Por: Lucy Vázquez Felgueres
A la Sra. María Luisa Felgueres Vda. De Vázquez, mi querida Mamá, a la que recuerdo con mucho cariño y nostalgia por todo el amor que siempre nos dio a todos sus hijos. Dedico estos renglones en donde hablaré sobre la navidad en la que ella logró hacer de esa fecha algo mágico y maravilloso para todos nosotros.
Empezaré a relatar como ella nos iba ilusionando conforme se acercaba esa fecha, siempre tuvo un gran sentido del humor, era muy juguetona y le gustaba ponerle emoción y misterio a las cosas. Recuerdo muy bien desde niña como empezaba a comprar los regalos para todos, éramos tantos que tenía que hacerlo con tiempo, pues nunca hubo alguien de la familia que se quedara sin regalo, además de las amistades que nos acompañaban en esa noche, también para ellos había un presente.
Mis hermanos más chicos y yo escribíamos cartas pidiendo los juguetes que queríamos y luego se las dábamos a mi mamá con mucha anticipación, más o menos como desde agosto, y ella las guardaba, y nosotros al pendiente, cada vez que veíamos que salía de la farmacia y se dirigía a alguna tienda, nos imaginábamos que iría a comprar para alguno de nosotros, luego llegaba y escondía lo que había adquirido y nos corría de la botica, y al preguntarle que si ya había leído nuestras cartas nos decía que no las leía que se las mandaba al niñito Dios, sabíamos que era ella la que nos compraba los regalos, y mis queridas tías Meme y Mela nos decían que era el niñito Jesús quién le daba el dinero por medio de su trabajo, para que pudiera comprarlos.
Desde que tengo uso de razón recuerdo esa emoción que sentíamos de andar buscando en la trasbotica sus escondites para ver lo que había comprado, y si era lo que habíamos pedido en nuestra cartita. Pero no dábamos con ellos pues los escondía muy bien y en cuanto nos veía entrar a ese lugar nos sacaba y nos mandaba para la casa y nos cerraba la puerta.
Y así pasaban los meses de espera hasta la navidad, imaginando qué nos traería el niño Dios, claro que para nosotros que éramos niños lo que nos ilusionaba de esa fecha eran principalmente los regalos, no tanto la cena, pero sí la reunión familiar, ya que era una convivencia muy bonita, cantando y platicando en la sala tomando un rico ponche o alguna bebida que mi mamá o mis tías habían preparado, y esperando a escuchar las campanadas del reloj de la Iglesia dando las 12:00 de la noche para ir al comedor a poner al niñito Jesús en el nacimiento y arrullarlo con villancicos, siempre mi mamá escogía quién iba a ponerlo, ya fuera un invitado o alguno de los niños más chiquitos.
Después de rezar y dar gracias venía el abrazo de navidad, se armaba una gran algarabía ya que éramos muchos de familia, y siempre había invitados.
Luego se servía la cena, muy rica, mi mamá siempre se esmeraba en la repostería junto con mis queridas Tías que le ayudaban a hacer panecitos o buñuelos que todos disfrutábamos mucho. La mesa se ponía muy formal, mi hermana Chita la adornaba muy bonito con detalles navideños, y nosotros ayudábamos a poner los cubiertos, las copas y vasos, los platos y las charolitas para el pan etc. Todos nos poníamos nuestra mejor ropa, había que estar elegantes pues esta era una fecha muy especial y todos queríamos vernos muy bien.
Una vez terminada la cena pasábamos de nuevo a la sala para entonces repartir los regalos, a los más niños nos invadía la emoción pues ya desde unos días antes habíamos detectado cuantos regalos teníamos cada uno, mi mamá los iba sacando de su escondite y los iba poniendo en el arbolito de navidad.
Todos los días ella seguía poniendo regalos hasta el día 24 que era la noche buena, (hasta de broma nos daba un obsequio) recuerdo que en una ocasión a uno de mis sobrinos le regalo una concha de pan en una cajota muy bien arreglada y él muy emocionado la abrió en cuanto se la dieron y cuando la vio soltó la carcajada al igual que todos nosotros pues ya sabíamos de antemano que ha algunos nos iba a tocar un regalo de broma, pero enseguida para borrar la mala impresión mi mamá le entrego otro regalo que si no mal recuerdo fue una chamarra muy bonita. Así era de bromista Doña María Luisa, siempre le ponía un toque de buen humor a todas las reuniones familiares.
Recuerdo como un sueño como se veía la sala llena de regalos, hubo ocasiones que llegaban hasta la mitad de la habitación, unos arriba de otros, cajas chicas, medianas y grandes había de todo, eso sí muy bien arreglados con su papel y sus moños, de diferentes colores y motivos navideños, cada uno traía el nombre al que pertenecía, por eso podíamos contar cuantos eran para cada uno.
Ya para entonces la sala era un desastre todos habíamos abierto nuestros regalos y estaba todo lleno de papeles y moños tirados, todos con una cara de alegría y felicidad y nuevamente le dábamos de besos a mi mamá agradeciéndole porque nos había traído lo que pedimos. Y así muy felices nos dormíamos para al día siguiente levantarnos muy temprano a jugar con ellos.
Y así pasaron varios años de convivencia y felicidad, siempre fuimos muy unidos gracias a mi mamá. Todos fuimos creciendo, unos se casaron, otros nos fuimos a estudiar a Guadalajara, pero siempre teníamos la ilusión de regresar en las vacaciones para la navidad. Entonces todavía no existía la carretera y la vía era por Zacatecas, se hacían hasta 12 horas de viaje, por eso sólo veníamos a Colotlán tres veces al año, eso sí las vacaciones que con más emoción se esperaba, eran las de navidad, ya no por los regalos sino por ver a mi mamacita y a mis hermanos y convivir con todos ellos. Para entonces los regalos no se repartían en la noche, sino que al día siguiente se hacia una comida en la que nos volvíamos a juntar todos, los casados con su pareja y sus hijos y todos los solteros que ya éramos jóvenes de entre 15 y veintitantos años.
Porque en la noche después de la cena todos nos íbamos a hacer un recorrido por cada una de las casas de nuestras amistades en donde ya nos estaban esperando con refrescos o ponche para aguantar la desvelada, la pasábamos muy bien, cantando, platicando y contando chistes y anécdotas de algún personaje de Colotlán, luego terminaba la visita y las personas que nos recibían se iban con nosotros a la otra casa que seguía en el recorrido y así pasábamos toda la noche hasta las 5 o 6 de la mañana, total que ya en el último lugar que llegábamos era una multitud de gente.
Mi mamá nos acompañaba un rato y después se iba a la casa y nos decía, no se desvelen mucho pues mañana hay que organizar la comida. Ella se levantaba a trabajar como siempre, abría su botica como a las 9:00 de la mañana y empezaba a hablarnos como a las 10:00 para desayunar, ya para las 3:00 de la tarde todos participábamos organizando la comida, pues ya había crecido la familia y no era suficiente el espacio en el comedor, así que se ponían varias mesas en el patio y nos sentábamos a comer todos juntos el recalentado de la cena y ella muy contenta de tenernos a todos.
Después de la comida se repartían los regalos con la misma dinámica y así se prolongaba la fiesta hasta el anochecer. El tiempo paso y cada uno de nosotros fue haciendo su vida, pero siempre manteníamos contacto con mi mamá y con la ilusión de volver a estar juntos en navidad.
Cuando ya la mayoría estábamos casados y teníamos hijos, esta hermosa costumbre siguió pero ahora se hacían intercambios de regalos de hermanos, cuñados y también de primos, y todos los hijos le dábamos su regalo a ella, mi mamá nunca dejo de darnos regalos a todos sus hijos, yernos y nueras y a todos sus nietos. Así que cada vez había más regalos, pues si sus hijos todavía gracias a Dios somos 13 además de los yernos, nueras y nietos y uno que otro invitado imagínense la cantidad de regalos que se juntaban.
Ella hiso de las navidades para todos nosotros, un festejo maravilloso de unión familiar. Los más chicos gracias a mi mamá y a Dios nunca supimos de carencias ni de problemas económicos solo ella sabía cómo se las arreglaba para podernos mantener a todos y darnos una educación.
Fue una mujer muy valiente, trabajadora, muy organizada y muy creyente pues supo inculcarnos el amor a Dios. En las noches cuando la oía rezar, siempre le daba las gracias por ayudarla y con esa fe que ella tenía, supo sobreponerse a la muerte de mi papá, pues quedo viuda muy joven y con una gran responsabilidad.
Administro su farmacia con éxito durante muchos años, pero lo que más he admirado siempre de ella, era su gran amor por la vida, siempre fue una persona muy positiva, muy alegre, bromista, le gustaba mucho la música, el cine, salir de paseo, ir a las fiestas, andar bien vestida y disfrutar de una buena comida, así era mi mamá, a pesar que padecía de crisis nerviosas cíclicamente, nunca perdió su buen humor.
Con este relato quiero decirle, gracias por tantos años de felicidad, gracias por inculcarnos que la unión familiar es lo más importante, gracias por que nos enseñaste a querernos a respetarnos y demostrar a nuestros hijos y nietos ese amor a la familia y a esas bellas costumbres en las que año con año deseamos estar juntos recordándote con toda nuestra gratitud y amor.
Gracias mamacita.
Tu hija que te recuerda siempre con cariño y admiración.
Lucy.
25 de Junio de 2013.
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