lunes, 4 de abril de 2022

San Cristóbal Magallanes, muerto en Colotlán durante la época Cristera

Por: José Alonso Serrano Campos
El Beato Cristóbal Magallanes Jara nació el 30 de julio de 1869 a las 2:00 de la tarde, en el rancho La Sementera, correspondiente al municipio de Totatiche, Jalisco; hijo legítimo de Rafael Magallanes y María Clara Jara; luego de haber desempeñado oficios sencillos durante los primeros años de su vida, en el seno de una familia muy humilde, trabajó en el campo hasta que cumplió 19 años, para ingresar después al seminario de Guadalajara.

Se matriculó en el Seminario Conciliar de Guadalajara en octubre de 1888, allí se distinguió por su honradez, piedad y dedicación. Fue ordenado sacerdote el 17 de septiembre de 1899 y sus ilusiones de pastor se vieron coronadas al ser designado a la Parroquia de su pueblo natal como ministro desde el año siguiente, con satisfacciones se distinguió por ser piadoso y servicial, llevó una vida tranquila, eminentemente pacifista. Fue nombrado formalmente párroco en mayo de 1906 hasta su muerte.

El Padre Cristóbal se desempeñó como capellán y subdirector de la Escuela de Artes y Oficios de Guadalajara. Organizó centros catequéticos y escuelas en las rancherías, y construyó un orfanato. Fue nombrado párroco de Totatiche, su tierra natal, cargo que desempeñó por 17 años, hasta su muerte.

En su fe de bautizo él mismo inscribió al margen las fechas de su ordenación y periodos de su ministerio.

En vida, el Señor Cura de Totatiche se distinguió por su piedad, honradez y aplicación. Desapegado de los bienes materiales, procuró mejorar el nivel de vida de sus paisanos. Entre muchas y notorias obras, legó a la comarca la introducción de la agricultura de riego gracias a la construcción de la presa La Candelaria; para incrementar el patrimonio material de las familias, tuvo la iniciativa de fraccionar algunos predios o solares en las goteras de Totatiche, que fueron distribuidos entre las familias insolventes.

Predicó entre los indios locales en varias misiones populares, uno de cuyos frutos fue la creación de la colonia Atzqueltán. Fundó un hospicio para huérfanos, un asilo para ancianos y dotó de capillas los ranchos de su jurisdicción.

En materia educativa, estableció varios colegios y escuelas de primeras letras. En 1916 fundó el Seminario Auxiliar de Nuestra Señora de Guadalupe, de la que alcanzó a ver dos frutos óptimos: su compañero de martirio Agustín Caloca y su sucesor en la parroquia, el siervo de Dios José Pilar Quezada Valdés.

Firma en los registros parroquiales de San Cristobal Magallanes

Estando en su iglesia, con la suspensión del culto público decretada por los Obispos el 1º de agosto de 1926, los católicos del lugar y de la región, apoyados por la Unión Popular, asociación de activistas unidos a la Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa, se organizaron para restaurar los derechos que consideraban conculcados.

El señor Cura Magallanes, reprobó que recurrieran a las armas y publicó un artículo en su periódico en el que desechó la violencia: “La religión ni se propagó, ni se ha de conservar por medio de las armas. Ni Jesucristo, ni los Apóstoles, ni la Iglesia han empleado la violencia con ese fin. Las armas de la Iglesia son el convencimiento y la persuasión por medio de la palabra”, pronunció.

Estos hechos afectaron su ánimo y esto quedó plasmado por escrito. En una carta consignó que durante los últimos cuatro meses de su vida fue perseguido por cerros y barrancas: “Dios les perdone tanta infamia y nos vuelva la deseada paz, para que todos los mexicanos nos veamos como hermanos”, escribió. Sus mismos fieles y los de la región, lo llevaron a ser perseguido por el ejército federal durante la guerra de los Cristeros.

El general Goñi acusó al párroco de sostener la rebelión contra el Gobierno en esa comarca y pese a que demostró lo contrario, le imputaron otro delito: “No habrán tenido parte alguna en el movimiento cristero, pero basta que sean sacerdotes para hacerlos responsables de la rebelión”, se dictaminó.

El día 21 de mayo de 1927 fue aprehendido por un grupo de soldados del ejército federal, capitaneados por el mencionado General Francisco Goñi. Compartió la prisión con su ministro, el joven Presbítero Agustín Caloca y ambos quedaron a disposición del jefe de operaciones militares de Zacatecas, el general poblano Anacleto López.

Esa mañana, San Cristóbal Magallanes se dirigía a celebrar una fiesta religiosa en honor a Santa Rita en uno de los ranchos de los alrededores, cuando se produjo una balacera entre cristeros y las fuerzas federales. El sacerdote fue arrestado y conducido a la prisión de Totatiche, donde fue encarcelado junto a su vicario, el Padre Caloca.

Cuatro días después, la mañana del 25 de mayo fueron conducidos al palacio municipal de Colotlán, Jalisco acusados de conspirar contra el gobierno, para ser juzgados. Como no había ninguna prueba de ello, se decidió que ambos sacerdotes fueran ejecutados simplemente por ser sacerdotes. Fueron sacados al patio para ser fusilados, con uso de violencia los colocaron en el paredón trasero del Palacio, donde había una especie de cabellerizas, actualmente es el sitio exacto del Auditorio Municipal de Colotlán. El señor Cura Magallanes se hincó para recibir del Padre Caloca la absolución sacramental, y él, a su vez, la recibió luego de su párroco.

Ante sus verdugos, el Padre Cristóbal dijo en voz alta: “Soy y muero inocente; perdono de corazón a los autores de mi muerte y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de los mexicanos desunidos”, viendo a su ministro compañero acosado por la aflicción y presa del miedo, le dijo: “Tranquilízate hijo, sólo un momento y estaremos en el Cielo”. Fueron las últimas palabras de San Cristóbal Magallanes, mártir, frente a sus duros captores, antes de ser ejecutado. Ambos cayeron abatidos por el fuego del pelotón de fusilamiento. El Padre Caloca llegó a gritar: “Por Dios vivimos y por él morimos”.

Su participación ejemplar en defensa de la fe católica y la libertad religiosa durante la Guerra Cristera está parcialmente recogida en la película “Cristiada” (2012).

Cristóbal Magallanes encabezó la causa de canonización de un grupo de sacerdotes y laicos martirizados durante la persecución religiosa en México, fue beatificado por su Santidad Juan Pablo II el 22 de noviembre de 1992. Luego canonizado el 21 de mayo del año 2000, junto a otros 23 mártires, entre ellos tres laicos. Sus reliquias se veneran con particular devoción en el templo parroquial de Totatiche.


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