Por: José Alonso Serrano Campos, con información del escritor Manuel Romero de Terreros en su artículo publicado el 30 de julio de 1965 para los Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas de la UNAM y los relatos del ilustre artista colotlense Ricardo Urista Alvarado, así como de las recopilaciones hechas por los hermanos Dávila Huizar.
Mateo de los Ángeles Uriel Saldaña Dosal, comúnmente conocido como Mateo Saldaña o también llamado Mateo Alfonso Saldaña, nació a las 5:00 de la mañana del día 2 de agosto de 1875 en Totatiche, todavía en aquel entonces distrito de Colotlán, Jalisco; hijo de don Miguel Saldaña, un próspero comerciante colotlense y doña Francisca Dosal, en el seno de la sociedad colotlense pasó su infancia y descubrió sus dotes y aspiraciones artísticas.
Según su fe de bautismo encontrada en la notaría parroquial de Colotlán, contiene una anotación muy peculiar de haber nacido en Totatiche y a los nueve días después haber sido bautizado en la parroquia de San Luis de Colotlán.
Apenas había cumplido los dieciséis, cuando ejecutó sus primeros cuadros, muchos de ellos de "bodegones”, o como suele llamárseles erróneamente, "naturalezas muertas" como término vulgar; aventurándose a la ciudad de México a sus 17 años para continuar con su formación pictórica.
En la capital del país cursó sus estudios superiores y, terminados estos, ingresó hacia 1892 a la antigua Academia de Bellas Artes de San Carlos, en donde se distinguió como un alumno excepcional, discípulo de Félix Parra, Santiago Rebull y otros profesores, recibiendo muchos premios e incentivos por la excelencia de su trabajo, varios de ellos de las propias manos del presidente de la república, General Porfirio Díaz.
Mateo Saldaña fue el alumno predilecto del maestro de la luz, José María Velazco, uno de los grandes e ilustres paisajistas de México, quien dio a conocer al mundo, algunos de los más bellos paisajes y escenas mexicanas. La gran capacidad expresiva y plástica de la pintura del alumno, Mateo Saldaña, le abrió la posibilidad de primero auxiliar a su maestro con su clase de dibujo de paisaje y posteriormente quedarse con la titularidad de la misma, en la Academia de San Carlos, que para entonces había cambiado su nombre a Bellas Artes.
Para recibirse oficialmente, ejecutó Mateo un cuadro al óleo, que denominó “La vuelta del trabajo”, con tal éxito que le abrió definitivamente la puerta de la cátedra de Maestro de Pintura en el renombrado plantel, fue el insigne maestro de decenas de generaciones de jóvenes artistas que pasaron por su aula de clases, y quienes abrevaron discretamente de su talento y arte.
Por cierto, que esa pintura, figura todavía en las galerías de la Antigua Academia de San Carlos, representa un paisaje tomado del natural, pero inspirado, según él mismo, de dos lugares distintos, la mitad tomada de una comarca y la otra de un sitio completamente distinto, combinación que resultó verdaderamente fascinante.
Las obras de Mateo Saldaña se encuentran a la altura de los mejores paisajistas mexicanos, incluyendo a las de su maestro José María Velazco, sin embargo, continúa siendo una incógnita por qué no haya recibido en vida los honores y atención que su obra merecía, es hasta después de su muerte que su trabajo comienza a ser reconocido y el precio de sus obras alcanza sumas estratosféricas.
Saldaña naturalmente pintó muchos cuadros, no solamente de interiores de edificios, como el claustro y el antecoro del antiguo Convento de Churubusco, sino principalmente, paisajes diversos de su antigua tierra natal de Colotlán, de muchos puntos de San Ángel, como Tizapán y Tlacopac; de Chapultepec y de varias otras comarcas del Distrito Federal, cuadros todos que fueron admirados en las exposiciones de la Academia de San Carlos.
Se presume que su obra pudo alcanzar un número superior a los 350 cuadros, sin embargo, actualmente se conocen aproximadamente 250 de ellos, las cuales se encuentran en colecciones privadas mexicanas y extranjeras. La primer exposición-venta de sus cuadros, ocurrió trece años después de su muerte en el Hotel María Isabel de la ciudad de México, en donde 17 de sus cuadros fueron presentados y rápidamente vendidos.
Los temas predilectos en la obra de Mateo Saldaña, son ranchos, haciendas, serranías, caídas de agua, lomeríos, vistas de pueblos en panorámica, llanos arbolados, plazas, y templos de diferentes regiones de México, y en ellos puede apreciarse un excelente manejo de la luz, un realismo asombroso con el que plasma la naturaleza con toda fidelidad, con un toque excelso de armonía de todas sus composiciones.
Acusa natural y principalmente en cuanto a colorido, la influencia de don José María Velasco, pero en algunas de sus obras se deja ver, no sólo el aspecto más bien plateado de su maestro, sino también los tintes, digamos rojizos, de Eugenio Landesio, maestro por antonomasia del paisaje en México.
Pero para nosotros los colotlenses quizás los cuadros más interesantes y representativos, son aquellos, que realizó el 1 de noviembre de 1906 en un viaje a Colotlán aprovechando sus vacaciones, pintó varios paisajes de su tierra, los entrañables que se han dado en llamar “colotlanes” y “totatiches”, en los que Mateo Saldaña ha retratado o recreado, nuestros paisajes y pueblos, y que fueron ideados o compuestos en el placentero momento, que todo viajero o expatriado siente al visitar o evocar la tierra benigna que le vio nacer y crecer.
Todos los que hemos tenido que alejarnos de nuestro terruño, sabemos de la añoranza, de soportar el día en cualquier parte del mundo, pero las noches, todas ellas las pasamos inevitablemente en nuestro terruño; quizá no físicamente, pero si en nuestra memoria, imaginación y nuestros sueños. Difícilmente, pudo haberse escapado Mateo Saldaña a la añoranza de su Colotlán y su Totatiche.
Antonio Cortez Ignacio Rosas Mateo Saldaña |
Saldaña quedó marcado para siempre con el ser y el sentir del colotlense auténtico, como lo demuestra su humildad, aún a sabiendas de la grandeza de su arte, se abstuvo de buscar los aplausos y la gloria. Pudiendo haber estado codo con codo con los grandes pintores de su época, prefirió la tranquilidad del aula y el sereno goce y disfrute de su creatividad, en el feliz solar de su estudio ubicado en la azotea del antiguo Museo de Antropología, en la calle de la Moneda, firmaba sus producciones, a veces con su nombre y apellidos completos, pero más frecuentemente sólo con sus iniciales M. A. S. dentro de un pequeño cuadro.
Las obras más renombradas del maestro Mateo Saldaña son “La Vuelta del trabajo” que realizara a sus veintitrés años para presentarlo en su graduación y el “Antecoro del convento de Churubusco”. En Colotlán no estamos aún seguros de tener una sola de sus obras, se presume que un cielo raso con querubines, en poder de Casa de la Cultura de Colotlán, pudiera ser suyo, sin embargo, la última palabra aún no la sabemos, entretanto muy bien podemos dedicarnos a esculcar los sótanos y arcones de nuestros abuelos, en la búsqueda de una obra olvidada y desconocida del gran artista colotlense.
La finca antes mencionada que sirvió de morada para el pintor, es una casa netamente colotlense, estilo porfiriano, bastante amplia y forma rectangular, con arquería sencilla tipo toscana y en el medio un florido jardín (por lo menos hasta que no se había dividido la casa). Paralelo a la calle Guerrero fue construido el referido salón de visitas donde se encontraba la pintura de cielo raso, muy amplio y del que aún quedan detalles de su antiguo esplendor, tales como delicadas pinturas de damas, en las finas portadas de las puertas de madera.
Paisaje con carreta - Mateo Saldaña |
Se sabe que Saldaña realizó un proyecto para terminar la torre incompleta de la iglesia de San Luis Obispo, el cual fue turnado al presidente Porfirio Díaz, sin que se conozca cuál fue su respuesta. La torre sigue incompleta y el talento de Mateo casi generalmente desconocido en su patria chica. Se sabe que la familia del pintor vivió en la casa ubicada en el número 22 de la Calle Guerrero, finca que a través del tiempo ha servido como cuartel militar en tiempos de guerra, de oficina de correos y durante el porfiriato como una de las pocas casas en que se daban cita la gente refinada de Colotlán y especialmente los intelectuales y artistas de la comunidad y la región.
En la ciudad de México, Mateo Saldaña se casó con Margarita Galindo Cantú, ella oriunda de la ciudad de Puebla, ambos unieron sus vidas el 22 de junio de 1912 y continuaron viviendo en la capital por el resto de sus días, a los muchos años recibió y enfrentó sereno a la muerte, tras una vida cristiana intachable, un 30 de marzo de 1951 en su casa ubicada en la calle Carlo Dolci de la ciudad de México dio su último respiro; fue enterrado en el panteón Jardín, sitio desde donde espera con paciencia que sus coterráneos le hagan justicia y le lleven a reposar, hasta el día del juicio final, cerca de los hermosos paisajes que pueblan sus sueños y su obra: “Los Colotlanes” y “Los Totatiches”.
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