domingo, 28 de julio de 2024

Carta de Basilio Terán a sus superiores en 1861

Por: José Alonso Serrano Campos

Hace tiempo que sigo la pista de las obras y legado que dejó el padre Basilio Terán, además de su biografía poco se sabe de lo que hizo por este pueblo de Colotlán desde mediados del siglo XIX, pues los registros históricos refieren solo que por ser ámplia y conocidas sus obras, no las mencionan, por lo mismo muchas se perdieron en el tiempo.

Comenzó su encomienda como sacerdote en Colotlán los primeros días de noviembre de 1848, fue hasta que el Señor Cura de Colotlán Andrés López de Nava le encargara el Curato de Colotlán el 6 de marzo de 1859, una de sus más grandes obras fue la culminación de la Parroquia de San Luis Obispo,el 8 de septiembre de 1862 la bendijo, permaneció más de 40 años trabajando para la iglesia de Colotlán hasta su deceso el 30 de noviembre de 1890.

En una carta de su puño y letra que envió a sus superiores por encargo de una circular, de la cual él mismo da cuenta, describe interesantes detalles de aquel Colotlán de 1861 (año y medio antes de bendecir la parroquia), en su carta (recién localizada en los archivos del Obispado de Zacatecas, de la cual tuve acceso y transcribo íntegro el contenido para todos ustedes, infinitamente agradecido con el Padre Jorge Gordiano por su intercesión) destaco su sencilles y entrega para sus feligreces y para sus superiores, letra impecable de aquel tiempo, una redacción bien cuidada y congruente.

Señores Gobernadores de la Sagrada Mitra

En cumplimiento de la circular fecha cuatro del próximo pasado (marzo de 1861), relativa a que informe al personal de este Juzgado Eclesiástico sobre el número de sacerdotes que hay en este curato, si cumplen o no con su ministerio y en los términos en que lo desempeñan, si ha habido eclesiásticos que no perteneciendo a esta parroquia, hayan permanecido poco o mucho tiempo en ella y si han administrado o no los sacramentos y finalmente que manifieste el estado que guarda el culto con expresión del número de iglesias y capillas que hayan en esta jurisdicción.

En cuanto al primer punto digo: que, desde el seis de marzo de mil ochocientos cincuenta y nueve, día en que me encargó el curato el señor Dr. D. Andrés López de Nava hasta la fecha, no ha habido más sacerdotes adscritos en esta parroquia, que el que suscribe de treinta y ocho años de edad, el presbítero Don Pablo Sánchez de veintinueve y el Presbítero D. Jesús de Anda de cuarenta y él que reside en Huejúcar ayuda de esta parroquia a donde fue destinado por ese superior gobierno.

En cuanto al cumplimiento en su ministerio de los dos casos que me acompañan, nada tengo absolutamente de qué quejarme, porque de uno y otro estoy más que satisfecho. El presbítero Don Pablo Sánchez que es el único que me ayuda a llevar en la cabecera del curato toda la pesada carga que las circunstancias han puesto sobre mis hombros, es uno de los mejores sacerdotes que conozco, jamás le he oído la más ligera expresión de disgusto por más grande que sea el quehacer  que se le presente, pues en el confesionario, en el púlpito y en la cabecera de los enfermos, ya sea dentro o fuera de la población, siempre se le ha visto desempeñar sus obligaciones como a un digno ministro de Jesucristo; y en ocho meses que estuve enfermo en el año pasado, lo vi con gusto no desatender ni sus obligaciones ni las misas, que por hallarme gravemente enfermo, le había encargado y solamente cuando vino a este lugar el Coronel Rojas, me dejó solo por razones que no puedo por ahora exponer.

El presbítero D. Jesús de Anda por hallarme a una distancia de ocho o más leguas de la cabecera, no he podido ser un testigo ocular del modo que cumple con sus obligaciones, pero según estoy informado por personas fidedignas de aquella población, sé que no se le ha observado falta alguna en el desempeño de su ministerio.

Además de los dos dignos eclesiásticos, de que he hecho mención, se haya en este lugar el Presbítero Don Silvestre Pacheco, ministro antiguo de esta parroquia y separado del ministerio hace más de dos años por licencia de ese superior gobierno, y el que, a pesar de sus enfermedades, siempre ha estado dispuesto a obedecer mis deseos y voluntad en aquellas cosas que, ni el padre Sánchez, ni yo, hemos podido hacer por las muchas ocupaciones que se nos han presentado.

Por lo expuesto verán V.V. S.S. las razones que he tenido para no establecer las conferencias morales que están mandadas, porque hallándose el presbítero D. Jesús de Anda, que es uno de los compañeros de mucha distancia de la cabecera, no me ha parecido prudente citarlo a las esperadas conferencias, cuando en la ayuda de parroquia tiene mucho que hacer, del cual tendría que desatenderse por lo menos dos días para venir a cumplir con ese precepto. Al presbítero D. Silvestre Pacheco por estar separado del ministerio, jamás le he dicho nada respecto de esto, porque no sé si tengo alguna autoridad para hacerlo. El Presbítero Don Pablo Sánchez que es quien se turna conmigo en los trabajos del ministerio, no me ha parecido necesario fijarle algunas horas para estudiar, porque como es bastante el que hacer para los dos, muchas veces no tenemos campo ni para comer; pero a pesar de esto, cuando estamos desahogados, no nos desatendemos de esta obligación.

En cuanto al segundo punto que comprende la citada circular, diré que en dos años que llevo de encargado de este Curato, los únicos eclesiásticos que han citado en esta Parroquia sin pertenecer a ella, son los siguientes: el señor cura Don Félix Palomino quien hace tres meses poco más o menos que se haya en Santa María de los Ángeles; el Padre Fray Luis del Real, religioso del convento de Nuestra Señora de Guadalupe, que está en María de la Torre desde el tiempo de su exclaustración; el Padre Fray Santiago Esparza, religioso del convento de Nuestra Señora de la Merced de Zacatecas, que estuvo en esta ciudad cosa de quince días, colectando una limosna para un colateral que, según me informó por sus licencias, se estaba fabricando en su mismo convento. El Padre Don Buenaventura López quien no estuvo aquí más de una noche y esto fue muy al principio de la revolución; el Padre Fray José María Malabehar también del Convento de Nuestra Señora de Guadalupe, y el que en su tránsito para la sierra del Nayarit permaneció tres días en Santa María de los Ángeles. Todos estos sacerdotes han administrado los sacramentos después de haber ocurrido a este juzgado eclesiástico.

Antes de informar a V.V. S.S. sobre el número de capillas que hay en toda esta jurisdicción, y del citado que guarda el culto que sea esto que se refiere el tercer y último punto de la circular, comenzaré por hacer una manifestación franca y sincera de mis actos más notables, para que después de examinados con toda imparcialidad, me digan V.V. S.S. sí he obrado bien o mal.

En el año de cincuenta y cinco fui comisionado por el señor cura Dr. D. Andrés López de Nava para que abriera una función en el vecindario de esta ciudad, para ayuda de los gastos que tenían que erogarse en seguir trabajando el magnífico templo que hace como un siglo comenzaron los antiguos en este lugar. Al principio produjo un buen resultado mi comisión, pues hubo meses que reuniera cerca de cien pesos con los que y con quince pesos que daba la fábrica, y treinta la hermandad de la vela perpetua, se pusieron en gran movimiento los trabajos de la iglesia; pero vino la revolución y con ella la pobreza, pues mortificados y enfadados los vecinos de tanto préstamo, de tanto robo y de ver sus giros paralizados, comenzaron a dejar en mi compromisos poco a poco, hasta que viendo yo que no les era fácil seguir contribuyendo como comenzaron, los dejé de molestar, sin embargo, cuando esto sucedía ya estaba enrazada la iglesia y puestas todas las bóvedas.

Al salir desterrado de esta parroquia el Señor Cura Dr. D. Andrés López de Nava, estaban los trabajos paralizados y los fondos absolutamente escasos, pues no contaba ni con un centavo, y aún dos mil ochocientos pesos de cofradías que estaban a réditos en poder de dos vecinos de esta ciudad, se habían consumido ya en el templo con licencia de ese superior gobierno. Viéndome pues sin recursos, ocurrí con el Señor Dr. D. Andrés López de Nava hasta Guadalajara, para que me dijera, si podía gastar mil pesos que supe debía a la iglesia el señor D. Rafael Felguerez, de un rancho que se le había vendido por el mismo Sr. Cura, mucho antes de su destierro; su contestación fue favorable y en el momento comencé a contratar los materiales necesarios para el cimborrio, creyendo que con esta cantidad lo acabaría pero me engañé, pues apenas tuve para dar principio, y muy pronto volví a quedar como antes. Más existiendo en poder del presbítero D. Silvestre Pacheco, Mayordomo de fábrica de esta parroquia algunas piezas de plata, y otras en la capilla que llaman del Hospital; y estando por otra parte expuestas, no solamente a la ambición de las fuerzas que han tocado estos puntos, si no también a la de los ladrones, y aún a la de los mismos indios, en manos de los que iban desapareciendo paulatinamente; me decidí a quitarlas de ese riesgo, gastando su valor, que fue de mil setecientos sesenta y nueve pesos, en la fábrica material de la iglesia. Debido a esto, he avanzado muchísimo en la obra, y para dentro de un mes o mes y medio tendré el gusto la satisfacción de verla concluida. Si hice bien o mal en dar este paso, VV. SS. serán quienes lo resuelvan, sujetándome desde ahora si hice mal al fallo que contra mí se dictare por esa superioridad.

Además del templo que se está concluyendo, hay en esta cabecera otras tres capillas tan miserables que da vergüenza entrar a ellas. Una es la del señor San Nicolas Tolentino, otra de Sr. Sn. Lorenzo y la última que llaman el Hospital, y en la que no se celebra por haberla hecho cuartel las últimas fuerzas que tocaron esta ciudad.

Fuera de la cabecera, hay en Santa María de los Ángeles Ayuda de Parroquia, un buen templo de bóveda y una capilla contigua al mismo templo.

En Huejúcar también Ayuda de Parroquia, además de la iglesia principal, está el Santuario de Nuestra Señora del Tránsito que aún no se concluye, pero sin embargo se celebran en él, los oficios divinos, otra capilla contigua a la que sirve de parroquia y la de San Pedro.

Hay también capilla en el pueblo de Tlalcosahua, en el rancho del Fraile, en el de Bocas, en San José de los Márquez, en María de la Torre, en el pueblo de Atotonilco, en la Hacienda de Huacasco, en el rancho del Refugio y en el pueblo de Santiago. En todas estas iglesias y capillas con excepción del Fraile, se celebran los oficios divinos, y aunque no he podido encontrar en el archivo de este curato las correspondientes licencias de algunas de ellas, sin embargo, como siempre han estado en ejercicio, entiendo que estas más bien se han extraviado, que el que se hayan erigido sin la licencia necesaria, las licencias que pude hallar son: la del templo que está por concluirse en esta ciudad, la del rancho de Ma de la Torre, la de el de Bocas, la de el Tránsito en Huejúcar y la de el de Atotonilco.

La única función solemne que se celebra anualmente en esta ciudad es la de Sr. San Nicolás el día diez de septiembre, y la que no cuenta con más fondos que las limosnas que se colectan el día del Santo, y entre año, de las que llevo un libro por separado que presentaré cuando lo dispongan VV. SS.

Respecto a misas cantadas, no hay en la cabecera más de cuatro cada mes que son la del día primero, el cuatro, el diez y nueve y el viernes último, habiendo en las tres primeras, exposición de su majestad en todo el día. Los fondos con que se cuenta para estas misas, son los de la vela perpetua para el día primero, las limosnas de los vecinos para el día cuatro y diez y nueve, y para el viernes último los restos insignificantes de la extinguida cofradía de Nuestra Señora de los Dolores, a quien se cantan las misas de ese día.

En la ayuda de Parroquia y demás capillas de la feligresía, no hay más de una misa cantada cada año al Santo Patrón, y cuyas misas se celebran con las limosnas de los fieles.

En la fábrica, no hay absolutamente ningunos fondos como se cercioran VV. SS. por las cuentas que me ha presentado el Sr. Presbítero Don Silvestre Pacheco, que es el mayordomo, y que tengo el honor de adjuntar a este informe. De suerte que para lo sucesivo no sé que medidas tomar para todos los gastos más necesarios que tienen que cubrirse.

Como los ornamentos que había en esta cabecera, estaban muy roto y desaseados, los desbaraté para quemar el latón y auxiliarme con lo que necesitaba para hacer cinco nuevos de unas telas que hace cinco o más años que la caridad de nuestro dignísimo e ilustrísimo Prelado Dr. D. Pedro Espinoza, regaló a esta Parroquia y que no se habían hecho por falta de recursos. Además de estos cinco nuevos, formé otros dos de las telas viejas que me parecieron mejores.

En las demás iglesias y capillas de esta feligresía, aunque todas están habilitadas con lo necesario para que se celebren los oficios divinos, sin embargo, respecto a ornamentos, están lo mismo que estábamos en la cabecera.

La predicación en este lugar, no ha llegado a faltar, si no cuando he citado muy enfermo o muy ocupado, como lo podrán decir todos los de la feligresía. Lo mismo sucede en Huejúcar en donde solamente por ahora hay Padre de pie.

Si no he mandado a ese superior gobierno los estados de nacidos, casados y muertos, en todo el tiempo que ha transcurrido desde que estoy con el encargo del curato, no ha sido por morosidad, o desprecio de las órdenes superiores, sino porque ignoraba absolutamente tal disposición. Pero ahora tengo el honor de remitir a VV. SS. uno, de dos años de cuyo tiempo soy responsable; que dando entendido que en lo sucesivo los mandaré oportunamente.

Las licencias de los eclesiásticos adscritos en esta parroquia están en corriente.

Si no he dado el lleno necesario a las intenciones y deseos de VV. SS. no ha sido porque me falte voluntad para hacerlo, sino más bien porque no he tenido el tiempo que para esto necesitaba, pues hace muy pocos días que recibí la circular, y no he querido perder la oportunidad de que se me ha presentado.

Colotlán, abril 22 de 1861 (fue un día lunes)

Basilio Terán



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