lunes, 8 de agosto de 2022

General Don Herminio Sánchez Sánchez, héroe cristero del Norte de Jalisco

Por: José Alonso Serrano Campos

El General Don Herminio Sánchez Sánchez, apodado “El Gato Bronco”, nació en Colotlán Jalisco, el día 14 de marzo de 1886, hijo legítimo y único de Don Loreto Sánchez y Sánchez y de la señora María Soledad Sánchez Valenzuela. Abuelos paternos: Ignacio Sánchez y María Rita Sánchez (además madrina de bautismo). Maternos: Francisco Sánchez y María Guadalupe Valenzuela.

Acta de Nacimiento de Herminio Sánchez


Fé de Bautizo de Herminio Sánchez


Su infancia la pasó en el rancho de su abuelo, ya que su padre le faltó desde que él era muy chico; dicho rancho se encuentra situado en el municipio de Totatiche y llamado la Mesa de las Atarjeas. Hombre de campo y muy buen charro desde temprana edad. Entre las reuniones sociales de la clase acomodada del porfiriato y las faenas propias de la labor del rancho. Tuvo la oportunidad de asistir a la primaria, prepararse en la fe católica y forjar su carácter y vigor físico en las rudas labores del campo. De espíritu inquieto y aventurero, se convirtió en el líder indiscutible de su grupo de amigos y más tarde de amplios contingentes de hombres armados.

En 1911 participó en las juntas de defensa para seguridad de los municipios de la Zona Norte de Jalisco, llegando a ocupar el puesto de jefe supremo de toda la región, desde Colotlán hasta San Martín de Bolaños; incluyendo también los poblados colindantes del vecino estado de Zacatecas. Defendió los derechos de los campesinos y apoyó económicamente a las familias más pobres.

El 14 de febrero de 1912, a un año de iniciado el conflicto armado, contrajo nupcias con la señorita Hermelinda Campos Ortega, próspero y sólido matrimonio, de amplia aceptación social en la ciudad y propietarios de varios ranchos en la región. Situación que lo mantendría alejado de participar en la revolución mexicana, cuyas principales reivindicaciones carecían de pertinencia para una región conformada en su mayor parte de ranchos y rancheros agrícolas y ganaderos, más unas pocas haciendas, por lo que se mantuvieron en cierta forma indiferentes al conflicto.

De 1912 a 1919, periodo en que se registran los enfrentamientos más fuertes de la Revolución Mexicana, el Señor Herminio Sánchez se dedicó casi por completo a su familia y a procurarles el sustento, en una época de grandes carencias y peligros. Herminio y su esposa Hermelinda dieron vida a seis hijos, cuatro mujeres y dos varones: Clementina (1913-1984), Guadalupe Elena (1914-1915 murió al año y un mes de edad), Soledad (1914, falleció de 4 meses y 21 días), María Guadalupe (nació en 1915), Antonio (1917-1950) y Loreto Herminio, todos de apellido Sánchez Campos.

Acta de Matrimonio Herminio Sánchez y Hermelinda Campos

En el año de 1924, Herminio, de acuerdo con el General De Santiago, que operaba en Veracruz, apoyó el movimiento que promovía la candidatura del General Adolfo de la Huerta. El pronunciamiento fue secundado por el General Guadalupe Sánchez en Veracruz. El Señor Sánchez quien era un líder nato y gran organizador, pronto logró reunir más de 1000 hombres con los que amenazó Zacatecas, a fines de enero de 1924, ya había puesto sitio a la ciudad, cuando supo que Adolfo de la Huerta, jefe supremo del movimiento, había huido al extranjero y que sus partidarios habían sido vencidos en Ocotlán, Jalisco, y en la Esperanza, Veracruz, había sido fusilado el Gral. De Santiago. Sánchez se volvió a Colotlán, y la mayor parte de sus subordinados volvieron a sus hogares.

Para el año de 1926, en que se inició el conflicto cristero, era ampliamente conocida la fama de valiente y hombre cabal de don Herminio Sánchez. La revolución mexicana, con su reparto indistinto e injustificado de tierras, amenazaba con acarrear grandes injusticias sobre muchas de las familias acomodadas de Colotlán, gente de campo y de empresas como Herminio Sánchez, quienes habían formado un pequeño patrimonio sobre la base del trabajo duro y constante, ahora se veían expuestos a perder sus tierras, a manos de una partida de revoltosos, muchos de los cuales no eran de este lugar, y aún menos campesinos.

A esa ominosa situación se sumó la amenaza del gobierno de Calles en contra del culto católico de los mexicanos, y fue entonces cuando invitado por algunos seglares residentes en Guadalajara y otros puntos del país, se decidió a participar en la guerra cristera; a mediados del mes de agosto se iniciaron reuniones y encuentros para reclutar hombres que formaran el “Ejército Cristero del Norte de Jalisco”, dando inicio en Totatiche.

En el mes de noviembre se lanzó a la revolución encabezando el movimiento armado, que se suscitó por las intransigencias del presidente de la República, Plutarco Elías Calles, en contra de la Iglesia Católica y sus representantes. La lucha armada fue el único medio para reivindicar la religión católica, combatió con entusiasmo y valentía, saliendo triunfador en todos los encuentros que sostuvo, contra el gobierno federal. 

La ruta que siguió se describe así: Totatiche, calle real rumbo a Atolinga, Zacatecas, Monte de las Cruces, Hacienda del Laurel (propiedad de Pedro Arteaga), Sierra de Morones, Tlaltenango, Hacienda de Villalobos, loma del Rancho de Los Salazares y Rancho de Las Atarjeas.

Así se narraron los acontecimientos: El 28 de noviembre de 1926, en el corral de la casa de Teófilo Jara en la ciudad de Totatiche, se encontraban reunidos muchos hombres, con sus caballos ensillados y con la premura de los últimos detalles de un levantamiento armado. El ir y venir de hombres, previniendo la cobija, las gordas, un poco de dinero y sobre todo revisando los cerrojos, las pistolas y el parque. Entonces Don Herminio Sánchez tomo la palabra:

“Señores, ¿Están dispuestos, como quedamos, a levantar las armas en defensa de nuestra santa religión? Todos en voz alta contestaron: “Si”. Don Herminio prosiguió: “El que no quiera por miedo u otros motivos, ahorita es tiempo”. De nuevo todos en voz alta volvieron a contestar: “Si, estamos dispuestos”.

Don Herminio armó su gente y salieron después de la pregunta que les hizo. Pero antes de ello, les entregó una carga de parque y un arma a los que no la llevaban. Montaron a caballo y salieron rumbo a la plaza, y le dieron una vuelta. Luego se pararon frente a la presidencia municipal, Don Herminio Sánchez, al frente de sus hombres, montado en su caballo, levantando su sombrero en alto, los arengo diciendo: “Viva Cristo Rey y Viva la Virgen de Guadalupe”. De esta manera se lanzó a la lucha armada; dispararon unos balazos y luego quebraron la puerta de la delegación, sacaron dos talegas de pesos y salieron de Totatiche ya enemigos del gobierno, rumbo a Tlaltenango, Zacatecas. Había nacido el movimiento cristero.

La primera flor que produjo la planta de la revolución cristera fue la Hacienda de Villalobos, (municipio de Tlaltenango). Antes de que amaneciera cayeron sobre la hacienda, había tres soldados militares cuidando los caballos. Mataron a uno, otros se les fue y el tercero se les escondió y no pudieron hallarlo. Se trajeron 30 caballos, un cerrojo con todo y cananas bien llenas de parque y al tercer día amanecieron en Villa Guerrero. Allí empezaron a engrosar las filas rebeldes con algunos señores que se dieron de alta. Para principios de diciembre entre los hombres de Totatiche, Temastián, Villa Guerrero y Bolaños, se contaban cerca de 200 hombres armados, unos con cerrojo siete milímetros de caballería e infantería, carabinas 30-30 y 44. Al principio se les decía “voluntarios”; después “rebeldes” y finalmente “cristeros”.

Sucedió que el día 5 de diciembre de 1926, día domingo, tuvieron noticias de que el General Arenas venía a Colotlán a hacer la primera visita a los cristeros. Se juntaron todos los combatientes cristeros en la sierrita de los Cardos que está en medio de Villa Guerrero y Temastián, eran alrededor de 150, y allí esperaron toda la mañana la llegada del General Arenas con los soldados federales. Alrededor de las tres de la tarde se empezaron a oír los primeros disparos. El general Sánchez había colocado a sus soldados en el lado norte de la cañada, parapetados tras una cerca; así que al dar blanco la federación, los cristeros soltaron el fuego haciendo huir al ejército enemigo. Los cristeros abandonaron sus puestos y persiguieron a los federales que se les perdieron entre el monte, logrando matar uno y capturar otro. El monte de roble y manzanillo ayudo mucho a los federales en su huida. De resultas de esta persecución murieron cuatro cristeros y algunos sardos más. Este fue el primer tiroteo de los cristeros de la región con los federales

Estando reunidos en Villa Guerrero, Jal. Nemesio López y su hermano Jesús, quisieron desconocer a don Herminio como jefe y nombrar a don Pedro Quintanar, como jefe general de todas las fuerzas. Sin embargo, don Herminio no perdió el aplomo, y reconociendo las marrullerías de los dos descontentos, les habló de frente y claro delante de la gente diciéndoles:

“Si yo he sido jefe, es porque nadie más lo es, y esto, tiene que tener un jefe para que pueda hacer algo y no venga la anarquía. Si no son útiles mis servicios y mi presencia no es objeto de unidad y concordia, desde hoy dejo de ser jefe y sigo trabajando como el último soldado. Yo vengo a trabajar por el triunfo de la causa y no por motivo de lucro, porque esto podía lograrlo más y mejor en mi propia casa. Si mis servicios son aceptados, yo, pues sigo trabajando como el último soldado, pero sí de soldado llegó a sargento, los hombres que trabajen a mis órdenes se tendrán que sujetar a la disciplina y al orden por la buena o a la mala.”

Como por encanto los descontentos quedaron desarmados y muy satisfechos de colaborar con don Herminio, tan agradecidos quedaron, que Jesús no tardó mucho en cambiarse a las filas callistas, en la búsqueda de hacer más fácilmente fortuna. En tanto, que Nemesio haciéndose pasar por enviado de Sánchez, se dedicó a juntar dinero para “la causa”, entre los ricos de la región, con un nombramiento falso, que ostentaba la firma fraudulenta de don Herminio.

A mediados de diciembre de 1926 llegó a Villa Guerrero el General Pedro Quintanar del lado norte de Valparaíso, Zac. Con unos 150 hombres armados. Fue bien recibido y admirado por todos los pacíficos del pueblo y los cristeros de Villa Guerrero. Quintanar se entrevistó con don Herminio Sánchez, jefe de los rebeldes de este rumbo. Juntos los dos generales planearon los pormenores de la campaña, en tanto que mandaban emisarios por toda la región, en la búsqueda de hombres que se decidieran unir a la causa y de apoyos en armas, parque, dinero e incluso alimentos para los hombres y las bestias.

Estando Quintanar en este lugar, regresó el general Arenas, con unos cincuenta soldados y los voluntarios a las órdenes de Quintanar, los esperaron de este lado de Temastián. Ahí acomodaron su gente por toda la ceja, detrás de una cerca esperaron al enemigo, que al poco tiempo apareció, siendo como las 10 de la mañana. Fue entonces cuando los cristeros les soltaron el fuego macicito, que duro muy poco rato. Arenas al ver la emboscada, hizo la retirada, no queriendo hacer frente a los cristeros. Los cristeros le persiguieron, pero con precaución, hasta que se les perdió por entre el monte.

Los generales don Pedro Quintanar y don Herminio Sánchez decidieron juntar sus fuerzas para presentar batalla a los federales. El día 25 de diciembre bajaron las fuerzas cristeras al ranchito de Momax, sin encontrar resistencia y se siguieron de largo para atravesar del cañón de Colotlán al de Jalpa, la gente se amotino, aduciendo la peligrosidad de un terreno desconocido. Finalmente, se decidió continuar por todo el río rumbo a Colotlán, pero al llegar al punto donde se aparta el camino hacia Cartagena, un grupo de soldados callistas alcanzó al pelotón con una andanada de plomo y de inmediato los jefes ordenaron a los cristeros dirigirse al rancho de las Atarjeas, que era un rancho en el municipio de Totatiche, perteneciente a don Herminio

Sánchez. Este lugar es una mesa muy guarnecida para el combate, y propicio para repeler un ataque numeroso. Al norte hay un desliz muy alto; al sur esta un despeñadero y al norte, una barranca muy honda y trabuca. Al poniente es terreno de agostadero muy parejo y cubierto de zacatón. En este viento había un lienzo de piedra doble que corría de sur a norte, de ceja a ceja. El casco del rancho estaba ubicado al sur, sitio donde había un ojo de agua con atarjeas. Los federales los siguieron hasta la mesa de las Atarjeas, donde los cristeros ya habían tomado posiciones, y observando las dificultades de la empresa, mejor optaron por retirarse.

“El 17 de diciembre de 1926 en Colotlán el resonar disparejo de los cascos de los caballos sobre el empedrado, a plena medianoche, anuncian la llegada inesperada de un pelotón de gente a caballo, despertando a aquellos moradores del pueblo, con el sueño más ligero.

La figura difusa de un jinete se recorta a trasluz en la parte más alta de la calle independencia, la luz opalina de la luna le pega de lleno sobre las espaldas, proyectando una sombra larga y espesa. Es un hombre de sombrero charro, camisa de manga larga, botines con espuela de plata y rodaja, carrillera cruzada, y carabina 30-30, atravesada sobre la silla. Monta un caballo negro, con una estrella blanca en la frente, de gran alzada, patas largas y fuertes.

Detrás de él, en columna de tres a fondo, le siguen un centenar de jinetes armados, que en silencio se deslizan bajo la protección de la noche. Parecieran no querer turbar el sueño de los colotlenses, quienes en el interior de las casas y con las lámparas de querosén apagadas, atisban cuidadosos el singular desfile, por entre las ventanas entreabiertas y los huecos en la madera de las puertas. 

Los murmullos y voces apagados en la oscuridad resuenan de casa en casa, mezclando con miedo y recelo el nombre de los desvelados fantasmas de la noche. -Son los cristeros y a la cabeza viene don Herminio Sánchez, se oye decir por doquier.”

La mañana del 26 de diciembre de 1926, los jefes dispusieron que la gente tomara alimento en los ranchitos cercanos y otros en la misma casa de don Herminio. Cuando los vigías avistaron a los federales avanzando por el camino real que conduce a Totatiche. Los dos generales que ya habían organizado las estrategias para repeler el ataque, ordenaron que la caballada quedara ensillada en los corrales, lista para cualquier contingencia; que las ventanillas de la casa fueran tapadas y los soldados necesarios para la defensa fueran dispuestos. La demás gente la extendieron por el lienzo doble de sur a norte, a tres o cuatro metros unos de otros. Cada soldado hizo su fortín. Les ordenaron que agujerearán la cerca, para poder disparar sus rifles por entre las piedras, sin dar blanco alguno al enemigo.

A pocos minutos llegaron el general Eulogio Ortiz y El general Arenas, quienes comandaban el ataque, con más de trescientos soldados de línea, y casi 200 reclutas agraristas de la región, todos ellos muy bien equipados y hambrientos de alzarse con el triunfo. Atacaron por el poniente, el único lugar posible, al avanzar por entre el tupido zacatón se encontraron con la cerca, de la que surgió una descarga cerrada, que ocasiono tremendos estragos entre sus filas, y los puso en retirada. Arenas Logró reorganizar a su ejército en una hondonada y por dos veces más intento tomar por asalto la posición, con pésimos resultados. Y gran número de bajas. Después intentó una estrategia diferente, regresando con los soldados pecho a tierra.

Al iniciar el ataque el general Sánchez con uno de sus compañeros, el joven Candelario Robles, subió a la azotea de la casa y a pie firme estuvo haciendo fuego sobre el enemigo, que a corta distancia presentaba un blanco inmejorable para un buen tirador como él. Con su máuser causo estragos entre los enemigos, derribando jinetes y caballos. En tanto que, a lo largo de la línea defensiva de la cerca, los muchachos estuvieron repeliendo los audaces ataques de los callistas que llegaron a tumbaron algunas piedras de la cerca, antes de que pudieran ser derribados.

En un momento en que la balacera ceso, los cristeros no pudieron distinguir un solo soldado, sin embargo, una parte de la caballada permaneció visible, y el general Quintanar ordenó a sus hombres tirarles a los cuacos, matando muchos de ellos. Mientras los cristeros se daban gusto dando blanco en la caballada, los guachos sigilosos habían reptado entre los surcos y el zacate hasta muy cerca del lienzo. Los descubrieron por el movimiento del zacatal y de inmediato les dejaron ir otra balacera a rumbo, matando a muchos soldados. En tanto que los atacantes fueron incapaces de herir a los cristeros bien pertrechados tras el cerco.

El General Sánchez que estando asomado en la azotea de su casa se sentía inquieto, se desfajaba la pistola y se la volvía a fajar hasta que por fin le ordenó a su acompañante que montara porque irían a visitar la línea de fuego. Candelario protestó por el inminente peligro, pero don Herminio no le hizo caso y salió a descampado a prestar auxilio a sus soldados.

El Estado Mayor del ejército que descansaba a la sombra de unos árboles, pronto divisaron la figura de un charro que montado en brioso corcel recorría infatigable las posiciones de los cristeros. Les llamó la atención la valentía del charro, que desafiaba la muerte alentando a sus hombres. Uno de los agraristas que estaba junto con el General Ortiz, le confirmo que el osado jinete era el mismo don Herminio Sánchez, general en jefe de los alzados. El general Ortiz ofreció el grado de coronel al oficial que logrará tumbar al jefe enemigo.

Un subteniente de apellido Castro, acepto el reto y solicitó que se le apoyara distrayendo al enemigo desde un grupo de magueyes cercano a las líneas enemigas. El comisionado para realizar esa función fue un agrarista de apellido Huízar. En tanto que un buen número de soldados concentraba el fuego sobre un punto diferente de la línea para distraer la atención, los dos hombres se acercaron arrastrándose con lentitud, hasta el punto elegido para el atentado. Finalmente, el Sr. Huízar alcanzó el punto convenido y tras un montón de piedras comenzó hacer fuego sobre el enemigo llamando su atención, y haciendo posible que Castro se colocara en su posición. Minutos después apareció don Herminio sobre su caballo cercano al lugar donde acechaba Castro, y este último abrió fuego derribando al valiente jefe cristero. Los rebeldes al percatarse del francotirador dispararon sus fusiles dejándole muerto en el acto.

El General Sánchez entre los estertores de muerte alcanzo a decirles a sus fieles soldados que se acercaron a socorrerlo: “Ya me hirieron, pero no se rajen muchachos; que viva Cristo Rey y Santa María de Guadalu...” un borbotón de sangre ahogo sus últimas palabras.

Muy pocos se dieron cuenta de la muerte del General Sánchez, los jefes prefirieron que no se enteraran para que no cundiera el desánimo entre los cristeros, el mismo General Quintanar se dedicó a auxiliar y visitar a los defensores, a muchos de los cuales se les comenzó a acabar el parque, y don Pedro Quintanar que recorría la línea de fuego, les pedía unos cuantos cartuchos a los que aún le quedaba mucho parque y los distribuía entre los que se les estaba acabando. Al mismo tiempo les daba ánimos, “No le aflojen, muchachos, al rato llega el parque”. Así los mantuvo durante las más de dos horas que aún duro el combate.

Viéndose derrotados los Generales Ortiz y Arenas, ordenaron la retirada. Al levantarse los federales dieron aún el blanco suficiente, para que los cristeros derrumbaran algunos más.

Al llegar a donde habían dejado la caballada, se encontraron con el reguero de caballos muertos y heridos, pero con aquellos que habían salido ilesos, se hicieron ajustar los guachos sobrevivientes para poder huir. Los cristeros salieron volados detrás de ellos, causándoles todavía algunas bajas. En la ranchería del Tulimic les dieron alcance todavía a algunos, y allí mataron al General Arenas que había sido derribado de su caballo. Le despojaron de sus pertenencias, la 45 y una maleta en la que llevaba su ropa y muchas fotografías de él y de su familia.

Vuelve a ser derrotado Arenas, pero esta vez para siempre, porque en esa lucha murió, pero desgraciadamente D. Herminio Sánchez muere también, vilmente asesinado, víctima de una traición, por parte de un miembro de su propio ejército; el coronel Nemesio López Bugarín.

En la Batalla de las Atarjeas murió uno de los colotlenses más queridos y respetados de todos los tiempos, no solo en su pueblo, sino en toda la región, don Herminio Sánchez, hombre de palabra, valor a toda prueba y fiel siervo y soldado de Dios, quien ofrendara su vida, por ver libre de toda opresión a su gente y credo.

El lema de los cristeros el glorioso grito de: ¡Viva Cristo Rey y Santa María de Guadalupe!, quedó grabado en nuestra memoria, como un símbolo de la guerra fratricida, contra el pueblo por defender la libertad de conciencia y la religión a la que todos tenemos derecho.

Acta de Defunción en Colotlán

Acta de Defunción en Totatiche

Tuvo dos actas de defunción, la primera al día siguiente de su muerte, el 27 de diciembre de 1926 en el Registro Civil del municipio de Totatiche, donde refiere erróneamente la muerte a los 45 años de edad (tenía 40), siendo las 12 del medio día; en la segunda acta levantada en Colotlán casi dos años después, el 7 de octubre de 1927, se especifica que murió a las 10:00 horas en el rancho de Las Atarjeas, en ambas refiere que sus restos descansan en el Campo Santo de Cartagenas.

En 2006, conmemorando el 80 aniversario del combate cristero en las Atarjeas, Totatiche, Jalisco el señor cura Alejandro Valdez Loera, celebró la Eucaristía en la capilla de San Antonio del Rancho de Cartagenas y bendijo el Cristo, Rey de la Cumbre, en memoria de los caídos en esa lucha. Especial reconocimiento a la maestra Clementina Sánchez por su gran trabajo en la celebración.

Con la sangre de Herminio Sánchez y muchos mexicanos más que militaron en los ejércitos cristeros y federales no se silenciaron ni las balas ni los cañones, sino hasta 1929 donde se realizaron los acuerdos y tratados entre los beligerantes y sus jefes representando los poderes en punga, iglesia y estado; con esto se puso fin a esta guerra fratricida del pueblo mexicano.

Fuentes: Con información de colotlanenllamas,  Juan Antonio Gómez Arellano y el periódico regional "El eco del cañón" https://issuu.com/periodicotlalte/docs/223/3


CORRIDO de Herminio Sánchez Sánchez


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