viernes, 18 de abril de 2025

El Obispo Alonso de La Mota cuando visitó Colotlán entre 1602 y 1605

Por: José Alonso Serrano Campos

Don Alonso de la Mota y Escobar fue un importante obispo de varios lugares como Guadalajara y Tlaxcala, por mencionar dos de los más interesantes, de origen criollo fue un hombre instruido y con experiencia política, conocido por sus buenas relaciones con las autoridades virreinales y por su impulso a la educación. 

Al fallecer Santos García, obispo de Guadalajara, en 1597, don Alonso de la Mota y Escobar fue designado como su sustituto, trabajando arduamente durante nueve años hasta que retornaría a la ciudad de Puebla el 26 de marzo de 1606.

En ese lapso sus "Memoriales" son una valiosa fuente para comprender la vida en el obispado donde estuvo a principios del siglo XVII, incluyendo datos sobre población, lugares, sacerdotes, y actividades económicas donde Colotlán estuvo presente en sus recorridos por la Nueva Galicia.

Entre los años de 1602 a 1605 reunió o debió reunir las noticias de su Descripción geográfica de la Nueva Galicia, pues si alguna obtuvo por obediencia de subalternos. el texto convence de que la mayor parte de ellas procedían de observación directa.

Esta descripción geográfica tiene un indiscutible y extraordinario interés desde todos los puntos de vista en que se la examine, por la suma de detalles que suministra y por la precisión de sus noticias, todo lo cual le da un valor único, ya en la descripción de los pequeños poblados que sitúa sobre su itinerario, ya en las escrupulosas estadísticas que ofrece sobre población, frutos de la tierra, reales de minas y molinos de beneficio y tráfico de mercaderías en sus trayectos.

Escribió en particular lo que considero es una joya, de la cual extraigo lo más significativo de nuestro territorio, dicha obra manuscrita original se encuentra en la Biblioteca Pública del Estado “De Castilla - La Mancha” en Toledo, España, llamada: "Descripción Geográfica de los Reinos de Galicia, Vizcaia y Leon, por Don Alonso de la Mota y Escobar a Don Pedro Fernández de Castro, Marqués de Sarria, Conde de Lemos y de Andrade, Presidente de todos los Estados de las Indias Orientales y Occidentales de la Real Corona de Castilla".

Describe sus recorridos como obispo de Guadalajara por tres caminos de Guadalajara a Zacatecas (por Aguascalientes, Nochistlán y Jerez) cuyo interés destaca la Tercera Salida, donde habla de nuestro pueblo, Colotlán:






jueves, 17 de abril de 2025

La Segunda Guerra Cristera en Colotlán de 1932 a 1938

Por: José Alonso Serrano Campos

La Segunda Guerra Cristera abarcó parte del gobierno de Lázaro Cárdenas (1934–1940), a raíz de que el Congreso realizó modificaciones al artículo 3 de la Constitución Mexicana en octubre de 1934 para incluir el siguiente texto introductorio: "Artículo 3. "La educación será socialista y además de excluir toda doctrina religiosa combatirá el fanatismo y los prejuicios, para lo cual la escuela organizará sus enseñanzas y actividades en forma que permita crear en la juventud un concepto racional y exacto del universo y de la vida social.”

La promoción de la llamada “educación socialista" encontró una fuerte oposición entre algunas partes de la sociedad, en Colotlán la gente no quería mandar a sus hijos a la escuela porque les enseñarían “el marxismo”.

Muchos cristeros se levantaron en armas nuevamente, seguidos de otros católicos, pero durante este periodo maestros desarmados se encontraron entre los principales blancos de las atrocidades cometidas por los cristeros durante este periodo.

Los maestros rurales no participaron en el conflicto armado, pero algunos no aceptaron dejar sus escuelas y comunidades, y a muchos se les cortaron las orejas o les arrebataron la vida como resultado.

En los peores casos, los maestros fueron torturados y asesinados por los cristeros. Se ha calculado que al menos 300 maestros en todo el país fueron asesinados entre los años 1935 y 1939, incluyendo el caso de Lucía Curiel en Canoas; Asimismo puede citarse el caso de la maestra María Rodríguez Murillo, quien fuera ultrajada y muerta por un grupo de cristeros en Tabasco, Zac.


Ataques de los cristeros en contra de los maestros rurales

Lucía Curiel Rivera nació el 16 de septiembre de 1887 en la comunidad de San Nicolás, perteneciente al municipio de Colotlán, Jalisco su padre fue Don Dionicio Curiel Ramos y su madre Lucía Rivera Rodríguez, quienes hicieron vida en Colotlán y no dejaban atrás del todo a su tierra al este de la población.

Casada fue con el joven Pablo Huizar Ramos, también originario de San Nicolás el 5 de abril de 1911 en la Parroquia de San Luis Obispo de Colotlán, tuvieron a su hijo Adrián Huizar Curiel que nació en su rancho el 31 de octubre de 1911.

Poco se sabe de la vida de la maestra Lucía, pero en su tiempo, a principios de 1900, le tocó ser alumna de las primeras escuelas donde aceptaban niñas, cabe recordar que hasta 1935 llegó la primera escuela oficial para niñas, la instrucción era en casas de señoritas que impartían las primeras letras.

Contemporánea del Prof. Diego Huízar Martínez, con quien llevaba una estrecha amistad, coincidiendo en ideales por su vocación de maestros, al tiempo muchos maestros lograron incursionar en las escuelas oficiales, la profesión se dispersó más en las rancherías, donde en aquellos años todavía existía gran concentración de personas, hoy se sabe la gran mayoría de aquellas comunidades están solas o prácticamente deshabitadas, sus escuelas solas, cerradas y abandonadas.

Cuentan que por la Morelos en una casa está un cuadro de una mujer de San Nicolás, se trata del retrato de la maestra Curiel, una gran historia, en San Nicolás si había Curieles, en la familia de don Bernabé Huízar. Arriba de la casa de don Bernabé Huizar allí vivían esos Curieles. Ella era maestra y la mataron en Canoas, cuando la cristiada.

Mataron a la maestra Curiel en el Rancho de Canoas el 11 de diciembre de 1937 en el registro de su defunción se lee: “por lesiones de arma de fuego, maestra rural, a los 48 años de edad, originaria de San Nicolás”.

Contaron los testigos del hecho que fue un tal Miguel Olvera el que mató a la querida maestra rural Lucia Curiel Rivera, estaba de maestra en el rancho de Canoas (hoy es más bien un barrio de la cabecera). Los cristeros tenían consideradas a las escuelas como anticatólica. Lucita gozaba de la amistad de los pobladores de las Canoas.

Desde 1930, la persecución y asesinato de maestros fue una de las situaciones más comunes en aquel tiempo, creando un ambiente hostil de la población hacia las cuestiones educativas. Se Corría el rumor de que las enseñanzas eran comunistas, y que se daban lecciones sobre sexo.

En 1934, fueron asesinados el presidente municipal de Colotlán Don. Segundo Ortega y el inspector escolar de la zona el Profesor. Francisco Javier Huízar. 

En marzo de 1935, la situación del maestro rural era insostenible, debido a la ignorancia, fanatismo y malos consejos de los explotadores de nuestro pueblo y aunque aparentemente no se veía una oposición franca, había enemigos encubiertos solapados, dispuestos a sacrificar al maestro a la sombra y en el misterio.  

En 1936 ya habían quemado la escuela de Canoas, en donde años más tarde en 1937, la maestra Lucia Curiel, es enviada de Guadalajara, para que reanude el servicio educativo. Inicia sus labores cambiando notablemente el aspecto de la escuela. Al poco tiempo de su llegada hizo una fiesta para dar prueba del aprovechamiento escolar, su trabajo le absorbía todo el tiempo. Fue así como planea hacer una kermés, invitando a las autoridades educativas y a los padres de familia. Los fondos por recaudar serían para adquirir mobiliario.

Ella era trigueña, de buen cuerpo y muy platicadora, fue en esa misma kermés que llegaron cuatro fulanos al caer la tarde, pardeando ya para oscurecer a eso de las 8:00 PM y preguntaron quién era la profesora de la escuela, cubiertos con largas cobijas gritaron “Que Viva Luz Curiel” con la intención de identificarla, salió ella y les dijo: “Muy a sus órdenes, yo soy”, la sacaron a la orilla del patio y todavía no terminaba de hablar cuando recibe el primer disparo.

Se le oyó decir “Yo no Soy, Dios mío...”  el cuerpo cayó al tiempo que la linterna que traía en la mano caía también, se escucharon varios disparos más. Todo pasó tan rápido, el correr de las personas hacia un lado y otro, la confusión, el llanto de algunas mujeres, desbordó el terror de todos los presentes que paralizados por la sorpresa corrieron para ponerse a salvo.

A Lucita (como le decían sus amigos) le arrebataron la vida por su celosa entrega a su trabajo educativo y de apoyo a los campesinos, ella se presentó con ellos y ellos al instante le dispararon, porque decían que enseñar a los niños no era bueno y ella los había estado desobedeciendo.

Olvera era un viejo loco que andaba por allí por la sierra. Lo agarraron por ahí por las Canoas, lo trajeron a la cárcel del pueblo y lo mataron también. Lucita tenía un hermano llamado Tomas Curiel, era aguador, acarreaba agua en unas burrillas.

Así fue como víctima de la ignorancia, muere la maestra Lucia Curiel, quien sin importarle la situación por la que en ese tiempo atravesaba el magisterio, dio su vida por sus ideales, sembrando la semilla del saber.


La iglesia

En la cristiada los cristeros entraban a la iglesia, no tenía bancas, la gente tenía que estar de rodillas o parada en el piso de madera, pero en ese tiempo no dejaban entrar a todos, entonces salían los sacerdotes y les decían a los peleoneros: “Toma esta estampita de la virgen de Guadalupe y esta crucita de palma bendita, ponte la cruz en tu sombrero y la virgen de Guadalupe por dentro y si te matan tú ya vas a correr derechito al cielo porque ya tienes la gloria dada por estar en defensa de cristo, de la religión de cristo o sea de los cristeros”.

Dicen que según cuando ya iban a salir les decía el sacerdote “vénganse para bendecidlos” y ya todos se hincaban y en el nombre del señor, les daban la bendición, les bendecían las armas y ya se iban. Las palmas esas que les daban las hacían en el nombre de dios, por eso al que mataran se iba derecho al cielo.

Para ese tiempo se juntaron mucha gente en el camposanto de arriba, donde hoy es la Secundaria Foránea, para ir a visitar a la Virgen de Santiago a pedir por el temporal. Iban muchas muchachas, Lorencita Salazar entre ellas, era vecina en la calle Cuauhtémoc, cerca de la calle del Centenario, que era muy arenosa y donde eran los rodeos. Don Agustín Rivera, muy prepotente, mandó a la policía y quisieron meter o las metieron a la cárcel a las que iban a Santiago.


Los agraristas

En otro lado, al líder agrario Avelino Navarro a fin de que lo mataran andaban más de 50 empistolados detrás de él. Cuando mataron a don Segundo Ortega en 1934, estaba el bolón de gente por donde quiera, estaba oscureciendo y nadie los conocía ¿No los conocerían? ¡A todos! pero que iban a decir ¿Usted cree que no los iban a conocer? Si hasta de muertos, pero el temor estaba presente en la población.

Don Felipe Márquez Villegas era del año 1919, nacido en San Juan de Potreros, avecindado en Colotlán, agrarista con parcela en el Ochotal, le tocó todo el mitote de la cristiada, escuchaba la balacera cuando se agarraron en la “Mesa de las Tarjeas”. Conoció perfectamente a Don Agustín Rivera, hombre de buen tamaño y bien parecido.

En una ocasión contó que Don Manuel Márquez le había solicitado al gobernador un camino de Colotlán a Potreros, y el gobernador le ordenó al presidente que lo entregara, y fue así como acudió don Agustín Rivera. Primitivo Huizar y don Manuel Márquez eran compañeros de armas, también de Potreros. Él decía que cuando aprehendieron al Sr. Cura Magallanes y al padre Caloca en Totatiche, los trajeron a Colotlán. Que Primitivo fue el que los mató, que Primitivo divisó que los verdugos comenzaron a tener miedo, y que les dijo:

- ¡Quihubo jijos de acá y más allá, tienen miedo de matar a estos jijos... Primitivo tomó el arma y él les sonó “cuetazos”. Una viejita de Totatiche, que andaba con los padres, platicó que ella se vino con ellos a ver en que paraba, y que los soldados la aventaban, y que al tiempo que los padres cayeron se vino un perfume de flores y que habían caído entre la tierra suelta y el estiércol. Que ella deseaba que allí hubiera estado toda su familia, para que hubieran olido el perfume. Luego sacaron los cuerpos a la calle y mujeres recogían la sangre con trapos o algodones, los metían en recipientes y se iban.

En la casa de una señora muy viejita por la calle Centenario, luego dicen que llegaron los cristeros buscando a las muchachas y se las llevaron, vinieron buscando por estos rumbos y entonces todas estuvieron escondidas, pero ya se acabó la guerra de la cristiada y todo quedó en paz, solamente quedaron las puras paredes de las casas que quemaron, mucha gente se fue a refugiar en diferentes rancherías.

Los soldados y otras historias

Durante la Cristiada estuvo destacamentado el 75 regimiento en Colotlán, por la Morelos, luego por Hidalgo, luego terminó en Tlaltenango y no dejaban de venir al pueblo a hacer sus desmanes, el estado mayor se estableció en la casa que fue de las Zulueta, que luego fue el “Super González” en la esquina de Guerrero y Morelos. 

Unas cuantas casas más hacia el barrio alto, tenía su casa el Dr. Ramón Cumplido quién era un hombre delgado, moreno, de dientes pequeños y muy pretencioso; estaba casado con una hija del árabe don Salvador Ahued, que había venido de Argentina con sus hijos; pusieron tienda de ropa buena, donde Romualdo tuvo después su tienda, ellos tenían dinero. Las muchachas eran jóvenes, blancas y muy bonitas y con una de ellas se casó el doctor. La pareja tuvo un hijo, que se les contagio de una enfermedad y murió.

Simón Navarro Alejo contó en vida que en la Cristiada se pelearon aquí en Colotlán con los gobiernistas. Agarraron los cristeros el sistema de entrar por las casas, taladraban y hacían agujeros en las paredes con barras para pasarse de una casa a otra. Pasaban la bocacalle y seguían con otra manzana, hasta llegar a los fortines.

El cuadro de la Plaza era el primer cuadro, estaba el gobierno fortificado en las azoteas y las iglesias. Los Cristeros llegaron hasta su casa de la esquina de Juárez y Guerrero, por una ventana que estaba por la Juárez, le disparaban al fortín.

Allí estuvieron todo el día guerreando y en la tarde se les antojó a los del gobierno hacer un toro de petate. Tenían el mesón de San Luis en la calle Obregón, frente a la plaza de toros, allí tenían los caballos. 

En la Calle Ramón Corona, tenían un vallado como de dos metros para que no pasaran los cristeros. Un grupo de ejidatarios ensillaron los caballos y salieron por las calles gritando que vivera el 75 regimiento, que era un regimiento muy valiente, y que le tenían miedo. 

Como que habían venido a reforzar a Colotlán. Se los creyeron y dieron la orden de retirarse. Ya habían tomado casi todo Colotlán, ya nada más quedaba el centro. Decían que los cerros nada más blanqueaban de cristeros, miles de cristeros apostados en la cantera, el Zanjón, el cerrito de la Santa Cruz. 

Se habían reunido todos los del partido de los cristeros para venir atacar a Colotlán. Cuando se fueron los cristeros, los del gobierno llegaban a las casas donde habían estado los cristeros. Llegaban a las casas los gobiernistas y con ellos, don Jesús Navarro, el primer ejidatario de Colotlán. Y les decían: - Es verdad que aquí estuvieron haciendo fuego los cristeros, al fortín de enfrente. -Si señores, pero yo ni modo de detenerlos. 

Rubén la Ruca andaba de cristero, traía botas, pantalón beige, su 45 fajada y su rifle. Él era cabecilla de los cristeros. Allí en la esquina de Paseo y Juárez mataron a un cristero, muy conocido, se llamaba Andrés Contreras, se salía a media calle a torear a los del fortín. Hasta que le atinaron. Allá arriba en la esquina del hospital (hoy el colegio Jalisco) mataron a un ejidatario de Huacasco, también muy valiente. Después de que pasaba el revoltijo, la gente iba a ver los muertos, antes de que los levantaran.

Los fortines estaban colocados de tal forma que favorecían el primer cuadro de la plaza, había uno en la esquina de Juárez y Guerrero, estaba otro fortín en la calle de arriba; en la torre de la iglesia estaba otro fortín para tirarles a los de lejos, a los de las orillas; en el mesón de San Luis en la calle Obregón, estaba la caballería del ejército. 

El San Francisco era allá abajo, el puerto Arturo, el Zaragoza. Luego hicieron unos vallados, para que no entraran hasta el centro los cristeros a caballo. En la Obregón había uno, en la Hidalgo. Vallados altos de dos metros, para que no brincaran los caballos. Cuando acordaron tenían invadido todo el pueblo, ya nada más el centro, los cristeros eran muchos, nomás se veían los cerros con la caballería. A la muerte de don Herminio Sánchez, mucha gente se desertó, ya no andaban contentos con don Felipe Sánchez, dicen que era muy bueno para andar a caballo, bueno para montar y brincar cercas, él se defendía a patas de caballo. Hermano de don Manuel Sánchez, hombre alto y bien parecido, esposo de Cointa Ramos. Su hija fue Sunny, reina de las fiestas patrias. Él se fue a vivir a Fresnillo y allá murió.


miércoles, 16 de abril de 2025

La Guerra Cristera en Colotlán de 1926 a 1929

 

Gobernaba al país el General Plutarco Elías Calles, desde el 1° de diciembre de 1924, cuando el 7 de julio de 1925, cobró importancia, sobre todo en Jalisco, Guanajuato y el Distrito Federal, la organización de tipo exclusivamente religioso llamada Liga Nacional Defensora de la Libertad Religiosa (LNDLR), y que los dirigentes del clero mexicano habían fundado con anterioridad, de conformidad con el Papa romano y con exclusivo objeto de combatir la tareas del gobierno, particularmente sobre legislación obrera, educación y reparto de tierras.

Calles era considerado como el peor enemigo de la religión católica; motivo por el cual comenzó la subversión de la Liga Nacional de la Defensa de la Libertad Religiosa que encabezaron los dirigentes con motivo de encauzar las tareas hacia los fines perseguidos, se celebró en Guadalajara, en los primeros días de enero de 1924, la Convención de la Unión Popular Jalisciense, organismo que era una especie de la Delegación de la LNDLR.

En esta convención —dice Antonio Rius F., autor del México Cristero- usaron de la palabra, el asistente eclesiástico de la Unión diocesana, Canónigo Garibi Rivera, después Cardenal de México; el Reverendo Padre Méndez Medina; el R.P. Ocampo; el P: Higinio Gutiérrez; el Lic. Agustín Navarro y el Lic. Agustín Yánez (este último, Director del Periódico "La Época") fundado por el dinámico caballero de San Gregorio Magno, Pedro Vázquez Cisneros. Agustín Yáñez ocuparía la Gubernatura del Estado de Jalisco, seis lustros más tarde, como representativo de la Revolución.

Como se ve, éstos fueron los primeros pasos que se dieron para dar mayor fuerza a una organización que más tarde había de ser la directora intelectual del conflicto armado, llamado Revolución Cristera pero no solamente se vigorizó la existencia de la Liga Nacional de la Libertad Religiosa (LNOLR), sino que también cobró nuevos impulsos la organización denominada Acción Católica de la Juventud Mexicana (ACJM), que preparó a muchísimos jóvenes para lanzarlos oportunamente a la lucha armada.

La Ley Reglamentaria del Artículo 130 Constitucional, aprobada el 4 de enero de 1926 y que entre otras cosas establecía la conveniencia que cada Entidad Federativa, por decreto respectivo de su Cámara Local, fijara el número de sacerdotes indispensables en cada ciudad de su jurisdicción; el derecho a ejercer el ministerio en cuestión, solamente a los mexicanos; la prohibición del culto externo y otras disposiciones de menor importancia, como la Ley Calles (Decreto que reformó el Código Penal Federal), que entró en vigor el 31 de julio de 1926 y que a la vez establecía también sanciones a las corporaciones religiosas y sus ministros, al incurrir en desobediencia a los mandatos de la reglamentación del citado Artículo 130, fueron el motivo para que estallara con todos sus horrores, el conflicto armado a que nos referimos.

Le habían asegurado que el 30% de la población mexicana estaba dispuesta a sacrificarse en defensa de la fe y los intereses de la iglesia católica, y que, en unos cuantos meses, la situación quedaría completamente dominada.

Los sacerdotes atendieron desde luego la disposición, absteniéndose de concurrir a los templos y suspendiendo toda clase de servicios religiosos. Muchos se dedicaron a visitar las casas de los fieles y otros menos sagaces empuñaron las armas, levantando grupos rebeldes. Comenzaron los levantamientos en distintas partes del territorio nacional, los motines y contrabando de armas.

En Colotlán, el 2 de agosto de 1926, un grupo de más de trescientas devotas, pretendieron linchar al comerciante Plácido Vázquez, cuando ya los hermanos Herminio y Felipe Sánchez, Salvador Cordero y otros, estaban preparados, organizando grupos por el rumbo de Totatiche.

El motín de las devotas se complicó por el poco tino del Vicepresidente Municipal en funciones, Sr. Dr. Don Pascual Cumplido, agregado a la simpatía que encubrió al iniciarse el mismo, pero que quedó de manifiesto al comprobarse que su esposa había sido una de las principales dirigentes del mismo. Sucedió de la siguiente manera: Plácido Vázquez, Regidor del H. Ayuntamiento, se había dado cuenta que la policía atravesó la plaza de armas conduciendo al Sr. Francisco Flores, que, en estado de ebriedad, gritaba sin descanso: "Me llevan porque soy católico", "Viva Cristo", "Viva Cristo Rey', y otras cosas más. Vázquez, liberal de extrema izquierda, entrevistó más tarde al Dr. Cumplido para sugerirle le impusiera a Flores un castigo ejemplar. El Vicepresidente, que era de carácter muy violento, le contestó que aún que tenía el cargo de Regidor, distaba mucho de convertirse en jefe de él, y que por lo tanto, se largara y dejara de entrometerse en asuntos que a él sólo correspondían. Hechos de palabras, se disgustaron, llegando a decirle el doctor, que en la tarde reuniría a los Munícipes para entregarles la Presidencia. Vázquez a su vez, le contestó majaderamente, retirándose encolerizado.

Al día siguiente, encontrándose enfermo el Sr. José Flores, llegó a la casa de éste el Dr. Medellín, que venía desde Zacatecas a atenderlo. Cuando llegó, se encontraban con el enfermo algunas personas, entre ellas el Sr. Miguel del Muro, y preguntando al médico sobre qué novedades traía, éste contestó que en Zacatecas no había cosa notable, pero que en Jerez pudo darse cuenta que había muchas fuerzas federales, mismas que habían cerrado el templo y que al salir él hacia esta ciudad, habían tomado otro rumbo.

Esta información bastó para que todos los presentes se alarmaran; Miguel del Real se despidió luego y presuroso se encaminó a la casa del párroco Sr. don José Martínez y nerviosamente lo puso al corriente de las novedades, y ambos se fueron a la iglesia junto con otras personas a quienes pudieron informar momentáneamente. La noticia se extendió rápida en pocas horas, y en la tarde las mujeres llenaron la iglesia, informadas por el sacerdote, que les anunció el cierre del templo y la ausencia de Dios de la ciudad, comenzaron a llorar desconsoladamente. Una comisión de las mismas trató de entrevistar al Dr. Cumplido, pero el mandatario pretextando indisposición, les informó a través de su señora esposa, que él no podía hacer nada a su favor, que si los templos se cerraban, era cuestión de atender alguna disposición del Gobernador del Estado, pero que en todo caso los señores Regidores serían quienes dirían la última palabra. La señora de Cumplido, que desde ese momento se perfiló como una de las directoras del motín, alteró la situación con protestas airadas y contando además las dificultades que tuvieron dos días antes Cumplido y Vázquez.

Ante situación tan alarmante, más de 300 devotas irrumpieron armadas con garrotes, machetes y hasta armas de fuego, de la iglesia hacia la calle Cuauhtémoc, el Mercado y la Plaza Principal, encontraron a J. Jesús Rosales, que fungía como Regidor, y gritando: "mátenlo por enemigo de Dios”, se le echaron encima. Rosales no se atemorizó, haciendo ademanes con demasiada sangre fría, logró contenerlas en un instante, por haberles hablado en nombre de Jesucristo, citándoles bellos pasajes bíblicos y haciéndoles comprender que estaban en un error, ya que él era católico. Su admirable sangre fría lo libró de haber sido muerto por las fanáticas.

Las amotinadas se dirigieron luego al comercio de otro de los Regidores, el Sr. Enrique Basurto Aviña que, sorprendido por la gritería, se retorcía las manos con impaciencia y pavor, Implorando calma, logrando al fin salir ileso gracias a su parentesco con el Cura Ortiz, conocido de las revoltosas y a quien aludió varias veces.

La mayor parte de las fanáticas se habían ido a casa de Plácido Vázquez en esos momentos, apedrearon muebles, macetas y otros útiles. El P. Espinosa, que circunstancialmente pasaba por allí y Bartolo Ramos Jr., novio de una de las hijas de Vázquez, llamada Rebeca, lograron calmar a las amollinadas. El Sr. Ramos quitó a su novia un rifle, pues la muchacha, a pesar de su corta edad, intentó disparar a las devotas desde una de sus habitaciones.

Dispersa la multitud, las devotas no recibieron castigo alguno, solamente Adelaida de la Isla, que era Maestra al servicio del Sistema Estatal, fue cesada de su empleo, por ser una de las dirigentes principales.

Algunas personas consideran que el Dr. Cumplido pagó muy caros sus errores y los de su esposa, ya que a ello se atribuye su muerte acaecida en Guadalajara poco tiempo después. Se asegura que una noche fue sacado violentamente de su domicilio particular por individuos que portaban el uniforme reglamentario del ejército nacional, mismos que lo asesinaron en despoblado a la salida de la Capital.

En Chalchihuites, Zacatecas, durante ese mismo mes, el Secretario del Ayuntamiento denunció una conspiración jefaturada por el P. Batís; fue comisionado por la Jefatura de la Zona Militar, con cabecera es Zacatecas, el Teniente Blas Maldonado, que se trasladó a aquel lugar y aprehendió al sacerdote, junto con otros jóvenes. Como tratara de fusilarlos, el pueblo se amotinó, por lo que el oficial tuvo que salir de pueblo con los prisioneros. El populacho instigado por Pedro Quintanar, comerciante de Huejuquilla el Alto, que a razón se encontraba en aquella población, pretendió perseguir a los federales para arrebatarles los presos, por los que éstos tuvieron que hacer fuego sobre los amotinados, resultando algunas personas muertas y otras heridas. Como los perseguidores continuaron de lejos organizándose y tratando de enfrentarse a las tropas del gobierno. Maldonado fusiló a los prisioneros, volviéndose a Zacatecas.

Con este motivo, Pedro Quintanar se levantó en armas y enterado el Jefe de la Zona Militar, Gral. Eulogio Ortiz, organizó su persecución y Quintanar tuvo que andar durante algunos días a salto de mata optando por la rendición, que se llevó a cabo en septiembre, entregando al General las armas de que disponía.

Pero Quintanar no era hombre que cumpliera su palabra, así que supo de los levantamientos en la región sur de Colotlán, con fecha 1° de noviembre volvió a las armas, levantando en Huejuquilla 200 rebeldes con los que se encaminó al sur y en el “Gato” en compañía del P. Montoya, se ofició una misa de campaña, a la que concurrieron distintos grupos rebeldes que habían sido convocados. Después de la misa, se reconoció como Jefe Supremo de las fuerzas al Sr. Herminio Sánchez, teniendo un encuentro con los federales pocos días después, en las inmediaciones de aquel lugar.

Derrotados emprendieron la marcha hacia Colotlán, pero no se decidieron a atacarlo y el grueso de la columna se dividió, volviendo una parte a Huejuquilla y siguiendo la otra hacia el sur, siendo derrotados nuevamente en Coculitén a mediados de noviembre, pero volviéndose a reunir el día 20 -transcribo al autor de México Cristero- en Villa Guerrero, Jal., continuaron con varios incidentes su incansable peregrinación y el día 26 se enfrentaron en las Atarjeas, entre Totatiche y Colotlán, a un enemigo superior.

Los rebeldes se encontraban “afortinados” a lo largo de un ancho vallado y cercas que servíanles de protección y el número aproximado podría variar entre mil y mil doscientos hombres. El número de federales que mandaba como Jefe el Gral. Eulogio Ortiz y su segundo el Gral. Arenas, era un número de quinientos hombres, con la ventaja de que éstos contaban con mejor armamento y mayor pericia en la estrategia militar.

La batalla comenzó a temprana hora, ya que el Gral. Ortiz, avisado de antemano por sus espías, estaba enterado del lugar donde se encontraba el enemigo, el cálculo aproximado de su número y la clase de armamento con que contaba y no obstante la superioridad de los cristeros, se les enfrentó decididamente y con premura. todavía al medio día, era de punto imposible conseguir ventaja sobre las posiciones rebeldes, a pesar de las distintas maniobras de estrategia que disponía frecuentemente el clarín.

Con demasiada insistencia se divisaba a un charro que en brioso caballo recorría las posiciones de los cristeros. Descansando el general con parte de su Estado Mayor a la sombra de unos árboles en una pequeña prominencia, casi fuera del alcance de los proyectiles enemigos, enfocando sus gemelos al cerro de las líneas enemigas, llamó su atención la valentía del charro que desafiaba la muerte alentando a sus hombres. Pasó los gemelos al Sr. Primitivo Huizar con la orden de fijarse en tan valiente jinete, para ver si lograba reconocerlo, ya que sospechaba que fuera el general en jefe enemigo. El Sr. Huizar que conocía personalmente al Sr. Herminio Sánchez, confirmó la sospecha del general, al asegurar que se trataba de él.

El Gral. Ortiz, tomando nuevamente los catalejos, comentó que no estaba difícil tumbarlo e invitó a varios oficiales allí presentes, a realizar voluntariamente tamaña comisión, ofreciendo al que la cumpliera, el grado de coronel.

Un Subteniente apellidado Castro, contestó inmediatamente que él mero se lo "echaba" y que solamente necesitaba a alguien que lo protegiera llamando la atención del enemigo desde un grupo de magueyes que se encontraban a escasos metros de las líneas rebeldes.

Como nadie se decidiera a hacerlo y un silencio aterrador puso los nervios en tensión, con voz irónica retó al Sr. Primitivo Huizar, diciéndole: "pos a ver si deberas es usté hombre". Y él aceptó el reto, suplicándole al General le facilitara un fusil ametrallador. El General accedió y ordenó de inmediato al Gral. Arenas que con un buen número de soldados llamara fuertemente la atención del enemigo en otro punto distante al que Castro había elegido para cumplir con su misión voluntaria.

Las órdenes fueron cumplidas en el acto y el Subteniente Castro y el Sr. Huizar arrastrándose como torpes reptiles, con el objeto de pasar desapercibidos por el enemigo, se deslizaron pesadamente. Fue un momento que les parecieron siglos. Finalmente, el señor Huizar alcanzó el punto convenido y tras un montón de piedras comenzó a disparar con el propósito de distraer al enemigo y lograr que Castro llegara a su destino. Éste continuaba arrastrándose entre el abrojal y por momentos daba la impresión de un cadáver, pero logró situarse en el sitio por él escogido. Minutos después apareció el charro, próximamente al lugar de acecho y Castro abrió fuego. El estrago del combate era aterrador a lo largo de la línea y minutos después se vio como el charro caía del caballo. El Genera, que observaba atentamente con sus gemelos, también lo vio y el corneta tocó diana. El bando rebelde pareció confundirse, pero al percatarse de la presencia cercana del Subteniente, más de 50 fusiles le vomitaron su plomo mortífero, quedando muerto en el acto.

Aunque el Sr. Huizar no reveló el número de federales muertos, por prohibirlo las ordenanzas, si decía que el número de heridos sobrepaso a 15, entre ellos el Gral. Arenas, a quien una bala expansiva le atravesó los muslos. Por parte del enemigo calculó alrededor de 30 muertos, sin precisar el número de heridos. Debido a que los rebeldes se retiraron sin ser perseguidos, se logró enterrar a los muertos y recoger a los heridos. Al valiente Castro se le rindieron honores de coronel.

Con la muerte de tan connotado Jefe Rebelde, los cristeros perdieron parte de su buena organización y dirección atinada. Felipe Sánchez, Salvador Cordero, Justo de Ávila, Pedro Quintanar, Castañón y otros jamás tuvieron la capacidad y dotes militares del General Herminio Sánchez Sánchez, caído el 26 de diciembre de 1926.

Los agraristas de la religión, aunque muy pocos entonces y todavía sin haber recibido los beneficios de la Revolución Mexicana, sus solicitudes estaban en trámite, pedían armas a gritos para defender sus intereses y su ideología revolucionaria.

El precursor del agrarismo regional, Sr. Don Martin Plascencia, reforzado ahora por los Sres. Primitivo Huizar Robles, Rogaciano Márquez, José María Navarro y otros, urgían a las Autoridades Agrarias la dotación profesional a varios ejidos, que desde 1924 iniciara Plascencia.

Por fortuna, a fines de 1926, el gobierno accedió a proporcionarles armas y al grito de Tierra y Libertad", se enfrentan a los rebeldes en varias acciones, muchas veces acompañando al ejército federal.

El 1° de enero de 1927, tomó posesión como Presidente Municipal el Sr. Francisco R. Mayorga pero como no conviniera a los intereses de la política, que comenzó a balancearse a favor del agrarismo, tuvo que entregarla a los cuatro días al Vicepresidente Sr. Felipe Macías, que el 13 de abril del mismo año la entregó a Leovigildo Corona, líder consumado que convivía con el grupo anticristero y que terminó al finalizar el año. Lo sustituyó en una breve licencia de 11 días el señor Macías.

A principios de 1927 comienza a sonar un nombre hasta entonces desconocido en la ciudad y en la región, y que había de opacar a todos los agraristas, aprovechándose del espaldarazo que de buena fe le habían dispensado lo más distinguido del grupo liberal. Agustín Rivera, originario de El Carrizal.

Entre tanto, la rebelión cundía por todo Jalisco, particularmente en Los Altos y en nuestra región y el número de armados ascendía constantemente, tanto en las filas rebeldes como en las agraristas.

Las comunidades de El Carrizal, municipio de Colotlán, Sotoles y Huacasco, del municipio de Santa María de los Ángeles, fueron dotadas de tierras provisionalmente en septiembre y octubre de este año y esta circunstancia aumentó el odio del bando rebelde.

Durante el año a que nos referimos, la ciudad estuvo resguardada por agraristas y fuerzas federales al mando del Teniente Coronel Medina, que con frecuencia salían a batirse al enemigo por distintos rumbos.

El domingo 8 de mayo de ese mismo año, los rebeldes al mando de Felipe Sánchez, Quintanar y otros, pusieron sitio a Colotlán. Comenzada la acción a temprana hora, se prolongó hasta medio día en que los sitiadores se retiraron dejando algunos muertos, en vista de haber sido atacados a retaguardia por los agraristas de Huacasco. Los Cristeros tomaron la plaza, en dicho combate hubo 55 muertos, entre ellos el Presidente Municipal y el jefe de las defensas sociales.

El día 5, es decir tres días antes, se había celebrado una corrida de toros, con motivo de la conmemoración de la Batalla de Puebla, y se había anunciado para el día 8 la siguiente, que no se realizó, debido a las circunstancias antes apuntadas.

El Teniente Coronel Medina, durante sus salidas, acostumbraba dejar resguardada la plaza con elementos agraristas y a fines de mayo se dirigió a Totatiche, donde aprehendió a los padres Magallanes y Caloca, a quienes condujo a esta ciudad la noche del 25 de ese mes, fusilándolos otro día al amanecer en los corrales de la Presidencia Municipal, y tirándolos a la calle frente a la misma, donde estuvieron varias horas los cadáveres. Muchas personas desfilaron ante los mismos y en algodones recogían la sangre de los cuerpos, ante la mirada de los soldados.

El 21 de agosto del tantas veces mencionado año de 1927, el Sr. Gral. Crisanto E. Quintero, Comandante del 75° Regimiento, fijó su matriz en Tlaltenango de Sánchez Román, comenzando desde luego una formal persecución de los rebeldes.

Por esos días, había sido designado por la Liga Nacional de la Libertad Religiosa (LNDLR) jefe de las fuerzas rebeldes en el Estado de Jalisco, el Gral. Enrique Gorostieta. Era nativo de Monterrey y estudió en el Heroico Colegio Militar y ya en 1910, era Cadete. Alcanzó en pocos años el Generalato y en tiempos de don Venustiano Carranza, fue dado de baja del ejército y tuvo que salir del país.

Con tan experimentado Genera, el Episcopado Mexicano y la LNDLR, creyeron seguro su triunfo al menos en el estado de Jalisco.

Gorostieta tomó luego el mando de las tropas que se le confiaron y poco después se le unieron José Ma. Gutiérrez y Teófilo Valdovinos, que unidos atacaron Jalpa, donde estuvieron a punto de derrotar a los federales; más tarde tuvieron otra escaramuza en Florencia, Zacatecas pero sin resultados a su favor. Parece que el más afortunado lo era Pedro Quintanar, que muy pronto fue ascendido a General por el mismo Gorostieta.

Al mando de Quintanar, operaban distintos grupos distribuidos en Durango, Zacatecas y nuestra región.

En el área huichola, su segundo era Juan Bautista; en Huejúcar y Monte Escobedo, el mayor Luis J. Montellano y por Colotlán y Totatiche, el Coronel Felipe Sánchez.

El Gobierno Estatal, influenciado por los amigos de Jorge E. Preciado, confeccionó la planilla de munícipes para 1928, misma que encabezaba este; pero Leovegildo Corona y Agustín Rivera, junto con los agraristas, habían preparado la suya y que encabezaba Agustín Rivera. Por tal motivo, cuando se tuvo noticia de que Preciado venía en camino a tomar posesión de su cargo, Corona y los suyos tomaron algunos acuerdos tendientes a adueñarse del poder, después de una serie de reuniones secretas.

El 1° de enero de 1928 cuando Preciado trató de tomar la Presidencia, acompañado de varios amigos se encontró con que las guardias agraristas, apostadas en todas las entradas del edificio, le impidieron la entrada. Trató de atemorizar a las mismas y a los responsables del bloqueo señores Manuel Pacheco Ávalos, Primitivo Huizar y otros. Estos contestaron que se retirara inmediatamente de la ciudad, por no haber encontrado apoyo. Tomó posesión de la Presidencia el Sr. Agustín Rivera y como Vicepresidente el Sr. José María Navarro, ambos agraristas. Esta fue la segunda ocasión que el grupo agrarista se adueñó del poder aunque esta vez por la fuerza.

A partir de este hecho, Rivera se perfiló como líder agrarista de la región, su personalidad y valentía mucho le ayudaron para encumbrarse, aunque su falta de cultura más tarde dividió a los agraristas y liberales en dos bandos distintos. Equivocadamente los de extrema izquierda representados por los agraristas, calificaron a los primeros de reaccionarios: J. Jesús Rosales, Adolfo y José de Jesús Moreno, Prof. Francisco J. Martínez, Carlos M. De León, Andrés Iturriaga, Segundo Ortega, J. Inés Huizar y otros, aunque la mayoría eran católicos, distaron mucho de ser reaccionarios.

Agustín Rivera fue uno de los pocos presidentes con grandes dotes de organizador que haya tenido nuestra ciudad, no obstante su carácter recio y su escasa cultura.

En mayo del mencionado año, realizó brillantes festividades en ocasión de la conmemoración de la Batalla de Puebla: desfiles, toros, serenatas, etc., hicieron olvidar a los tranquilos habitantes, el apogeo de la rebelión cristera.

Reconstruyó el Palacio Municipal, cotizando forzosamente a los comerciantes y demás personas solventes de la ciudad. Durante esta etapa del gobierno, en que se advierte ya un marcado interés por el mejoramiento de la Administración Municipal, y particularmente por el impulso a la educación, cuando menos en el área urbana, tuvo como su mejor amigo y consejero al dinámico y culto Prof. Francisco Javier Huizar Martínez.

En este mismo año, el Jefe de la Guarnición de la Plaza, Capitán Vela Gil, construyó con los elementos a sus órdenes, el quiosco de la plaza principal.

El movimiento rebelde continuaba extendiéndose y periódicamente amenazaba a Colotlán. Después del toque de silencio, dado a las nueve de la noche, en el Cuartel Federal, ubicado entonces en la casa donde se encontraba la Oficina Subalterna Federal de Hacienda, por la calle Guerrero, ningún ciudadano podía salir a la calle, y el que lo hacía, era conducido por los soldados al cuartel, donde se le interrogaba minuciosamente. Al día siguiente era multado por el propio Capitán Vega, sanción que sólo consistía en material de escritorio que el multado compraba en determinada tienda, mismo que era vendido posteriormente por el flamante Capitán.

Con frecuencia se soltaban "borregos", como llamaba el populacho a las falsas alarmas, de la presencia del enemigo en las cercanías de la ciudad. La gente corría a sus casas y muchas veces las damas rompían sus faldas que eran angostas y largas, para poder correr, por lo general se anunciaba la proximidad de los rebeldes con campanadas, pero esto sólo acontecía cuando el alto mando militar de la plaza lo disponía, indicándose con ello la posibilidad de una escaramuza.

Fuera de la acción de armas del 8 de mayo del año anterior, durante los primeros meses del año de 1928, no volvió a registrarse escaramuza de importancia.

La semana anterior a la Mayor o "Santa", se rumoró que el Coronel Felipe Sánchez estaría con seguridad en la ciudad a la capirotada, uno de los días santos. Por tal motivo las fuerzas agraristas, ya que el resguardo federal había salido de la población, permanecieron acuarteladas, al mando de sus jefes, en los mesones.

Finalmente, como se suponía, la mañana del lunes santo, entraron a la ciudad los rebeldes y la cruzaron de poniente a oriente, en la más completa de las calmas y tranquilidad, y repartidos en grupos. Atrevidamente uno de los mismos pasó casi por el centro de la población, cuando ya los agraristas habían ensillado y salido a las calles en su persecución, misma que se prolongó por distintos rumbos, sin que los visitantes audaces se atrevieran a enfrentarse a sus perseguidores, que dos horas más tarde, regresaron sin novedad.

El Sr. Agustín Rivera no terminó su periodo anual, pues con fecha 1° de noviembre de ese año, entregó el mando a don Jesús Rosales. En sus breves ausencias, que fueron algunas, lo sustituyó el Vicepresidente, el Sr. Don José María Navarro.

Hay que hacer notar que en el periodo de gobierno de Agustín Rivera, se exigió el uso del pantalón a todos los individuos, pues eran contadas las personas que lo usaban, dándose un espectáculo muchas veces hasta inmoral con el uso del calzón. Los policías recorrían las calles de la población en busca de niños vagos para llevarlos por la fuerza a la escuela, de tal suerte que la ciudad se proyectaba hacia nuevas costumbres, luchándose por la cultura.

Comenzaba ya por esos días a gestarse un movimiento de oposición al grupo agrarista, de tipo netamente político y el que en su primer intento no tuvo éxito. Este lo dirigían Francisco R. Mayorga, J Jesús Rosales y Andrés Iturriaga. El partido agrarista estaba demasiado fuerte, sostenido por hombres de la tala de Paco Huízar Martínez y otros que continuamente estaban acostumbrados a ver cara a cara la muerte en los campos de batalla.

Agustín Rivera tuvo la debilidad de no entender esta situación, que se le presentaba velada, dado a sus marcadas ambiciones de poder, así, creyó más tarde que él podía bastarse a sí mismo, con los elementos que le eran adictos y que, para hacer honor a la verdad, muchos de ellos, quizá los más valientes, aprovechaban la oportunidad para cometer toda clase de tropelías, aunque con demasiada discreción.

Nuevamente el bando agrarista, que contaba todavía con el espaldarazo de los revolucionarios a que se hizo mención anteriormente, triunfó en las elecciones municipales y el 1° de enero de 1929, el C. Agustín Rivera vuelve a hacerse cargo de la Presidencia, fungiendo como Vicepresidente el Sr. J. Jesús Rosales.

A principios de 1929 el Presidente de la República, Lic. Emilio Portes Gil, fundó el PARTIDO NACIONAL REVOLUCIONARIO que luego tuvo comités en todas las ciudades de Jalisco. En Colotlán, los fundadores del PNR fueron los CC. José Ma, Navarro, J. Jesús Rosales, Leovigildo Corona, Fernando Bustio G., Primitivo Huizar, Prof. Francisco Huizar M. y otros.

El 3 de marzo de ese año de 1929, estalló una nueva rebelión en Sonora, acaudillada por el Gral. Gonzalo Escobar que, aunque no de tipo religioso, como la que todavía asolaba a Jalisco y Zacatecas, tuvo su origen en el pretexto de que el Presidente Portes Gil trataba de imponer la Candidatura del Ing. Pascual Ortiz Rubio a la Presidencia de la República en las próximas elecciones. Los rebeldes trataban a su vez de sostener a mano armada la del Lic. Gilberto Valenzuela y lograron astutamente el respaldo de la mayor parte del ejército federal y pronto se propagó en los Estados del norte del país. El bando cristero se puso en contacto con los Generales Escobar y Urbalejo, principales jefes federales rebeldes y parece que llegaron al acuerdo de ayudarse mutuamente.

Con ese motivo el gobierno federal ordenó la concentración de todos los elementos gobiernistas a la ciudad de Zacatecas.

Pocos días antes de la fecha en que las tropas federales, que perseguían a los rebeldes de la región y demás elementos adictos al gobierno, abandonaran la misma, voló sobre la ciudad un avión verde, en cuyas alas traía dibujado un círculo tricolor. Fue el primer aparato aéreo que conoció la gente y que causó terror en muchas personas analfabetas. Era tanto el fanatismo todavía en esa fecha, que las mujeres se hincaban santiguándose devotamente y otras con los brazos en alto le ponían las cruces expresando las más groseras maldiciones.

El 19 de marzo del año referido, el 75° Regimiento abandonó la región, acompañado de buen número de agraristas y familias simpatizadoras del gobierno constituido. Los segundos se quedaron en Jerez y agregándose a los agraristas de aquella ciudad, alcanzando las fuerzas el número aproximado de 400, que dispuestos, esperaron con tranquilidad el ataque de los cristeros, pues nuestra región y buena parte del estado de Zacatecas, habían quedado completamente dominada por los cristeros. Así, en los últimos días de marzo y primeros de abril, nuestra ciudad se vio llena de elementos del Ejército Libertador, al mando del famoso Gorostieta y demás jefes rebeldes que a su llegada realizaron un gran mitin en la plaza principal. Hubo discursos y descargas en señal de regocijo y atención al creer que su triunfo estaba asegurado. Se nombró Presidente Municipal al Sr. José Flores, comerciante de reconocida filiación rebelde. Pero este triunfo aparente de los rebeldes coterráneos no se había de prolongar por muchos días.

Portes Gil nombró, para combatir a los rebeldes del Norte, al Gral. Plutarco Elías Calles, quien con 30,000 soldados de línea derrotó a los sublevados al mando de Escobar, en menos de dos meses, La ciudad de Jiménez, Chihuahua, sirvió de tumba a las aspiraciones descabelladas del flamante Escobar.

A raíz de haber aplastado con demasiada prontitud la rebelión Escobarista, el Gobierno comisionó al Gral. Montalvo con mil soldados y seiscientos agraristas de la región, el objeto de pacificar a la misma, llegando a mediados de abril. Tuvo su primer encuentro en El Tesoro, cerca de Jerez, inmediatamente después de su llegada. 

En esa acción, más de doscientos federales dieron la espalda al enemigo, circunstancia que para en peligro no solamente al Estado Mayor del Gral. Montalvo, sino a todas las fuerzas gobernistas. Es de notarse que se peleó a bayoneta calada y que la batalla terminó después de medio día; se efectuó la más horrible confusión por haber robado los rebeldes la contraseña a los agraristas, que consistía en la manga del brazo izquierdo arremangada. Los cristeros, en número aproximado de 2,500, hacían esfuerzos denodados por ganar las ventajas de una elevación en el terreno de la lucha, y fue casi en las alturas de la misma donde los combatientes cayeron hasta el horror. El propio Gral. Montalvo estuvo a punto de caer abatido si no es por la intervención oportuna de los jefes agraristas, entre ellos el Sr. Primitivo Huizar, que protegiéndolo valientemente, lograron no solamente cambiar la contraseña de buen número de agraristas, sino instalar en las alturas tres ametralladoras, habiendo salvado la situación de desesperación de los artilleros que debidamente instalados, hicieron estragos en las filas enemigas.

El campo quedó cubierto de cadáveres, pertenecientes a ambos bandos, y ya entrada la noche llegó a Jerez y no obstante no haber sido derrotado, perdió muchas piezas de artillería y más de cien soldados, sin contar los desertores que por intervención de los propios jefes agraristas, conservaros la vida.

El General Montalvo no permaneció en Jerez, reorganizó su Estado Mayor y los distintos aspectos de su columna y salió inmediatamente para Colotlán, adonde sabía que se habían dirigido los rebeldes. Envió a la vanguardia a las fuerzas agraristas mandadas por el C. Luis Reyes, más tarde Gobernador de Zacatecas.

En Colotlán quedaban pocos cristeros, ya que la mayor parte se había marchado a reunirse con los de Pedro Quintanar y atacar a Jerez, proyecto que no llevaron a cabo, pues como se acaba de anotar, la acción se libró en El Tesorero.

Cuando tuvieron noticias de que fuerzas agraristas se acercaban, mismas que les fueron dadas por sus avanzadas de Santa María de los Ángeles y que en loca carrera llegaron a nuestra ciudad, la desocuparon inmediatamente dirigiéndose hacia el sur.

Fueron hechos muchos prisioneros, los que, sorprendidos, no tuvieron tiempo de huir por carecer de bestias. El Gral. Montalvo los llevó más tarde a Jerez, donde fueron puestos en libertad al terminarse el conflicto armado.

Los simpatizantes del Ejército Libertador tuvieron la mayor decepción de su vida al contemplar tristemente la ocupación de la ciudad por parte de las fuerzas gobernistas. Hemos de repetir que el bando agrario no tuvo en su haber ningún asesinato infundado. A pesar de que todos los jefes sabían quienes en la ciudad ayudaban moral y económicamente a los rebeldes, jamás mancharon sus manos con sangre inocente. Acaso su desquite lo encontraron en las vacas, que robaron para su alimento, y los distintos préstamos que impusieron a los ricos, particularmente a aquellos que según estaban informados ayudaban moralmente y a veces hasta con dinero a los rebeldes. Mucho debe Colotlán a que algunos de sus hijos hayan jefaturado las fuerzas agraristas, porque éstos pudieron influenciar ante los Jefes Militares para que no se fusilaran personas de la ciudad.

El clero continuaba su activa propaganda con volantes e impresos distintos que aparecían en diversas poblaciones. Circuló por aquellos días un impreso a máquina que, a manera de periódico, se burlaba de muchos jefes militares y personajes del Gobierno. Se llamaba "El peoresnada",  y a él se refiere el autor del México Cristero:

"Si yo fuera un gran señor 

y que nadie me tosiera, 

es decir que si yo fuera, 

tamaño periodicón.

Yo diría que un gran torzón

llevase al otro potrero

a Calles y Portes Gil

a Morones y otros mil

pero se fuesen primero

López, Montalvo y Quintero".

En esa época de constante sobresalto y angustia, muchas personas se fueron a vivir a otras poblaciones, ya que aquí, en Colotlán, la rebelión cristera era tremenda y algunas de las personas que por esos tiempos vivían fuera de Colotlán, y algunos que tenían familiares que andaban en la "bola", decían con pesar el siguiente verso:

Quisiera ser aguililla

pero mejor gavilán

para llegar a mi tierra

que es mi lindo Colotlán.

Época amarga la de la famosa Rebelión Cristera, cayeron compañeros maestros, que por el sólo hecho de servir a la niñez mexicana y forjar y cimentar el progreso de nuestra Patria, fueron sacrificados y martirizados por los fanáticos que, capitaneados fustigados por el clero, con esa actitud trataban, junto con el capitalismo, de recuperar sus privilegios y pisotear nuestra Constitución.

Transcribimos una de las muchas narraciones que los soldados gobernistas relataban en los cuarteles:

Manuel era muy valiente, macho entre los machos, llamado Manuel Muñiz, vecino de Mezquitic a quien los rebeldes habían dado muerte pocos días antes por el rumbo de la Hacienda "La Trojita", cuando miramos que los cristeros nos querían encerrar en unos corrales para matamos, porque ellos eran más de cien y nosotros nomás veinticinco, porque sólo nos mandaron a traer las vacas para la comida, a él le mataron el caballo y a nosotros mirándonos perdidos, ya que los cristeros iban cerrándose en rueda para no dejamos escapar, nos abalanzamos derecho a donde todavía no se cerraba el sitio, pero Manuel no tenía caballo; me lo eche en ancas pero mi caballo se endemonió, él se bajó y me dijo que me fuera, que me salvara yo siquiera; hice varios intentos de subirlo otra vez y no se pudo porque le estorbaban el rifle y sus carrilleras y el caballo quería reparar; entonces me repitió que si yo no quería salvarme que me bajara para morir como los hombres, porque ya estaban cerrando el circulo y los dos estábamos casi solos. Se hizo tras unos magueyes y siguió disparando sin descanso. Yo seguí a mis compañeros y logré escaparme y a él lo mataron, cuando ya no tuvo ni un cartucho, pero seguramente lo hallaron vivo, porque otro día que volvimos a buscarlo, yo me acordaba muy bien en donde lo había dejado y allí encontramos nomás un montón de casquillos. Lo encontramos más allá de los corrales, todo sacrificado.

Para aquellos días ya, Agustín Rivera había torcido su línea "quebrando" con el Sr. Primitivo Huizar, como meses más tarde había de hacerlo con Paco, como cariñosamente le hablaban todas las personas al Prof. Francisco Javier Huizar Martínez. Por medio de intrigas había tratado de fusilar al Sr. Primitivo Huizar, por ser "un anticristo peligroso". No lo logró por la intervención inmediata del Gral. Montalvo que operaba en Zacatecas y que, avisado oportunamente, descubrió la maniobra y evitó el crimen.

Los rebeldes se presentaron finalmente en la ciudad el 22 de abril de 1929, las fuerzas agraristas, preparadas de antemano, establecieron sus fortines en las líneas escogidas de acuerdo con las necesidades previstas.

A las seis de la mañana de ese fatídico día 22, comenzó la batalla que duró todo el día y parte de la noche, Los rebeldes taladraban los muros de las casas y generalmente se colocaban frente a los parapetos de los sitiados. En los fortines de la Plaza de Toros y lugares cercanos, el fuego era nutrida y el combate muy reñido; había agujeros por donde quiera y las paredes estaban hechas pedazos por los muchos proyectiles disparados.

Como a las 12 de la noche del citado día, ya los sitiados estaban en aprietos por falta de parque, y como no contaban con refuerzos, idearon un plan que consistió en lanzar por las calles un pequeño grupo de caballería, arrastrando ramas de mezquite y disparando fusiles automáticos. Tomaron parte en esta acción un puñado de valientes, entre los que se encontraba J. Jesús Santoyo, Manuel Pacheco y otros.

Los rebeldes, cuando escucharon la gritería y el tropel improvisado, comenzaron a ceder, suspendiendo el fuego en todas sus líneas, situándose en la orilla de la población por todos los rumbos, el tropel de los agraristas y el atronar de la fusilería continuaba sin tregua, por lo que, finalmente, a las dos de la mañana levantaron el sitio.

Cuando los agraristas se dieron cuenta que sus contrarios habían desistido del combate, se ordenó concentración a la plaza principal y a la torre, habiendo abandonado todos los fortines, menos los de los mesones que continuaban alertas por disposición del alto mando de la plaza. El fuego había cesado por completo, pero se ignoraba si los rebeldes reanudasen más tarde la lucha.

El Sr. Primitivo Huizar, que defendía con algunos de sus compañeros el fortín del cruzamiento de las calles Guerrero y Zaragoza, se había concentrado en la torre con los que lo acompañaban, dispuestos a descansar hasta nueva orden. Estuvo conversando alegremente con Paco Huízar y otros, sin acordarse de que en el fortín había olvidado su cobija. Cuando comenzó a sentir frio mañanero, se decidió ir por ella, sin escuchar a Paco que le suplicaba lo esperase para acompañarlo, ya que según creía, el peligro todavía existía.

El Sr. Primitivo Huizar cruzó por el lado norte del mercado, siguió por la calle Cuauhtémoc y dobló hacia la izquierda por el callejón de las Chimoleras, al término del mismo le fue dado "el quien vive" por los agraristas que quedaron en el mesón de La Mora y él contestó con las palabras del "santo y seña", habiéndole contestado con "Avance usted". Desde el mesón citado, al lugar donde había olvidado su cobija, no hay más que unos cuantos pasos y es así que no tardó ni diez minutos en estar de regreso ya con su cobija; a la vuelta de donde se le había marcado el alto por primera vez, nuevamente se lo marcaron, y sin darle tiempo a contestar se le disparó arteramente. A su vez contestó la agresión disparando violentamente su pistola 45, pero notando que los del fortín habían redoblado el fuego y que no tendría escapatoria, se tiró al suelo sin dejar de disparar, todavía no ponía pecho en tierra, cuando recibió un balazo en el hombro derecho, mismo que atravesándole el pulmón fue a incrustarse muy cerca de los riñones. No obstante sentirse desfallecer, continuó disparando y tambaleante reanudó su marcha, porque sus heridores habían dejado de disparar. Todavía alcanzó a llegar a la torre y contarles a sus compañeros los detalles de la agresión que los mismos agraristas habían consumado. Murió en Zacatecas el 14 de mayo de ese año y el Sr. Luis Reyes, siendo Gobernador de aquel Estado, otorgó pensión a la viuda.

En esa acción de armas murió también el valiente Pedro Sánchez, vecino de Villa Guerrero que, con un valor sin igual, salía a cada momento del mesón de San Luis hasta media calle disparando a los cristeros. Recordemos también al valeroso Ezequiel Orozco, que encontró la muerte defendiendo los ideales agraristas cuando atemorizaba a sus enemigos desde las defensas cercanas al mesón citado. Hubo otros seis o siete muertos, cuyos nombres escapan a la memoria. Los heridos que sobrepasan a la docena fueron llevados a Zacatecas.

Don Felipe Macias, que tenía una tienda de ropa, por sugerencia del Sr. J. Jesús Rosales, regalo algunas cobijas a los heridos.

La ciudad quedó horrorizada; los jefes agraristas recorrieron el día 23 todas las manzanas desde donde el enemigo había hecho fuego, penetrando en los hogares y pretendiendo culpar a sus moradores que, atemorizados, se limitaban a pedir consideración. No hubo, sin embargo, represalias de ninguna clase. El bando agrarista jamás cometió injusticias, es decir, no tiene en su haber ningún fusilamiento indebido. Sí algunos de sus elementos saquearon los templos e impusieron préstamos forzosos a las personas solventes económicamente; esto no quiere decir que en la generalidad de los casos se procediera así, pues ese comportamiento fue sancionado por sus jefes.

Seis o siete días más tarde volvieron los rebeldes que, informados seguramente de la forma de que se valieron los agraristas para obligarlos a levantar el sitio el día 22, pretendieron nuevamente tomar la ciudad, pero esta vez fue una escaramuza sin importancia, ya que dos o tres horas después, se retiraron sin saberse los motivos.

Agustín Rivera fue herido en esa ocasión, aunque no de gravedad.

Desde mayo de este año se venían haciendo esfuerzos a fin de que terminara el conflicto religioso, ya que el Sumo Pontífice urgía al clero mexicano a terminarlo, en vista de los resultados negativos.

Tres hechos de importancia ayudaron al restablecimiento de la paz, que los propios jefes cristeros no querían, acusando al Comité Episcopal, a la Liga Nacional de la Libertad Religiosa y al alto clero, como traidores y ante los cuales insistían a fin de continuar la lucha: La designación del Gral. Saturnino Cedillo para la campaña de Los Altos de Jalisco, a quien al frente de las fuerzas de San Luis Potosí acabó con los grupos religiosos; la muerte del Jefe del Ejército Libertador, Gral. Enrique Libertador, Gral. Enrique Gorostieta, acaecida el 2 de junio de 1929 en la Hacienda del Valle, cerca de Atotonilco el Alto; y la derrota que infringió a los cristeros de nuestra región el Gral. Crisanto E. Quintero en la Meza de González, Municipio de Totatiche por esos mismos días.

El 27 de junio de 1929 fue reanudado el culto y los servicios religiosos en todas las iglesias de la República. El Presidente Portes Gil, que tomó posesión como Presidente Provisional el 1° de diciembre de 1928, había logrado terminar con la Rebelión Cristera.

Los jefes rebeldes licenciaron sus tropas y se amnistiaron, Felipe Sánchez y otros lo hicieron en Tlaltenango ante el Gral. Quintero; otros más en Zacatecas.

martes, 15 de abril de 2025

La familia Aldana, de la hacienda Santa Teresa

Por: José Alonso Serrano Campos

José Anastacio de Jesús
Aldana Salas
En el momento previo a la emotiva reunión que tendrán los miembros de la familia Aldana, me permito desarrollar esta historia que se guarda en la memoria de los más grandes de esta gran familia en buena parte colotlense hoy en día. Las nuevas generaciones deberán comprender los momentos dificiles que se vivían, los cambios drásticos que también se daban en el país y en la sociedad. Con mucho respeto para todos los herederos de esta importante familia que fue originaria de Monte Escobedo, Zacatecas.

Monte Escobedo, es el poblado antes llamado San Andrés del Astillero, hoy cabecera municipal; fue la zona de producción y vivienda de la clase trabajadora; en particular la hacienda Santa Teresa que se ubica a 10 kilómetros al oriente de la cabecera, siendo fundada a finales del siglo XVI por los señores Escobedo, quienes durante muchos años fueron dueños de casi todo el territorio que comprende actualmente el municipio: desde el rancho Jocotic hasta Adjuntas del Refugio y de Huejuquillita hasta la Ciénaga de Romo.

La ex Hacienda Santa Teresa luego pasó a ser de la familia Aldana, se vino la reforma agraria, se dividió y el casco más otros terrenos colindantes pasaron luego a la familia Argüelles, en sus tiempos estaba conformada por caballerizas, graneros, talleres y casas de trabajadores, por lo que se construyó el templo para que sus habitantes ejercieran su credo.

La importancia económica que representó la ex Hacienda es valiosa por encontrarse conectada por el Camino Escobedo de la Madera, una ruta configurada entre los siglos XVII y XVIII para exportar la producción de madera de San Andrés, lo que ayudó significativamente al desarrollo minero y constructivo de poblaciones como Jerez, Zacatecas y Fresnillo.

El último gran auge de la Hacienda fue de los años 50 a 1985 que falleció su dueño el Señor Don Alejandro Argüelles Rivera. En los últimos dueños fue propietaria Doña Elisa Sánchez Jimenes. Consta además de una iglesia que data de 1575 con un cuadro de Santa Teresa de Jesús traído desde los españoles hace 450 años.

No sé si los más nuevos, pero seguramente los más viejos de Colotlán escucharon hablar del escándalo que hubo entre los Argüelles y los Aldana, fue un suceso muy feo en Colotlán entre 1930 y 1940. En efecto, la Hacienda de Santa Terea perteneció a esas familias de Monte Escobedo, la propiedad de miles de hectáreas y todo lo que había en ellas era el litigio familiar.

El único dueño era el patriarca de todos los Aldana Don José Anastasio de Jesús Aldana Salas, durante toda la segunda mitad del siglo XIX, su única hija grande era María del Refugio Aldana Robles (cuatro hijas siendo chicas habían perdido la vida respectivamente), casada que fue con José Del Refugio Argüelles Barragán el 5 de octubre de 1895 tuvieron 11 hijos: José Rafael, Samuel, Carlos Uriel (fue un importante sacerdote), Alejandro, Aurelio, Antonio, María Otilia, Ma Carmen, J. Lorenzo, Heriberto y Tomás.

Un momento determinante fue la partida de este mundo de Don José Anastasio, todos empezaron a exigirle su parte de herencia, cuentan que él desheredó totalmente a su hija y ahí empezó la disputa familiar hasta que culminó con el asesinato de un hijo de María del Refugio, Alejandro Arguelles Aldana, en plena plaza de Colotlán, enfrente de la tienda de don Alberto Macias, hecho que narro más adelante.

Los Arguelles al quedarse sin dinero, sin propiedades y con ese lamentable incidente a cuestas, las cosas se enardecieron, quedó irreconciliable la situación, todavía no hace más de 25 años hubo demandas, porque alguien pintó de negro la tumba familiar de esa familia en el panteón de Guadalupe de Colotlán, no procedió, pero fue un escándalo, igual esto ya pasó hace mucho y los nietos, bisnietos y tataranietos no tienen nada que ver con aquellos hechos.


Los antepasados

Hablaré un poco de lo que encontré en los registros parroquiales de Monte Escobedo: aparecen los señores José Catarino Nepomuceno Aldana Espinoza, originario de Lagos de Moreno y su esposa Isidra Salas, primeros pobladores de la Hacienda de Santa Teresa, él nació el 26 de octubre de 1797 en Lagos de Moreno, falleció el 15 de enero de 1868 en la Hacienda Santa Teresa, Monte Escobedo; los padres de Catarino eran Joseph Ignacio Aldana Sánchez y María Ramona de la Encarnación Espinosa, ambos de la parroquia de Santa María de los Lagos en Lagos de Moreno, Jalisco a finales del siglo XVIII. 

Más atrás en el tiempo existieron los papás de Joseph Ignacio: Laureano Joachin Aldana y su esposa Gertrudis, así como sus abuelos Pedro José de Aldana y Gutiérrez y María Antonia de Anda de Nava, también avecindados en Lagos de Moreno, descendientes de Francisco de Aldana y López de Elizalde y a su vez de su señor padre José de Aldana, allá por 1640 en la Villa de los Lagos, Nueva Galicia de la Nueva España. 

Regresando a Monte Escobedo, fueron hijos de Catarino y su esposa Isidra muchos hermanos de apellido Aldana Salas: Francisco, Eliseo, Tereso, Salvador, Dolores, María Refugio, Catarino, Merced, Abraham, Ignacio, Jesús María, Uriel, Ramiro, Alfredo, Asunción y Magdalena.

Destaca uno de los hijos de Catarino e Isidra, Don José Anastasio de Jesús Aldana Salas, nació en Monte Escobedo el 29 de mayo de 1853 y murió en Colotlán el 17 de octubre de 1925, se casó el 22 de mayo de 1909 en Monte Escobedo con María Angela Robles Ulloa, José tenía a su hermana menor Josefa, nacida en 1855.

Don José Anastasio de Jesús y María Angela vivieron en Santa Teresa y tuvieron a los hermanos Aldana Robles: María Refugio, Juan Francisco, José Catarino, Abraham, Tereso, Ignacio, Jesús María, José Eliseo, Uriel, Ramiro y José Alfredo; también, pero murieron muy chicas: Dolores, Merced, Asunción y Magdalena. Por lo que María Refugio fue la única hija que llegó a más edad.

Uno de sus hijos, Jesús María Aldana Robles, nació el 20 de diciembre de 1888, falleció el 25 de diciembre de 1961 en Colotlán. En 1930 todavía residía en la Hacienda de Santa Teresa. Casado con Delfina Madera Talavera. A uno de sus hijos, en julio de 2006, “colotlanenllamas” entrevistó al señor Odilón Aldana Madera, quien falleció en 2013, en dicha entrevista mencionó que en la casa fueron él y sus hermanos: Humberto, Adolfo, Jesús, Gustavo, Saúl, Guillermina y Carmela, de los que conoció porque se murieron tres aun siendo chiquillos; la mayoría nacieron en la hacienda de Santa Teresa, en el municipio de Monte Escobedo. 

Familia Aldana Robles de la Hacienda Santa Teresa

La Hacienda era propiedad de la familia, tenía una extensión de más de 20 mil hectáreas, fue por razones de que el ejido expropió todos esos terrenos en el año de 1940, la familia se tuvo que salir y llegaron a vivir a Colotlán, lo poco que quedó después del reparto se dividió entre los herederos, que eran bastantes y a don Jesús María Aldana le tocó su parte en Pacheco, por eso se vinieron a Colotlán.

El rancho de Pacheco también fue intervenido por los agraristas del Sauz Tostado y de Colotlán en el año de 1957, la propiedad tenía originalmente 1,642 hectáreas, de las cuales al ejido deberían de haberle entregado 924 hectáreas, pero el ingeniero que midió y entregó no lo hizo bien. Don Odilón siempre peleó lo que era de su padre, en Guadalajara poca solución le dieron. 

Con el reparto a los Aldana no les dejaron ni donde sembrar para poder subsistir, hubo un comité donde se inconformó por las irregularidades que se habían cometido en el caso del rancho de Pacheco, y le dieron la razón, en el acta en que todos firmaron de conformidad junto con los documentos que se mostraron y que estaba aclarado que habían tomado de más, sin embargo, todavía es fecha que no le pudieron sacar ningún beneficio, porque en Guadalajara nunca le hicieron caso. 

Don Odilón contaba: “Nací en el año de 1933, y aún me tocó conocer a varios de mis tíos, los hermanos de mi papá: conocí a mi tío don Pancho, el papa de Javier, a mi tío Eliseo, el que vivía en frente de con Mario de Santiago, donde está la casa del doctor Candelario, esa casa era de él; también a mi tío Tereso, el papá de la chaparra Aldana, que vivía en donde vive ella; así como a mi tío Salvador, que vivía al otro lado de Cuco Raygoza, en donde hoy es propiedad de don Salvador Mayorga”.

La hacienda de Santa Teresa la administraba don Jesús María Aldana su hermano Eliseo Aldana administraba Pacheco. En Santa Teresa, normalmente había unas seis mil cabezas de ganado vacuno, entre vacas, vaquillas y novillos; unas ochocientas yeguas, a las que antes se acostumbraba a tusar, sin saber para qué fin. Se herraban más de 1,000 becerros al año, y duraban varios días los herraderos, mucha gente mayor y muchachos ayudaban herrando y echando lazos. También había criadero de toros bravos, de lidia, esos no estaban separados, estaban en revuelta.

Había corridas de toros en Colotlán y en ocasiones todos los toros eran de Santa Teresa, don Jesús María llegó a vender corridas enteras para que las usaran en la Plaza de Toros de Colotlán ubicada donde hoy es el Centro Deportivo “Tenamaxtle”, sobre todo cuando venían toreros de alto nivel, y claro que no les traían cualquier cosa de toros, puros toros bermejos.

La gente de antes producía más que ahora, porque a la fecha los ejidatarios de la hacienda, ya después de que les entregaron, nunca sembraban mucho. Les hicieron una presa y canales en tiempos del presidente López Portillo “y ni así siembran” decía.

“En tiempos de mi papá, pos cual presa, cuando mucho una boquillita, y en ese tiempo él mandaba represar el río de boquillita, subía el nivel del agua y con la ayuda de la gente hizo canales y regaban las tierras. De esta manera sembraban mucho trigo, cebolla y papas. Todo lo indispensable para el gasto de la casa y la gente de la hacienda”. 

Todos los peones y medieros de la hacienda iban a las papas, a la cebolla y no les costaban nada; era “nomás” para el gasto, no para vender. El trigo que producía la Hacienda de Pacheco se traía a Colotlán, al molino de don Pedro Maldonado, que estaba ubicado entre las calles Juárez y Ramón Corona, o la casa de Arturo el de San Nicolás. 

Don Pedro Maldonado hacia la harina, molía harina de primera y de segunda. Manteca no faltaba porque había un cebadero, en el que todo el tiempo había unos doscientos puercos engordando, y criadero, mucho criadero; carne siempre había. La gente acudía a Monte Escobedo a comprar lo más indispensable como: azúcar, café, jabón, a eso si tenían que ir al Monte. Lenteja y garbanzo también se producía en Santa Teresa.

Cuentan que en una ocasión cuando echaron a los españoles fuera de México, su abuelo Anastasio, que ya había nacido aquí, fue el único que se quedó en Santa Teresa y así comenzó la familia. “Mi abuelo estuvo viviendo mucho tiempo en un potrero cerquita del Monte que se llama “Las Presitas”, y que aun está en manos de los hijos de Jesús Aldana, un tío mío”, son como 400 hectáreas.

Juegos, vino y amigos... momento de ocio entre hombres que fueron testigos de la vida en esta región en la segunda mitad del siglo XIX. La fotografía fue tomada en Colotlán durante el año de 1905, en la que figuran: Antonio María Márquez (sentado, segundo de la izquierda), Jesús Aldana (a la extrema derecha) y de pie junto a él Pedro Macías Ávila. Colección Familia Macías de León

El conflicto

Los Argüelles son parientes de los Aldana, también conservan parte del rancho de Santa Teresa, a ellos les pertenece el casco de la hacienda. Aun cuando entre las dos familias no han faltado los problemas, todavía se tiene amistad entre ellos, con ellos un servidor (el que escribe) guarda entrañables amistades, han de saber que los Serrano y los Márquez de Huejuquillita eran vecinos en Monte Escobedo. 

Al momento de que empezaron los problemas por sus partes de herencia, cuentan que Don Anastasio desheredó totalmente a su única hija María del Refugio, y ahí empezó la disputa familiar; hasta que culminó, por así decirlo, con el asesinato de Alejandro Argüelles Aldana, hijo de María Refugio en plena plaza de Colotlán, enfrente de la tienda de Don Alberto Macias, también resultaron heridos su hermano Samuel Argüelles y el padre de ambos, el señor José del Refugio Argüelles Barragán.

El autor material de los hechos fue nada menos que su tío Ramiro Aldana Robles, quien con arma de fuego disparó en contra de sus sobrinos Alejandro y Samuel y del padre de ambos, José del Refugio, el jueves 2 de agosto de 1934 a eso de las 19:30 horas, frente a la tienda de los Macias. Alejandro sabrá Dios qué le dijo al tío Ramiro, que este fue a su casa ubicada en la calle Guerrero número 110, sacó la pistola y le disparó, en el zafarrancho también se metió el cura Uriel, hermano de Alejandro y recibió un golpe, a los papás de ellos también, el papá perdió la vida un año después, el 30 de junio de 1935 en su casa de la Calle Guerrero número 98 con todavía secuelas de aquel acontecimiento. Ramiro murió soltero en su casa a los 56 años por hemorragia cerebral en 1949.

El rancho de Pacheco le tocó al tío Eliseo Aldana, a Salvador y una parte a los Argüelles, lo que da para el agua zarquita. Don Jesús Aldana, abuelo de Odilón murió mucho antes que empezaran los repartos agrarios, pero por inconformidades entre los herederos, no fue posible dividir las propiedades y escriturar a cada uno su parte. Uno sólo de sus hijos quería el rancho de Pacheco nomás para él y junto con dos de los potreros más grandes de la hacienda, eran siete u ocho herederos, cómo iba a agarrar tanto para el solo. Total, nunca llegaron a un acuerdo.

Cuando finalmente se repartió la disminuida herencia de Don Jesús Aldana, el casco de la hacienda le tocó a la tía Teresita y se lo vendió a Alejandro Argüelles, hijo, desde entonces.

Casco de la Hacienda Santa Teresa

En la actualidad lo que quedó de Santa Teresa después de la afectación, le pertenece a la viuda de Alejandro Argüelles, hijo de aquel que perdió la vida en Colotlán en 1934, ellos lo conservaron y Alejandro, el hijo, sembraba lo poquito que tenía que sembrar, de allí se estuvo manteniendo y después que él murió, su señora fue la que se encargó de eso. Ella tiene una tiendita allá en el Monte, la casa de la hacienda la modificó un poco, pero está casi igual.

Don Odilón terminó contando: “en 1953 me fui de Colotlán, cuando tenía 21 años, ya para entonces ya estaba afectado el rancho de Pacheco, pero aún no nos lo habían podido quitar, porque el ganado nos defendía mucho, decía el ingeniero que si nos quitaban las tierras todo ese ganado donde se iba a mantener. Y al transcurso del tiempo se fue aminorando el ganado, con tantos gastos de abogados, papeles y mordidas del pleito por las tierras, y ya por ahí por el año de 1957, fue que finalmente nos quitaron las tierras. Algunos pocos de los que pidieron tierras eran trabajadores del rancho, como los Serrano que trabajaban de medieros con nosotros, pero los demás eran esos de apellido Márquez, de por ahí del Sauz Tostado”.

El señor Martín Márquez del Sauz Tostado contó que ahí ha vivido toda la vida siendo ejidatario, a él le tocó andar encabezando para que les dieran las tierras “que eran de la nación, no de los que mal las poseían”. Antes del reparto, la gente de la comunidad vivía bien fregada en el rancho. Pobrecitos de a tiro, muy pocos tenían una vaquita, y el que la tenía su agostadero eran los callejones del rancho. Todos trabajaban a medias, bajaban al pueblo a comprar su mandadito, el fríjol era el que peleábamos. En la época de secas, la gente del rancho iba al arroyo a robarse el agua, se la robaban, para poder saciar su sed, la de sus hijos y los poquitos animales que tenían.

Restos de la Hacienda de Pacheco, fotos cortesía de Alejandro Covarrubias.

Los patrones eran los Aldana, dueños del rancho de Pacheco, no nos facilitaban ni suficientes tierras para sembrar. Cuando les afectaron los agraristas de por aquellos rumbos, de esa hacienda sacaron cuatro ejidos. El casco de la hacienda eran nada más casi dos hectáreas. Los peones vivían dentro del casco, y había una puerta principal para salir con todo y su portero. Los peones no se podían detener a comer, tenían que andar con la yunta y comiendo. Ahorita el ejido del Sauz Tostado debe tener cerca de mil reses, toda la gente tiene sus vaquitas, ya no están tan fregados. En todas las comunidades la gente estaba igual de pobre, para todos lados que voltearas.

Antes de que se viniera el reparto agrario, ellos tuvieron mucho tiempo para repartirse las propiedades, las que quedaron intestadas, porque el papá se había muerto sin testar, pero jamás se pusieron de acuerdo y como no tenían registradas más que unas 300 hectáreas, eso fue lo que les quedó, lo demás era propiedad de la nación.

“A los señores Aldana los fregaron duro, los acabaron. Les quitaron todas las tierras y tan ricos los carambas”. Una vez don José Ortega dijo que en Colotlán, no se han conocido ricos como los Aldana. Vea que feos pelados, yo si me acuerdo de ellos. Los que eran altos eran altos, si eran altos altonones y los que eran fornidos, también, peladones, pero peladonones. Unas pistolonas chulas y unas gorras camalotas, y no le hablaban a nadie, orgullosos como pocos. Pasaban a caballo, en carro o caminando aquí por el pueblo, pero no le hablaban a nadie, a toda la gente del pueblo lo veían como al pardear. El viejo, el tata de ellos, don Jesús Aldana tenía un cuarto lleno de oro, sabrá dios qué le harían a todo ese dinero”.


LA CORONA PITEADA

Las primeras doce ediciones de la Feria Nacional del Piteado se llevaron a cabo como tradicionalmente marcaba la tradición de la feria regio...