Luego de descubrir su vocación fue enviado al seminario de Guadalajara. Tras la incautación del edificio durante la revolución regresó con su familia, pero continuó sus estudios en uno de los pequeños seminarios auxiliares creados en la época bajo la dirección del P. Cristóbal Magallanes.
En 1919 regresó al seminario de Guadalajara y recibió la ordenación sacerdotal el 15 de agosto de 1923. Fue un hombre modelo por el cumplimiento de sus obligaciones y por la práctica de las virtudes.
Después de ordenarse sacerdote fue nombrado ministro de la parroquia de Totatiche y prefecto del seminario, además se encargó de las rancherías, fundó centros de catecismo y organizó una semana social. En mayo de 1927 mientras se acercaban las tropas del gobierno, el Padre ordenó a los seminaristas que huyeran y él también trató de hacerlo, dio la orden de que los alumnos abandonaran rápidamente el plantel y se dispersaran para pasar como vecinos ordinarios del pueblo. Él se quedó al último para evitar hasta donde fuera posible la apariencia de una casa de estudio para seminaristas. Se encontró con un grupo de soldados que lo tomaron preso y lo llevaron a la cárcel de Totatiche donde ya estaba su párroco el Sr. Cura Cristóbal Magallanes.
Según relato de P. Rafael Haro Llamas, testigo de la captura del Padre Caloca:
“Apresado por órdenes del general de brigada Francisco Goñi, en calidad de prisionero fue trasladado a la cárcel de Totatiche, donde no tardó en ser acompañado por su párroco, don Cristóbal Magallanes que había sido maestro de Agustín en el Seminario.”
Un militar, en atención a su juventud, le ofreció la libertad, pero no aceptó si no la concedían también al señor Cura. Como esta petición fue negada y ante la inminencia de la muerte Agustín solo pudo expresar: Nosotros, por Dios vivimos y por Él morimos.
El general Goñi ordenó su traslado a Colotlán; ahí los llevaron a la casa municipal que había sido quemada años antes, y los formaron junto a uno de los muros.
Cuando Agustín vio las bocas de los rifles apuntando hacia él, sus nervios destrozados lo hicieron dar unos pasos hacia el frente, intentando escapar. El jefe del pelotón le salió al encuentro, golpeándole el rostro con una pistola.
Frente al pelotón encargado de su ejecución, la actitud y las palabras de su párroco lo llenaron de fortaleza y pudo exclamar: “Por Dios vivimos y por Él morimos”.
Sufrió el martirio el 25 de mayo de 1927 en Colotlán, Jalisco (Diócesis de Zacatecas, Zac.). Frente al verdugo tuvo la fuerza de confortar a su ministro y compañero de martirio, que lo consoló, diciéndole: “Reanímate, Dios quiere mártires; un momento, Padre, y estaremos en el cielo”. Después volviéndose a las tropas exclamó: “Soy y muero inocente y pido a Dios que mi sangre sirva para la paz de mexicanos desunidos”.
Consumada la ejecución, los cadáveres fueron inhumados en el Panteón de Guadalupe en esta población de Colotlán. Cuando fueron exhumados, en agosto de 1933, para ser trasladados sus restos a la parroquia de Totatiche, el corazón se encontró incorrupto. Sus restos finalmente descansan con respeto y veneración en la Parroquia de San Juan Bautista de El Teúl.
Fue beatificado el 22 de noviembre de 1992 y la Iglesia católica lo venera como santo tras ser canonizado por el Papa Juan Pablo II el 21 de mayo del 2000.
La conducta de Caloca era recordada como intachable, sana y alegre; humilde en su modo de ser y de obrar, piadoso y devoto.
Grupo de adolescentes del Teúl, en la Escuela Parroquial que a muy alto nivel estableció el Sr. Cura Luis M. Gómez de quien se contaban extraordinarias acciones en su desempeño sacerdotal. De éstos, varios jóvenes ingresaron al Seminario.
En el libro de defunciones, enseguida del acta de Cristobal Magallanes, está escrita erróneamente el acta del sacerdote Agustín Caloca, nombrado como Agustín Sánchez Caloca, sabemos se trata del mismo Agustín Caloca Cortés.
Su hermano escribió:
El Presbítero Agustín Caloca Cortés fue hijo legítimo de Eduviges Caloca y de María Plutarca Cortés. Nació el 5 de mayo de 1898, en un rancho denominado “Las Presitas”, de la Parroquia de San Juan Bautista del Teúl, Estado de Zacate¬cas, pero del Arzobispado de Guadalajara, Jalisco. Hizo sus primeros estudios escolares con el párroco del lugar, Luis Gómez, quien convenció a mi papá y a mi mamá para que dejaran a Agustín ingresar al Seminario Conciliar de Guadalajara, en el cual se inscribió en el año de 1912, juntamente con otros cinco jóvenes del mismo pueblo.
En 1914, por efecto de la persecución religiosa desatada por Venustiano Carranza -después presidente de la República-, fue clausurado el Seminario, alojado entonces en el edificio que ocupa la Quinta Región Militar. Agustín y los compañeros del pueblo se volvieron a sus hogares.
En 1915, en plena persecución, fundó el Sr. Cura de Totatiche, Jal., Pbro. Cristóbal Magallanes, el Seminario Auxiliar, que denominó “El Silvestre”. Los primeros alumnos ordenados de sacerdotes fueron Alejo Amaya, Agustín Herrera, Atanasio Campos, Agustín Caloca Cortés, J. Pilar Quezada Valdés, Uriel Argüelles Aldana y Fidel Ornelas.
Siendo seminarista, pasaba sus vacaciones en el rancho de nuestros padres, denominado “La Lobera”. Semanariamente concurría a la Santa Misa y Sagrada Comunión a la Parroquia. El resto de la semana lo dedicaba, con autorización del Párroco, a organizar los centros catequísticos de los ranchos circunvecinos, dando instrucciones a las catequistas para que, en el resto del año, en que Agustín no estaba allí, se desarrollaran los trabajos conforme al plan que él les daba. Convocando a todos los vecinos del rancho, diariamente rezaba el Santo Rosario.
En 1919 se trasladó al Seminario Central a continuar sus estudios, desarrollados brillantemente. En los días de su ordenación sacerdotal, presentó Acto Público de Teología Dogmática.
Ordenado sacerdote por el Excmo. Sr. Orozco, el 5 de agosto de 1923, cantó su Primera Misa, el día 15 del mismo mes, en su tierra natal, habiendo concurrido a ocupar la Cátedra Sagrada el Sr. Cura Magallanes. También concurrió el entonces ya floreciente Seminario Auxiliar de Totatiche.
Fue destinado a la Barca, Jal., más se revocó el nombramiento, a petición del Sr. Cura Magallanes, y se le destinó a la Parroquia y Seminario de Totatiche. Destino único, desde septiembre de 1923 hasta el día de su sacrificio, 25 de mayo de 1927, a mediodía, en el interior de la Presidencia Municipal de Colotlán, Jal.
Su vida sacerdotal la dedicó íntegramente al desempeño de su ministerio y a la atención del Seminario Auxiliar, al cual llevó algunos jóvenes de su tierra natal, a los que costeaba la mayor parte de los gastos personales, al grado de que carecía de ropa interior y solamente conservaba con buena apariencia su traje talar.
Aprovechaba sus vacaciones para practicar los Ejercicios Espirituales y, en las de 1925, organizó y fue celebrada la Jornada Social de El Téul.
Desde que Agustín era seminarista, yo le acompañaba siempre. Cuando viajábamos, me hablaba ordinariamente de algún pasaje histórico, v. g. las Cruzadas, y siempre se levantaba a las 5 a. m. (las cuatro horas actuales) a hacer su meditación, a veces en el campo, despreciando las inclemencias del tiempo.
Agustín presentía su martirio. En el mes de enero de 1927 nos dijo que había orden de aprehenderlos a todos. Quizá supo por el Sr. Cura Magallanes, que conoció la circular gubernamental respectiva. En ese mismo mes Agustín salió con sus doce discípulos (entre ellos yo) a Cocoasco, rancho de Chimaltitán, Jal. Ahí hizo los versos ya conocidos.
Vida ejemplar la suya, aún para sacerdotes. Su ministerio fue corto, pero lo dio todo, como San Pedro que dejó su barca para seguir a Cristo. Era poco, pero era todo.
Lic. Pedro Caloca Cortés
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