar el siglo XIX, bajo la paz porfiriana, Colotlán fue un poblado activo con un comercio floreciente y una pequeña industria que lo hizo autosuficiente sobre todo en materia alimentaria y, desde luego, con un jefe político que ejercía el cargo en todo el octavo cantón del estado.

Llegó la Revolución Mexicana y Colotlán se encontraba aislado por la propia geografía y por falta de buenos caminos. Sólo el telégrafo, instalado desde el año de 1869, nos unía con el resto de la República. Como se sabe, de Guadalajara nos separa la Sierra de El Teúl, la cuesta del Malacate y la profunda barranca del río Santiago. Los arrieros tardan 15 días en ir y venir a la capital del estado. Algunos van a Ameca por maíz, y al Arenal y Amatitán por buen tequila. De Zacatecas nos separa la distancia, y en la época de lluvias el río de las Liebres y los profundos lodazales que se forman en el valle de Jerez; ahí los vehículos se atascan continuamente y el viaje dura varios días, según la estación del año. Para ir a Aguascalientes hay que atravesar la sierra y pasar por la presa de los Serna. Esta ruta la siguieron innumerables caravanas conduciendo ganado de la región.

En abril de 1914 el general Pánfilo Natera prácticamente quemó la ciudad de Colotlán: el Palacio Municipal, los portales de la plaza, las tiendas principales, todo ardía. Este incendio marcó el inicio de una etapa de letargo, de una era de inmovilidad que duraría hasta 1960. El incendio de Colotlán fue también el inicio de una era de zozobra para estas poblaciones aisladas de la región -Colotlán por lo menos tenía telégrafo- que quedaron a merced de las diferentes facciones que se formaron durante la Revolución y que los mexicanos llamamos "la bola": villistas, carrancistas, federales. En Colotlán casi siempre hubo destacamento federal, salvo excepciones en que la misma situación miliar los hacia huir y la población quedaba a expensas del bando triunfador. Puros sustos para los habitantes.

Después de la Revolución lo que sonó fuerte en la región fue la guerra cristera, sobre todo en Huejuquilla el Alto, Mezquitic y Totatiche: eje unido por la sierra en donde los cristeros tejieron su red, difícilmente alcanzable por los federales.

Con todo, la vida continuó en una población de calles bien empedradas, limpias, que sus habitantes riegan al amanecer y mantienen frescas durante el día. Las calles, perfectamente rectilíneas muestran sus austeras fachadas encaladas, sin árboles; las casas tienen su zaguán amplio, de puerta alta y ancha, con borde de cantera donde se mira el patio interior, lleno de macetas con plantas de flores multicolores que son orgullo de la señora de la casa; algunas de estas casas tienen además su huerta, donde se dan los naranjos, las limas, las guayabas, el aguacate, las hidras y las naranjas-limas. En Santa María de los Ángeles todas las casas son huertas de frescura interminable.

Durante este período, Colotlán y las demás poblaciones de la región permanecieron como estáticas, no crecían, al contrario, en Colotlán una crecida del río ocurrida en 1925 se llevó muchas casas situadas al norte de la población, donde ahora se ubica un campo deportivo. Sin embargo, los pobladores viven ya apaciblemente y en la temporada de lluvias salen a los ranchos "de aguas" donde disfrutan del campo reverdecido, los arroyos de agua zarca, el queso fresco y los tiernos elotes de la cosecha.

El comercio continúa activo, pero las pequeñas industrias han desaparecido. Los molinos de trigo, las fábricas de pastas y veladoras, las embotelladoras de gaseosas, se han extinguido. Sus propietarios se han ido a vivir a las grandes ciudades desde el principio de la Revolución, temerosos por su vida y la de sus familiares. Alrededor de 1948 se realizó la carretera de terracería a Zacatecas que llega hasta Tepechitlán, donde se construyó la presa de Excamé y vino el presidente Miguel Alemán a inaugurarla; pasó con su comitiva por Colotlán y se le recibió en el kiosco de la plaza principal, era el primer Presidente de la República que visitaba la comarca. La carretera a Zacatecas quedó totalmente pavimentada en 1980, uniéndonos a la ciudad de la cantera y la plata que fue nuestra capital comercial durante tantos años.

Al iniciarse la década de los sesenta, Colotlán comenzó a despertar de su sueño. Llegaron maestros de otras latitudes a impartir clases en las recién fundadas escuelas de la región. Los gobiernos federal y estatal establecieron oficinas para implementar y desarrollar los proyectos de varias secretarías del

Estado, como Educación Pública, Agricultura y Recursos Hidráulicos, Reforma Agraria de la Presidencia de la República -el Plan Huicot-; por su parte el Gobierno del Estado estableció la Delegación Regional de Catastro, de Tránsito y el Registro Público de la Propiedad que unidos con instituciones ya existentes, como en Juzgado de Primera Instancia dieron a Colotlán particular importancia en la región.

En 1975 se fundó la Escuela Normal Experimental y en 1980 la Escuela Preparatoria Regional. En el aspecto físico la población se modernizó y se renovó con la introducción de los servicios de energía eléctrica, agua potable y drenaje, servicio telefónico automático y las calles comenzaron a ser adoquinadas. Lamentablemente, al modernizarse Colotlán lo hizo sin orden y muchas de aquellas grandes casas que fueron su orgullo desaparecieron, fueron divididas y se hicieron construcciones modernas que desentonan con la línea arquitectónica tradicional. Pero todavía quedan muchas de aquellas casas señoriales, algunas con sus altos muros mutilados, de canteras todavía intactas, como mudos testigos de aquellos años que ya pertenecen a la historia.

Y lo mismo ha ocurrido en las demás poblaciones de la región. Huejuquilla el Alto tiene un comercio intenso, se explota la madera, y está tan lejana, que lo que ahí ocurre toma carácter de leyenda. Mezquitic apenas comienza a salir de su recato gracias al apoyo y al impulso de muchos de sus hijos que se han hecho famosos en el campo del arte y la cultura. Huejúcar se moderniza y su plaza principal se llena de gente los domingos, entre conjuntos de tamborazo al estilo zacatecano. Totatiche, pueblo pequeño pero muy urbanizado, se transforma también al impulso de sus tenaces habitantes. Villa Guerrero, el más nuevo de los municipios, crece y se extiende sobre el valle, y sus habitantes, principalmente ganaderos, hacen de ella la población más importante del sur de la zona.

Desde la década de los años treinta, muchos habitantes de la región se han ido a trabajar a los Estados Unidos y muchos también se han quedado en aquella nación. Tienen hijos y nietos nacidos y radicados en ella. Este flujo de migración aumentó durante la Guerra Mundial de 1939 a 1945. Otros se fueron en los años cincuenta y sesenta al grado de que actualmente casi no hay un habitante de la región que no tenga un pariente en los Estados Unidos. Esto benefició a la región pues durante la década de los ochenta era grande el flujo de dinero hacia estos poblados.

En junio de 1986 el gobernador Álvarez del Castillo inauguró la carretera pavimentada Guadalajara-Colotlán. Fue la realización de un viejo sueño iniciado hace más de un siglo cuando don Ignacio L. Vallarta era Gobernador de Jalisco. Desde aquella época, esta carretera había sido planificada, pero por azares de la política y de la administración no se pudo llevar a cabo. Ahora Colotlán está unido por carretera directa a su hermosa capital, de la cual los colotlenses siempre nos hemos sentido muy orgullosos, porque, aunque respetamos y admiramos a nuestros vecinos zacatecanos siempre nos hemos sentido entrañablemente jaliscienses.

Actualmente el gobernador Guillermo Cosío Vidaurri construye el aeropuerto de Colotlán, que será centro vital de las comunicaciones en toda la amplia zona norte del estado de Jalisco y sur de Zacatecas.

Además, bajo la inteligente y experimentada dirección de José María Muriá, un grupo de estudiosos de la historia ha preparado estas Lecturas históricas del norte de Jalisco. En ellas se encontrarán destellos interesantes del pasado de una región tan amplia que va desde Huejuquilla hasta Bolaños y que, como Zacatecas, tiene también su "camino de plata" que sigue pasando por Colotlán desde los añejos tiempos de la Frontera. Creo que esta obra es una aportación muy valiosa para conmemorar el Cuarto Centenario de Colotlán.

Por el temple de sus habitantes, por la vitalidad que existe en todas las actividades de la vida social y económica, por la decisión y firmeza con que los habitantes del norte del estado reorganizan y construyen una provincia moderna, puede decirse que aun conmemorando cuatro siglos de existencia, a partir de la conquista española, la historia de la región apenas comienza.

RENATO HARO ORTEGA

Libro Lecturas históricas del Norte de Jalisco

1991

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