Por: José Alonso Serrano Campos
Con información de: Mtro. Luis Miguel Berumen Félix, Juan Manuel Bonilla Soto y Evodio Cabral, quien lo entrevistó para la revista Primavera, en su número de 1996.
Decía llamarse Salvador Universal. Su nombre verdadero era Salvador Ruvalcaba Placencia. Nació a las 4 de la mañana del 17 de marzo de 1919, en Yahualica de González Gallo, estado de Jalisco. Cuarto hijo del señor Agustín Ruvalcaba, labrador y comerciante casado con Elisea Placencia, sus abuelos paternos fueron Pablo y Dolores Ruvalcaba, los abuelos maternos Epitacio Placencia y Carlota Gredano.
En 1930, a la edad de 11 años, vivía con sus padres y tres de sus hermanos: Gualberto de 14, Daniel de 9 y J. Guadalupe de 3 años. Al tiempo actuó en las carpas “Le Petit” de la Ciudad de México y “El Obrero” de Guadalajara. Usaba como nombre artístico “El Gráfico”.
Dejó el mundo de la farándula, y, cuando parecía que todo iba en picada, su suerte le cambió. Mientras comía un 20 de plátanos afuera de un hospital, un señor lo abordó para preguntarle que si él era médico. Contestó que sí. Sorprendentemente, alivió de paño a la esposa del señor con una receta de limones, de ahí el apodo que lo acompañaría por el resto de sus días.
Compartida por Álvaro Pinedo |
En Jerez asistía a las corridas de toros. Además, de imprimir en la imprenta Lugalo sus folletos (periódicos, decía la gente) con sus ocurrencias, charras y chistoretes.
En ese tiempo que el doctor llegó a Colotlán, vivía en la casa del Culto, ubicada en Guerrero esquina con Juárez, ahí íban varios niños a visitarlo y a recibir sus clases de inglés... todos pequeños, luego que aprendieron algunas canciones los llevó a cantar al kiosco y al mercado.
Convivian con él y de ahí se fue a vivir a la casa de Juárez dónde vivía el Sr. David Herrera, el que vendía menudo en el mercado... Ahí estuvo algún tiempo, llegaban a esa casa con los hijos de Nacho Pinedo y su cuarto estaba lleno de hierbas de todo tipo. Fue una excelente persona.
Ma Alicia Pinedo Escalera lo recuerda siempre tan saludador, y en los desfiles acompañando al grupo musical con sus castañuelas, su boina, faja y pantalones muy cortos, como un Español. El Doctor Limones era muy carismático, tenía muchas amistades, cuentan que curó a una niña de un tic nervioso con un alambre de cobre, se lo enredó a la cintura y se curó.
Carlos Pinedo Muñoz lo conocio perfecto en la infancia, cada que el doctor venía a Colotlán, llegaba a casa de su abuela Aurelia Navarro. Aún recuerda su olor a hierbas medicinales las cuales lo acompañaban siempre, esto en los años ochenta.
José Márquez recuerda que con esa elegancia que lo distinguía, siempre con su boina, era un músico de los que nunca ha existido otro como él, tocando las Castañuelas. Aparte de curandero con hiervas. Muy elegante su vestimenta, cuando tocaba en la plaza frente a la Presidencia, La banda de viento de Zacatecas. No se diga en La plaza de Toros Nuevo Progreso de Colotlán (hoy Centro deportivo). Acompañando a La Banda el Recodo de Don Cruz Lizárraga. Después en la Plaza de Toros de Tlaltenango. Toda una Faena su postura. Los últimos años que lo vio fue en el Mesón de la Paseo y Ramón Corona. Cocinando afuera en la calle y vendiendo sus paquetes de hierbas curativas.
Llegó al Teúl a inicios de la década de 1980. En el Ojo de Agua estuvo en la casa del Sr. Gonzalo Tovar. Juntaba hierbas medicinales y repartía su periódico. Según cuentan, aquí se casó y tuvo a sus dos hijas. Luego se fue a Santa María. Y de ahí a Tlaltenango. La última vez que volvió al Teúl fue en 1995, cuando Cuca Tovar inauguró su casa. Iba acompañando a los músicos.
Entre 1982 y 1983, la mañana de algún fin de semana se apareció en la Loma Alta, allá por la sierra del Teul, en donde trabajaba entonces Juan Manuel Bonilla.
Llegó a la casa del maestro, en la escuela y tocó. Pareció peculiar la persona que se dejó ver del otro lado de la puerta. Sin más protocolos, infirió que Juan Manuel era el profesor, pidió que lo dejara pasar a sentarse un rato y que le diera agua, “figuré que se trataba de algún vagabundo con dotes de merolico porque no dejaba de hablar”. Dejó su costal a un lado y se dedicó a hablar y hablar.
Llegó al asunto importante, las plantas. Sacó unas florecillas blancas, pequeñas, de esas que creo que se llaman aceitillas, muy bonitas porque al reverso de sus pétalos tienen unas líneas perfectamente trazadas y le explicó la virtud curativa que tenían.
También había colectado bastantes flores, con tallo y hojas, de otra especie de color lila, que en esa época abundaban. A alguna de las dos las llamó "Angélicas".
“Me recomendó que no desperdiciara el hierbanís y me reveló la forma adecuada de prepararlo”. Cuando haga mucho calor, dijo, agarre un buen puño de manzanillas y prepárese una buena jarra de agua fresca. Ahí permaneció hablando de diversos temas, información no le faltaba al señor.
Traía unos tenis Panam, de esos que hoy han multiplicado sus diseños y reveló, entre molesto y decepcionado, que los compró en Juchipila porque quiso aportar algunas monedas para ayudar a alguien y las rechazó, entonces él, de pura decepción, decidió comprarlos.
Por cierto, dijo al momento que se levantaba y agarraba su costal: soy el doctor Limones, médico naturista, botánico y curandero; no falta quien piensa que estoy loco, pero no es así.
El Doctor Limones falleció el 15 de febrero de 1995 en el estado de California, Estados Unidos de América. Tlaltenango fue la última estancia del amigo de greñudos, calvos y pelones.
Foto de Evodio Cabral.
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